Francisco José de Caldas

La historia de las civilizaciones la escriben aquellas mujeres y hombres queen el transcurrir de los siglos, gracias a su forma de actuar, sus ideales, sus hallazgos o su arte; han hecho queel género humano, de un modo u otro,avance.

Ya sea inspirando a más seres humanos o siendo parte de la actuación. Francisco José de Caldas es una de las personas cuya vida, indudablemente, merece nuestra atención debido al nivel de influencia que tuvo en la historia.Comprender la biografía de Francisco José de Caldas es conocer más acerca de una época concreta de la historia del género humano.

Si has llegado hasta aquí es porque sabes de la relevancia que detentó Francisco José de Caldas en la historia. La forma en que vivió y las cosas que hizo mientras estuvo en el mundo fue decisivo no sólo para las personas que frecuentaron a Francisco José de Caldas, sino que quizá legó una huella mucho más vasta de lo que podamosimaginar en la vida de gente que tal vez jamás conocieron ni conocerán ya jamás a Francisco José de Caldas de forma personal.Francisco José de Caldas ha sido uno de esos seres humanos que, por algún motivo, merece no ser olvidado, y que para bien o para mal, su nombre nunca debe borrarse de la historia.

Comprender lo bueno y lo malo de las personas relevantes como Francisco José de Caldas, personas que hacen rodar y cambiar al mundo, es una cosa fundamental para que seamos capaces de apreciar no sólo la vida de Francisco José de Caldas, sino la de todas aquellas personas que fueron inspiradas por Francisco José de Caldas, gentes a quienes de de una u otra forma Francisco José de Caldas influyó, y indudablemente, conocer y descifrar cómo fue el hecho de vivir en el periodo histórico y la sociedad en la que vivió Francisco José de Caldas.

Vida y Biografía de Francisco José de Caldas

(Francisco José de Caldas y Tenorio; Popayán, 1768 - Santafé de Bogotá, 1816) Geógrafo y naturalista colombiano. Sin solamente tener medios correctos de trabajo, en las "tinieblas" que rodeaban a América, según su expresión, efectuó indagaciones y descubrimientos que sorprendieron a hombres tan consagrados como Mutis y Humboldt, de los que fue amigo y compañero.

Integrante de la segunda generación de ilustrados latinoamericanos, Francisco José de Caldas, llamado "el Sabio", mostró desde niño enorme interés por las matemáticas, las ciencias físicas y la astronomía. Tras cursar estudios en su tierra natal, se trasladó a Santafé y se graduó como jurista solo para ofrecer gusto a su familia, ya que próximamente regresó a Popayán y decidió ocuparse a eso que mucho más le interesaba: la astronomía, las matemáticas y las ciencias físicas.

En 1795 debió ocuparse al comercio de ropas en Quito, La Plata y Timaná, ocasión que aprovechó para saber la situación geográfica de los sitios que visitaba y para efectuar visualizaciones de la naturaleza y de los usos y prácticas de los diferentes pueblos. Su aparato de trabajo básico se componía de un barómetro, una brújula y un termómetro. Cuando no lograba los instrumentos que precisaba los edificaba él mismo: fabricó un gnomon, un cuadrante del sol y otros instrumentos de medición.

Después de distintos ensayos observó que "la temperatura del agua destilada, en ebullición, es proporcional a la presión atmosférica", novedosa ley física que le dejó medir las alturas a través de nuevos métodos y que sería usada después por Humboldt, quien increíblemente se olvidó en un caso así del inventor. El llamado hipsómetro, instrumento por él inventado, se utiliza para medir la altitud de un espacio, observando la temperatura que consigue en ese ubicación el agua en el momento en que comienza a hervir.

En 1801 publicó el producto "La verídica altura del Cerro de Guadalupe" en el Correo Curioso y Mercantil. Interesado en la botánica, Caldas se había relacionado con el sabio José Celestino Mutis y, por medio de este, con la lengua alemana Alexander von Humboldt, quien preparaba un viaje a Quito. El alemán quedó asombrado de la precisión de los instrumentos del caucano, pero rechazó su iniciativa de acompañarlo en el viaje que proyectaba por América. Tras mantenerse tres años y medio de estudio y también investigación en Ecuador, en 1804 Caldas publicó Viaje de Quito a las costas del océano Pacífico por Malbucho y Viaje al corazón de Barnuevo.

En 1805 se vinculó como astrónomo a la Real Expedición Botánica y fue nombrado directivo del Observatorio Astronómico de Santafé. A la Real Expedición Botánica de 1805 aportó Francisco José de Caldas dieciséis cargas de distintos materiales y 2 volúmenes gráficos de usos, prácticas, industrias, agricultura, tintes, elementos, población, anomalías de la salud endémicas, vicios y literatura de la región que había paseo entre marzo y diciembre de ese año: salió de Quito hacia el norte, exploró la zona ubicada entre los ríos Chota y Guáitara, la provincia de Pasto, la de Popayán hasta Quilichao, las cercanías de Cali por el occidente y hasta el páramo de Guanacas por el norte, La Plata, Timaná, Neiva y otros distritos del prominente Magdalena.

El año 1808 fue el más esencial de su historia: empezó la publicación del Semanario del Nuevo Reino de Granada, que más tarde completaría con las Memorias, donde apareció el abultado de su obra científica; para el Semanario contó con ayudantes como Jorge Tadeo Lozano. En 1810 se casó con María Manuela Barona. Con el advenimiento de la Independencia, Caldas se dedicó al estudio de la ciencia militar, puesto que el presidente Antonio Nariño lo nombró capitán del Cuerpo de Ingenieros Cosmógrafos. Después se le encargó la publicación del Almanaque de las Provincias Unidas del Nuevo Reino de Granada y otras metas.

Pero la guerra contra los españoles lo contó entre sus víctimas. Cuando la ciudad más importante cayó a cargo de los realistas, escapó al sur y se refugió en la hacienda familiar de Paispamba, donde fue apresado y remitido, adjuntado con otros patriotas, a Santafé. El primer científico colombiano fue culpado a ser fusilado por la espalda, ejecución que se aplicó el 29 de octubre de 1816. El presidente del tribunal que lo juzgó ha dicho por su cuenta aquello de que "España no requiere de sabios"; pero España se sintió después abochornada de la incultura y crueldad de su gerente y dedicó al ilustre Caldas una placa de mármol en la Biblioteca Nacional de La capital española.

A Francisco José de Caldas se le ha llamado "primer científico colombiano" y "padre de la geografía y de la ingeniería nacional", pero hay que tomar en consideración las restricciones de la temporada, las inconsistencias teóricas de la capacitación que recibió y sus funcionales realizaciones. Lo mucho más importante son sus planteamientos sobre la ciencia y la intuición, tal como la crítica que adelantó sobre las instituciones culturales de entonces; todo ello acertado, más allá de que es cierto que difuso, y frecuentemente elaborado bajo el efecto del descontento y la decepción. Caldas fue un tradicional criollo ilustrado formado en la etapa anterior a la independencia de las colonias, y como tal se adscribió a un cierto americanismo o nacionalismo todavía en capacitación; desde esa visión, propuso la necesidad de que la ciencia en el conjunto de naciones fuera asumida por los criollos y creada por ellos.

En relación a la relevancia geopolítica de la presente Colombia y a sus opciones de avance, Caldas fue indudablemente un visionario. En sus medites sobre la situación cultural, popular y económica de América, fomentó la necesidad de un profundo y exacto conocimiento de nuestra condición de america como paso previo al impulso preciso de la industria, la economía, el comercio y el resto de ocupaciones productivas para subvertir la situación de excesiva dependencia de la metrópoli europea que América había venido sufriendo a lo largo de los siglos coloniales.

No fue otra aspiración que esta la que incitó sus sacrificios por alzar cartas geográficas y mapas de todo género. Y particularmente sobre el viejo Virreinato de Nueva Granada, que Caldas consideraba, por su geografía y situación, una zona geoestratégica con bastante paseo, tanto por su pluralidad de panoramas y tiempos (y, por consiguiente, de producción agrícola y ganadera) como por las considerables opciones que tenía para el comercio, gracias en decisión correcta a su cercanía al istmo de Panamá.

La tarea científica y literaria de Francisco José de Caldas está fundamentalmente obtenida en el Semanario del Nuevo Reino de Granada, que se publicó semanalmente de 1808 a 1809 y continuó en cuadernos por mes hasta 1810, año en que fue suspendido. En él vieron la luz 2 trabajos escenciales del ilustre hombre de ciencia: Estado de la geografía del Virreinato de Santa Fe de Bogotá, con relación a la economía y al comercio y Del influjo del tiempo sobre los seres organizados.

En sus reconocidas Cartas se advierte la predominación de Rousseau, de Feijoo y de Jovellanos, y en su obra, una inclinación europeizante y un esfuerzo titánico por integrar a América la tradición cultural europea. En su tarea adelante del Diario Político, órgano de la pelea por la independencia, en su producto necrológico sobre Mutis, en sus reportes y hasta en sus estudios botánicos, hay una indudable calidad literaria, producto del instinto artístico de este increíble hombre de ciencia neogranadino.

Publicada en 1808 en los números del 22 al 30 del Semanario del Nuevo Reino de Granada, esta obra ubica a Caldas en un término medio en las discusiones sobre este tema. Caldas no llega a subscribir las proposición exagerados de quienes atribuyen a semejantes causantes (tiempo y nutrición) un definitivo influjo en la conformación psíquica del hombre, ni tampoco las no menos excesivas de quienes niegan a exactamente los mismos causantes naturales cualquier clase de predominación sobre el alma humana.

Empieza por determinar lo que él comprende por tiempo, influjo de los alimentos y constitución física del hombre, para finalizar que el cuerpo humano está sujeto a todas y cada una de las leyes de la materia y que, en el momento en que su parte material padece alguna perturbación, su espíritu participa de ella. Examina entonces todos y cada uno de los elementos que, en su término, forman el tiempo físico, señalando la forzosa predominación que cada uno debe ejercer en el hombre y en los animales, y probando en seguida, a través de múltiples ejemplos, que la ejercitan. Con asombroso clarividencia, Caldas intuyó en este tratado no pocos de los temas y inconvenientes que la ciencia de hoy entiende, estudia y examina bajo el nombre de geopsicología.

Alén de sus ocupaciones científicas y eruditas, las ideas de Francisco José de Caldas sobre política, economía y también historia nos llegaron especialmente mediante esta obra, publicada por vez primera en 1808 en los números del 1 al 7 del Semanario del Nuevo Reino de Granada.

En este estudio detalla Caldas, a enormes trazos, el cuadro geográfico del Nuevo Reino de Granada (el día de hoy República de Colombia), precisando sus límites, sus costas, su sistema montañoso, sus ríos, vales y planicies. Considerando al país como "esquina oceánica", expresa en cantidades la extensión del litoral neogranadino en los dos mares y fija, además de esto, su área territorial. Indica entonces la altura sobre el nivel del mar, el tiempo, la flora, la calidad del suelo, las condiciones atmosféricas y los fenómenos meteorológicos de las muy diferentes y variadas zonas que tienen dentro el territorio colombiano.

Caldas examina las virtudes tácitas en la situación geográfica del país, en orden a sus relaciones con el resto pueblos del orbe, como asimismo sus vías de comunicación, fluviales y terrestres, en lo que se refiere al tráfico interior. Da entonces el creador un concepto concisa de las riquezas minerales y artículos vegetales del Nuevo Reino, de su fauna marítima y terrestre y de las etnias humanas que en él viven, agrupadas o esparcidas. En estilo de muy elegante concisión, que en ocasiones hace vibrar la cuerda lírica, detalla el fantástico espectáculo de la erupción de un volcán, la fragorosa majestad de una tempestad en los Andes o los horrores de un cataclismo en las cercanías de la línea equinoccial.

Dotado de un prodigioso don de observación, el científico payanés nos enseña el contraste de la hermosura del paisaje originario y de la riqueza de sus elementos naturales con la pobreza y atraso de los pobladores, demandando la atención hacia sus pretensiones y hacia proyectos de viable realización en todos y cada uno de los órdenes de la vida del país colombiano, desde la civilización hasta la economía y el comercio.

Con su prosa elocuente y una profunda dureza científica, Caldas llega a la conclusión de que, tras trescientos años, ni los mandatarios ni las minorías intelectuales del Nuevo Reino de Granada se dieron racional cuenta de las ingentes opciones naturales, físicas, económicas, sociales, geográficas, históricas y culturales que esta porción de todo el mundo acumula, y que tienen que orientarse, con exacto sentido verdadera, hacia el confort espiritual y material de sus pobladores y transformarse en fecundas realidades y en proyectos de interés, no solo regional, sino más bien asimismo de trascendencia continental y universal.

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