Ya sea inspirando a otras personas o siendo parte de la actuación. Francisco [Jorge Mario Bergoglio] es uno de esos sujetos cuya vida, realmente, merece nuestro interés debido al nivel de influencia que tuvo en la historia.Conocer la biografía de Francisco [Jorge Mario Bergoglio] es comprender más acerca de una época concreta de la historia de la humanidad.
Si has llegado hasta aquí es porque tienes conocimiento de la importancia que detentó Francisco [Jorge Mario Bergoglio] en la historia. El modo en que vivió y aquello que hizo durante el tiempo que permaneció en el mundo fue determinante no sólo para quienes trataron a Francisco [Jorge Mario Bergoglio], sino que posiblemente legó una señal mucho más honda de lo que logremosconcebir en la vida de personas que tal vez jamás conocieron ni conocerán ya nunca a Francisco [Jorge Mario Bergoglio] de forma personal.Francisco [Jorge Mario Bergoglio] fue una de esas personas que, por algún motivo, merece no ser olvidado, y que para bien o para mal, su nombre jamás debe borrarse de la historia.
Vida y Biografía de Francisco [Jorge Mario Bergoglio]
(Buenos Aires, 1936) Actual papa de la Iglesia Católica que inició su pontificado en el tercer mes del año de 2013, tras ser escogido en cónclave tras la inopinada renuncia de su precursor, Benedicto XVI. El cardenal Jorge Mario Bergoglio tomó tras su decisión el nombre de Francisco, jamás adoptado por ningún pontífice previo, y inmediatamente fue llamado por los medios Francisco I; el Vaticano debió aclarar que su nombre oficial es Francisco, sin el ordinal. En la figura del papa Francisco han confluido 2 hechos sin precedentes en la narración de la Iglesia católica: su pertenencia a la Compañía de Jesús (jamás un jesuita había sido alto al solio de Pedro) y su origen hispanoamericano, tras veintiún siglos de pontífices originarios de Europa o de Oriente Próximo.
Nativo de el seno de una modesta familia de emigrantes italianos, fueron sus progenitores Mario Bergoglio, usado de los trenes, y Regina, ama de la casa. Tras graduarse como técnico químico, a los 21 años sintió la llamada de la vocación religiosa y también ingresó en el seminario jesuita de Villa Devoto (Localidad de Buenos Aires), del que egresaría sacerdote el 13 de diciembre de 1969.
A lo largo de los años precedentes a la ordenación había sido instructor en institutos que la Compañía de Jesús tenía en Santa Fe y en Buenos Aires; por ese momento llegó a perder un pulmón gracias a una patología respiratoria. Su refulgente trayectoria presbiterial, limitada a la Compañía de Jesús, lo transformó en provincial argentino de exactamente la misma (1973-1979), en unos tiempos duros y violentos, los de la dictadura militar, en los que le tocó regresar a encauzar la misión pastoral de la orden religiosa que fundase San Ignacio de Loyola.
El 20 de mayo de 1992 fue consagrado obispo titular de Auca, cargo que lo transformaba en unos de los 4 obispos socorrieres de Buenos Aires. Más tarde se le designó obispo coadjutor de esta arquidiócesis (3 de junio de 1997), de cuya dirección se encargó, ahora como arzobispo, el 28 de febrero de 1998. Inició entonces una intensa tarea pastoral fundamentada en 2 líneas complementarias: la predicación entre las clases populares y la demanda de las injusticias económicas y sociales. Acompañó esta tarea con ejemplos de morigeración en sus ocupaciones y prácticas.
Las críticas a la corrupción administrativa, primero, y después su estable oposición a la legalización del matrimonio homosexual, enturbiaron las relaciones personales y también institucionales con el presidente argentino Néstor Kirchner y su mujer y sucesora, Cristina Fernández de Kirchner. El papa Juan Pablo II lo nombró cardenal con el titulus de San Roberto Belarmino (21 de febrero de 2001), magistratura que compaginó con el rango de primado de Argentina, máxima autoridad del catolicismo en su país. También fue presidente de la Conferencia Episcopal Argentina y del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM).
En el cónclave festejado tras el fallecimiento de Juan Pablo II (2005), el arzobispo bonaerense consiguió 40 votos papales, pero la decisión se decantó a favor del alemán Joseph Ratzinger, que aceptó el papado como Benedicto XVI. Al parecer, a lo largo de ámbas primeras valoraciones, Bergoglio llegó a soliciar prácticamente con lágrimas en los ojos al resto de sus hermanos cardenales que dejaran de votarle, ya que no se veía con fuerzas para asumir el destino de sumo pontífice.
La decisión y el pontificado
Ocho años después, la renuncia de Benedicto XVI (28 de febrero de 2013) fue el acontecimiento que permitió la ascensión del cardenal argentino al solio de Pedro, para el que fue escogido el 13 de marzo del mismo año. Jorge Mario Bergoglio se transformaba en el primer pontífice latinoamericano y en el primer Santo Padre jesuita de la crónica de la Iglesia, asi como en el primero de sus papas que adoptaba el nombre de Francisco, en honor a San Francisco de Agarráis. La decisión de ese nombre cuadra con el carácter del nuevo pontífice, cuya modestia y humildad ahora eran patentes en su etapa como arzobispo y cardenal, donde renunció a su vehículo oficial y a su vivienda palaciega para vivir en un pequeño apartamento donde él mismo preparaba sus comidas.
El 19 de marzo, en la homilía de la misa de inauguración del pontificado, el papa Francisco aseguró que era obligación de los sucesores de Pedro «poner sus ojos en el servicio humilde» y «abrir los brazos para custodiar a todo el pueblo de Dios y acoger con inocencia y aprecio a toda la raza humana, en especial los mucho más pobres, los mucho más enclenques, los mucho más pequeños», expresiones que abrieron esperanzas de renovación en la acción de la Iglesia; no se suponía no obstante que tal renovación alcanzase las cuestiones doctrinales, en relación a las que el nuevo papa se había exhibido siempre y en todo momento conservador.
Por supuesto, un año es poco tiempo en un pontificado, y un periodo de tiempo totalmente deficiente para ver cambios en una institución milenaria; más allá de ello puede decirse que, hacia marzo de 2014, se habían enviado varias señales que apuntaban hacia una intención renovadora. El estilo humilde y próximo del nuevo pontífice se transformó en regla: Francisco renunció a vivir en el palacio episcopal y prefirió en su rincón la vivienda Santa Marta en el Vaticano. Y, en sus varias afirmaciones, el papa Francisco no solo reafirmó su deber con los pobres, la paz y la justicia popular, sino mostró un inédito nivel de tolerancia hacia la homosexualidad y abrió la puerta a la revisión del celibato eclesiástico.
Desenlaces mucho más profundos son los que cabe aguardar de la parcialmente discreta reforma eclesiástica emprendida por el papa Francisco. La destitución del cardenal Tarsicio Bertone como secretario de Estado del Vaticano y el ascenso para tal cargo del arzobispo Pietro Parolin fue el paso siguiente a la creación de una Consejo de Cardenales al que confió distintos proyectos de reforma de la curia; en la medida en que organismo sin dependencia compuesto por integrantes de su seguridad, podrían aparecer del mismo proposiciones verdaderamente renovadoras. Este desarrollo ha mostrado el valor y también sabiduría del papa Francisco, que así ha eludido desde el comienzo quedar embarrancado en la complicada maquinaria vaticana.
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