La historia de la civilización está escrita por los hombres y mujeres quea lo largo de los siglos, gracias a su proceder, sus ideas, sus innovaciones o su ingenio; han originado queel mundo, de un modo u otro,prospere.
Si has llegado hasta aquí es porque tienes conocimiento de la trascendencia que tuvo Francisco I. Madero en la historia. Cómo vivió y las cosas que hizo en el tiempo en que permaneció en este mundo fue determinante no sólo para aquellas personas que frecuentaron a Francisco I. Madero, sino que posiblemente dejó una huella mucho más insondable de lo que logremosimaginar en la vida de gente que tal vez jamás conocieron ni conocerán ya nunca a Francisco I. Madero de modo personal.Francisco I. Madero ha sido uno de esos seres humanos que, por algún motivo, merece no ser olvidado, y que para bien o para mal, su nombre nunca debe borrarse de la historia.
Las biografías y las vidas de personas que, como Francisco I. Madero, atraen nuestra curiosidad, deben ayudarnos en todo momento como referencia y reflexión para ofrecer un marco y un contexto a otra sociedad y otra época de la historia que no son las nuestras. Tratar de entender la biografía de Francisco I. Madero, porqué Francisco I. Madero vivió del modo en que lo hizo y actuó de la forma en que lo hizo a lo largo de su vida, es algo que nos impulsará por un lado a comprender mejor el alma del ser humano, y por el otro, el modo en que avanza, de forma inexorable, la historia.
(Francisco Ignacio Madero, llamado equivocadamente Francisco Indalecio Madero; Parras de la Fuente, Coahuila, 1873 - México, 1913) Político mexicano cuyo pronunciamiento contra el régimen de Porfirio Díaz desencadenó la Revolución mexicana. Hombre simple y también idealista, de firmes convicciones democráticas y honesta preocupación popular, Francisco I. Madero deseó sobrepasar a través de las urnas la atrofiada dictadura de Porfirio Díaz, presentando su candidatura como cabeza del Partido Antirreeleccionista en los comicios de 1910. Sin embargo, tras ser detenido en medio de una campaña electoral y verse forzado al exilio, comprendió que solo un alzamiento habitual podía traer un auténtico cambio.
Redactó entonces desde el exilio el Plan de San Luis, un programa político que incluía un llamamiento a levantarse en armas contra el régimen dictatorial de Díaz el 20 de noviembre de 1910, fecha de comienzo de la Revolución mexicana. El triunfo innovador lo elevó a la presidencia (1911-1913), pero, inútil de satisfacer a los líderes agraristas radicales y presionado al unísono por los campos conservadores y por los Estados Unidos, terminó siendo traicionado y ejecutado por Victoriano Huerta, uno de sus en general de seguridad. De este trágico modo acabaron los empeños reformadores de un hombre sincero; un final que, lamentablemente, no fue infrecuente en los turbulentos comienzos de la Revolución.
Biografía
Integrante de una adinerada familia de terratenientes y también industriales, Francisco Ignacio Madero recibió una esmerada educación en Francia y en Estados Unidos. A su regreso a México (1892), se estableció en San Pedro de las Colonias y se encargó de una parte de la hacienda familiar, etapa en que se puso de manifiesto su espíritu progresista y emprendedor: actualizó los sistemas de cultivo y de riego y se esmeró en progresar la situación de sus trabajadores. Aunque ahora por esos años cobijaba especiales democráticos y de reforma popular, tal como una preocupación por las condiciones de vida de los campesinos, no comenzó a formar parte activamente en la vida política hasta varios años después.
La extendida dictadura paternalista de Porfirio Díaz (1876-1910) había supuesto la consolidación del principio del orden en oposición al de las libertades públicas como instrumento para hallar el avance económico de México. Benefactor de la oligarquía agraria y asegurador de los permisos de la Iglesia y de las inversiones anglosajonas, Porfirio Díaz se había eternizado en el poder merced a la anulación del principio de no reelección, recogido en la Constitución de 1857. El gobierno del dictador descansaba sobre una triple coalición: hacienda, sacristía y cuartel, campos en que se concentraba todo el poder y todas y cada una de las tierras.
La estabilidad a nivel político y las actualizaciones económicas que logró Díaz, no obstante, no fueron a la par con la situación que vivía la mayor parte de la población, que no se favorecía por igualmente las virtudes de la industrialización y del comercio. Los desequilibrios sociales se aguzaron, y se extendió el deterioro de las condiciones de vida entre el campesinado y el proletariado urbano. La inmovilidad del Parlamento impidió la puesta en marcha de los cauces apropiados para corregir los desequilibrios.
En los últimos años del Porfiriato, el descontento no se limitaba a las clases mucho más desfavorecidas; brotaron voces críticas entre exactamente las mismas elites, se gestaron nuevos partidos y se dieron a conocer nuevos líderes, entre ellos Francisco Madero. Hacia 1905, los abusos de poder del gobernador de Coahuila, Miguel Cárdenas, concluyeron el comienzo de su activismo político: creó el Partido Democrático Independiente y comenzó a mostrar sus ideas en el rotativo El Demócrata.
De la decisión a la Revolución
En 1908, en una célebre entrevista concedida a un medio estadounidense, Porfirio Díaz declaró que el país había alcanzado bastante madurez para comenzar un desarrollo aperturista; anunció también su propósito de no presentarse a la reelección y de aceptar la participación de novedosas formaciones políticas. Madero aprovechó esta fugaz ventana de promesa para difundir, en el mes de octubre del mismo año, La sucesión presidencial de 1910, obra de talante moderado en defensa de las libertades civiles y de la democratización real del país que tuvo un extenso eco.
Pero un repentino cambio de opinión de Díaz, que volvió a postularse candidato, dio al garete con las esperanzas y ocasionó enorme indignación. Todo ello no logró sino más bien intensificar el activismo de Madero. En 1909 creó el Centro Antirreeleccionista de México, adelante del que propagó sus ideas por todo el país. En la convención conmemorada en el mes de abril de 1910, el Partido Nacional Antirreeleccionista designó a Madero candidato a la presidencia. Temeroso de su popularidad, Porfirio Díaz ordenó el acoso a Madero, que fue detenido en Monterrey el 7 de junio, en medio de una campaña electoral, y movido a San Luis Potosí; con su contrincante bajo independencia observada, el Congreso reeligió a Díaz para un nuevo sexenio.
Para Madero, esta manifiesta imposibilidad de entrar al poder por la vía democrática patentizaba que solo el alzamiento armado podía llevar a un auténtico cambio. En octubre de 1910, tras conseguir eludir la supervisión, Francisco Madero escapó a Estados Unidos y, desde su exilio en San Antonio (Texas), logró público el software político llamado Plan de San Luis (en referencia a San Luis Potosí, donde fue fechado el archivo más allá de encontrarse ahora en el país vecino).
Madero denunció en aquel manifiesto los abusos de la dictadura y expuso, entre otros muchos proyectos, la intención de beneficiar a los campos agrarios restituyendo a los campesinos los terrenos que el porfirismo les ha arrebatado arbitrariamente (Ley sobre terrenos baldíos de 1894). Se apuntó el 20 de noviembre de 1910 como fecha del alzamiento, y, merced a aquella apelación al acompañamiento rural, el campesinado acabaría por contestar al alzamiento en armas de forma unánime: era el comienzo de la Revolución mexicana.
Entre los insurgentes figuraban, al lado de otros caudillos locales, varios de los líderes premeditados a divertirse un papel trascendental en la Revolución: Pascual Orozco, Emiliano Zapata y Pancho Villa. Pese a los descalabros iniciales, entre la redacción del manifiesto y el triunfo de Madero mediaron tan solo seis meses. El desgaste del sistema había transformado al ejército de Porfirio Díaz en una fuerza escasamente articulada y desgastada, y, frente a la impotencia del ejército y la incapacidad del Gobierno, la Revolución no tardó en alcanzar por todo México. La toma de Ciudad Juárez por los rebeldes, a fines de mayo de 1911, supuso la renuncia de Porfirio Díaz y el objetivo de la dictadura. El 7 de junio Madero entró triunfalmente en la ciudad más importante mexicana.
La presidencia de Madero
La destitución de Porfirio Díaz dejó el sendero despejado para la capacitación de un sistema político democrático que aspiraba a la puesta en marcha de substanciales reformas sociales. Una vez formado el gobierno provisional, Madero presentó su dimisión, esperando de entrar al poder por la vía democrática. El previo ministro de Relaciones, Francisco León de la Barra, aceptó hasta entonces la presidencia interina del país.
Este gobierno de transición próximamente debió llevar a cabo en frente de las demandas sobre la puesta en marcha instantánea del Plan de San Luis: las tropas revolucionarias demandaban la restitución eficaz de las tierras a los campesinos como condición anterior a la distribución de las armas. La tensión y el descontento forzaron la convocatoria de selecciones. Los comicios, festejados en el mes de octubre de 1911, dejaron que, al siguiente mes, Francisco I. Madero accediese al poder adelante del recién desarrollado Partido Constitucional Progresista.
En sus quince meses de gobierno, Francisco Madero deseó reconciliar a la Revolución con los restos del viejo régimen, pero la división del movimiento innovador pondría fin a sus proyectos. Aunque llegó a entablar un régimen de libertades y de democracia parlamentaria, no conseguiría agradar las pretensiones de cambio popular que latían en las masas revolucionarias. El primordial inconveniente de la novedosa presidencia era la descomposición del bloque popular que la había conducido a la victoria: en frente de la solidez del bloque reaccionario, la coalición entre el campesinado y las clases urbanas iba perdiendo cohesión.
Madero fomentó medidas para redistribuir la tierra, pero a los campesinos les parecieron bastante tibias; los ámbitos mucho más radicales demandaban expropiaciones. En otros campos de la producción, como el textil y la minería, se inició una campaña de huelgas para reclamar novedades laborales. Entretanto, el gobierno de Madero puso en marcha acciones para progresar la atención sanitaria y didáctica de la población, y aprobó la reducción de la jornada de trabajo, que pasó de 12 a diez horas. Intentó asimismo racionalizar la recaudación de impuestos y eludir el encarecimiento de los productos de primera necesidad.
Pero, a la postre, los sacrificios de Madero resultaron inútiles. Desde el principio tuvo que confrontar, por una parte, a los líderes revolucionarios agraristas, descontentos con su tibieza reformista, y, por otro, a las fuerzas contrarrevolucionarias conservadoras. Emiliano Zapata fue el primero en levantarse en armas contra Madero. El llamado Plan de Ayala (redactado por Zapata el 25 de noviembre de 1911 en la Villa de Ayala) acusaba a Madero de traidor, ignoraba su autoridad y planteaba como jefe de la Revolución a Pascual Orozco o, en el caso de que este no admitiera, al propio Zapata. Pero lo más esencial de aquel archivo, parte clave de la ideología de la Revolución mexicana, era su contenido popular: se establecía la reforma agraria y la distribución de tierras como eje de la política y también ideología revolucionarias.
Los zapatistas, al fin y al cabo, se levantaron contra el gobierno pues Madero no había cumplido la promesa de devolver las tierras comunales. Durante los 12 meses siguientes, las fuerzas gubernativos fueron inútiles de sofocar absolutamente el alzamiento zapatista. Algunas psiques lúcidas, como Luis Cabrera, entendían que era preciso hallar una solución jurídica a las solicitudes campesinas. En diciembre de 1912, Cabrera realizó una idea de ley para una reforma agraria que no ha podido concretarse. A ello debió añadir distintas insurjas de signo contrarrevolucionario. Tan temprana como la de Zapata fue la del general Bernardo Reyes, viejo secretario de Guerra y Marina de Porfirio Díaz; si bien fue próximamente sofocada, novedosas rebeliones y pronunciamientos han tomado el relevo.
En medio de esta luchas fue ganando importancia el general Victoriano Huerta; disfrutaba de la seguridad de Madero y había logrado vencer a Pascual Orozco. Comandante de las fuerzas que debían proteger al gobierno, Huerta protagonizó una célebre y también deshonrosa traición a lo largo de la llamada Decena Trágica, nombre con que son populares los violentos hechos acontecidos en la ciudad más importante mexicana del 9 al 19 febrero de 1913; con el beneplácito de Estados Unidos, Victoriano Huerta depuso a Madero y mandó fusilarlo aduciendo que había intentado huír. De este modo Francisco I. Madero, que no había logrado en vida sostener unidos a los revolucionarios, se transformó tras su muerte en un símbolo de la unidad de la Revolución contra el usurpador Huerta.
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