La historia de las civilizaciones la escriben aquellas mujeres y hombres quea lo largo del tiempo, gracias a sus obras, sus pensamientos, sus creaciones o su talento; han hecho queel género humano, de una forma u otra,prospere.
Comprender lo bueno y lo malo de las personas destacadas como Francis Ford Coppola, personas que hacen rodar y cambiar al mundo, es algo sustancial para que seamos capaces de valorar no sólo la vida de Francis Ford Coppola, sino la de todos aquellos y aquellas que fueron inspiradas por Francis Ford Coppola, aquellas personas a quienes de un modo u otro Francis Ford Coppola influyó, y por supuesto, entender y comprender cómo fue vivir en el periodo histórico y la sociedad en la que vivió Francis Ford Coppola.
(Detroit, Estados Unidos, 1939) Director, escritor de guiones y productor de cine estadounidense. Hijo de una familia de emigrantes napolitanos, a los nueve años contrajo la poliomielitis, lo que le forzó a mantenerse en la cama a lo largo de una extendida temporada y a depender, en su primera adolescencia, de los cuidados de sus mayores. Tras graduarse en la escuela de cine de la Universidad de Los Ángeles, cooperó con Roger Corman en múltiples películas de terror, labor que compatibilizó con sus primeros trabajos como directivo, los que han recibido una tibia contestación del público y la crítica.
En 1969 recibió un Oscar por su trabajo como escritor de guiones de Patton. Ello motivó que la Paramount le encargase el guion y la dirección de El padrino (1972). Galardonado con tres Oscar, el largometraje asoló en taquilla y aún hoy en día es un genuino símbolo de lo destacado que dio de sí el cine en la década de los 70. Realizada por un Coppola que contaba tan solo 33 años de edad, la adaptación de la novela de Mario Puzo es un deslumbrante retorno al género de gángsters de una intensidad narrativa inusual, testimonio de una enorme madurez creativa del directivo.
Coppola supo desarrollar a lo largo de 176 minutos de perfección técnica el éxito de la familia mafiosa de origen italiano de los Corleone en frente de sus contendientes, y el fracaso de todos y cada uno de los intentos de eludir la guerra de familias por la parte de don Vito Corleone (Marlon Brando), superado por la lógica de venganzas y contravenganzas y por la aparición de las drogas en el planeta del tráfico ilegal. Michael (Al Pacino), su hijo y sustituto, al que pretendía sostener distanciado de los temas sucios de la familia y dejarle una carrera respetable, acepta al final su papel en la composición férrea y ritualizada de la Mafia, palabra que no se relata en toda la película. Tras la supresión física de sus contendientes, el triunfo se ajusta a la familia, pero, frente todo, a la lógica de la Mafia, una ley que llega a parecer natural y también irreprimible al espectador, atrapado él asimismo en los nudos de la familia y la venganza, superiores aun al poder prácticamente sagrado del padrino.
Del largometraje resalta más que nada la estabilidad dramático que supo imprimir Coppola a la epopeya, donde la crueldad está siempre y en todo momento presente, y, no obstante, no se explota de manera gratuita ni efectista. La composición de los individuos que efectúan Brando y Al Pacino es otro de los atractivos escenciales del largometraje, de donde quita una gran parte de su probabilidad. A este propósito argumentan una ambientación y una decoración detalladísimas. Crónica extraña a todo juicio ética explícito, El padrino reproduce con perfección la opresión y la contundencia insuperable de la lógica mafiosa, que acaba siempre y en todo momento por reproducirse a sí.
El personaje de Al Pacino fue el hilo conductor mediante las continuaciones de la saga (El padrino II, de 1974, El padrino III, de 1990) que Coppola fue transformando en un enorme fresco histórico de Estados Unidos desde principios del siglo XX. La dificultad del personaje (paulativamente sumergido en una espiral de crueldad desde su primera etapa de joven tierno y despreocupado de los temas familiares, hasta transformarse en una bestia feroz y también insuperable con la capacidad de todo por unión a la familia como "iniciativa") fue incrementando conforme se desarrollaba la saga: en la segunda parte, quizás la mucho más conseguida, se fortalecen los tonos trágicos de resonancias shakespearianas del personaje (acabando con la ejecución de su hermano), tal como las implicaciones sociopolíticas de la trama.
El último capítulo de esta trilogía, rodado ahora en 1990, transformó el planeta de los Corleone en un ámbito a medio sendero entre Shakespeare y el verismo italiano, una genuina ópera cinematográfica apuntada con mano profesora por Coppola, donde el vértigo frente el correr del tiempo y el peso de los crímenes y del pasado revienta por último en entre las mucho más preciosas imágenes rodadas por el directivo: Al Pacino-Michael Corleone chillando sin producir un solo sonido en las escalinatas de la Ópera de Palermo, tras ver de qué forma mueren entre sus brazos sus esperanzas de redención para el futuro.
Merced a esta película, Francis Ford Coppola adquirió los medios económicos y el prestigio precisos para desarrollar y generar sus grabes, en el contexto de la American Zoetrope, que él mismo creó en 1971 y donde trabajarían Martin Scorsese y George Lucas. El otro monumento erigido por Coppola al poder del cine en los años 70 es Apocalypse Now (1979), impresionante adaptación de El corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad, a la guerra de Vietnam. El paseo iniciático del personaje interpretado por Martin Sheen ingresando en el corazón del infierno para hallarse a un semidiós obscuro y salvaje en el final del sendero (espeluznante aportación de Marlon Brando) forma un recorrido por la desmesura, la disparidad y la desaparición convenientemente puesto en imágenes por el directivo.
La historia de Apocalypse Now da un giro cerca de Benjamin L. Willard, un capitán del ejército de los Estados Unidos que, en medio de una guerra de Vietnam, recibe una extraña orden: remontar un río hasta cierto punto ubicado alén de las líneas contrincantes, en medio de una Camboya, para terminar con un oficial desertor, el coronel Walter Y también. Kurtz, que se instaló allí en compañía de unos renegados; en un estado que raya la disparidad, Kurtz vive recluido en una fortaleza ubicada dentro de la selva y cuidada por los indígenas de la región. Willard examina el currículo de Kurtz, del que quita la imagen de un soldado refulgente y enigmático.
A medida que Willard avanza por las aguas del río Mekong dentro de una pequeña embarcación y acompañado por 4 soldados apasionados a las substancias psicotrópicas, el ámbito se enrarece y la jungla se transforma en un cosmos caótico en el que se materializa toda la paranoia que encierra la misión. A lo largo del camino, Willard y la tripulación se encuentran con un teniente coronel enamorado del napalm y del surf, con un espectáculo itinerante protagonizado por múltiples "conejitas" del Playboy y con un sampán en fachada inofensivo pero cuya rutinaria inspección desata un baño de sangre. Finalmente, la embarcación de Willard se adentra en Camboya, donde consigue las fuentes del río y, con ellas, el reino del alarmante Kurtz. Cuando Willard está con Kurtz, este lo retiene y lo somete a sus alumbradas talentos como orador. Kurtz charla de la autodestrucción, de la visión del horror y del orden en el caos. Sus expresiones son el conclusión del viaje catártico que Willard hizo hasta el corazón de los espectros de la guerra.
La película está fundamentada en El corazón de las tinieblas, novela redactada por Joseph Conrad en 1908. La acción, que en el original se ubica en el Congo del siglo XIX, colonizado de manera despiadado por el ejército belga, se trasladó en el largometraje al Vietnam en guerra de la década de 1960. Del referente literario se tomó el razonamiento básico del joven idealista que debe adentrarse en el corazón de un planeta de creciente extrañeza, gobernado por la desaparición y el padecimiento. La crueldad del ambiente perjudica al personaje principal hasta tal punto que geografía mental y física se confunden en un genuino "país de las tinieblas", en cuyo seno late la sublimación del horror, encarnada en el coronel Kurtz. Coppola asimismo salvó del original el paralelismo entre pérdida de civilización y sumisión a la barbarie, en la manera metafórica de la jungla vietnamita y en el séquito de originarios que constituyen la siniestra corte del coronel.
El rodaje de Apocalypse Now, cuya realización en Filipinas tomó mucho más de un par de años, estuvo cubierto por todo tipo de siniestros, incluyendo un tifón que destrozó parte importante de los decorados. El largometraje supuso una experiencia agotadora para todo el aparato: Coppola debió hipotecar su casa para hallar la financiación que se requiere para terminar el rodaje, y Martin Sheen estuvo a puntito de fallecer de un ataque cardiaco. El poco éxito comercial de esta pieza maestra supuso el objetivo de su compañía de producciones, Zoetrope, y Francis Ford Coppola tuvo que aguardar mucho más de tres años en retomar su papel de directivo. En el 2001, nuestro directivo efectuó un nuevo montaje del largometraje que se titula Apocalypse Now Redux.
El fracaso económico le forzó a rodar películas de menor presupuesto pero del mismo modo recordables, como La ley de la calle (1983), Rebeldes (1983) o Cotton Club (1984). Tras la tercera una parte de El padrino (1990), Coppola deseó sugerir una visión personal del mito del vampiro en Drácula de Bram Stoker (1992), largometraje que no fue tan leal a la novela Drácula (1897), del creador irlandés Bram Stoker, como el título recomienda. Su película es un intento de conjuntar el tiempo de terror con una historia romántica y épica: en ella el conde Drácula se transforma en vampiro al protestar de Dios tras la desaparición de su mujer, de la que se encontraba intensamente enamorado. Pasados los siglos, piensa que encontró el cariño perdido tras ver la fotografía de Mina, la novia de un joven, Jonathan Harker, que fué a su castillo para llevar a cabo ciertos negocios; Drácula va a viajar a Londres para hallarse con su querida. Coppola no se queda en la fácil historia de terror; su personaje de Drácula es un ser complejo y atormentado en busca del amor. Pero, más que nada, la película es un enorme espectáculo visual que encanta al espectador, con una ambientación muy vigilada.
Entre sus últimos grabes tienen que mentarse Jack (1996), Legítima defensa (1997), fundamentada en el thriller jurídico de John Grisham, y Megalópolis (2002). De su mucho más reciente tarea como productor resaltan Las vírgenes autodestructibles (1999) y la producción ejecutiva de Lost in Translation (2003), films los dos completados por su hija Sofia Coppola, asimismo destacable cineasta.
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