Flavio Josefo

Ya sea inspirando a otros seres humanos o formando parte de la acción. Flavio Josefo es una de las personas cuya vida, en efecto, merece nuestra consideración por el nivel de influencia que tuvo en la historia.Comprender la biografía de Flavio Josefo es comprender más sobre época determinada de la historia del ser humano.

Si has llegado hasta aquí es porque tienes consciencia de la importancia que tuvo Flavio Josefo en la historia. Cómo vivió y las cosas que hizo mientras permaneció en este mundo fue decisivo no sólo para las personas que conocieron a Flavio Josefo, sino que posiblemente produjo una señal mucho más honda de lo que podamosconcebir en la vida de personas que tal vez nunca conocieron ni conocerán ya jamás a Flavio Josefo de modo personal.Flavio Josefo ha sido un ser humano que, por algún motivo, merece no ser olvidado, y que para bien o para mal, su nombre nunca debe borrarse de la historia.

Las biografías y las vidas de personas que, como Flavio Josefo, cautivan nuestro interés, deben ayudarnos en todo momento como referencia y reflexión para conferir un marco y un contexto a otra sociedad y otra época que no son las nuestras. Tratar de entender la biografía de Flavio Josefo, el motivo por qué Flavio Josefo vivió del modo en que lo hizo y actuó de la forma en que lo hizo en su vida, es algo que nos ayudará por un lado a entender mejor el alma del ser humano, y por el otro, la forma en que avanza, de forma implacable, la historia.

Vida y Biografía de Flavio Josefo

(Jerusalén, 37 d.C. - Roma, h. cien) Historiador judío. Miembro del partido de los fariseos, descendía de una vieja familia de curas. En el año 64 se vio implicado en Roma en el desarrollo contra los judíos deportados por orden del procurador Félix. Salió con bien del desarrollo merced al acompañamiento de Popea, mujer de Nerón. Al iniciarse la guerra contra Roma organizó la administración y la defensa de Galilea, pero debió capitular en el 67 y fue conducido frente Vespasiano, quien le concedió el perdón al predecirle Josefo que se transformaría en emperador de Roma. Cumplida la profecía, Josefo pasó a ser Flavio Josefo y se instaló en Roma, donde disfrutó del beneficio de una pensión imperial. Escribió en lengua griega La guerra de los judíos, Antigüedades judaicas y Contra Apión, tratado contra el antisemitismo grecorromano.

Nativo de el seno de una distinguida familia, su padre pertenecía a la aristocracia sacerdotal de Jerusalén; su madre pretendía descender de la vivienda real de los Asmoneos. Recibió la habituada instrucción que las familias sacerdotales daban a sus hijos, hasta el punto de poder aseverarse que tenía una vasta cultura en todo el entender hebraico en su triple expresión farisea, saducea y esenia. Pasó, aparentemente, cierto tiempo en el desierto con los esenios, volviendo, no obstante, a continuar la regla de los fariseos y a ejercer las funcionalidades sacerdotales tras regresar a Jerusalén. A los veintiséis años marchó a Roma para conseguir la liberación de ciertos curas que habían sido mandados allí presos por el gobernador de roma Félix, liberación que consiguió a través de la protección de Popea, mujer del emperador Nerón.

Vuelto a Jerusalén en el año 65, halló el país en medio de una revuelta. La impresión general era que la guerra contra Roma se había hecho ineludible. El Sanedrín se había transformado en un Consejo de guerra y había dividido el país en siete distritos militares, entre los cuales, el de Galilea, fue puesto bajo el gobierno de Josefo. Constituye un secreto dado que fuera alto a tan prominente cargo; su falta de condiciones militares y su admiración por Roma deberían haberlo hecho poco capaz para tan frágil misión a los ojos del Sanedrín.

Frente el progreso sanguinolento del ejército del general Tito Flavio Vespasiano, Josefo pareció persuadirse de que la partida se encontraba perdida y se preparó para rendir las armas frente a la trascendente capacidad mundial de Roma. Retirado a la fortaleza de Jotapata, se vio obligado por sus compañeros a soportar hasta el último radical y a prometer que se daría muerte antes de caer a cargo de los contrincantes. Fue entre los únicos sobrevivientes del verano del 67, y se rindió a Vespasiano prediciéndole su subida al trono imperial "sobre la tierra, sobre el mar y sobre toda la raza humana". Obtuvo con esto la felicidad del general Vespasiano, que lo llevó a Roma como ciervo de guerra y en el 69, en el momento en que fue nombrado emperador, lo liberó.

Flavio Josefo se unió al séquito del hijo del emperador y presenció la conquista de Jerusalén y la destrucción de la Ciudad Santa y su templo. Regresó a Roma, formó una parte del desfile triunfal, y en reconocimiento a sus servicios le fue concedida la ciudadanía romana, una renta de forma anual y tierras en Judea. Manteniendo su situación de privilegio en Roma, no se dio por aludido en frente de las acusaciones de traidor que le hicieron sus compatriotas judíos, y se dedicó hasta su muerte al trabajo literario.

Proyectos de Flavio Josefo

Sus libros mucho más populares son los siete tomos de La guerra de los judíos, en un inicio escritos en arameo, y los veinte de Antigüedades judaicas, compuestos en lengua griega, donde más allá de su colaboracionismo con los romanos procuró erigirse en historiador del pueblo judío narrando la narración de los hebreos desde sus orígenes, con varios afeites literarios y mucha oratoria, y dejando traslucir alguna veneración por el pueblo hebreo.

La guerra de los judíos cuenta las campañas de Vespasiano y Tito contra los judíos, que concluyeron con la destrucción de Jerusalén (71 d. de C.). Los siete libros que la conforman están llenos de encomios al conquistador y de acusaciones contra los judíos entusiastas y también irresponsables, que habían causado la catástrofe nacional. El primer libro y una parte del segundo, de forma algo dispar y tomando de múltiples fuentes, resumen la historia judía desde los Macabeos hasta el momento en que reventó aquella guerra. El relato de la guerra está fundado en el saber directo del creador, desde el prominente cargo que había desempeñado en exactamente la misma. Ya por incapacidad, ahora por indecisión, Josefo se había alienado el ánimo de sus hombres y no había podido ponerse en contra con seriedad a Vespasiano, quien le tuvo asediado en Jotapata. Tras rendirse fue conducido frente Vespasiano, y, tomando una actitud de profeta, pronosticó al general de roma su próxima proclamación como emperador; ello le valió un trato mucho más blando y, en el momento en que la profecía se efectuó, la liberación.

Todo lo mencionado es contado con meticulosidad por Josefo, en cuyo relato se destaca el intento de proteger a los judíos; desea probar que la guerra fue causada solo por varios entusiastas, mientras que el pueblo y la gente primordiales estaban todos por la paz. Así, mientras que hacía un excelente servicio a los romanos y a su país, se lo hacía a sí mismo; al encomio de los Flavios y a la defensa propia acompaña una acerba crítica de sus contrincantes (el primero, entre estos, Juan de Giscala), los que lo habían proclamado traidor.

A pesar de esta tendenciosidad, la obra tiene bastante valor por el hecho de que Josefo se valió, al escribirla entre el 75 y el 79, de las novedades que él mismo había recogido ahora a lo largo de la guerra en el campo de roma, y de los documentos oficiales; por ello su información es increíble. La participación del escritor en los hechos, tal como el elemento autobiográfico, dan además de esto a la narración enorme vivacidad y prontitud, al paso que no le faltan los métodos que la técnica historiográfica ofrecía para embellecer el relato (alegatos, digresiones, especificaciones, etcétera.).

La guerra de los judíos agradó tanto a Tito que él mismo ordenó su publicación. El favor que todos habían probado por aquel libro, en especial Vespasiano y Tito, animó a Josefo, transformado ahora en escritor admirado y festejado en Roma, a proseguir en la misión de anunciar a los romanos y a los helenos la narración de su pueblo. Decidido a erigirse en el historiador de su patria, empezó las Antigüedades judaicas, obra en veinte libros que tiene dentro la historia del pueblo judío desde la creación de todo el mundo hasta el reinado de Nerón.

El título y el número de los libros tenían que rememorar la Arqueología romana de Dionisio de Halicarnaso. Los diez primeros libros dan a conocer la historia hebraica mucho más vieja hasta Ester bajo la guía de la Sagrada Escritura (según lo que parece, en la traducción de los Setenta). Los libros siguientes poseen las contrariedades siguientes con relación a la narración de el resto pueblos. Las fuentes de Josefo, en lo que se refiere a esta parte, nos son ignotas; aparentemente tomó en una obra literaria previo. Son singularmente atrayentes los documentos que con frecuencia reproduce, si bien no de manera directa sino más bien tomándolos de otras proyectos. Se apunta de modo especial el pasaje del libro XVIII 3, 3, 63, en el que Flavio Josefo refiere las mucho más viejas novedades sobre Jesús que llegaron hasta nosotros. Este pasaje se encuentra en todos y cada uno de los manuscritos, y ahora era popular en el siglo IV. Con todo, sus peculiaridades estilísticas y la fe cristiana, que precisamente lo inspira, hacen que se considere una interpolación, si bien muy vieja.

El orgullo de Josefo radica en haber dado a entender a helenos y romanos la crónica de su pueblo, entonces universalmente menospreciado, pero de a poco popular. El sentimiento patriótico induce en ocasiones a Flavio Josefo a enmudecer o atenuar lo que menos honraba a los hebreos y a argumentar los altercados que de manera continua provocaban como obra de una minoría de entusiastas. En cuanto a la religión, destaca su excelencia transportando al Dios de los hebreos los letras y números de la divinidad de los estoicos. Otra inclinación que ofusca el crédito que podría merecer es la de agradar a los romanos, y especialmente a sus protectores, los Flavios.

El estilo, que era bastante bueno en la Guerra de los judíos (redactada originariamente en arameo y después traducida al heleno), es duro y descuidado en las Antigüedades, quizás pues le faltó el pulimento de la manera. La técnica historiográfica es la de su temporada, como se podía aguardar dada su imitación de Dionisio. De este encontramos todo el bagaje formal, alegatos directos, especificaciones, capítulos, sentencias, comparaciones, figuras oratorias; su aspiración científica se revela en la motivación sicológica de las acciones de sus individuos. Entre los viejos esta obra consiguió enorme difusión, hasta el punto de que Josefo fue llamado el Livio heleno. Actualmente es la única fuente para comprender los enormes aspectos de la historia judía, y resulta asimismo realmente útil para la historia romana.

Flavio Josefo escribió asimismo una apología de los hebreos, Contra Apión, 2 volúmenes donde protege la identidad judía de los asaltos de Apión, profesor de escuela alejandrino creador de un libelo antijudío. Josefo lo rebate festejando la iniciativa religiosa y ética de los hebreos contra las concepciones y prácticas del paganismo grecorromano. También hay que a Josefo, finalmente, una autobiografía donde se defendió contra las acusaciones que le había dirigido Justo de Tiberíades por su conducta a lo largo de la guerra.

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