Ya sea inspirando a otras personas o siendo parte de la actuación. Fernando III de Habsburgo es una de las personas cuya vida, sin duda alguna, merece nuestro interés debido al nivel de influencia que tuvo en la historia.Comprender la biografía de Fernando III de Habsburgo es comprender más sobre periodo preciso de la historia del género humano.
Comprender lo bueno y lo malo de las personas destacadas como Fernando III de Habsburgo, personas que hacen rotar y transformarse al mundo, es una cosa esencial para que seamos capaces de poner en valor no sólo la vida de Fernando III de Habsburgo, sino la de todos aquellos y aquellas que fueron inspiradas por Fernando III de Habsburgo, personas a quienes de de una forma u otra Fernando III de Habsburgo influyó, y por supuesto, comprender y entender cómo fue el hecho de vivir en el periodo histórico y la sociedad en la que vivió Fernando III de Habsburgo.
Las biografías y las vidas de personas que, como Fernando III de Habsburgo, atraen nuestro interés, tienen que valernos siempre como punto de referencia y reflexión para ofrendar un marco y un contexto a otra sociedad y otra época de la historia que no son las nuestras. Tratar de comprender la biografía de Fernando III de Habsburgo, el motivo por qué Fernando III de Habsburgo vivió de la forma en que lo hizo y actuó de la forma en que lo hizo durante su vida, es algo que nos impulsará por un lado a entender mejor el alma del ser humano, y por el otro, el modo en que se mueve, de forma implacable, la historia.
(Graz, 1608 - Viena, 1657) Emperador germánico (1637-1657). Hijo de Fernando II de Habsburgo, persistió en las ideas de su padre de realizar en frente de los Borbones y de promover la Contrarreforma en sus territorios, pero después de las derrotas que padeció frente franceses y suecos se vio obligado, desde 1641, a admitir las negociaciones que llevaron a los tratados de Westfalia (1648).
Fernando III de Habsburgo siguió, con mucho más elasticidad que su antecesor, la política de Contrarreforma y de combate con los Borbones de Francia en la coalición dinástica con los Austria españoles. A cambio de admitir una mengua de su preeminencia en el Imperio germánico, logró hacer mas fuerte su autoridad soberana en los dominios patrimoniales austriacos (Erblande) y en Bohemia, y puso los cimientos del futuro poder absoluto de los Habsburgo sobre Hungría. Ascendió al trono de Hungría en 1625 y al de Bohemia en 1627; desde ese momento desempeñó un considerable papel en el Consejo Imperial.
En 1629 se casó por poderes con la infanta de españa María, hermana de Felipe IV, llamada desde ese instante “reina de Hungría”. La oportunidad de este matrimonio había sido explorada ahora desde 1624, tras fracasar el emprendimiento de link de la princesa con el futuro Carlos I de Inglaterra (1625-1649). Con este vínculo, auspiciado asimismo por el conde-duque de Olivares, Madrid pensaba hacer mas fuerte la coalición dinástica y la red social de intereses entre los Austria españoles y austriacos; pero la verdad no estuvo a la altura de las esperanzas españolas y las relaciones con Viena fueron, al unísono, angostas y bien difíciles. La extendida demora (mucho más de año y medio) en la llegada de María a Viena causó varias recriminaciones por la parte de Fernando III.
En la Guerra de los Treinta Años, Fernando III de Habsburgo se mostró en un inicio como un general preparado. En 1634 fue ejecutado el comandante supremo de los ejércitos imperiales Albrecht von Wallenstein, muerte a la no fue extraño su padre, Fernando II de Habsburgo. Con el consejos militar del conde Matthias Gallas, Fernando III aceptó el mando del ejército y marchó al acercamiento de las tropas de su primo y cuñado español, el cardenal-infante Fernando de Austria, y los dos ejércitos consiguieron en el mes de septiembre de 1634 la victoria de Nördlingen (Alemania), venciendo a los suecos y a los protestantes alemanes.
La mayoría de los príncipes alemanes admitieron el Tratado de Praga (1635), pero Francia pasó a intervenir abiertamente en la contienda. La última etapa de la Guerra de los Treinta Años fue mucho más bien un enfrentamiento por la hegemonía en Europa entre los Austria españoles y la Francia borbónica que una guerra interna en el Imperio germánico o un enfrentamiento espiritual, si bien las tierras germánicas fuesen entre los mucho más esenciales niveles, y la fuerte presión militar en ellas de los suecos, socios de Francia, continuara siendo un aspecto esencial.
Fernando fue escogido rey de Romanos (heredero de la Corona imperial) en 1636, y a la desaparición de su padre en 1637 le sucedió como Fernando III, emperador germánico. En el decenio siguiente, más allá de la notable asistencia económica de españa y a las apelaciones desde la Corte de Felipe IV a la solidaridad dinástica, Fernando III estableció sus preferencias y los caminos de Viena y Madrid se fueron apartando paulativamente. Abogó por esta actitud, entre otros muchos, el conde Trautmansdorf, el asesor de sobra seguridad del emperador. Por otra sección, la pérdida en 1638 de Breisach, un enclave estratégico en el Rin, hacía mucho más bien difícil la conexión militar.
Mientras que el poder militar hispánico empezaba a rechazar y se le abrían los frentes internos de Cataluña y Portugal (1640), Fernando III de Habsburgo, después de las derrotas de Breitenfeld (Alemania, 1642) y Jankov (Checoslovaquia, 1645), comenzaba a admitir la necesidad de la paz y del deber frente a los suecos y los franceses, impulsando las negociaciones que se habían entablado en Westfalia. Esa necesidad se realizó apremiante en la primavera de 1648: fracasó en Lens (Francia) la ofensiva conjunta hispano-austriaca desde Flandes (apuntada por nuestro hermano del emperador, Leopoldo Guillermo). Los imperiales y los bávaros fueron derrotados en Zusmarhausen (Alemania), y los suecos asediaban ahora Praga.
En consecuencia, Fernando III firmó en 1648 el Tratado de Westfalia, negociado en Münster con los franceses y en Osnabrück con los suecos, apartando su suerte de la monarquía de españa, que proseguiría su pelea contra Francia hasta 1659. Los tratados de Westfalia implicaban el reconocimiento de una soberanía prácticamente total a los príncipes alemanes (tanto católicos como protestantes) y la quiebra del ideal de Fernando II de Habsburgo de un imperio germánico-católico. En ellos se confirmaba la Paz de Augsburgo (1555), reconociendo el principio de cuius regio, eius religio (de semejante príncipe, tal religión) y agregando el calvinismo a la lista de confesiones reconocidas. A cambio, los pactos consolidaban el poder de Fernando III de Habsburgo en sus dominios hereditarios.
A partir de entonces, mucho más que de imperio alemán habría que charlar de un imperio austriaco-danubiano. En Austria y Bohemia, merced a la predicación religiosa y la presión administrativa, el catolicismo ganó lote. También contribuyó extensamente a ello y al prestigio de la dinastía el activo mecenazgo artístico y también intelectual, que alcanzó además a la astronomía y a la alquimia. Uno de los sponsoreados por Fernando III en la década de 1650 fue el monje y astrónomo hispano-checo Juan Caramuel, vicario general del arzobispo de Praga. El latín fue la lengua común de cultura en aquel estado internacional austriaco a cuya cabeza se encontraba Fernando III, quien llegó a charlar siete lenguas.
Tras enviudar de la infanta de españa María (1646), Fernando III de Habsburgo se casó en segundas nupcias con María Leopoldina de Tirol (1648) y en terceras con Eleonora Gonzaga de Mantua (1651), la que le subsistió. La sucesión del emperador resultó problemática. Fernando III había logrado en 1654 que se escogiera como rey de Romanos a su hijo Fernando, pero este murió poco después, sumiendo al emperador en el abatimiento. Cuando Fernando III murió no se había procedido aún a una exclusiva decisión.
Tras ciertas tensiones, aun en nuestra familia, los primordiales votantes optaron al final de modo unánime, en 1658, por su segundo hijo, Leopoldo Ignacio, designado en un inicio a una carrera eclesiástica. El ingreso al trono imperial de Leopoldo Ignacio, que reinó como Leopoldo I (1657-1705), inició una exclusiva etapa en las relaciones entre ámbas ramas de la familia de los Austria; en ella el papel primordial sería desempeñado por la rama austriaca y no por la de españa, cuyo último descendiente sería Carlos II de España (1665-1700).
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Los matices y las sutilezas que ocupan nuestras vidas son en todos los casos determinantes, ya que marcan la diferencia, y en la ocasión de la vida de un ser como Fernando III de Habsburgo, que tuvo su importancia en una época determinada, es esencia tratar de brindar un panorama de su persona, vida y personalidad lo más precisa posible.
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