Ya sea inspirando a otros seres humanos o tomando parte de la acción. Fernando I de Nápoles es una de esas personas cuya vida, sin duda alguna, merece nuestro interés por el grado de influencia que tuvo en la historia.Conocer la vida de Fernando I de Nápoles es comprender más sobre un periodo concreto de la historia del ser humano.
Conocer lo bueno y lo malo de las personas relevantes como Fernando I de Nápoles, personas que hacen rotar y transformarse al mundo, es algo fundamental para que podamos poner en valor no sólo la vida de Fernando I de Nápoles, sino la de todas aquellas personas que fueron inspiradas por Fernando I de Nápoles, personas a quienes de un modo u otro Fernando I de Nápoles influyó, y desde luego, conocer y descifrar cómo fue vivir en la época y la sociedad en la que vivió Fernando I de Nápoles.
(Fernando o Ferrante I de Nápoles o de Sicilia; ?, 1423 - Nápoles, 1494) Rey de Sicilia peninsular (1458-1494). Calixto III esgrimió su condición de bastardo para poner en duda sus derechos al trono; Pío II le dio la investidura (1458) y le mantuvo contra Juan de Anjou. Luchó contra los turcos, que en 1480 se hicieron con Otranto, pero que fueron expulsados de allí el año siguiente merced a la asistencia de Sixto IV y Fernando el Católico. Fue un hábil político y entre los primeros soberanos renacentistas. Le sucedió su primogénito Alfonso II.
Hijo natural del rey de Aragón Alfonso V el Magnánimo (1416-1458), quien lo legitimó en 1440, se ignora quién fue la madre; en el transcurso de un tiempo se le creyó hijo de la doncella valenciana Margarita de Híjar, o de Gilardona Carolino, e inclusive de la infanta Catalina, mujer del infante Enrique y cuñada del rey Alfonso. De posible origen valenciano, Fernando I de Nápoles fue educado por Eiximén Peris de Corella y completó su capacitación en Nápoles con Alfonso Borja (el futuro papa Calixto III), Lorenzo Valla y Antonio Panormitano; próximamente asimiló el ámbito culto de la región, y así mismo se transformó en un príncipe renacentista apasionado de las letras.
Su padre le nombró duque de Calabria y le designó como sustituto del reino de Nápoles; de este modo lo reconocieron las Cortes de 1443, pero no el papa Calixto III, quien se sirvió de la bula de infeudación de 1265 para alegar su condición bastarda y de esta manera poner en duda sus derechos al trono. En 1445, por mediación de Corella, Fernando I contrajo matrimonio con Isabel, hija de Tristan de Chiaramonte, príncipe de Tarento, link con el que se procuraba asegurar el acompañamiento de los nobles a su causa; tras enviudar, casó en segundas nupcias con Juana, hija de Juan II de Aragón (1458-1479) y Juana Enríquez y, por consiguiente, hermana de Fernando el Católico. En 1452 dirigió por encargo de su padre la campaña de Toscana.
En 1458, tras la desaparición de Alfonso V el Magnánimo, Juan II quedó como heredero de la Corona de Aragón y Fernando I recibió el trono napolitano, si bien para esto debió socorrer varias adversidades, derivadas de la intervención del papa Calixto, quien, basándose en la infeudación del reino a la Iglesia, lo incorporó a la Santa Sede. Este hecho fue aprovechado por el hijo de Juan II, Carlos (príncipe de Viana), para regresar a Nápoles y también procurar ser proclamado rey con el acompañamiento de una parte de la nobleza. Fernando I, no obstante, ha podido apresurar su investidura merced a la asistencia del duque de Milán, al beneplácito del nuevo papa, Pío II, y a su política proitaliana, con la que se atrajo a otros príncipes.
Coronado en 1459, antes de tornar posesión de su reino debió sofocar la sublevación de ciertos barones incondicionales de la vivienda de Anjou, quienes requirieron la presencia del pretendiente Juan de Anjou, duque de Lorena. Éste derrotó a Fernando I en Sarno (1460) y le logró escapar, pero Fernando se rehizo y, con los refuerzos recibidos del papado, de Francisco Sforza, duque de Milán, de Juan II de Aragón (a quien asistió en su pelea contra el rebelde Leonardo de Aragón y con quien sostuvo angostas relaciones), de Federico de Montefeltro y del caudillo militar albanés Jorge Scanderberg, logró vencer al pretendiente y a sus incondicionales en Puglia y Troia (1462) y ha podido de este modo tornar posesión de su reino en 1463.
Antes, en 1461, Fernando I de Nápoles había combatido al poderoso noble Antonio de Centelles y logrado inclinar la situación militar en el dominio de Córcega merced a la toma de Calvi. En los años siguientes procuró atraerse a la nobleza, si bien su actitud recelosa acabó por impulsarle a tomar medidas radicales (confiscaciones y apresamientos) contra alguno de sus integrantes; fue la situacion del príncipe de Tarento, tío de la reina, y del condottiero Jaime Piccinino, al que mandó encerrar a perpetuidad.
Estas medidas y la restricción de determinados permisos nobiliarios hicieron acrecentar su impopularidad y motivaron la llamada Conjuración de los Barones (1484), apuntada por los príncipes de Bisignano y Sanseverino y que contó con el respaldo del papa Inocencio VIII. Fernando I de Nápoles logró supervisar la rebelión y también invadió los Estados Pontificios, lo que forzó a los nobles a firmar la paz; por ésta, el papa reconocía a Alfonso (el futuro Alfonso II, 1494-1495) como sustituto al trono napolitano, y Fernando se comprometía a abonar a la Iglesia un censo de forma anual de vasallaje, quedando como garante de este pacto Fernando II de Aragón el Católico.
Poco después, no obstante, Fernando I de Nápoles logró gala nuevamente de su carácter vengativo y, vulnerando los compromisos comprados, ejecutó y capturó a varios nobles. Con el objetivo de desagraviar a Fernando el Católico le ha propuesto la boda de su nieto Fernando (el futuro Fernando II de Nápoles, 1495-1496) con una hija de aquel, link que no se llevó a efecto.
La colaboración del papa Sixto IV y de Fernando el Católico con Nápoles y el objetivo de la guerra iniciada contra los Médicis en 1478 logró viable la reconquista de Otranto (1481), tomada un año antes por los turcos. En 1482 dio comienzo otro enfrentamiento armado a lo largo del como Fernando I de Nápoles se alió con los duques de Milán, Ferrara y Florencia para combatir contra Venecia y el papa Sixto IV (quien entonces se pasó al otro bando); el combate se saldó, un par de años después, en pos de los venecianos. Fernando I murió en el momento en que se disponía a llevar a cabo en frente de un intento de invasión protagonizado por Carlos VIII de Francia.
Dotado de una enorme capacidad para la política, que ejercitó con enorme autoridad, Fernando I de Nápoles dio muestras de su talante moderno y de su asimilación de las novedosas ideas renacentistas; de esta forma, favoreció el avance de la industria y el comercio, resguardó las artes y las letras, fomentó los estudios universitarios y también ingresó la imprenta en Nápoles (1474). No obstante, sus atrocidades le hicieron impopular, hecho que por último le forzó a abdicar en su primogénito, Alfonso II de Nápoles (1494-1495), quien le sucedió por corto tiempo.
De su primer matrimonio nacieron, aparte de Alfonso, Federico, que llegaría a reinar como Federico I de Nápoles (1496-1501); Leonor, que casó con Hércules I de Este, duque de Ferrara y Módena; Beatriz de Aragón, mujer de Matías I y de Ladislao VII; Francisco, duque de Sant’Angelo; y el cardenal Juan. De su segunda mujer tuvo a Juana, casada con Fernando II de Nápoles, hijo del hermanastro de aquella, Alfonso II.
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