Las biografías y las vidas de personas que, como Fernando I de Aragón, atraen nuestra curiosidad, deben ayudarnos en todo momento como punto de referencia y reflexión para proponer un marco y un contexto a otra sociedad y otra época que no son las nuestras. Intentar entender la biografía de Fernando I de Aragón, el motivo por qué Fernando I de Aragón vivió como lo hizo y actuó del modo en que lo hizo durante su vida, es algo que nos impulsará por un lado a comprender mejor el alma del ser humano, y por el otro, la forma en que se mueve, de forma inevitable, la historia.
(Fernando I de Antequera o de Aragón, llamado el Honesto o el Justo; Medina del Campo, 1380 - Igualada, 1416) Rey de Aragón (1412-1416). Regente de Castilla a lo largo de la minoridad de Juan II, fue proclamado rey de Aragón por el Compromiso de Caspe (1412). Llevó a cabo una activa política mediterránea, retiró su obediencia a Benedicto XIII y se encaró en múltiples oportunidades a las cortes catalanas, que se negaron a acrecentar los subsidios que les demandaba.
Hijo de Juan I de Castilla (1379-1390) y de Leonor de Aragón, Fernando I de Aragón contrajo matrimonio en 1393 con Leonor de Alburquerque. En 1390, en las Cortes de Guadalajara, su padre le dio los títulos de duque de Peñafiel y conde de Mayorga. Ese mismo año murió Juan I y le sucedió en el trono Enrique III el Doliente, hermano de Fernando; tras la desaparición en 1406 de Enrique el Doliente, Fernando I rehusó la Corona castellana, si bien aceptó la regencia (compartida con la reina madre Catalina de Lancaster) a lo largo de la minoridad de su sobrino, Juan II de Castilla.
Desde 1407, y en cumplimiento del testamento real, la gobernación del reino quedó dividida, correspondiendo a Fernando la mitad meridional, esto es, las tierras ubicadas al sur de la sierra de Guadarrama que limitaban con el reino nazarí de Granada. Por esos años Fernando retomó la guerra contra los musulmanes granadinos, iniciada en los años finales del reinado de Enrique III. Tras una esencial victoria marítima lograda sobre la escuadra de los sultanes de Túnez y Tremecén en frente de las costas de Gibraltar, debió desordenar una segunda contraofensiva granadina y en 1406 logró apoderarse la localidad de Zahara (Cádiz). Finalizada la tregua de ocho meses pactada en 1408, en 1410 Fernando se apoderó de Antequera (Málaga) tras un largo ubicación, acción que le valió el sobrenombre de Fernando de Antequera.
Al fallecer sin sucesión directa el rey de Aragón Martín I el Humano (1396-1410), Fernando presentó su candidatura adjuntado con otros cinco pretendientes y, después de las deliberaciones de los compromisarios de Caspe (Zaragoza), fue escogido para ocupar el trono aragonés y proclamado en 1412. La coronación no se causó, no obstante, hasta 1414, y sucedió en Zaragoza.
En la designación de Fernando, que supuso el comienzo de la dinastía castellana de los Trastámara en la Corona de Aragón, incidieron distintas situaciones, entre ellas el homicidio del arzobispo zaragocí García Fernández de Heredia a manos de Antón de Luna, lo que quitó popularidad a los aspirantes protegidos por los dos: Luis de Anjou, duque de Calabria, y Jaime de Urgell, respectivamente. Resultaron del mismo modo definitivos la animadversión de la burguesía barcelonesa hacia los condes de Urgell y el acompañamiento recibido por Fernando de la familia Aragonesa de los Urrea y de la catalana de los Centelles, tal como el del papa Luna (Benedicto XIII), mediante San Vicente Ferrer.
La oposición al rey estuvo encabezada por Jaime de Urgell. Aconsejado por su madre, Margarita de Montferrato, y por Antón de Luna, y contando con el respaldo de la nobleza feudal catalana, Jaime de Urgell procuró llevar a cabo servir sus derechos por la fuerza y en 1413 se levantó en armas contra Fernando, logrando, con el apoyo de mesnaderos anglofranceses, tornar los castillos de Trasmoz (Zaragoza) y Montearagón (Huesca) y agredir Lleida. Como reacción a esta ofensiva, Fernando I de Aragón ordenó a sus tropas el asedio de Balaguer (Lleida), capital de los dominios del pretendiente, que fue tomada en el mes de octubre de 1413. Jaime fue apresado, procesado y recluido a perpetuidad en el castillo de Xàtiva (Valencia) y más tarde en la fortaleza de Uruea (Valladolid), y sus recursos fueron decomisados.
Al ocupar el trono, Fernando de Aragón debió enfrentar los serios problemas (inflación, mala administración, bandolerismo, desórdenes y anarquía) que se habían gestado ahora en la etapa del interregno (1410-1412); para esto, emprendió una reorganización de la Hacienda Real en Aragón, aumentó la presión fiscal, procuró progresar el control de las finanzas y hizo una reforma municipal de Zaragoza, la ciudad más importante del reino (1414).
Más allá de su corto reinado, Fernando logró logros momentáneos como la salvaguarda de la integridad de su territorio (conminado por incursiones de tropas extranjeras), el buen desempeño de las Cortes y el avance de la economía lanera. No obstante, fue inútil de parar la ola de crueldad liberada contra los judíos (agudizada por la predicación de Vicente Ferrer) y de socorrer el fuerte endeudamiento del reino, agravado por las campañas bélicas, por los copiosos costos hechos en las coronaciones reales, por los desplazamientos y por las compensaciones económicas a los incondicionales de su causa.
Fernando dejó los abusos de los señores sobre sus vasallos, que han quedado todavía mucho más sujetos a la tierra, y propició el ascenso de una oligarquía formada por la pequeña nobleza y el patriciado urbano que pretendía preservar y acrecentar sus permisos. Con el objetivo de consolidar su situación y de afianzar lo que más adelante se llamará “monarquía déspota”, Fernando tuvo que efectuar esenciales concesiones, lo que implicaba la capacitación de un régimen apoyado en las doctrinas pactistas.
En Cataluña, la oligarquía urbana aprovechó la confusión causada por las guerras civiles, y en las Cortes de Barcelona (1412-1413) hizo una ofensiva destinada a remarcar las Cortes y la delegación persistente de estas, la Diputación del General de Cataluña (Generalitat), que pasó de ser un organismo financiero a transformarse en una institución con poder de intervención en el gobierno del principado. Por esos años se creó la Real Audiencia, lo que significó la emancipación de la justicia respecto del poder real. Esta política conciliadora, no obstante, quedó interrumpida en el momento en que el monarca tuvo aptitud para llevar a cabo en frente de las demandas de las Cortes, actitud que dejó bien patente en las de Tortosa-Montblanc (1413-1414), que tuvo que dejar gracias a las renuencias de los representantes catalanes a entregarle los subsidios por él pedidos.
Tras consolidar su situación en el reino, Fernando I de Aragón inició una activa política mediterránea que se centró en la pacificación de Sicilia, sumida en la guerra civil que desde el fallecimiento de Martín el Joven (1390-1409) encaraba a la reina viuda Blanca de Navarra y a Fadrique de Luna, hijo natural de aquel. De esta forma no solo logró poner seguro los territorios sicilianos y sardos, sino puso las bases para la política expansiva de su hijo Alfonso. Con el objetivo de normalizar la situación y garantizar la soberanía en Sicilia, el rey nombró en 1412 una comisión formada por 4 encargados. En 1415, en el momento en que la comisión logró la pacificación determinante, Fernando envió a su segundo hijo, el futuro Juan II, como virrey de Sicilia.
Mucho más problemática fue la resolución del enfrentamiento iniciado en Cerdeña gracias a la rebelión sarda promovida por Guillermo II, vizconde de Narbona, con quien Fernando tuvo que negociar en 1414 la adquisición de los derechos que como heredero de la vivienda de Arborea tenía sobre la isla. En mayo del año siguiente, a consecuencia de la actitud de Leonardo de Cubell, marqués de Oristany, se causó un alzamiento general contra el dominio catalán al que el monarca puso fin a través de la venta de ciertos territorios correspondientes al mencionado marquesado. Otros hechos interesantes en esta etapa de expansión por el Mediterráneo fueron la tregua firmada con Génova (1413) y los tratados de amistad ajustados con el rey de Fez y con el sultán de Egipto, hecho este que dejó la restauración del consulado barcelonés en Alejandría.
En el aspecto espiritual, Fernando I de Aragón actuó como intermediario en el Cisma de Occidente. En un par de ocasiones, en Morella (1414) y Perpiñán (1415), procuró seducir al papa Luna (Benedicto XIII) de que renunciase al pontificado; al no hallar su propósito por la vía conciliadora, y aconsejado probablemente por San Vicente Ferrer y por su hijo Alfonso, el rey aragonés optó por acatar la resolución tomada en el Concilio de Constanza (1414-1415), y en 1416 se apartó de la obediencia del papa Luna.
En los años finales de su reinado los enfrentamientos políticos y sociales se aguzaron, obligándole a confrontar a la oligarquía barcelonesa y a la vigorosa Biga; un caso de muestra de este combate fue su negativa a abonar los impuestos en general, lo que provocó una fuerte queja de los consellers que quedó obtenida en el popular alegato de Juan Fivaller. Este logró disuadirle y, tras admitir el pago del tributo, Fernando abandonó la localidad sendero de Zaragoza, viaje a lo largo del que murió.
Fernando I de Aragón había contraído matrimonio en 1393 con su tía, la ricahembra Leonor de Alburquerque, hija del infante Sancho, link que le dejó agrandar su ahora rico patrimonio con extensos dominios castellanos. De esta unión nacieron siete hijos; el primogénito, Alfonso V de Aragón (1416-1458), le sucedió en el trono; a la desaparición de Alfonso V la corona aragonesa pasaría a manos del segundo hijo de Fernando, Juan II de Aragón y de Navarra (1458-1479).
Continuando la tradición familiar, Fernando I de Aragón realizó una política tendente a garantizar el futuro de sus hijos y a proteger sus intereses castellanos, actitud que de forma indirecta favorecería a fines del siglo XV la unión de las coronas de Castilla y Aragón. Así, su hijo Enrique fue maestre de la Orden de Santiago, conde de Alburquerque y señor de Ledesma; Sancho fue maestre de Calatrava y Alcántara; Pedro consiguió el ducado de Notho; y ámbas infantas, María y Leonor, contrajeron matrimonio con Juan II de Castilla y con Eduardo I de Portugal, respectivamente.
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