La historia del mundo la cuentan las mujeres y hombres queen el paso de los años, gracias a su proceder, sus ideas, sus innovaciones o su ingenio; han originado queel género humano, de una forma u otra,avance.
Ya sea inspirando a otras personas o tomando parte de la acción. Ferenc Molnár es una de esas personas cuya vida, sin duda alguna, merece nuestra atención debido al grado de influencia que tuvo en la historia.Comprender la biografía de Ferenc Molnár es comprender más acerca de época determinada de la historia de la humanidad.
(Budapest, 1878 - Nueva York, 1952) Dramaturgo y novelista húngaro. Es popular, más que nada, por sus proyectos de teatro, en las que retrató la vida de los salones mundanos de Budapest. También con sus cuentos cortos, de estilo muy elegante y exacto, alcanzó reconocimiento.
Correspondiente a una familia israelita muy letrada (su padre era médico), Ferenc Molnár cursó estudios de Derecho en Budapest y en Ginebra, pero se formó más que nada en los medios artísticos de la ciudad más importante húngara, donde distribuía su tiempo entre las redacciones, las peñas literarias, los bailes y los casinos. Irónico, secretamente sentimental, dotado de una capacitad de observación fina y penetrante, dio, entre sus primeras proyectos, una compilación de cuentos, Niños, y una novela, Los pequeños de la calle Pal (1907), exquisita pintura de los medios burgueses y populares de la ciudad más importante.
Esta novela, epopeya de los "chavales" de Pest, consiguió un enorme éxito y quedó como una obra tradicional en su género. El mismo año, su comedia El demonio, alegato a favor del amor libre, le valió una aduladora celebridad. Hedonista, desliza en las formas tráficas del naturalismo decadente una visión al unísono mundana, poética y jovial que recuerda, en determinados puntos, el cosmos de Courteline y podría ser un antecedente de una de las formas de Anouilh.
En 1909, con su obra Liliom, rechazada por el público de Budapest, alcanzó su mayor éxito. Pero, inclinado ahora a una sátira mucho más superficial, abandonó los temas arriesgados y procuró una fórmula capaz para agradar al enorme público en todo el mundo. Excepto La nube blanca (1916), obra inspirada en la guerra y que queda a la altura de Liliom, piezas como La guarda de corps (1910), El lobo (1912), Carnaval (1917), Moda para hombres (1917), representan, más allá de sus características formales, otras tantas concesiones a la sencillez.
Entretanto, Ferenc Molnár había vuelto a la novela con La flauta de Pan (1911), Recuerdos de un corresponsal de guerra (1916) y Andrés (1918), cuyo personaje principal es un joven judío neurótico. Víctima quizás de su capacidad, incomodado indudablemente por un tiempo político nacionalista y antisemita, Molnár semeja haber experimentado alguna contrariedad en amoldarse a las tendencias de postguerra. Con El cisne (1920) y Moulin Rouge (1923), insistió en la fórmula que determinase el éxito de El demonio. Siempre conciso y refulgente, mejoró su lenguaje y se forjó un estilo eficiente, elíptico hasta la aridez, con perfección amoldado a su escepticismo agridulce de intelectual mundano. El juego del castillo (1926) atestigua tal estado de espíritu, que formará la nota característica de su producción ulterior.
Celebridad en todo el mundo, honrado con altas distinciones húngaras y extranjeras, Molnár provocó una multitud de imitadores, pero debió ayudar al retardado alejamiento de un público pedido, si no por demandas novedosas, al menos por novedosas tendencias. Este ocaso se vio acentuado aún por los hechos políticos. Al sobrevenir la segunda Guerra Mundial, Molnár se refugió primero en Italia y después en los Estados Unidos, donde continuó hasta su muerte. Otra de sus proyectos que asimismo merece ser citada es la novela llamada José.
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