La historia de la civilización la cuentan las mujeres y hombres quea lo largo de los siglos, gracias a su forma de actuar, sus ideales, sus hallazgos o su arte; han hecho quela humanidad, de un modo u otro,prospere.
Ya sea inspirando a más seres humanos o tomando parte de la acción. Felipe Pardo y Aliaga es una de esas personas cuya vida, en verdad, merece nuestra atención debido al grado de influencia que tuvo en la historia.Conocer la existencia de Felipe Pardo y Aliaga es conocer más acerca de época determinada de la historia del género humano.
Si has llegado hasta aquí es porque eres sabedor de la relevancia que detentó Felipe Pardo y Aliaga en la historia. Cómo vivió y las cosas que hizo en el tiempo en que permaneció en la tierra fue decisivo no sólo para aquellas personas que trataron a Felipe Pardo y Aliaga, sino que tal vez legó una señal mucho más honda de lo que podamosconcebir en la vida de gente que tal vez jamás conocieron ni conocerán ya nunca a Felipe Pardo y Aliaga personalmente.Felipe Pardo y Aliaga ha sido uno de esos seres humanos que, por algún motivo, merece no ser olvidado, y que para bien o para mal, su nombre nunca debe borrarse de la historia.
Era hijo de Manuel Pardo y Ribadeneyra, prominente funcionario español, y de Mariana de Aliaga, hija de los marqueses de Fuente Bella. Debido a la prohibición legal para los gobernantes de casarse con criollas del rincón donde eran premeditados, los progenitores de Pardo debieron anotar su link en el "Libro de matrimonios misterios". Solo unas unas semanas antes del nacimiento de Felipe, el primogénito, consiguieron la licencia de matrimonio. Previamente, Manuel Pardo había sido designado al Cusco como Regente de la Audiencia de esa localidad. De este modo, Felipe Pardo y Aliaga pasó sus primeros años entre Cusco y Lima. En la primera de ellas le tocó vivir de cerca entre las rebeliones patriotas, la de los hermanos Angulo, Béjar y Pumacahua. En ella, su padre fue hecho preso y sentenciado a muerte, pena que no llegó a cumplirse gracias a la derrota de los alzados.
Proclamada la independencia, los Pardo viajaron a España, donde el padre continuó desempeñando cargos como funcionario. Sin embargo, al joven Felipe Pardo se le rechazó la oportunidad de continuar la carrera diplomática; probablemente este aspecto, aparte de la necesidad de solucionar inconvenientes de herencia en Lima, le llevarían a regresar al Perú. En su estancia en Madrid, Felipe Pardo tuvo ocasión de estudiar en el Colegio de San Mateo, teniendo como compañeros a José de Esponceda y a los dramaturgos Mariano Roca de Togores y Ventura de la Vega. Al cerrar el instituto en 1823, Pardo y Aliaga y otros alumnos siguieron recibiendo clases en la casa del escritor Alberto Lista y Aragón, ex- regente del Colegio. Por entonces Pardo se empezaba en sus creaciones poéticas.
En 1828 regresó al Perú. Establecido en Lima, fue nombrado instructor de matemáticas y filosofía en el Seminario de Santo Toribio, y se dedicó a los estudios forenses para recibirse de letrado. Felipe Pardo tomaría próximamente contacto con José María de Pando, quien fundase el Mercurio Peruano, esencial períodico de la temporada. En su casa se reunía, en tertulias político-literarias, un conjunto con tendencias conservadoras de bastante predominación en el quehacer político nacional; por norma general, los integrantes de aquel círculo se inclinaban por las opciones de "mano dura", persuadidos de que resultaba la única forma de poner orden en un país complejo y gobernado por el caos, como entonces lo era el Perú.
Fue en el Mercurio Peruano donde Felipe Pardo y Aliaga publicó su primer trabajo literario, una oda llamada Vuelta de un peruano a su patria. En adelante aparecerían nuevos poemas, tal como críticas teatrales. En 1929 se le encargó la coedición de aquel períodico. Al año siguiente, a lo largo del gobierno del presidente Agustín Gamarra (que tenía el acompañamiento del conjunto de Pardo) dirigió los jornales oficiales El Registro Oficial, El Conciliador y La Miscelánea. Por esos meses estrenaba la parte teatral Frutos de la educación, que recibió una fuerte crítica, singularmente del cura Larriva, quien sostuvo un combate literario con Pardo que acabaría en desafío. Condicionado por el viejo crítico, el público no asistió en demasía al teatro.
En septiembre de 1830 Felipe Pardo y Aliaga fue nombrado Secretario de la Legación en Bolivia. En una estancia de paso por Arequipa, Pardo se examinaba para elegir el título de letrado. De vuelta a Lima contrajo matrimonio con Petronila de Lavalle y Cavero, joven correspondiente a una esencial familia de la elite limeña. Meses después estrenaba Don Leocadio y el aniversario de Ayacucho.
Los años siguientes, marcados por la anarquía política, desgastaron intensamente al país. Pardo y Aliaga debió salir múltiples ocasiones al destierro; en otras resultó ganador y ocupó ciertos puestos en el gobierno. Su primera deportación tendría sitio en 1833, acusado de formar parte en un alzamiento contra el presidente liberal Luis José de Orbegoso. Debelada la conjura, el presidente ordenó su expulsión, pero Pardo logró eludir la orden escondiéndose en distintas navíos anclados en el puerto del Callao y, por último, fue amnistiado. De vuelta a la actividad, lanzó la publicación del periódico El hijo del Montonero, que procuraba batallar al orbegocista El montonero.
Cuando en 1835 se causó la rebelión de Felipe Santiago Salaverry contra la Confederación peruano-boliviana, Felipe Pardo y Aliaga tomó de nuevo el sendero de la insurgencia. El joven general rebelde nombró al escritor ministro plenipotenciario frente a la corte de españa. Para ocupar este nuevo cargo, la familia Pardo Lavalle partió del Callao, rumbo al sur. Sin embargo, se han quedado en la escala de Valparaíso, Chile, donde nació una de sus hijas. En Santiago, Pardo se enteró de la derrota y fusilamiento de Salaverry.
Decidió entonces mantenerse en esa localidad, destinado a una feroz crítica periodística contra la Confederación, que levantó en el poder al general boliviano Andrés de Santa Cruz. Publicaciones impresas en Chile, como El intérprete y La Jeta estuvieron orientados a criticar aquel gobierno desde el destierro. El gobierno del sur le dio acogida, ya que veía con bastante cuidado la afirmación de una coalición peruano-boliviana. Es mucho más, fomentó ámbas campañas "restauradoras" que acabaron con esa unión. Sin embargo, Felipe Pardo y Aliaga procuró desvincularse de la segunda campaña, ya que los en general peruanos Orbegoso y Domingo Nieto se habían alzado contra Santa Cruz. Frente a ello, para Pardo un ejército extranjero en el país ahora carecía de justificación. De todos métodos, la expedición restauradora tomó Lima y terminó con la aventura unificadora del general Santa Cruz.
Desde entonces se dio entre las etapas mucho más embrolladas de la crónica de la república peruana, llegando a tener hasta siete presidentes al tiempo. Desengañado, Pardo decidió regresar a Chile y allí continuó hasta 1839. Cuando volvió, ese año, le aguardaba otra orden de destierro, al que partió en esta ocasión sin su familia. Sin embargo, en el mes de febrero de 1840 ahora se encontraba de vuelta, amnistiado por el Congreso de Huancayo. Al poco tiempo Felipe Pardo y Aliaga era nombrado vocal de la Corte Suprema de Justicia de Lima. Sin embargo, entre 1840 y 1842 sería deportado un par de veces mucho más.
Pese a los virajes de la política, por esta temporada escribiría probablemente su periódico mucho más citado: El espéculo de mi tierra, considerado una importante antología de la literatura costumbrista peruana decimonónica. En esta publicación se dieron a conocer cuentos, poemas humorísticos y productos del propio Felipe Pardo y Aliaga: El viaje y El recorrido de Amancaes son hoy en dia los mucho más conmemorados. Especialmente el primero, cuyo personaje, el niño Goyito, representa al "niño bien" de Lima. Detrás del razonamiento se puede leer un ataque a la permisividad en relación a los tipos criollos y una invectiva contra la educación de la temporada, poco orientada a conformar jóvenes virtuosos.
La crítica a sus ideas no se realizó aguardar. Al poco tiempo apareció la publicación Lima contra El Espejo de mi tierra, que tenía la colaboración de Manuel Ascencio Segura, el otro escritor primordial de esa temporada. Sin firmarlas, Pardo y Segura intercambiarían letrillas satíricas, uno contra otro, para deleite de sus contemporáneos. Desde una situación popular menos privilegiada, Segura y sus demás críticos le achacaban ese conservadurismo que lo llevaba a posiciones antidemocráticas, aparte de algunos prejuicios racistas. Ambos, conjuntados, habrían alimentado su escepticismo en relación a la verdad popular y política peruana. Pardo era el "chapetón" (español) y "afrancesado", para sus críticos mordaces. El Espejo de mi tierra resurgió con nuevos números en 1850, aglutinando en los dos periodos lo destacado de sus trabajos de madurez.
Pero, más allá de que su cabeza comenzaba a generar sus mejores proyectos, Felipe Pardo y Aliaga se veía poco a poco más disminuido físicamente, gracias a una patología que devino después en parálisis; más allá de ello, continuó con su tarea pública. En 1844 aparecían los 37 números de La Guardia Nacional, en pos del presidente Manuel Ignacio de Vivanco, amigo de el y compañero de aventuras políticas, poco tiempo después depuesto por Ramón Castilla. Sobresalieron los versos políticos, reincidiendo en sus ideas déspotas y antimilitaristas y en su desconfianza en frente de lo habitual. Cuando cayó Vivanco, Pardo debió partir al destierro por séptima vez. Volvería, sin embargo, con un nuevo cargo, concedido por el presidente Castilla: ministro de Relaciones Exteriores.
Para quienes se han ocupado de la biografía de Felipe Pardo y Aliaga, el admitir una compromiso de aquel militar mestizo con una educación tan diferente a la suya, arquetipo humano de sus prejuicios sociales y políticos, no significó siempre un cambio en el pensamiento y actuación pública del escritor. De hecho, sus críticas en el gobierno fueron exactamente las mismas, singularmente por lo que respecta a su obsesión por el orden fuerte, legal y franco para aclarar la amenaza del caos. Por entonces su salud se deterioraba sensiblemente, agravado por un nuevo mal, la ceguera. Sin embargo, en los años siguientes prosiguió ocupando cargos políticos. El mucho más prominente fue el de vicepresidente del Consejo de Estado, en 1851. Un cargo que de todos modos representaba mucho más un reconocimiento al postrado hombre público.
Pese a ocupar un puesto en el gabinete, Pardo continuó con sus escritos, en ocasiones contrarios a los hábitos del gobierno mismo. Cuando se estableció la Convención Nacional para llevar a cabo una exclusiva Constitución, publicaría sus poemas satíricos Constitución política y El Perú, en los nuevos números de El espéculo de mi tierra. En 1860, la Real Academia de la Lengua Española, a iniciativa de sus viejos compañeros de instituto Ventura de la Vega, Mariano Roca de Togores y Antonio María Segovia, lo escogió integrante pertinente, siendo el primer peruano en recibir esta distinción. Los últimos años estuvieron marcados por el mal y la postración. Ayudado por su hija Francisca, Felipe Pardo y Aliaga dedicó las escasas energías que le quedaban a la recopilación de sus proyectos, en prosa y verso, la que salió de imprenta por año siguiente de su fallecimiento.
Creador prolífico, Felipe Pardo y Aliaga sobresalió en sus versos satíricos y en sus cuentos costumbristas; en los dos géneros, el escritor rara vez se desprendió del literato, ya que la crítica era el trasfondo de sus escritos, singularmente la orientada hacia los hábitos de los políticos, la carencia de civismo y la ambición personalista de los mandatarios.
Felipe Pardo y Aliaga tuvo 4 hijos. El mayor de ellos, Manuel Pardo y Lavalle (1834), llegó a transformarse en el primer presidente civil del Perú (1972). Su nieto José Pardo y Barreda asimismo ocupó el mucho más prominente cargo político del país en un par de ocasiones (1904 y 1916). En general, a lo largo del apogeo del civilismo (1895-1919), los Pardo fueron considerados integrantes de la élite política, ocupando distintos puestos claves en la vida pública.
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