La historia universal está escrita por los hombres y mujeres quea lo largo del tiempo, gracias a su proceder, sus ideas, sus innovaciones o su ingenio; han originado queel género humano, de un modo u otro,avance.
Si has llegado hasta aquí es porque tienes consciencia de la importancia que tuvo Felipe III el Atrevido en la historia. Cómo vivió y las cosas que hizo durante el tiempo que estuvo en este mundo fue decisivo no sólo para quienes conocieron a Felipe III el Atrevido, sino que a caso legó una huella mucho más vasta de lo que podamossospechar en la vida de gente que tal vez jamás conocieron ni conocerán ya nunca a Felipe III el Atrevido en persona.Felipe III el Atrevido fue una persona que, por alguna causa, merece no ser olvidado, y que para bien o para mal, su nombre nunca debe borrarse de la historia.
Apreciar lo bueno y lo malo de las personas significativas como Felipe III el Atrevido, personas que hacen rotar y transformarse al mundo, es una cosa esencial para que seamos capaces de apreciar no sólo la existencia de Felipe III el Atrevido, sino la de todos aquellos y aquellas que fueron inspiradas por Felipe III el Atrevido, gentes a quienes de un modo u otro Felipe III el Atrevido influenció, y ciertamente, comprender y entender cómo fue vivir en el periodo histórico y la sociedad en la que vivió Felipe III el Atrevido.
Las biografías y las vidas de personas que, como Felipe III el Atrevido, atraen nuestra atención, tienen que valernos en todo momento como punto de referencia y reflexión para ofrecer un marco y un contexto a otra sociedad y otra época que no son las nuestras. Hacer un esfuerzo por comprender la biografía de Felipe III el Atrevido, porqué Felipe III el Atrevido vivió de la forma en que lo hizo y actuó del modo en que lo hizo durante su vida, es algo que nos impulsará por un lado a entender mejor el alma del ser humano, y por el otro, la manera en que se mueve, de forma implacable, la historia.
(Felipe III de Francia, llamado el Audaz; Poissy, 1245 - Perpiñán, 1285) Rey de Francia (1270-1285). Hijo de Luis IX de Francia, llamado el Santo, y de Margarita de Provenza, continuó la labor de centralización administrativa iniciada por su padre (Ordenanzas de 1278). Se encaró a Pedro el Grande de Aragón por la corona de Sicilia y fue derrotado en el Coll de Panissars (1285), muriendo en la retirada.
Felipe III participó al lado de su padre, el rey Luis IX de Francia, en la VII Cruzada estructurada contra Túnez (1270). Muerto Luis IX en el lapso de la cruzada, Felipe desembarcó en Sicilia y regresó a Francia, donde el 15 de agosto de 1271 fue ungido rey en Reims. Ese mismo año, tras la desaparición de su tío Alfonso de Poitiers, marido de Juana de Toulouse, Felipe III heredó Poitou, Auvernia, Aunis, el norte de Saintonge, el condado de Toulouse y el señorío de Albi. Felipe III de Francia casó en primeras nupcias con Isabel de Aragón (1262), de quien enviudó en 1271, y en segundas con María de Brabante (1274). El gobierno de Felipe III fué calificado como continuador de la política administrativa iniciada por su padre, que quedó obtenida en las Ordenanzas de 1278.
La desaparición de Enrique I el Gordo de Navarra (1274) había causado una crisis dinástica al haber quedado como única heredera de Champagne y de Navarra su hija Juana, que tenía menos de un par de años; su madre, la reina Blanca de Artois, se refugió en Francia en compañía de Juana. En mayo 1275, por el Tratado de Orleáns, Blanca de Artois confió a Felipe III de Francia el gobierno del reino de Navarra, en forma de protectorado, como gobernante de la reina Juana según los fueros y prácticas actuales. Felipe III y Blanca de Artois acordaron el link entre los hijos de los dos: por año siguiente se firmaron las capitulaciones maritales entre el hijo y sustituto de Felipe III, Felipe IV de Francia el Hermoso, y la reina Juana I de Navarra (1274-1305).
Los enormes del reino, entre aquéllos que estaban el gobernador Pedro Sánchez de Monteagudo, admitieron el pacto, pero por el contrario pidieron el respeto de las leyes y fueros navarros. A partir de este instante Felipe III de Francia se encargó del gobierno de Navarra hasta la mayor parte de edad de Juana I, su futura nuera. Llegada a la mayor parte de edad, en 1284 Juana I contrajo matrimonio, de conformidad con lo pactado, con Felipe IV, iniciándose en ese instante el reinado de Felipe IV y Juana I en Navarra.
La intromisión de la monarquía capeta en Navarra provocó, al lado de otras causas, la rebelión de los navarros o Guerra de Navarrería (1276). Las divisiones nobiliarias y los combates entre los burgos francos de Pamplona, San Cernin y San Nicolás y el vecindario de la Navarrería conllevaron la dimisión del gobernador, quien fue substituido por la lengua francesa Eustaquio de Beaumarchais; las propias desavenencias entre los burgos trajeron aparejada la reacción por la parte de la nobleza contra la política francesa, donde el gobernador fue cercado.
Dada esta serie de hechos, Felipe III se trasladó al Bearne con el propósito de mandar tropas socorrieres, mandadas por Gastón de Bearne y por el condestable Imbert de Beaujeu; el vecindario de la Navarrería quedó destruido y los castillos pasaron a manos francesas. El obispo y el cabildo catedralicio pidieron a Felipe III una indemnización por el saqueo sufrido por la catedral; el monarca se mostró de entrada conveniente a tal medida, pero el gobernador Guerin de Amplepuis forzó en 1281 un convenio con la Iglesia por el que esta cedía a la monarquía la mitad de su dominio sobre Pamplona en lugar de esa indemnización. Sin embargo, los pactos de este pacto no fueron aprobados por el pontífice, con lo que no lograron ponerse en práctica.
La oposición política al régimen francés continuó por medio de la Hermandad de las Buenas Villas, constituida en 1276, y de la Junta de infanzones de Obanos (Navarra), que procuró ser diluida por el gobernador en 1281. En este año se reiniciaron las hostilidades con Castilla y Aragón: los dos reinos habían firmado el Tratado de El Campillo, en el que se había fijado la conquista y posterior reparto de Navarra. Sin embargo, la guerra no llegó a desencadenarse, más allá de que entre los incondicionales de los infantes de la Cerda, el señor de Vizcaya, se había refugiado en Navarra.
Felipe III de Francia secundó las ocupaciones de su tío el rey de Sicilia, Carlos I de Anjou (1266-1282), en oposición a Pedro III el Grande de Aragón (1276-1285), y solicitó a este garantías de que no lucharía contra el rey de Sicilia. Esta asistencia quedó reflejada en el envío de tropas a la isla, que desembarcaron en 1282, después de los hechos de las Vísperas Sicilianas; en la pelea los angevinos fueron vencidos. Junto con el papa Martín IV (1281-1285), quien había despojado a Pedro III de la investidura de sus dominios a favor de la infeudación de su tercer hijo, Carlos de Valois, Felipe III organizó una expedición para llevar a cabo servir semejantes derechos contra la Corona de Aragón; tal expedición recibió el nombre de la Cruzada contra los Catalanes, y su resultado fue la derrota en 1285 de los barcos franceses por la parte del almirante Roger de Lauria.
Felipe III y su tío Carlos de Anjou, tras haber logrado reunir una hueste abundante, prepararon la invasión del reino de Navarra; por otra parte, el rey de Mallorca, Jaime II (1276-1311), hermano de Pedro III, solicitó asistencia al monarca francés contra todo el que que quisiese irrumpir su territorio, lo que quedó patente en 1283 con la firma de una coalición en Carcasona (Francia), donde se reconocía la condición de subfeudo del señorío de Montpellier. El diez de agosto se inició el ataque en las Bardenas; no obstante, la rigurosidad del tiempo, unido a la fuerte resistencia de las villas fronterizas, frenaron la invasión. Al mismo tiempo, otro destacamento mandado por Eustache de Beaumarchais ocupó el valle de Arán (1283), rincón donde el obispo de Commenge leyó la bula de excomunión de Pedro III.
El combate con los aragoneses continuó: las tropas franconavarras asaltaron la Val d’Onsella (Huesca, 1283), lo que provocó la reacción de Pedro III, quien en 1284 arrasó la ribera de Tudela (Navarra) y penetró en el Rosellón (Francia) y Ampurdán (Girona, 1285), donde combatió contra el ejército de Felipe III; en el primer mes del verano de 1285, el progreso francés fue frenado en el lugar de Girona, y en las cercanías del Coll de Panissars fueron vencidos por los aragoneses. En la retirada, Felipe III murió a consecuencia de una epidemia.
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