La historia de las civilizaciones está contada por aquellas mujeres y hombres quea lo largo de los siglos, gracias a su proceder, sus ideas, sus innovaciones o su ingenio; han ocasionado quela sociedad, de una forma u otra,prospere.
Ya sea inspirando a más seres humanos o formando parte de la acción. Felipe III de Évreux el Noble es una de esas personas cuya vida, en efecto, merece nuestro interés debido al nivel de influencia que tuvo en la historia.Conocer la vida de Felipe III de Évreux el Noble es comprender más sobre un periodo concreto de la historia del género humano.
Las biografías y las vidas de personas que, como Felipe III de Évreux el Noble, cautivan nuestra curiosidad, deben ayudarnos siempre como referencia y reflexión para ofrendar un marco y un contexto a otra sociedad y otra etapa de la historia que no son las nuestras. Tratar de entender la biografía de Felipe III de Évreux el Noble, el motivo por el cual Felipe III de Évreux el Noble vivió del modo en que lo hizo y actuó de la forma en que lo hizo durante su vida, es algo que nos ayudará por un lado a conocer mejor el alma del ser humano, y por el otro, la manera en que se mueve, de forma inexorable, la historia.
(Felipe III de Navarra o de Évreux, llamado el Noble; ?, 1305 - Jerez de la Frontera, 1343) Rey consorte de Navarra (1328-1343) por su matrimonio con Juana II, hija de Luis X de Francia. Juana II fue proclamada reina de Navarra por las cortes de Pamplona (1328), y Felipe III prestó juramento como rey al lado de su mujer en 1329. Durante su gobierno sostuvo una corto guerra contra Castilla (1334-1335), con la que más tarde se alió en una campaña contra los musulmanes.
Hijo de Luis de Évreux y de Margarita de Artois, Felipe heredó de sus progenitores el condado de Évreux y otra serie de señoríos feudales anejos. En 1318 Felipe contrajo matrimonio con Juana II, hija de Luis I de Navarra y X de Francia. En 1328, al fallecer sin descendencia masculina directa el rey Carlos IV de Francia y I de Navarra, cuñado de Felipe, los derechos de sucesión de la corona navarra recayeron en Juana II, con lo que por medio de Felipe III como rey consorte se inauguraba en Navarra la Casa de Évreux.
Cabía la oportunidad de que el trono pasara, en razón de una pretendida ley sálica, a manos del futuro rey de Francia Felipe VI de Valois (1328-1350), nieto de Felipe III el Audaz; a Isabel de Navarra, hija de Juana I de Navarra, hermana de Luis I el Hutín, Felipe II el Largo y Carlos I el Calvo y mujer de Eduardo II de Inglaterra; o a Juana, duquesa de Borgoña y también hija de Felipe II el Largo. Sin embargo, las Cortes festejadas en Puente la Reina y Pamplona (Navarra, 1328) pidieron que la Corona recayese en Juana II.
Apoyados por los estamentos navarros, los nuevos monarcas llegaron a un convenio (1336) con Felipe VI de Francia por el que los dos renunciaban al condado de Champagne y Brie y a todo derecho sobre la Corona francesa a cambio, por la parte del rey francés, de la pérdida del trono navarro y la distribución de los condados de Angulema, Mortain y Longeville (1328). Para que Felipe III de Évreux recibiera el trono había una condición: el deber de que, si quedaba viudo, cedería el poder a su primogénito en el instante en que éste alcanzase la edad de 21 años, y en caso de que éste muriese, renunciaría al mismo, comprometiéndose “a dejar el reino con sus villas, fortalezas y derechos a fin de que los estos Tres Estados logren realizar distribución a aquel o a aquella que por herencia lícita le sea correcto dicho reino de Navarra”.
La facultad del reino recibió de manera oficial a los monarcas en Larrasoaña (Navarra, 1329), quienes solo estuvieron presentes en el reino con motivo de su jura como soberanos (Pamplona, 5 de marzo de 1329), donde el Felipe III de Navarra se comprometió a preservar los fueros, franquicias y libertades de los conjuntos sociales; a terminar a las luchas iniciadas por sus predecesores; al cuidado a lo largo de 12 años de la moneda en curso y a la acuñación de una única clase a lo largo de todo el reinado; al reparto de los recursos del reino con los súbditos considerados naturales, con la tasa máxima de cinco oficios o servicios para extranjeros o para sus familiares; al encomendamiento de castillos y fortalezas a todo el que noble del reino, y a la prohibición de toda venta, cambio, donación o anexión del reino.
Las cuestiones relacionadas al orden sucesorio fueron tratadas en las Cortes Generales de Olite, festejadas el 15 de mayo de 1329. Al mes siguiente Felipe III y Juana II retornaron a Francia y solo regresaron a Navarra con el objetivo de corroborar una reforma o amejoramiento del Fuero General. La ubicación de sus intereses en Francia logró que fijasen su vivienda en este país, de manera que para el ejercicio de sus funcionalidades nombraron gobernantes y gobernantes de origen francés; no obstante, el gobierno efectivo estuvo a cargo de individuos que llegaron a lograr extensos poderes y que solo vieron limitada su práctica por la existencia de diferentes observadores reales. Aprovechando este absentismo monárquico, se causó una matanza de judíos y el asedio y posterior destrucción de múltiples aljamas en toda Navarra.
En un intento de imitar al rey Jaime II de Aragón en la adecuación de las fronteras eclesiásticas a las políticas, en 1330 Felipe III de Navarra solicitó al papa Juan XXII (1316-1334) la conversión de la colegiata de Tudela en catedral y su dotación de rentas propias, a las que se unirían las que el obispo y cabildo de Tarazona (Zaragoza) tenían en Navarra; no obstante, el mayor influjo de la diplomacia aragonesa en frente de la navarra logró que el emprendimiento no prosperase.
Las relaciones con la Corona de Aragón mejoraron en comparación con las mantenidas por sus precursores, merced a la política de coaliciones maritales emprendida. En 1331 Felipe III de Navarra inició las gestiones con Alfonso IV el Benigno (1327-1336) para desposar a su primogénita Juana con el infante Pedro, futuro Pedro IV el Ceremonioso; las capitulaciones se firmaron en 1333. Sin embargo, la renuncia de Juana a sus derechos al trono y su ingreso en un convento decidió a navarros y aragoneses a desposar al infante con la segunda hija del monarca navarro, María de Navarra; las novedosas capitulaciones se firmaron en Anet (Francia, 1337) y la boda se festejó por año siguiente.
El reconocimiento en Sangüesa (1331) por la parte del infante Alfonso de la Cerda de que Alfonso XI de Castilla (1312-1350) sostenía las tierras de Álava, La Rioja y Guipúzcoa contra derecho provocó años después una batalla entre Castilla y Navarra (1334-1335); las diferencias se acrecentaron en 1334 y el monarca español solicitó la asistencia de su cuñado Alfonso IV el Benigno con el propósito de evitar que el infante Pedro colaborase con el rey navarro; este primer combate concluyó con la Paz de Fraces (1335).
Al año siguiente los dos reinos, Castilla y Navarra, disputaron en la Batalla de Tudela el control del monasterio de Fitero y del castillo de Tudején (Navarra), combate que acabó con el Tratado de Cuevas (1336). El comprensión logrado entre los dos monarcas, unido a la tregua firmada en 1342 entre Francia y también Inglaterra a lo largo de el lapso de la Guerra de los Cien Años, logró que Felipe III de Navarra proyectase una expedición conjunta contra los musulmanes del reino de Granada; en el lapso del ubicación de Algeciras (1343), Felipe III enfermó dificultosamente. Tras la desaparición de Felipe, su mujer Juana II aceptó la regencia de su hijo Carlos II el Malo hasta la mayor parte de edad de éste.
De la unión de Felipe III de Navarra con Juana II nacieron María, casada con Pedro IV el Ceremonioso; Blanca de Navarra, mujer de Felipe VI de Valois; Inés, casada con el conde de Foix, Gastón III; Juana, mujer del vizconde Ruán, Juan II; Felipe, casado con Yolanda de Flandes, y Luis, marido de Juana de Sicilia. Cabe poner énfasis que a lo largo del gobierno de Felipe III de Navarra se llegó a la conformación determinante de las Cortes; las primordiales reuniones representativas reunidas en el lapso de su reinado fueron las cortes navarras de Larrasoaña, Pamplona, Olite y Estella (todas y cada una ellas en 1329), Pamplona (1330 y 1331) y, por último, otras festejadas en los años 1333 y 1342, sin que se tenga ninguna referencia del sitio.
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