Fedro

La historia de la civilización la narran las mujeres y hombres quea lo largo del tiempo, gracias a su proceder, sus ideas, sus innovaciones o su ingenio; han hecho quela sociedad, de una forma u otra,prospere.

Si has llegado hasta aquí es porque tienes conocimiento de la trascendencia que detentó Fedro en la historia. La manera en que vivió y aquello que hizo durante el tiempo que estuvo en este mundo fue decisivo no sólo para las personas que trataron a Fedro, sino que quizá produjo una señal mucho más honda de lo que podamosimaginar en la vida de personas que tal vez jamás conocieron ni conocerán ya nunca a Fedro de modo personal.Fedro ha sido un ser humano que, por algún motivo, merece no ser olvidado, y que para bien o para mal, su nombre nunca debe borrarse de la historia.

Las biografías y las vidas de personas que, como Fedro, seducen nuestro interés, tienen que ayudarnos en todo momento como punto de referencia y reflexión para conferir un marco y un contexto a otra sociedad y otra época de la historia que no son las nuestras. Intentar entender la biografía de Fedro, el motivo por qué Fedro vivió como lo hizo y actuó de la forma en que lo hizo durante su vida, es algo que nos ayudará por un lado a vislumbrar mejor el alma del ser humano, y por el otro, el modo en que avanza, de forma inexorable, la historia.

Vida y Biografía de Fedro

(Cayo Julio Fedro; Macedonia, hacia 20-15 a.C. - hacia 50 d.C.) Fabulista latino de la época imperial, creador de cinco libros de fábulas en verso. Los pocos datos que se conocen de su biografía nos llegaron por medio de su obra. Nació a lo largo del principado de Augusto (entre los años 20 y 15 a.C.), en la provincia romana de Macedonia, probablemente en Pieria, según se lee en el prólogo al libro III, vv. 17-20, donde el poeta se expone orgulloso de haber nativo de la tierra patria de las Musas (en el monte Pierio).

Si bien era ciervo, Fedro recibió una esmerada educación desde joven (más que nada en latín, ya que su lengua natal era el heleno). Esto hace sospechar a los críticos que fue llevado a Roma siendo todavía niño y que allí entró a ser parte del conjunto de esclavos de Augusto, del que entonces fue liberto. Este apunte está en el título del primordial manuscrito de Fedro (Codex Pithoeanus, del siglo IX), que lo muestra como "liberto de Augusto".

Bajo el gobierno de Tiberio se ganó la enemistad del poderoso ministro Sejano, quien le acusó de haber hecho maliciosas alusiones personales tras la máscara anónima de los animales de sus 2 primeros libros de fábulas. Fue culpado por ese supuesto delito y cayó en desgracia. Su estado de absoluta precariedad económica lo llevó a soliciar el acompañamiento de libertos ricos y también predominantes como Eutico y Particulón, a quienes dedicó 2 de sus libros. Escribió sus tres últimas proyectos ahora mayor y vivió hasta la época del emperador Claudio (41-54 a.C.) o, en cualquier caso, del emperador Nerón (54-58 a. C), más allá de que se ignora el año exacto.

Las fábulas

De Fedro se guarda mucho más de cien fábulas en verso (122 precisamente), agrupadas en cinco libros. Estas breves historias de animales se manifiestan en senarios yámbicos (el verso utilizado en la comedia palliata de época republicana). Algunos de los libros son singularmente breves; de esta forma, el libro II consta solo de ocho fábulas; y el libro V, de diez. A estos cinco libros hay que añadir 30 novedosas fábulas, conocidas como Appendix Perottina en las ediciones modernas, que fueron publicadas por el humanista italiano Niccolò Perotti en su edición de la obra de Fedro (hacia 1465).

Si bien de antemano autores como Hesíodo, Herodoto, Platón, Calímaco o Lucilio habían insertado fábulas en sus proyectos, el creador prefirió continuar la tradición griega atribuida a Esopo. Fue de este modo el primero de los versistas viejos en redactar fábulas en verso con la intención de que fuesen leídas en forma autónoma. En el prólogo de su primer libro justificó la decisión del género con su intención de reflejar la situación popular de los mucho más desamparados. Alabó la astucia del enclenque como el único recurso en oposición al poderoso, y la conveniencia de amoldarse a las situaciones para sortear los riesgos. En el prólogo de su tercer libro confesó que su propósito no era "censurar individuos, sino más bien detallar la vida misma y las prácticas de los hombres".

El contenido de las fábulas de Fedro obedece, de hecho, a una doble intención: enseñar a su público y deleitarle a un tiempo. El carácter moralizante actúa de manera expresa en una sentencia ético-filosófica, o moraleja, emplazada bien al comienzo de la historia (promithyon), bien en el final de exactamente la misma (epimithyon). Por otra sección, a esta intención explícita de entretener y educar se une la crítica social y política. En efecto, Fedro imprime a sus proyectos un carácter satírico que pone en prueba los vicios y defectos de la sociedad de su tiempo, si bien siempre y en todo momento de forma general y sin refererir casos concretos ni personas específicas. Por ello su obra con frecuencia se transformó en blanco para los reproches de sus opositores.

El estilo de Fedro es bien simple y claro. Se caracteriza por la brevedad, la pluralidad y el precaución de la expresión. A pesar de las expresiones letradas, asimismo refleja Fedro intencionadamente en sus creaciones elementos del lenguaje hablado. Así simpatiza con las clases populares y el planeta marginal en el que medró. Todos estos elementos comentan el reconocimiento de su obra. Aún actualmente, es bien difícil no saber las fábulas de El lobo y el cordero, La zorra y las uvas o La zorra y el cuervo.

El fabulista latino reconoció a Esopo como "inventor" del género literario de la fábula y se consideró heredero de los temas que las compilaciones helenísticas habían trasmitido en prosa desde el s. IV a.C. Así, acepta su dependencia en relación a Esopo en lo que se refiere a las historias, en tanto que en lo que se refiere a la manera literaria (de manera especial, la utilización del senario yámbico) reclama su singularidad.

Su obra fue ignorada en su época, pero desde la Edad Media comenzaron a circular, con el nombre de Romulus, distintas prosificaciones de las fábulas de Fedro. En la segunda mitad del siglo XV, en los comienzos del Humanismo, Nicolò Perotti reunió los cinco libros de fábulas, tal como unas 30 nuevas (el llamado Appendix Perottina) de un manuscrito el día de hoy perdido. En 1596 Fedro deja terminantemente el anonimato, siendo editado por Pierre Pithou. A partir de entonces halló un espacio al lado de Esopo en las considerables antologías, como, por poner un ejemplo, la reunida por Isaac Nevelet, Mythologia Aesopica, en 1610.

Desde el siglo XVII las fábulas de Fedro provocaron mayor interés. El movimiento neoclásico apreció el carácter edificante del género. Empezaron a ser imitadas en prosa y en verso, y se emplearon, como acostumbraba a hacerse en la Antigüedad y en la Edad Media, como artículo escolar. Por otra sección, en este siglo nació el mucho más leal imitador de Fedro de siempre, la lengua francesa Jean de La Fontaine, que publicó sus Fables en 1668. Al siglo XVIII forman parte del mismo modo insignes fabulistas españoles, como Félix María Samaniego y Tomás de Iriarte, que, si bien imitando de manera directa a La Fontaine, recogen la herencia literaria de Fedro.

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