Esopo

Ya sea inspirando a otros o siendo parte de la actuación. Esopo es uno de esos sujetos cuya vida, en efecto, merece nuestro interés debido al grado de influencia que tuvo en la historia.Comprender la vida de Esopo es comprender más acerca de periodo preciso de la historia de la humanidad.

Apreciar las luces y las sombras de las personas destacadas como Esopo, personas que hacen girar y evolucionar al mundo, es algo básica para que seamos capaces de poner en valor no sólo la existencia de Esopo, sino la de todas aquellas personas que fueron inspiradas por Esopo, aquellas personas a quienes de un modo u otro Esopo influenció, y desde luego, comprender y entender cómo fue el hecho de vivir en la época y la sociedad en la que vivió Esopo.

Vida y Biografía de Esopo

(S.VI a.C.) Escritor heleno. Uno de los mucho más viejos géneros de la literatura universal es la fábula, un género de relato corto protagonizado por animales personificados cuya finalidad didáctica se explicita en una moraleja final. La Grecia tradicional atribuyó a Esopo la invención de este género, igual que asignó a Homero la paternidad de la épica.

Hasta varios siglos después no se vaciló de la presencia eficaz de los dos, señalando además de esto la especial antítesis entre ámbas figuras: Homero como cantor de las gestas de los héroes, Esopo como retratista de la plebe, de las debilidades humanas bajo aspecto de animales. En los dos casos, varias ciudades se disputaron el honor de ser su cuna.

Biografía

Pocos datos seguros hay sobre la biografía de Esopo, y ahora en la temporada tradicional el personaje real se vio cubierto de elementos legendarios, quedando terminantemente cubierto por la ficción y la fantasía cuanto ha podido tener de histórico. Ello no debe de llevar por fuerza a contradecir su vida, puesto que un historiador de tanto crédito como Herodoto lo detalla como un ciervo de un ciudadano de Samos que había vivido en la centuria previo.

Según una tradición muy divulgada, Esopo nació en Frigia, si bien existe quien lo realiza originario de Tracia, Samos, Egipto o Sardes. Sobre él circuló un sinnúmero de anécdotas e inclusive especificaciones sobre su físico que se encuentran agarradas en la Vida de Esopo, publicada en el siglo XIV adelante de una recopilación de sus fábulas lista por el monje benedictino Máximo Planudes.

De este modo, se cuenta que Esopo fue ciervo de un tal Xanto o Janto de Samos, que le dio la independencia. Debido a su enorme reputación por su talento para el apólogo, Creso lo llamó a su corte, lo colmó de favores y lo envió después a Delfos para preguntar el oráculo y para prestar sacrificios en su nombre y repartir recompensas entre los pobladores de aquella localidad. Irritado por los fraudes y la avaricia de aquel pueblo de curas, Esopo les dirigió sus sarcasmos y, limitándose a sugerir a los dioses los sacrificios mandados por Creso, devolvió a este príncipe las riquezas destinadas a los pobladores de Delfos.

Estos, para vengarse, ocultaron entre el equipaje de Esopo una copa de oro consagrada a Apolo, le acusaron de hurto sacrílego y le precipitaron desde lo prominente de la roca Hiampa. Posteriormente se arrepintieron, y ofrecieron satisfacciones y una indemnización a los descendientes de Esopo que se presentasen a exigirla; el que asistió fue un rico mercader de Samos, descendiente de aquel a quien Esopo había pertenecido en el momento en que era ciervo. De todo este relato semeja histórico que Esopo fue un ciervo y que viajó bastante con su amo, el pensador Janto; asimismo se otorga bastante probabilidad al episodio de su muerte.

Las Fábulas de Esopo

Por la mención que hace de ellas el historiador Herodoto, se conoce que las Fábulas de Esopo eran muy populares en la Grecia tradicional, afirmación atestiguada asimismo por Platón y Aristófanes. Conocer a Esopo jamás fue un privilegio de letrados: aparte de publicarse oralmente, sus fábulas se empleaban como primer libro de lectura en las academias. La recopilación mucho más vieja famosa es la que logró en el siglo IV a.C. el retórico Demetrio de Falero, acólito de Teofrasto, que reunía cerca de quinientas fábulas y que no llegó hasta nosotros.

Las compilaciones que se preservan terminadas son de temporadas muy siguientes: la Collectio Augustana, presumiblemente del siglo I o II d. C., la Collectio Vinobenensis, compuesta por cuentos un poco mucho más coloridos, si bien con un estilo algo descuidado, y una refundición de ámbas precedentes, la Collectio Accursiana (1479 o 1480), que fue a lo largo de bastante tiempo la recopilación mucho más divulgada. Escritas en el lenguaje de su temporada, y lejos por ende de los contenidos escritos auténticos de la era tradicional, estas compilaciones poseen un núcleo primitivo esópico incrementado después y claramente transformado en el decurso de los siglos.

El género de la fábula quedó ahora definido por Esopo al dotar a la mayor parte de sus cuentos de una sucesión de peculiaridades permanentes. Las fábulas de Esopo son breves narraciones compuestas en un estilo simple y claro (como el charla del pueblo al que se dirigen), que tienen frecuentemente como personajes principales a animales personificados, esto es, dotados de la aptitud de meditar y charlar, y cuya finalidad es trasmitir una enseñanza ética práctica y elemental. Precedentes así mismo literaria están en Hesíodo, que muestra el ejemplo mucho más viejo con su relato del azor y el ruiseñor en Los trabajos y los días, y en la lírica de Arquíloco, con los cuentos del zorro y el mono.

La fábula esópica tiene como tema predominante las relaciones y también relaciones sociales entre los humanos, que son descritas desde una visión irónica de todo el mundo y de las construcciones de poder. Una de las fábulas mucho más breves afirma: "Una zorra miraba con desprecio a una leona pues jamás había parido mucho más de un cachorro. Sólo uno, respondió la leona, pero un león". La enseñanza contenida en estas breves piezas es una ética común y habitual: la prudencia y la moderación son las virtudes supremas; son estimadas la lealtad, el agradecimiento, el cariño al trabajo. Pese a ello, no queda en lo más mínimo desacreditada, por poner un ejemplo, la astucia que sabe aprovecharse de la estupidez extraña. No se expresa, ya que, una ética recia, sino más bien una ética pragmática y habitual, encabezada por el los pies en el suelo.

Los animales encarnan ciertas características o reacciones en frente de la vida; semejantes atributos tienen la posibilidad de ser negativos o positivos, y en función de esto se van a ver castigados o retribuidos en el desenlace de relato. Dichas características se atribuyen a los animales siguiendo una tipología que continuaría inalterada entre los seguidores y también imitadores que desarrollaron el género: la zorra es la encarnación de la astucia; el lobo, de la maldad; la hormiga, de la previsión; el león, de la majestuosidad. De este modo, a través del accionar de los animales, las virtudes y defectos del humano son viva y con eficacia puestos de relieve frente al lector. Hay que avisar que, si bien esta sea la tónica general, en ciertas fábulas intervienen asimismo humanos o divinidades.

Del desenlace de la historia se desprende, como ahora se indicó, la enseñanza ética: el desenlace premia o castiga a los animales personajes principales en función de si tienen una cualidad efectiva o negativa. Pese a ello, y a fin de que no quede duda alguna, se añade tras el relato una moraleja explícita con apariencia de oración sentenciosa.

Véase, por poner un ejemplo, El perro y la carne: "Al lado de un río de manso curso y transparentes aguas, andaba cierto perro ladrón con un precioso pedazo de carne entre los dientes. De próximamente, se vio retratado en el agua. Y como viese que otro compañero de el llevaba asimismo en la boca un óptimo trozo de carne, deseó conseguir el poder de él. Soltó la carne, que desapareció en el río, y contempló, ahuyentado, que se quedaba sin el mordisco verdadero y sin el falso". Es evidente que la historia evita contra la avaricia, defecto por el que el perro fué castigado, pero del mismo modo se añade la moraleja sentenciosa: "De esta forma siempre y en todo momento pasa al avaro, que pierde lo propio deseando conseguir el poder de lo extraño."

Cinco siglos tras Esopo, una compilación latina versificada del siglo I d.C. llevada a cabo por Fedro, un ciervo liberado por el emperador de roma Augusto, incluyó fábulas inventadas por nuestro creador adjuntado con otras esópicas habituales, reelaboradas con mucha felicidad y que influyeron en la forma adoptada por escritores siguientes. Similar alcance tuvieron en el siglo II d. C. las fábulas griegas en verso de Babrio, y a lo largo de la Edad Media las de Esopo tuvieron una excepcional aceptación. En el siglo XVIII, con el apogeo del Neoclasicismo, el género pareció vivir una edad de oro a través de autores tan reputados como la lengua francesa La Fontaine. En lengua castellana alcanzaron enorme popularidad en exactamente la misma temporada las fábulas de Félix Samaniego y Tomás de Iriarte.

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