Ya sea inspirando a otros seres humanos o tomando parte de la acción. Erich von Stroheim es una de las personas cuya vida, realmente, merece nuestra consideración por el grado de influencia que tuvo en la historia.Conocer la biografía de Erich von Stroheim es comprender más acerca de una época concreta de la historia de la humanidad.
Las biografías y las vidas de personas que, como Erich von Stroheim, atraen nuestra atención, tienen que servirnos siempre como referencia y reflexión para ofrecer un marco y un contexto a otra sociedad y otra época de la historia que no son las nuestras. Intentar entender la biografía de Erich von Stroheim, el motivo por qué Erich von Stroheim vivió del modo en que lo hizo y actuó de la forma en que lo hizo a lo largo de su vida, es algo que nos ayudará por un lado a comprender mejor el alma del ser humano, y por el otro, el modo en que se mueve, de forma inevitable, la historia.
(Viena, 1885 - Maurepas, 1957) Director y actor cinematográfico austriaco. Los orígenes familiares de Von Stroheim se sostienen ocultos tras una nube inescrutable que nuestro cineasta se encargó de dar de comer. Él siempre y en todo momento insistió en que procedía de una familia noble centroeuropea, pero solo se conoce que estudió en la Academia Militar de su país y que continuó en el ejército prácticamente a lo largo de una década, hasta el momento en que en 1909 se trasladó a Estados Unidos, según dicen, tras haber abandonado.
Una vez en este país, trabajó en lo que ha podido, desde empleos inferiores hasta otros mucho más variados, como actor, artista de "music-hall" o presentador de desfiles de tendencias. Mostraba asimismo cierto interés por la escritura, por las proyectos de teatro y las novelas asequibles. Entró en el planeta del cine sin solamente realizar estruendos, como plus y experto. El capitán Macklin (1914), de Jack Conway, supuso su debut como actor y su primer contacto con John Emerson, entre los directivos estadounidenses que empezaban por ese momento su trayectoria y con el que cooperó como actor y ayudante de dirección en otras seis películas.
No obstante, el directivo de estos primeros años que mucho más le marcaría en su trayectoria fue David Wark Griffith, con el que trabajó como actor en El nacimiento de una nación (1915) y, en especial, como actor y ayudante de dirección en Intolerancia (1916). Stroheim se vio asombrado en un caso así por la aptitud de Griffith para romper con la forma de pensar de la época y desarrollar proyectos de enorme extensión que, indudablemente, le ilustraron para sus siguientes trabajos como directivo.
Tras la educación a la vera de D. W. Griffith y Raoul Walsh, Stroheim logró que el productor Carl Laemmle, dueño de la Universal, le dejase regentar Blind Husbands (1919), adaptación de Pinacle, una de sus proyectos. Aquí ahora hace aparición como actor primordial, interpretando a un militar aristocrático "apasionado del buen vino, las mujeres y las canciones". El éxito conseguido por esta película le dejaría a Stroheim proseguir con su trayectoria a la vera de Laemmle, quien le causó sus 2 siguientes trabajos: La ganzúa del demonio (1920) y Esposas frívolas (1922).
Por esos años, Erich von Stroheim empezó a determinar en buena medida el perfil de su personaje mucho más popular, el de oficial prusiano, un rostro inútil de enseñar un resquicio de humanidad, inexorable si bien juerguista y frívolo, y preparado de reírse de sus "orígenes" aristocráticos a fuerza de llevar a cabo opinar que no hacía mucho más que interpretarse a sí mismo. Es la leal imagen de la caída; ciertos de sus individuos no son otra cosa que parásitos sociales capaces de perseguir a los humildes y de sentirse jubilosos en un planeta de lujuria y degeneración.
Stroheim no había perdido de vista las enseñanzas de su profesor Griffith, por eso en Esposas frívolas viese la posibilidad de probar que asimismo sabía controlar el espacio y la acción en marcos incomparables y espectaculares para la época. Laemmle edificó en sus estudios, y a escala real, una réplica de la Plaza Central de Montecarlo, en donde se aprecian el Café de París y el popular Casino.
El ámbito de trabajo que rodeó la producción de Esposas frívolas fue bastante tenso, por cuanto el rodaje se alargó nueve meses mucho más de lo predeterminado y en el montaje se causó un fuerte combate entre Stroheim, Laemmle y su asesor, Irving Thalberg. El directivo deseaba estrenar una película de seis horas en 2 partes, posición a la que se oponían la mayor parte de los distribuidores y exhibidores actualmente. Además, los contenidos de la película no resultaban totalmente recomendables a fin de que el estreno pudiese ser capaz para un público masivo, ya que contenía situaciones escabrosas y consideradas indecentes por los distintos comités moralistas y por nuestro productor.
La película exudaba insinuaciones sobre la caída de la aristocracia y, entre el horror y la inocencia, Stroheim logró llevar a cabo un cuadro en el que se sucedían los instantes de inestabilidad, morbosidad y también irracionalidad, siempre y en todo momento en un marco diario y con la incesante de una crítica hacia algunos valores fugaces de la vida. Un espectáculo al fin y al cabo transgresor, que difícilmente podía sobrepasar las barreras morales y comerciales de la época.
Las obsesiones de Stroheim, lejos de apaciguarse, se acrecentaron, más que nada en el campo del sexo -sea éste enfermizo por sus desviaciones, belicoso, masoquista o fetichista-, tema que siempre y en todo momento fué tratado con exceso de precaución puritano por la parte del cine estadounidense. El directivo austriaco se mostró siempre y en todo momento opuesto a aguantar la tiranía de un código de conducta hipócrita. Por eso, sus actuaciones se movieron por caminos que, inevitablemente, provocaron varias reacciones.
Tras dejar la Universal, Stroheim logró que Goldwyn Pictures le apoyase en su película Avaricia (1924), una revisión de la cultura de Estados Unidos desde la adaptación de la novela de Frank Norris McTeague, donde hace hincapié en los instintos de la raza humana ocultos bajo el mantón del civismo mucho más usual. El directivo procuraba efectuar otro emprendimiento meticuloso hasta la exageración que acabó en una película de siete horas de duración. Ante la irascible reacción de Irving Thalberg (en este momento en la recién constituida Metro Goldwyn Mayer), de quien dependía la película de Stroheim, debió achicar el metraje y dejar en su mínima expresión lo que era la iniciativa original. No obstante, si bien en su instante no tuvo el éxito aguardado, Avaricia (Greed) se afianzó como una de las considerables aportaciones del cine mudo y en ella la calidad narrativa de Stroheim se hace visible.
Increíblemente, fue Thalberg el que ofreció a Stroheim su siguiente película, La viuda alegre (1925), drama bajo la manera de una opereta que se sometió al buen llevar a cabo del megalómano directivo, quien supo explotar su achicado campo de acción para hallar desenlaces satisfactorios, y esto más allá de que era bien difícil para Stroheim (muy dado a la suntuosidad) sintetizar las ideas y facilitar los elementos narrativos a favor de una evolución mucho más sugerida que extensamente diseccionada. Debe decirse, sin embargo, que el directivo no tuvo nada que ver en el montaje final de película. Por eso La marcha nupcial (1927) o La reina Kelly (1928) se vieron no solo dificultadas en su explotación comercial, sino asimismo sintieron de lleno ciertos cambios que se apreciaban en el seno de la industria de Hollywood. La implantación del sonido marcó la trayectoria del directivo, más que nada por el hecho de que los productores por el momento no estaban prestos a aguantar tanta presunción y megalomanía.
Erich von Stroheim se percató a esas alturas de que nada debía llevar a cabo como directivo, con lo que volvió su mirada a la interpretación y al guion, ámbitos en los que desarrolló una intensa y fecunda carrera. Destacan sus colaboraciones en Muñecos infernales (1936), de Tod Browning; La enorme ilusión (1937), de Jean Renoir; y Cinco tumbas al Cairo (1943) y El crepúsculo de los dioses (1950), las dos de Billy Wilder.
Erich von Stroheim se encuentra dentro de los directivos escenciales de la historia del cine, no solo por sus atrevidas puestas en escena, sino más bien por haber conocido imprimir al cine de la época el empuje creativo que precisaba para consolidar una composición narrativa novedosa mientras que sólida y ejemplar para futuras generaciones. Al investigar en aspecto todas sus películas se tienen la posibilidad de ver los varios aspectos que le afirman como un habilidoso realizador, con un término del espacio y el tiempo espectaculares, al unísono que como un magnífico directivo de actores.
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