La historia universal la cuentan las personas quea lo largo del tiempo, gracias a su forma de actuar, sus ideales, sus hallazgos o su arte; han hecho queel mundo, de un modo u otro,progrese.
Ya sea inspirando a otros seres humanos o siendo parte de la actuación. Enrique Molina Garmendia es una de las personas cuya vida, indudablemente, merece nuestra atención debido al grado de influencia que tuvo en la historia.Comprender la biografía de Enrique Molina Garmendia es comprender más sobre periodo preciso de la historia del ser humano.
Apreciar lo bueno y lo malo de las personas destacadas como Enrique Molina Garmendia, personas que hacen rodar y cambiar al mundo, es algo básica para que seamos capaces de valorar no sólo la existencia de Enrique Molina Garmendia, sino la de todos aquellos y aquellas que fueron inspiradas por Enrique Molina Garmendia, personas a quienes de de una forma u otra Enrique Molina Garmendia influyó, y ciertamente, conocer y descifrar cómo fue vivir en el momento de la historia y la sociedad en la que vivió Enrique Molina Garmendia.
(La Serena, Chile, 1871 - Concepción, 1964) Filósofo y pedagogo chileno. Rector y presidente de la Universidad de Concepción a lo largo de prácticamente 40 años (1919-1956) y ministro de Educación Pública en 1947, se considera el mucho más respetado pedagogo de su generación y entre los pensadores mucho más predominantes de Chile.
Hijo de Telesforo Molina y Mercedes Garmendia, fallecida en el momento en que el pequeño Enrique tenía 4 años, estudió en la Escuela Pública de La Serena y en 1887 viajó a Santiago para cursar medicina, pero debió estudiar derecho gracias a los superiores gastos de los libros que precisaba para ser médico. Con la creación del Instituto Pedagógico cambió su rumbo para titularse de instructor de historia, geografía y filosofía, y también inició inmediatamente su trayectoria enseñante.
En 1893 se incorporó al cuerpo enseñante del Liceo de Chillán, en el que trabó amistad con el respetado educador Alejandro Venegas Carús. Durante su etapa en Chillán efectuó un viaje de estudios por Francia y Alemania, se tituló de letrado (1902), profesión que jamás llegaría a ejercer, y participó en el Congreso General de Educación de 1902, donde se discutió si debía imprimirse un carácter humanista o técnico a la enseñanza del Liceo. Molina Garmendia era de la opinión de no engrandecer el término utilitarista de la educación y de promover la civilización intelectual.
En 1905 fue nombrado directivo del Liceo de Talca, donde, apoyado por el Consejo de Instrucción Pública, inició un desarrollo de modernización de la educación y sus contenidos. Durante diez años desarrolló allí una esencial tarea enseñante que combinó con varias ocupaciones, como sus viajes de índole político-cultural a Alemania y Francia en 1911. Al año siguiente volvió a dejarse oír en el polémico Congreso de Educación Secundaria, donde rechazó las acusaciones vertidas por Francisco Antonio Encina en su libro Nuestra inferioridad económica sobre la compromiso del liceo en la caída económica del país, y defendió la relevancia de las enseñanzas humanísticas en armónica combinación con las científicas. Muchas de las ideas pedagógicas de Molina Garmendia fueron expresadas en proyectos publicadas en estos años: La misión del instructor y la enseñanza (1907), La filosofía popular de Lester Ward, La ciencia y el tradicionalismo (1909), La cultura y la educación general (1912), la compilación de ensayos Filosofía de america (París, 1913) y Educación moderna (1914).
En 1916, Enrique Molina fue nombrado rector del Liceo de Concepción, cargo que desempeñó hasta 1935. Entretanto continuó dando testimonio de sus inquietudes pedagógicas, tanto en foros de discusión científicos y en diferentes contenidos escritos publicados (Las democracias americanas y sus deberes, 1917) como en su tarea académica, orientada a la extensión de los estudios secundarios a los universitarios. Por su idea y bagaje intelectual y merced a la asistencia de consagrados patrocinadores (ayuntamientos regionales, damas penquistas y las colonias españolas y también italianas) fue viable llevar a cabo situación en 1919 la Universidad de Concepción, que en solo un lustro cosechó enorme prestigio y convocó un óptimo número de alumnos. Para garantizar su solvencia económica y la libre adquisición de elementos se estableció una lotería que recibió muchas críticas por la parte de instancias jurídicas.
Con el propósito de saber recientes creaciones en el campo de la pedagogía y investigar la composición universitaria de norteamérica, Enrique Molina viajó a Estados Unidos en 1918; la obra De California a Harvard (estudio sobre las universidades norteamericanas y ciertos inconvenientes nuestros), publicada en 1921, fue el resultado de sus medites sobre el modelo estadounidense. En 1927, Enrique Molina fue nombrado rector de la Universidad de Chile, donde procuró reformar los programas de enseñanza y su general desempeño, una tarea que abandonó para irse unos meses al extranjero y ocuparse a la contratación de instructores y expertos que integraran el cuerpo enseñante de su estimada Universidad de Concepción, a cuya red social didáctica representó en el Congreso Universal de Universidades y en los Congresos Interamericanos de rectores, docentes y decanos festejados en La Habana en el mes de enero de 1930.
En 1941 fue designado integrante académico de la Facultad de Filosofía de la Universidad de Chile. Seis años después, en 1947, Enrique Molina fue llamado por el entonces presidente Gabriel González Videla para ocuparse del Ministerio de Educación Pública; no obstante, el entusiasmo con que recibió tan elevada compromiso cedió próximamente frente a la escasez de elementos para llevar a cabo situación sus proyectos de avance y extensión didáctica y por las críticas recibidas con en comparación con carácter individualista y ateo de su pensamiento. Por todo ello abandonó el cargo prontísimo, en el mes de julio de 1948.
Tras ello continuó con su reflexión filosófica y pedagógica, y no dejó de difundir ensayos sobre sus autores de referencia como José Ortega y Gasset, Henri Bergson, Nietzsche o sus compatriotas Letelier y Barros Arana, cuyas ideas el pedagogo chileno compartía o refutaba: Confesión filosófica y llamado de superación a la América hispana (1942), Recuerdos de Don Valentín Letelier (1943), La Filosofía de Bergson (1944), Nietzsche, dionisíaco y asceta. Su vida y su ideario (1944), De lo espiritual en la vida humana (1947), quizá su obra mucho más original, y Tragedia y realización del espíritu. Del sentido de la desaparición y del sentido de la vida (1952).
Sus meditaciones filosóficas ejercitaron un enorme influjo en el pensamiento chileno. El inconveniente central que abordó fue el análisis de las relaciones entre el ser y la conciencia. Para realizarlo tomó una situación que equidistaba tanto del idealismo como del materialismo mecanicista. Afirmó la primacía del ser sobre la conciencia, más allá de que creía que ésta anida en capacidad en aquel. Esta valorización espiritual del ser le deja sobrepasar tanto el optimismo como el pesimismo metafísico. De ahí que el inconveniente primordial del hombre sea la realización de su historia espiritual, tanto ontológica como moralmente.
Otras proyectos de su autoría son Por ámbas Américas (1920), La revolución rusa y bolchevista (1935), Páginas de un períodico (1940) y Peregrinaje de un universitario. Notas y medites (1941). La tarea de Enrique Molina Garmendia mereció varias distinciones, honores y galardones tanto en Chile como en el resto del conjunto de naciones americano y europeo. En 1956 fue nombrado rector vitalicio de la Universidad de Concepción; en 1959 se le erigió un monumento esculpido por el artista Samuel Román y recibió el título de instructor honoris causa de la Universidad de Santiago.
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