La historia de la civilización la cuentan aquellas mujeres y hombres quea lo largo del tiempo, gracias a sus obras, sus pensamientos, sus creaciones o su talento; han ocasionado queel mundo, de un modo u otro,avance.
Si has llegado hasta aquí es porque eres consciente de la trascendencia que detentó Enrique Bernardo Núñez en la historia. Cómo vivió y las cosas que hizo durante el tiempo que permaneció en el mundo fue decisivo no sólo para las personas que conocieron a Enrique Bernardo Núñez, sino que a lo mejor produjo una huella mucho más profunda de lo que podamosconcebir en la vida de personas que tal vez nunca conocieron ni conocerán ya nunca a Enrique Bernardo Núñez personalmente.Enrique Bernardo Núñez ha sido un ser humano que, por alguna causa, merece ser recordado, y que para bien o para mal, su nombre jamás debe borrarse de la historia.
Las biografías y las vidas de personas que, como Enrique Bernardo Núñez, cautivan nuestro interés, tienen que ayudarnos en todo momento como punto de referencia y reflexión para conferir un marco y un contexto a otra sociedad y otra etapa de la historia que no son las nuestras. Hacer un esfuerzo por entender la biografía de Enrique Bernardo Núñez, el motivo por qué Enrique Bernardo Núñez vivió del modo en que lo hizo y actuó de la forma en que lo hizo durante su vida, es algo que nos ayudará por un lado a comprender mejor el alma del ser humano, y por el otro, la forma en que avanza, de forma implacable, la historia.
(Caracas, 1895 - 1964) Escritor venezolano. Vivió en Valencia hasta el momento en que cumplió quince años, en el momento en que partió a Caracas, resuelto a ocuparse al periodismo y a cursar estudios de medicina en la Universidad Central de Venezuela. Había completado la principal en la escuela de Rafael Pérez y el bachillerato en el instituto Requena, en el que ingresó en 1907, y fundado, un año antes de dejar su Valencia natal, el diario Resonancia del Pasado.
En situación, la auténtica vocación de Núñez era la escritura, tanto la periodística como la literaria, conque no tardó en desertar de las salas universitarias, un par de años tras haber ingresado en la Facultad de Medicina y ayudar de oyente a tutoriales sobre Derecho. También por estas datas empezó a frecuentar las tertulias de quienes terminaron integrando la llamada generación de 1918 y a redactar sus primeras proyectos serias. Con una de ellas, un "Bolívar orador", consiguió en 1918 una mención en los Juegos Florales, y ese año publicó su primera novela: Sol interior, a la que prosiguió, solamente un par de años después, Después de Ayacucho.
En cuanto a su actividad como periodista, inició entonces una refulgente y activa carrera que lo llevó del puesto de redactor de El Imparcial (1919-1920) y colaboraciones habituales, desde 1922, en los primordiales órganos periódicos los diarios El Universal, El Heraldo y El Nuevo Diario, tal como las gacetas Élite y Billiken a la dirección del Heraldo de Margarita, que él mismo creó en Porlamar en 1925, tras ser nombrado secretario general de gobierno del estado Nueva Esparta, a lo largo de la presidencia de Manuel Díaz Rodríguez. Si bien no volvería a ejercer el periodismo con exactamente la misma dedicación que a lo largo de estos años formativos, Núñez, quien llegó a ser un apreciado cronista, fue publicando sus notas un año tras otro y convenientemente recogiéndolas entonces en volumen. Forman una parte de esta esencial faceta de su obra los libros Signos en el tiempo (1939), Viaje por el país de las máquinas (1954) y Bajo el samán (1963).
Como varios escritores de venezuela de su generación, Núñez pasó sin mayores adversidades de la escritura a la diplomacia. Poco tras regresar a Caracas, el canciller Pedro Itriago Chacín lo persuadió de que admitiera el cargo de primer secretario de la legación de Venezuela en Colombia, cargo que aceptó y repitió, en 1929, en La Habana. Fue aquí, en la ciudad más importante cubana, donde empezó a redactar Cubagua, a la que pondría punto y final un año después, en la legación en Panamá. Cubagua aparecería publicada en París en 1939, en el fatídico año del comienzo de la Segunda guerra mundial, hecho este que indudablemente deja entender por qué razón esta novela careció prácticamente de recepción crítica en Francia.
Antes de dejar Panamá escribió una crónica sobre el Canal, La galera de Tiberio, que concluyó ahora de regreso a Venezuela, en 1932. Seis años después, fallecido ahora Gómez, partió a Baltimore como cónsul de Venezuela. Fue en Estados Unidos, en 1941, donde conoció a Rómulo Betancourt, con quien le uniría una enorme amistad.
En la década de 1940, de regreso en Caracas, prosiguió escribiendo para los habituales diarios capitalinos y, desde su aparición en 1943, para El Nacional. En 1945 fue nombrado cronista de la región, compromiso que volvió a asumir en 1953 y que ejercitó hasta 1964, y en el contexto de la que impulsó la gaceta Crónica de Caracas. Ya para estas datas, sus intereses se habían apartado de la literatura propiamente esa a la historia.
Fue entonces en el momento en que publicó 2 esenciales biografías, una dedicada al general Cipriano Castro (El hombre de la levita gris, 1943), la otra a Arístides Rojas (Arístides Rojas, anticuario del Nuevo Mundo, 1944). Asimismo, su actividad de cronista de Caracas lo llevó a redactar uno de sus libros mucho más atrayentes y populares: La localidad de los techos colorados (1947). En reconocimiento a sus indagaciones históricas, la Academia Nacional de la Historia lo recibió como sujeto de número el 24 de junio de 1948, asignándole el sillón "N".
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Los matices y las sutilezas que ocupan nuestras vidas son decididamente fundamentales, ya que destacan la singularidad, y en el caso de la vida de alguien como Enrique Bernardo Núñez, que tuvo su importancia en un momento histórico concreto, es imprescindible intentar brindar un panorama de su persona, vida y personalidad lo más exacta posible.
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