Emilio Castelar

La historia de las civilizaciones está contada por las mujeres y hombres queen el paso de los años, gracias a sus obras, sus pensamientos, sus creaciones o su talento; han originado quela humanidad, de una forma u otra,avance.

Si has llegado hasta aquí es porque sabes de la trascendencia que tuvo Emilio Castelar en la historia. Cómo vivió y lo que hizo mientras estuvo en este mundo fue decisivo no sólo para las personas que conocieron a Emilio Castelar , sino que quizá produjo una huella mucho más vasta de lo que logremosconcebir en la vida de gente que tal vez jamás conocieron ni conocerán ya nunca a Emilio Castelar en persona.Emilio Castelar ha sido una de esas personas que, por algún motivo, merece no ser olvidado, y que para bien o para mal, su nombre nunca debe borrarse de la historia.

Las biografías y las vidas de personas que, como Emilio Castelar , cautivan nuestra atención, deben ayudarnos siempre como referencia y reflexión para ofrendar un marco y un contexto a otra sociedad y otra época de la historia que no son las nuestras. Hacer un esfuerzo por entender la biografía de Emilio Castelar , el motivo por qué Emilio Castelar vivió como lo hizo y actuó del modo en que lo hizo durante su vida, es algo que nos ayudará por un lado a conocer mejor el alma del ser humano, y por el otro, la forma en que se mueve, de forma implacable, la historia.

Vida y Biografía de Emilio Castelar

(Emilio Castelar Ripoll; Cádiz, 1832 - San Pedro del Pinatar, Murcia, 1899) Político español, último presidente de la Primera República. Redactor de El Tribuno (1854), La Soberanía Nacional (1855) y La Discusión (1856-64) y instructor de Historia en la Universidad de Madrid desde 1858, su franca oposición al gobierno de la reina Isabel II, manifestada a través del periódico antidinástico por él fundado y dirigido en 1864, La Democracia, le costó la cátedra. En 1865 fue culpado a muerte, pero logró escapar al extranjero y continuó en París hasta la revolución de 1868. Vuelto a la patria, se transformó en jefe del partido republicano contrario a los en general Serrano y Prim, quienes pretendían entablar la monarquía constitucional y al duque Amadeo I de Saboya, que ocupó el trono de España a lo largo de tres años. Ministro de Negocios Extranjeros tras la abdicación de éste, presidente de las Cortes y después de la República en 1873, vio reducida pausadamente su predominación y abandonó el poder por año siguiente. A fines de 1874 era escogido rey Alfonso XII; Castelar, quien hasta el momento había planeado en detallar, adjuntado con el jefe del partido liberal, Sagasta, un régimen republicano de carácter conservador, se opuso en un inicio a la monarquía; pero tras múltiples años se reconcilió con el nuevo orden de cosas.

Tras estudiar Derecho y Filosofía en la Universidad de Madrid, Emilio Castelar consiguió una cátedra de Historia Filosófica y Crítica de España (1858) y se dedicó a la pelea política, canalizada a través del periodismo (pasó por múltiples periódicos hasta fundar el suyo en 1864: La Democracia). Defendía un republicanismo democrático y liberal, que le encaraba a la inclinación mucho más socializante de Francesc Pi y Margall.

Desde esas situaciones luchó contumazmente contra el régimen de Isabel II, llegando a criticar de forma directa la conducta de la reina en su producto «El aspecto» (1865). En represalia por aquel escrito Castelar fue cesado de su cátedra, arrastrando en su caída al rector de la Universidad de Madrid; las manifestaciones estudiantiles contra su cese fueron reprimidas por el gobierno de manera sanguinolenta (la «Noche de San Daniel»). Luego intervino en la frustrada insurrección del Cuartel de San Gil de 1866, asimismo reprimida por el gobierno; logró escapar a Francia al paso que recaía sobre él una condena a muerte.

Participó en la Revolución de 1868 que destronó a Isabel II, pero no logró que condujese a la proclamación de la República. Fue diputado en las repentinas Cortes constituyentes, en las que resaltó por su aptitud oratoria, singularmente a causa de su defensa de la independencia de cultos (1869). Siguió defendiendo la opción republicana dentro y fuera de las Cortes hasta el momento en que la abdicación de Amadeo de Saboya provocó la proclamación de la República (1873).

A lo largo del primer gobierno republicano, encabezado por Estanislao Figueras, Emilio Castelar ocupó la cartera de Estado, desde la que adoptó medidas como la supresión de los títulos nobiliarios o la abolición de la esclavitud en Puerto Rico. Pero el régimen por el que había luchado se descomponía de forma rápida, desgarrado por las disensiones ideológicas entre sus líderes, apartado por la hostilidad de la Iglesia, la nobleza, el ejército y las clases acomodadas, y hostigado por la insurrección cantonal, la reanudación de la Guerra Carlista y el recrudecimiento de la rebelión independentista en Cuba.

La Presidencia fue pasando de mano en mano -de Figueras a Francesc Pi y Margall en el primer mes del verano y de éste a Nicolás Salmerón en el mes de julio- hasta llegar a Emilio Castelar en el mes de septiembre. Para intentar socorrer el régimen disolvió las Cortes y actuó con la diligencia de un dictador, movilizando hombres y elementos y encargando el mando de las operaciones a militares expertos, si bien de incierta lealtad a la República.

En el momento en que se reiniciaron las sesiones de Cortes a principios de 1874, Castelar presentó su dimisión tras perder una votación parlamentaria, lo que determinó la instantánea intervención del general Pavía, que dio un golpe de Estado disolviendo las Cortes y creando un vacío de poder que aprovechó el general Francisco Serrano para autoproclamarse presidente del Poder Ejecutivo. Liquidada de esta forma la Primera República, el pronunciamiento de Arsenio Martínez Campos vino a establecer nuevamente la Monarquía proclamando rey a Alfonso XII.

Tras regresar de un largo viaje por el extranjero, Emilio Castelar volvió a la política, encarnando en las Cortes de la Restauración la opción de los republicanos «posibilistas» que aspiraban a democratizar el régimen desde dentro; en el momento en que, en los años noventa, se aprobaron las leyes del jurado y del voto universal, Castelar se retiró de la vida política, aconsejando a sus incondicionales la integración en el Partido Liberal de Sagasta (1893).

Su oratoria pomposa y insolente y el movimiento y el ritmo musical de su prosa hicieron de Emilio Castelar el tribuno español mucho más ilustre del siglo XIX. Por otra sección, su temperamento abierto y próximamente al entusiasmo, y la predominación que recibió del conjunto krausista de Giner de los Ríos, en el que se había formado espiritualmente, le transformaron en una personalidad prominente en el campo de la filosofía, la historia, la literatura y el arte, y en entre los hombres mucho más atrayentes de su temporada. Fue intensamente espiritual y, aun en el momento en que racionalista, se sostuvo siempre y en todo momento católico; tampoco su carácter europeo logró reducir un ápice su españolismo.

Castelar tuvo una inusual aptitud de trabajo, e inclusive a lo largo de su fecunda vejez se entregaba por espacio de hasta ocho o diez horas cotidianas a la composición de proyectos distintas de historia, filosofía, narrativa y viajes, y a la colaboración en gacetas nacionales y extranjeras. Merecen citarse La civilización en los cinco primeros siglos del Cristianismo (1859-62), Crónica de la guerra de África (1859), Retratos históricos (1884), Galería histórica de mujeres insignes (ocho vols., 1886-89) y, entre las proyectos narrativas, Ernesto (1855), La hermana de la Caridad (1857) y El suspiro del moro (1885). Son asimismo atrayentes los libros escritos sobre temas italianos a lo largo de los viajes y el destierro, como Recuerdos de Italia y el que se dedica al pintor Fra Filippo Lippi.

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Los matices y las sutilezas que ocupan nuestras vidas son siempre importantes, ya que destacan la singularidad, y en la ocasión de la vida de alguien como Emilio Castelar , que poseyó su trascendencia en un momento histórico concreto, es vital procurar mostrar una perspectiva de su persona, vida y personalidad lo más exacta posible.

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