Elena Quiroga

Vida y Biografía de Elena Quiroga

(Elena Quiroga de Comprende; Santander, 1921 - La Coruña, 1995) Novelista de españa. Autora de una larga y refulgente obra que se integra entre la producción literaria de los enormes narradores que contribuyeron al resurgir de la novela de españa en las décadas de los años cincuenta y sesenta (como Ignacio Aldecoa, Carmen Martín Gaite, Ana María Matute, Rafael Sánchez Ferlosio y, entre otros muchos, Juan García Hortelano), se considera como entre las voces femeninas mucho más importantes de esa generación de mediados de siglo que muestra como aspectos recurrentes la preocupación por el hombre sujeto a las injusticias de la vida y la explotación temática de la experiencia vivida, con particular atención a los años de niñez y primera adolescencia.

La crítica enfocada ha subrayado, en este selecto conjunto de novelistas, el papel definitivo jugado por varias narradoras como nuestra Elena Quiroga, las citadas Carmen Martín Gaite y Ana María Matute, y otras autoras de singular relieve cuyas proyectos no han disfrutado de tanta fortuna entre los historiadores de la literatura de españa moderna, como las barcelonesas Carmen Kurtz y Carmen Laforet, y la ovetense Dolores Medio.

Natural de el seno de una familia acomodada (era hija de los condes de San Martín de Quiroga), tuvo una niñez feliz en la ciudad gallega de Villoria, cuna de su progenitor, donde asimismo disfrutó de una sosegada adolescencia ilustrada por rebosantes lecturas. La esmerada capacitación académica y también intelectual que le brindaron sus progenitores -poco recurrente en una mujer de su tiempo- le dejó desarrollar desde muy temprana edad su innata sensibilidad literaria, puesta de manifiesto en el momento en que solamente tenía veinte años de edad con la publicación de su primera narración, llamada La soledad sonora (1949), donde reconstruía la peripecia escencial de una mujer desde su adolescencia hasta su edad madura.

Esa viva curiosidad intelectual que animó su niñez y juventud la dejó complementarse prontísimo en los círculos mucho más distinguidos de la civilización local, donde entabló relaciones con el historiador Dalmiro de Válgoma (futuro secretario perpetuo de la Academia de la Historia), con quien se casó en 1950. Tras la celebración de este link, el matrimonio se trasladó a la ciudad más importante de España, donde Elena Quiroga tuvo ocasión de frecuentar los foros de discusión y cenáculos literarios, tomar contacto con los primordiales sellos editoriales del país y, al fin y al cabo, incorporarse a ese nutrido conjunto de narradores que se encontraba llamado a actualizar la novela de españa moderna en la época del siglo XX.

La instalación de la autora cantabria en Madrid coincidió con la publicación de la novela que habría de dar a conocer su nombre: una historia centrada en las relaciones entre una muchacha sirvienta y su adulto mayor señor, publicada bajo el título de Viento del Norte (1950) y premiada con el respetado Premio Nadal. Ambientada en un pazo gallego, esta obra dejó ahora bien establecidas las claves estilísticas que habrían de determinar la posterior producción narrativa de Elena Quiroga (entre ellas, un aprovechamiento intimista de sus recuerdos de niñez y adolescencia, una prosa muy elegante y refinada donde resalta la riqueza del lenguaje, tal como una vigilada elaboración cerebral de la trama y los concretes de los individuos).

Lanzada, a causa de este temprano éxito editorial, a una fecunda actividad narrativa a lo largo de esos primeros años de la década de los cincuenta, poco después volvió a los estantes de las librerías con su tercera distribución libresca, llamada La sangre (1952), obra que cuenta la narración de 4 generaciones por medio de un árbol que cuenta cuanto ve y oye. Dos años después, Elena Quiroga publicó su cuarta novela, Algo pasa en la calle (1954), donde, a la vera de las intranquilidades temáticas recurrentes en su producción previo y del peculiar estilo, se puede ver un intento de examinar nuevos campos librescos de mayor actualidad. Así, el fracaso amoroso y la separación marital que forman el eje argumental básico de esta obra se sitúan en espacios urbanos y se proyectan mediante individuos de mayor dificultad sicológica.

Todavía sosten a una furiosa actividad literaria, a lo largo del resto de la década de los cincuenta incrementó su producción narrativa con otros títulos tan significativos como La careta (1955), La enferma (1955) -donde aborda los inconvenientes psíquicos de una mujer que fué dejada por su apasionado-, Plácida la joven y otras narraciones (1956) y La última corrida (1958) -donde recrea las experiencias de tres matadores de toros-.

Este acelerado ritmo de escritura degeneró en la década siguiente. Tristura (1960) fue premiada con el Premio de la Crítica Catalana; su siguiente distribución narrativa se realizó aguardar un lustro (Escribo tu nombre, de 1965) y, desde entonces, la autora cantabria fue apartando poco a poco más las publicaciones: Trayecto uno, El pájaro de oro, La otra localidad, Presente profundo (1973) -quizás su mejor novela de madurez, centrada en la figura de un médico, Rubén, que recuerda la narración de 2 mujeres autodestructibles- y Grandes soledades (1983).

En reconocimiento de esta excepcional producción libresca, en el primer mes del año de 1983 Elena Quiroga fue escogida integrante de número de la Real Academia Española, donde ocupó el sillón "a", vacante tras la última desaparición del asimismo novelista Juan Antonio de Zunzunegui. Fue la segunda mujer en incorporarse a la Academia, tras el ingreso en 1978 de la versista murciana Carmen Conde.

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