El Empecinado

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Vida y Biografía de El Empecinado

(Juan Martín Díez o Díaz, llamado el Empecinado; Castrillo de Duero, Valladolid, 1775 - Roa, Burgos, 1825) Guerrillero español. Este hijo de un labrador acomodado de Castilla tenía experiencia como soldado desde el momento en que combatió contra la Francia de la Convención en la Guerra del Rosellón (1792-95). Posteriormente, su animadversión contra los franceses le llevó a efectuar alguna operación de sabotaje en la temporada en que Francia era aliada de España.

Tras el alzamiento habitual de 1808, con el que dio comienzo la Guerra de la Independencia, se unió a las fuerzas del general Cuesta, vencidas por los franceses en las peleas de Cabezón y Medina de Rioseco. Después de la derrota del ejército regular, y siendo consciente de la contrariedad de vencer al poderoso ejército napoleónico en campo abierto, organizó partidas de guerrilleros que hostigaron de manera continua a los franceses con pequeñas acciones veloces que complicaban las comunicaciones; amparándose en el saber del lote y en la movilidad de pequeñas partidas irregulares, mantuvo una guerra de desgaste penosa para el ejército napoleónico, que sostuvo abierta la «guerra peninsular» hasta 1814.

El Empecinado (alias que recibían los vecinos de su pueblo natal) organizó distintas partidas por las presentes provincias de Valladolid, Burgos, Segovia, Guadalajara y Cuenca, como la «Partida de descubridores de Castilla la Vieja», los «Tiradores de Sigüenza» o los «Voluntarios de Guadalajara», hasta un total de unos diez mil hombres; sus acciones se extendieron esporádicamente hasta la costa mediterránea y la frontera portuguesa, y estuvieron ordenadas con la ofensiva inglesa mandada por Wellington.

Los franceses procuraron ineficazmente capturarle, encargando de esto al general Joseph Leopold Hugo, que tenía experiencia en la pelea contra la guerrilla en la Vendée y en los Abruzzos italianos. El Empecinado se transformó en un héroe mítico en la imaginación del pueblo que padecía la ocupación francesa; la Junta Central y la Regencia le reconocieron sus méritos concediéndole el nivel de general.

Pero en el momento en que, derrotados los franceses, Fernando VII recobró el trono y restauró el absolutismo monárquico, rechazando la obra de las Cortes de Cádiz, el Empecinado se declaró partidario del liberalismo y demandó al rey que admitiera la Constitución. Lejos de esto, Fernando VII le confinó en Valladolid.

En el momento en que la Constitución fue de nuevo puesta en vigor tras el pronunciamiento de Riego (1820), se le confiaron al viejo guerrillero cargos de compromiso en la Administración liberal (gobernador militar de Zamora, segundo jefe de la Capitanía General de Castilla la Vieja). Participó en la resistencia contra la novedosa invasión francesa de los «Cien mil hijos de San Luis», que en 1823 vinieron a terminar con la experiencia liberal en España. Tras la derrota se exilió resumidamente en Portugal, de donde regresó aquel mismo año para ser detenido y encarcelado en el castillo de Roa. Allí fue sometido a un trato degradante por los Voluntarios Realistas hasta el momento en que, tras una patraña de juicio, fue culpado a muerte y ejecutado por expreso deseo del rey.

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