Si has llegado hasta aquí es porque sabes de la relevancia que atesoró Edward Hopper en la historia. El modo en que vivió y lo que hizo mientras permaneció en este mundo fue decisivo no sólo para quienes conocieron a Edward Hopper, sino que quizá legó una huella mucho más vasta de lo que logremosconcebir en la vida de personas que tal vez nunca conocieron ni conocerán ya nunca a Edward Hopper en persona.Edward Hopper ha sido un ser humano que, por alguna razón, merece no ser olvidado, y que para bien o para mal, su nombre jamás debe borrarse de la historia.
Comprender lo bueno y lo malo de las personas significativas como Edward Hopper, personas que hacen girar y evolucionar al mundo, es algo fundamental para que podamos apreciar no sólo la vida de Edward Hopper, sino la de toda aquellas gentes que fueron inspiradas por Edward Hopper, gentes a quienes de de una forma u otra Edward Hopper influenció, y desde luego, entender y comprender cómo fue vivir en el momento de la historia y la sociedad en la que vivió Edward Hopper.
Las biografías y las vidas de personas que, como Edward Hopper, atraen nuestra curiosidad, deben servirnos siempre como referencia y reflexión para conferir un marco y un contexto a otra sociedad y otra época de la historia que no son las nuestras. Tratar de entender la biografía de Edward Hopper, el motivo por qué Edward Hopper vivió de la forma en que lo hizo y actuó del modo en que lo hizo durante su vida, es algo que nos impulsará por un lado a vislumbrar mejor el alma del ser humano, y por el otro, el modo en que se mueve, de forma inevitable, la historia.
Vida y Biografía de Edward Hopper
(Nyack, 1882 - Nueva York, 1967) Pintor y grabador estadounidense. Estudió en la School of Art de Nueva York y hasta 1920 se dedicó a la ilustración y al grabado. Es entre los máximos representantes del realismo estadounidense. Sus proyectos se identifican por la simplicidad geométrica (Domingo por la mañana temprano, 1930) y por el régimen de los individuos, paralizados y apartados en el paisaje urbano (Autómata, 1927; Noctámbulos, 1942).
Formado en Nueva York bajo el magisterio de los mucho más relevantes pintores realistas actualmente, las vanguardias de europa solamente incidieron en la obra de Edward Hopper. El pintor viajó múltiples ocasiones al viejo conjunto de naciones entre 1906 y 1910, pero lo que mucho más atrajo allí su atención no fueron las corrientes vanguardistas (eran los tiempos del cubismo de Picasso y Braque), sino más bien tradicionales españoles como Diego Velázquez y Francisco de Goya y artistas franceses como Honoré Daumier y Édouard Manet, los que terminarían de modificar un realismo personal al que Hopper se sostendría leal durante su trayectoria.
Sus primeras exposiciones particulares tuvieron escasa influencia; solo en la época de la década de 1920 alcanzó su obra pleno reconocimiento, lo que le dejó desde ese momento ocuparse de forma exclusiva a la pintura. Por esa temporada contrajo matrimonio con la asimismo pintora Josephine Nivison, quien, tras el fallecimiento del artista en 1967, legó su amplia producción al Museo Whitney de Nueva York.
Caracteriza la obra de Hopper la representación de situaciones contemporáneas en que la visión de un planeta deshumanizado y la incomunicación de los seres que lo pueblan semejan ser los temas primordiales, cuya expresión el artista supo remarcar a través de la utilización de frías líneas rectas y formas geométricas, y alejando a través de enormes espacios vacíos las figuras humanas, de semblantes difusos, o genéricos y también inexpresivos. En Habitación en Brooklyn (1932), no tenemos la posibilidad de no ver la cara de la mujer, que cose en frente de una ventana a espaldas del espectador, en un grupo que transmite, con su vacuidad, sus líneas rectas y sus apagadas tonalidades, una melancólica impresión de soledad y aislamiento.
Otro de los cuadros mucho más precisamente apreciados de Edward Hopper es Nighthawks (1942), verdaderamente, Halcones de la noche, si bien frecuenta traducirse como Noctámbulos o Aves nocturnas. Para su realización, el artista se inspiró en un lugar de comidas ubicado en la esquina de la avenida Greenwich de Nueva York y asimismo, según ciertos comentaristas, en el relato corto Los asesinos, de Ernest Hemingway.
Como si de una jaula de cristal se tratara, el bar, vivamente iluminado y proyectado hacia afuera como la proa de un barco, predomina de forma fuerte en la obscuridad que se cierne sobre la localidad. En su interior, las figuras representadas se sostienen estáticas y absortas, tratadas por el pintor de una manera afín a ámbas máquinas de café o a los saleros y otros utensilios de la barra. Sólo el personaje femenino consigue, tanto por el tono de su vestido como por el movimiento de su brazo, una prestancia señalada. Pintor de la luz y del silencio, como en ocasiones se le definió, Hopper semeja recrear aquí la atmósfera del cine negro de la temporada, el de las novelas de Raymond Chandler. El efecto, al unísono que poético, tiene dentro una indiscutible carga inquietante.
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Los matices y las sutilezas que ocupan nuestras vidas son decididamente fundamentales, ya que perfilan la diversidad, y en el caso de la vida de alguien como Edward Hopper, que detentó su significación en una época determinada, es fundamental intentar ofrecer un panorama de su persona, vida y personalidad lo más exacta posible.
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