Edgar Degas

Ya sea inspirando a otras personas o siendo una pieza esencial de la acción. Edgar Degas es uno de esos sujetos cuya vida, realmente, merece nuestro interés debido al grado de influencia que tuvo en la historia.Comprender la existencia de Edgar Degas es conocer más acerca de una época concreta de la historia del ser humano.

Conocer las luces y las sombras de las personas significativas como Edgar Degas, personas que hacen rodar y cambiar al mundo, es algo esencial para que podamos poner en valor no sólo la vida de Edgar Degas, sino la de todas aquellas personas que fueron inspiradas por Edgar Degas, aquellas personas a quienes de un modo u otro Edgar Degas influyó, y indudablemente, conocer y descifrar cómo fue el hecho de vivir en la época y la sociedad en la que vivió Edgar Degas.

Las biografías y las vidas de personas que, como Edgar Degas, seducen nuestra atención, deben ayudarnos siempre como referencia y reflexión para conferir un marco y un contexto a otra sociedad y otra etapa de la historia que no son las nuestras. Tratar de entender la biografía de Edgar Degas, porqué Edgar Degas vivió como lo hizo y actuó del modo en que lo hizo durante su vida, es algo que nos impulsará por un lado a comprender mejor el alma del ser humano, y por el otro, la forma en que avanza, de forma inexorable, la historia.

Vida y Biografía de Edgar Degas

(Hilaire Germain Edgar Degas; París, 1834 - 1917) Pintor impresionista francés. A pesar de que inició sus estudios de derecho, Edgar Degas se dedicó bien próximamente a la pintura merced a la desahogada economía familiar y al beneplácito de su padre, cuya cultura y sensibilidad frente a lo artístico resultó primordial en su etapa de capacitación.

En 1853 ingresó en el taller del pintor Félix-Joseph Barrias y en 1854 recibió las enseñanzas de Louis Lamothe, fan de Ingres. Sin embargo, su privilegiada condición popular, que determinará toda su historia y buena parte de su obra, le dejó entender las compilaciones particulares de pintura de la clase alta parisiense y formarse en la tradición tradicional como autodidacta por medio de múltiples viajes. En casa de su tío el barón Bellelli, en Florencia, Degas tuvo ingreso a copias y auténticos de Rafael Sanzio, Andrea Mantegna, Piero Pollaiuolo, Domenico Ghirlandaio y Sandro Botticelli.

Por los testimonios de la época se conoce que Degas era un hombre tímido, sensible, algo retraído, con una enorme vida interior que en ocasiones le complicaba la relación con sus semejantes, como puede observarse en la serie de autorretratos que efectuó entre 1854 y 1858, donde se puede ver la predominación de Jean Auguste Dominique Ingres. En la década de los sesenta, la oportunidad de comprender la pintura como un ejercicio artístico, extraño a las alegorías y al trasfondo moralista de los enormes cuadros de historia, era todavía dudosa y incierta.

Sin embargo, las recientes muertes de Claude Joseph Vernet, Eugène Delacroix y también Ingres abrieron un hueco en el que ha podido realizarse, a través de Édouard Manet y del mismo Degas, lo que Baudelaire llamó con énfasis el "heroísmo de la vida actualizada". La familia Bellelli (1858-1875, Museo de Orsay, París) aparece de unos retratos de sus primas que Degas pintó a lo largo de su primera estancia en Florencia, y exhibe un análisis visual de la familia en el que los letras y números de los individuos (la atenta y también intranquiliza tía Laura, su marido Genaro, ámbas pequeñas), adjuntado con la verosimilitud del moblaje y los elementos personales, forman una composición verdadera, leal testimonio de la vida actualizada.

La obra, no obstante, puede comprenderse asimismo como una alegoría de la continuidad temporal familiar, ya que el dibujo que cuelga de la pared representa al abuelo Degas, patriarca de la familia, al tiempo que nuestra Laura Bellelli está embarazada; son 4 y no 2 (como semeja a fácil vista) las generaciones plasmadas en el cuadro: el pasado nutre al presente para proyectarse más adelante, como sucede en toda la obra de Degas.

De regreso a París, tras una estancia en la villa Médicis de Roma, Degas descubrió el impresionante planeta escénico que exaltó en su pintura. Aunque de connotaciones alegóricas, el retrato de Mademoiselle Fiocre en el ballet La Source (1868, Brooklyn Museum, Nueva York), expuesto en el Salón de 1868, representa su aparición en el panorama artístico parisiense.

Su obra Orquesta de la ópera (1868-1869, Museo de Orsay, París), debía ser un retrato del fagotista Désiré Dihau, pero por último se transformó en una composición donde ciertos de sus amigos, como el compositor Emmanuel Chabrier y otros músicos -pintados prácticamente a la forma de Ingres-, están coronados por un friso de bailarinas degolladas. Tras la visión instantánea y objetiva de encuadre espontáneo se oculta un complejo artificio compositivo que demanda el derecho a detallar novedosas reglas para la representación verdadera de la imagen de una época.

Las relaciones de Degas con el movimiento impresionista fueron bastante complicadas. A pesar de que participó en siete de las ocho exposiciones del conjunto y sostuvo distintas contactos con todos y cada uno de los pintores que lo formaban, se negó de manera sistemática a entrenar la pintura al aire libre y su obra tiene incuestionables resonancias realistas e inclusive tradicionales.

La captación visual del momento en Degas no puede asociarse al paisaje, que solamente practicó, si bien sí puede reconocerse en varias pinturas similares con la música, el baile o la escena. El padre de Degas oyendo a Lorenzo Pagans (1869, Museo de Orsay, París), representa un instante exacto de entre las veladas musicales que su padre organizaba en su residencia; el momento es retenido, pero no solo por medio de la referencia visual, sino más bien asimismo por medio del ademán del artista y guitarrista Lorenzo Pagans -boca abierta y mirada perdida-, tal como por el movimiento tomado de sus manos a lo largo de la ejecución de una parte y la expresión de ensimismamiento del padre.

Tras la guerra franco-prusiana, donde participó alistándose en la Guardia Nacional, Degas regresó a París y frecuentó el ballet de la Ópera de la calle Peletier, empezando sus primeras y míticas series de bailarinas hacia 1872. Dos años después, en el momento en que participó en la primera exhibe impresionista, su pintura fue entre las menos criticadas debido al especial dominio del dibujo, comprendido éste solo como un análisis de la verdad.

En la tercera exposición impresionista que se festejó en 1877, en cuya organización Degas participó activamente, su pintura se decantó durante un momento hacia los temas sociales a consecuencia de la predominación de Émile Zola y de las tertulias en el café Guerbois. De esa época podemos destacar Las planchadoras (1884, Museo de Orsay, París) y La absenta (1876, Museo de Orsay, París), obra donde el artista se solidariza con 2 individuos marginales, un indigente y una prostituta, cuyos vestuarios crean una sutil relación cromática y metonímica con sus respectivas bebidas. La visión oblicua que introduce al espectador en la escena no es mucho más que un recurso de verosimilitud pictórica que apunta hacia la objetividad y preocupación por lo popular.

Sin embargo, Degas, que proseguía el código de la buena sociedad tan elocuentemente descrito por Marcel Proust, no habría de entrar en los libros de historia de la pintura por sus reivindicaciones sociales, sino más bien, eminentemente, por los efectos del movimiento que logró plasmar tan fabulosamente en su obra, más que nada en la serie de las bailarinas, de planchadoras o de figuras femeninas generalmente: mujeres bailando, bañándose o secándose, captadas en ese momento exacto de la verdad. Su pintura se interesó por la figura femenina, a la que consagró la mayoría de su obra.

A partir de los años ochenta, Degas efectuó varias variantes sobre el tema de las bailarinas; no obstante, la iniciativa de la mujer estuvo muy enlazada a su historia artística y privada. Degas perdió a su madre en el momento en que contaba solamente trece años. No se casó jamás y no se le conoció ninguna relación cariñosa -Mademoiselle Volkonska y Marie Dihau no son mucho más que puras suposiciones-; frente ello el artista comentó en una ocasión: "Hubiese sufrido a lo largo de mi vida el miedo de que mi mujer afirmara: Te quedó bonita, tras haber acabado una pintura."

Ajeno de las connotaciones misóginas de similar afirmación, la verdad es que sus complicadas relaciones con las mujeres influyeron claramente en su arte y favorecieron su curiosidad mediante la mirada, un "voyeurismo" que actúa en esos cuerpos que, de todos modos, semejan ser robados a la privacidad femenina, mientras que las mujeres se organizan para la escena, como en Clase de baile (1872, Museo de Orsay, París), Bailarina sentada frotándose el tobillo izquierdo (1881-1883, Museo de Orsay, París) y Bailarinas entre bastidores (1890, Museo de Orsay, París), o mientras que efectúan sus aseos rutinarios como en Mujer peinándose (1887-1890, Museo de Orsay, París) o Mujer secándose el pelo al aire libre (1903, Museo de Orsay, París).

Mujer peinándose es uno de sus mucho más tradicionales desnudos. En una versión posterior del mismo tema, Doncella peinando a la señora (1896, National Gallery, Londres), los contornos de la mujer y la criada brotan de un campo cromático colorado anaranjado que semeja predecir el Estudio colorado de Matisse (1911, MOMA, Nueva York) quien, raramente, fue dueño de esta pintura de Degas.

Degas fue un pintor tradicional de la vida actualizada que sostuvo una apasionada relación con la pintura del pasado: "Está realmente bien copiar lo que uno ve; pero es bastante superior dibujar lo que no ve, salvo en el recuerdo. Es una transformación donde la imaginación y la memoria trabajan juntas. Sólo se reproduce lo que llamó la atención, esto es, lo verdaderamente preciso. De este modo los recuerdos y las fantasías se dejan libre de la tiranía de la naturaleza. Por este fundamento los cuadros hechos de esta forma, por un hombre que tiene una memoria cultivada y que conoce tanto su trabajo como a los viejos profesores, son la mayoria de las veces proyectos visibles." De hecho, muchas de las figuras que semeja haber plasmado con objetividad paseando por alguna calle de París tienen la posibilidad de reconocerse en proyectos de Jean Auguste Dominique Ingres, Antoine Watteau o algún pintor irreconocible de los siglos XVII o XVIII.

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Las sutilezas y las peculiaridades que ocupan nuestras vidas son decididamente imprescindibles, ya que perfilan la diversidad, y en el tema de la vida de un ser como Edgar Degas, que poseyó su trascendencia en una época concreta, es vital intentar ofrecer un aspecto de su persona, vida y personalidad lo más exacta posible.

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