Dionisio Areopagita

Las biografías y las vidas de personas que, como Dionisio Areopagita, atraen nuestra atención, deben ayudarnos en todo momento como referencia y reflexión para conferir un marco y un contexto a otra sociedad y otra época de la historia que no son las nuestras. Tratar de entender la biografía de Dionisio Areopagita, el motivo por el cual Dionisio Areopagita vivió del modo en que lo hizo y actuó del modo en que lo hizo a lo largo de su vida, es algo que nos ayudará por un lado a vislumbrar mejor el alma del ser humano, y por el otro, el modo en que avanza, de forma inevitable, la historia.

Vida y Biografía de Dionisio Areopagita

(Siglo I; Atenas, ? - id., ?) Obispo y mártir ateniense. Según cuenta San Lucas en los Hechos de los Apóstoles, era integrante del Areópago ateniense, y después se transformó al cristianismo, por predominación de San Pablo. De acuerdo con exactamente la misma fuente, habría sido el primer obispo de Atenas y habría sufrido el calvario bajo el emperador Domiciano. Durante siglos se le atribuyeron distintas proyectos que en la actualidad se piensan escritas por otro creador, al que lleva por nombre Pseudo Dionisio Areopagita, y que habría vivido en Siria o Egipto. Estas proyectos, de inspiración precisamente neoplatónica, tuvieron una extensa predominación en la escolástica europea de la Edad Media.

El escritor al que llamamos Pseudo Dionisio Areopagita es un personaje enigmático cuya situación histórica todavía es aún un misterio. Con estilo original y vigoroso, escribió entre 480 y 530 una sucesión de tratados que la Edad Media veneró prácticamente como contenidos escritos sagrados. Se ignora si aun se llamaría Dionisio. Mediante un recurso literario que podía sospechar necesidad de ocultación o la ingenua promesa de formar parte en la popularidad de un hombre ahora por otros conceptos glorioso, se realizó pasar por el acólito de San Pablo transformado tras el alegato del apóstol en el Areópago; y de esta forma, se amparó eminentemente en esta personalidad y dirigió diez cartas a figuras de los tiempos apostólicos, como Cayo, Sosípatro, Policarpo, Demófilo, Tito e inclusive "Juan, teólogo, evangelista y apóstol desterrado en la isla de Patmos", o sea, San Juan Evangelista.

En esta última y en su tratado mucho más célebre, De los nombres divinos, que mereció un comentario de Santo Tomás de Aquino, Pseudo Dionisio Areopagita afirma haber asistido a la "dormitio" de la Virgen María (nombre que habría de darse entonces a la desaparición de la madre de Jesús) y conversado con San Pedro y Santiago Apóstol. Según la epístola VII, contempló el eclipse de Sol ocurrido a lo largo de la crucifixión de Jesucristo. La autoridad de papas como San Gregorio Magno y San Martín, y la de San Máximo confesor (siglo VII), su primer escoliasta, indujeron a estimar genuinos semejantes contenidos escritos tanto en Oriente como en Occidente, y llevaron a negar una vieja sospecha ahora fomentada por los católicos a lo largo de la disputa con los monofisitas, quienes los juzgaban de origen apostólico.

Difundidas mediante las ediciones latinas del abad Ilduino y de Juan Escoto Erígena (creador, este último, de la versión mucho más corriente), las proyectos de Pseudo Dionisio Areopagita inspiraron una sucesión de comentarios, entre ellos los de Hugo de San Víctor, San Alberto Magno y San Buenaventura. Dionisio se transformó en el padre reconocido de la mística medieval, inspiró a teólogos, ascetas, liturgistas y artistas, e inclusive agradó a Jacques Bossuet, perito en estilo. El humanismo, desdeñoso respecto del ramplón latín de la Edad Media, no supo, no obstante, renunciar al tesoro místico dionisiano, en el que probablemente reconocía el espíritu neoplatónico, y, a través del buen gusto de Marsilio Ficino, ofreció una digna versión latina y reanimó la "quaestio dionisiana" en torno al desconocido creador.

El grupo de la producción de Pseudo Dionisio Areopagita entiende 2 conjuntos de proyectos: el que viene dentro por De la jerarquía celeste y De la jerarquía eclesiástica, en las que se estudia la clase de criaturas dignas de recibir la revelación divina, y el que tiene dentro De los nombres divinos y De la teología mística. Estos 2 últimos contenidos escritos formaban, adjuntado con otros 2 perdidos, Esbozos teológicos y Teología simbólica, la mucho más completa suma teológica pretomista.

Para Dionisio, el planeta es un todo ordenado en un orden sacro donde el sitio de cada criatura (angélica, humana o subhumana) está fijado eternamente por su nivel de perfección y de clase. La historia no es sino más bien el movimiento de ida y regreso del cosmos (de Dios a Dios): el fluído y el reflujo de una enorme marea. En esta concepción jerárquica de la verdad universal podemos encontrar ahora "in nuce" la política medieval y el feudalismo: entre el serafín mucho más alto y el mucho más humilde de los cristianos se dan incontables grados, como va a ocurrir entonces entre el emperador o el papa y el vasallo mucho más ínfimo, seglar o clérigo.

Da bastante que meditar esta subversión de la historia, en razón de la que un escritor del siglo V, que es dependiente fundamentalmente del pensador neoplatónico Proclo (según probó ahora Koch a fines de la pasada centuria), hace aparición movido al ámbito paulino y durante siglos enteros se considera profesor de aquel. Denominado "Doctor hierarchicus", Pseudo Dionisio Areopagita debió ser un monje siríaco acólito de Jámblico y de Proclo (410-85) y transformado por el neoplatonismo. Procedía del paganismo, y exactamente desde el seno de éste le acusó de "Parricidio" al sofista Apolofanes, por el hecho de que había empleado "de una manera impía a los helenos contra los helenos". Sin embargo, Dionisio sirvió a la realidad; el dionisismo fue un factor favorecido y su predominación recorrió edades y siglos, y tal como de la obra De la jerarquía celeste derivó la ordenación angélica del "Paraíso" en la Divina Comedia de Dante, asimismo su teología apofática dio sitio a concepciones correspondientes a los campos mucho más opuestos y a las edades mucho más separadas: desde la "noche obscura del alma" de San Juan de la Cruz hasta la "nube del Incognoscible" de Herbert Spencer.

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