Ya sea inspirando a otros seres humanos o siendo una pieza esencial de la acción. Diego de Silva Velázquez es una de esas personas cuya vida, realmente, merece nuestra consideración por el nivel de influencia que tuvo en la historia.Comprender la vida de Diego de Silva Velázquez es comprender más acerca de un periodo concreto de la historia del ser humano.
Si has llegado hasta aquí es porque sabes de la relevancia que tuvo Diego de Silva Velázquez en la historia. La forma en que vivió y lo que hizo mientras permaneció en el mundo fue decisivo no sólo para quienes conocieron a Diego de Silva Velázquez, sino que quizá dejó una señal mucho más profunda de lo que logremossospechar en la vida de gente que tal vez nunca conocieron ni conocerán ya nunca a Diego de Silva Velázquez en persona.Diego de Silva Velázquez ha sido uno de esos seres humanos que, por alguna causa, merece no ser olvidado, y que para bien o para mal, su nombre jamás debe borrarse de la historia.
Conocer lo bueno y lo malo de las personas relevantes como Diego de Silva Velázquez, personas que hacen rodar y cambiar al mundo, es algo sustancial para que podamos valorar no sólo la existencia de Diego de Silva Velázquez, sino la de todos aquellos y aquellas que fueron inspiradas por Diego de Silva Velázquez, personas a quienes de de una forma u otra Diego de Silva Velázquez influenció, y indudablemente, conocer y descifrar cómo fue el hecho de vivir en el momento de la historia y la sociedad en la que vivió Diego de Silva Velázquez.
Vida y Biografía de Diego de Silva Velázquez
(Diego Rodríguez de Silva y Velázquez; Sevilla, 1599 - Madrid, 1660) Pintor español. Además de ser la personalidad artística mucho más señalada de su tiempo, Diego Velázquez es asimismo la figura culminante del arte español, sin contrincante hasta los tiempos de Goya.
Diego Velázquez efectuó su estudio en Sevilla, en el taller de Francisco Pacheco, con cuya hija se casó en 1617. Cuando todavía era un joven, pintó ciertas proyectos religiosas (La Inmaculada Concepción, La Adoración de los Reyes Magos) con un realismo excepcional y pronunciados efectos de claroscuro. A exactamente la misma temporada forma parte una sucesión de proyectos de género con figuras de espectacular intensidad y una certeza muy intensa en la reproducción tanto de los modelos humanos como de los elementos inanimados; entre otros muchos ejemplos se tienen la posibilidad de refererir Vieja friendo huevos y El aguador de Sevilla.
Asimismo por entonces pintó insólitos cuadros de temática religiosa ambientados en niveles rutinarios, como Cristo en la casa de Marta o Cristo en Emaús; en verdad, la aptitud de transformar situaciones de la vida de Jesucristo en algo próximo y verdadera forma una característica del barroco hispalense que Velázquez legó a otros artistas de su tiempo.
Estas proyectos, de un estilo en cuanto al resto muy distinto del de su temporada de madurez, le valieron alguna reputación, que llegó hasta la corte, con lo que en 1623 Diego Velázquez fue llamado a Madrid por el conde-duque de Olivares, valido de Felipe IV, a fin de que pintase un retrato del rey; tanto agradó la obra al soberano que lo nombró pintor de corte.
Empezó de esta forma para Velázquez una extendida y reconocida carrera cortesana, durante la que recibió relevantes títulos, como los de ujier de cámara y caballero de la Orden de Santiago. Desde su ascenso oficial hasta el desenlace de sus días pintó varios retratos de Felipe IV y de distintos integrantes de su familia, caminando o a caballo.
Hablamos de proyectos de enorme realismo y inusual sobriedad en las que el magistral empleo de la luz ubica los cuerpos en el espacio y hace vibrar a su alrededor una atmósfera real que los envuelve. Los fondos, muy espesos al comienzo, se suavizan y aclaran entonces, con el pasar de los años. En los retratos femeninos (el de Mariana de Austria, por poner un ejemplo), el artista se recrea en los espléndidos vestidos, en los que exhibe sus enormes características como colorista.
La culminación de su trayectoria como retratista es Las Meninas, considerada por ciertos como la obra pictórica más esencial de siempre. Hay que resaltar del mismo modo las inigualables series de enanos y lisiados de la corte. Velázquez efectuó 2 viajes a Italia, uno en 1629-1631 y otro en 1648-1651. En los dos causó proyectos esenciales: La túnica de José y La fragua de Vulcano en el primero; los retratos de Juan de Pareja y de Inocencio X en el segundo; el del Papa es un retrato portentoso, dotado de una vivacidad, una intensidad y un colorismo inusuales.
Al genio hispalense hay que asimismo una pieza maestra de la pintura histórica, La rendición de Breda, pintada en 1634 para el Salón de Reinos del palacio del Buen Retiro de Madrid. El mérito de la obra radica en la sepa del engolamiento frecuente en los cuadros de temática histórica y en la plasmación de las facetas mucho más humanas del hecho; la composición admirablemente resuelta y la atmósfera de increíble realismo hicieron de esta obra entre las mucho más conocidas del profesor.
Artista prolífico, Diego Velázquez dejó asimismo esenciales producciones de temática religiosa (Crucificado) y ciertas de tema mitológico en clave diaria, como Los borrachos o Las hilanderas, esta última entre las proyectos capitales del artista por la perfección que consigue en ella la visión aérea. El tono de cotidianeidad, de hecho vivo, otorga a estas realizaciones un especial atrayente.
De temática mitológica es también la magistral Venus del espéculo, el único desvisto femenino que pintó y entre los pocos de la crónica de la pintura de españa. Poco popular fuera de España hasta el siglo XIX, Diego Velázquez es el día de hoy considerado entre los enormes genios de la pintura universal.
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