Conde Leopold Berchtold

La historia de las civilizaciones la escriben los hombres y mujeres queen el paso de los años, gracias a su forma de actuar, sus ideales, sus hallazgos o su arte; han originado quela humanidad, de un modo u otro,progrese.

Conocer las luces y las sombras de las personas destacadas como Conde Leopold Berchtold, personas que hacen girar y evolucionar al mundo, es una cosa esencial para que seamos capaces de apreciar no sólo la vida de Conde Leopold Berchtold, sino la de todas aquellas personas que fueron inspiradas por Conde Leopold Berchtold, gentes a quienes de de una u otra forma Conde Leopold Berchtold influyó, y por supuesto, comprender y entender cómo fue vivir en el periodo histórico y la sociedad en la que vivió Conde Leopold Berchtold.

Las biografías y las vidas de personas que, como Conde Leopold Berchtold, cautivan nuestra curiosidad, tienen que servirnos siempre como referencia y reflexión para proponer un marco y un contexto a otra sociedad y otra época de la historia que no son las nuestras. Hacer un esfuerzo por comprender la biografía de Conde Leopold Berchtold, el motivo por qué Conde Leopold Berchtold vivió del modo en que lo hizo y actuó de la forma en que lo hizo durante su vida, es algo que nos impulsará por un lado a vislumbrar mejor el alma del ser humano, y por el otro, el modo en que avanza, de forma inevitable, la historia.

Vida y Biografía de Conde Leopold Berchtold

(Viena, 1863 - Sopron, 1942) Político austriaco. Como ministro de Asuntos Exteriores del Imperio Austro-húngaro entre 1912 y 1915, fue el primordial responsable de la escalada que, tras el ultimátum lanzado a Serbia el 23 de julio de 1914, provocó el estallido de la Primera Guerra Mundial.

Tenía amplias características territoriales en Moravia y Hungría y, merced a un matrimonio favorable, era entre los hombres mucho más ricos del Imperio. Vinculado desde muy joven a la corte imperial gracias a su ascendencia aristocrática, en 1893 se incorporó al cuerpo diplomático de Austria-Hungría. Sirvió primero en París y después en Londres, y en 1906 fue nombrado embajador frente al zar Nicolás II de Rusia. En este puesto continuó hasta 1911.

El 19 de febrero de 1912, el emperador Francisco José I lo nombró ministro de Asuntos Exteriores para ocurrir al conde Aloïs Lexa von Aehrenthal. Berchtold mostró poco entusiasmo al asumir sus novedosas responsabilidades, y su ascenso fue acogido con escepticismo por las fuerzas políticas. Hombre pretencioso, mujeriego, apasionado del lujo, la buena vida y los caballos (sostenía una cuadra de carreras), sus contemporáneos lo consideraban poco capaz y de carácter voluble.

En su nuevo puesto, Berchtold cayó prontísimo bajo la predominación del mariscal de campo conde Franz Conrad von Hötzendorff, jefe del Estado Mayor del ejército. Este abogaba por una política dura contra los movimientos nacionalistas y sociales que conminaban con desintegrar la monarquía danubiana. Aunque Berchtold sostuvo, de entrada, una actitud moderada en relación a esta cuestión, se mostró partidario frente al emperador de proseguir la política de inflexibilidad en relación a los movimientos separatistas y la amenaza de Rusia en los Balcanes.

A lo largo de la primera Guerra de los Balcanes, entre octubre y diciembre de 1912, defendió a toda costa el cuidado del reparto territorial de la zona. Con una escasez de miras políticas que tendría secuelas deplorables, tras la contienda apoyó la creación del estado de Albania, a fin de evitar que Serbia consiguiera un corredor territorial hacia el mar Adriático.

A lo largo del año siguiente el gobierno serbio radicalizó sus sacrificios políticos por hacer un estado sin dependencia que incluyese a todos y cada uno de los pueblos eslavos meridionales, lo que significaba en verdad beneficiar los movimientos centrífugos que conminaban a Austria-Hungría. La escasa claridad de la política de Berchtold agudizó velozmente la tensión entre el Imperio y Serbia, que acabó con el homicidio del archiduque Francisco Fernando de Austria y de su mujer en Sarajevo (Bosnia) el 28 de junio de 1914, a manos del estudiante serbo-bosnioherzegovino Gavrilo Prinzip.

La actitud inicial de Berchtold con en comparación con magnicidio fue de moderación, dadas las gravísimas secuelas políticas que el estallido de una guerra con Serbia podía implicar para la zona balcánica. A pesar de que el mariscal Hötzendorff urgía a la invasión instantánea de Serbia, Berchtold vaciló a lo largo de los primeros días gracias a la actitud conciliatoria del gobierno serbio, que expresó sus condolencias al emperador y repudió el asesinato. Por otra sección, Berchtold se encontraba sometido a la presión del presidente húngaro, Istvan Tisza, quien deseaba eludir a toda costa el estallido bélico. Pero, al tiempo, recibía una fuerte presión del gobierno alemán.

El 30 de junio se reunió con el embajador alemán en Viena, conde Heinrich von Tschirschky, quien solicitó representando a su gobierno que se tomaran medidas concluyente contra los serbios. Cuatro días después recibió a Viktor Naumann, ministro de Exteriores alemán, que le ofreció todo el acompañamiento de su gobierno en caso de que Rusia interviniese en la crisis en pos de Serbia.

Su siguiente paso fue redactar una carta apuntada al emperador de Alemania, Guillermo II y firmada por Francisco José, donde trataba de seducir a los dos de la compromiso del gobierno serbio en el magnicidio. El 6 de julio, Guillermo II y su canciller, Theobald von Bethmann-Hollweg, dirigieron un telegrama a Berchtold para asegurarle su acompañamiento. Este fue el popular "cheque en blanco" que el gobierno del Segundo Reich ofreció al gobierno austriaco en su política de guerra en los Balcanes.

Desde ese instante, Berchtold se aproximó a Hötzendorff y se mostró partidario de publicar una invasión contra Serbia, cuyos preparativos debían sostenerse en misterio. Por ello, aconsejó a Hötzendorff y al ministro de Guerra, barón Alexander von Krobatin, que se marcharan de vacaciones para ofrecer una fachada de normalidad. Al mismo tiempo, evitó reportar a Italia de sus proyectos, por temor a que el gobierno italiano informara a Rusia y esta se movilizara de manera rápida en acompañamiento de Serbia. Al parecer, Berchtold jamás consideró con la adecuada responsabilidad la oportunidad de que San Petersburgo interviniese militarmente en la crisis.

El diez de julio envió a su colaborador Friedrich von Wiesner a Belgrado para saber de qué forma marchaba la investigación sobre el homicidio del archiduque. Wiesner le notificó de forma tajante de que nada parecía señalar que el gobierno serbio estuviese relacionado con el atentado de Sarajevo. Sin embargo, Berchtold ocultó esta información al emperador Francisco José, que por entonces se encontraba en su vivienda de verano en Bad Ischl.

El 14 de julio engañó asimismo al húngaro Tisza al asegurarle que el gobierno austro-húngaro resolvería por la vía diplomática habitual la crisis con Belgrado y no realizaría ninguna demanda territorial sobre Serbia. Pero, de todos modos, el complot tramado por Berchtold, Hötzendorff y Krobatin había realizado ahora un reparto territorial de Serbia sobre el papel. Sospechando las maniobras de estos, Tisza dirigió múltiples cartas a Francisco José para soliciar un trato de tolerancia hacia Serbia. Pero Berchtold interceptó estas cartas, que jamás llegaron a manos del emperador.

El 21 de julio visitó a Francisco José en Bad Ischl a fin de que aprobase el ultimátum que pensaba regentar a Serbia. Dicho ultimátum, aprobado por el Consejo de Ministros y expedido al gobierno serbio al día después, se encontraba redactado de forma deliberada en términos inadmisibles. Acusaba sin ambages al gobierno de Belgrado de respaldar el movimiento insurreccional nacionalista y el terrorismo, de planear el magnicidio de Sarajevo y haber entregado las armas para cometerlo. Exigía una condena oficial del terrorismo separatista, un deber institucional de colaboración con las autoridades imperiales en la opresión de los movimientos antimonárquicos y la implicación de gobernantes austriacos en la investigación del atentado.

La aceptación de estos términos habría dejado al gobierno serbio a merced del Imperio. El ultimátum era, ya que, una declaración enmascarada de guerra y como tal respondieron las autoridades de Belgrado. El 25 de julio, tanto Serbia como Austria-Hungría ordenaron la movilización general de sus tropas. Rusia, que no se encontraba preparada para perder situaciones en los Balcanes, apoyó a Serbia. Poco después se puso en juego una cadena de acuerdos misterios y coaliciones militares. Inadvertidamente, los manejos de Berchtold habían desencadenado el estallido de la Primera Guerra Mundial.

Teóricamente, Serbia se encontraba sentenciada a la derrota, pero en el momento en que el 12 de agosto el mariscal Hötzendorff lanzó la invasión del país, se halló con una resistencia inexorable. A mediados de diciembre, los austriacos habían sido expulsados de territorio serbio. En este contexto, Berchtold dio marcha atrás y se mostró partidario de dejar las hostilidades, ganándose la enemistad de Hötzendorff.

Al abandono de sus viejos ayudantes se sumó una cuestión política de mayor trascendencia: la exigencia de Italia y Rumanía de conseguir contrapartes territoriales en lugar de sostener una "neutralidad benevolente" en el enfrentamiento. El 13 de enero de 1915, Berchtold se vio obligado a enseñar su renuncia como ministro de Exteriores. No obstante, no perdió el favor del emperador, que le nombró profesor de liturgias de la corte imperial y asesor político del futuro emperador, Carlos I de Austria.

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