Claudio Rodríguez

La historia universal la narran las mujeres y hombres queen el transcurrir de los siglos, gracias a su proceder, sus ideas, sus innovaciones o su ingenio; han hecho quela humanidad, de una forma u otra,prospere.

Ya sea inspirando a otras personas o siendo parte de la actuación. Claudio Rodríguez es uno de esos seres humanos cuya vida, realmente, merece nuestra atención por el grado de influencia que tuvo en la historia.Comprender la vida de Claudio Rodríguez es conocer más acerca de una época concreta de la historia de la humanidad.

Apreciar las luces y las sombras de las personas significativas como Claudio Rodríguez, personas que hacen rotar y transformarse al mundo, es una cosa esencial para que podamos apreciar no sólo la existencia de Claudio Rodríguez, sino la de toda aquellas gentes que fueron inspiradas por Claudio Rodríguez, personas a quienes de de una forma u otra Claudio Rodríguez influenció, y por supuesto, entender y comprender cómo fue el hecho de vivir en la época y la sociedad en la que vivió Claudio Rodríguez.

Las biografías y las vidas de personas que, como Claudio Rodríguez, atraen nuestro interés, deben ayudarnos en todo momento como referencia y reflexión para conferir un marco y un contexto a otra sociedad y otra época que no son las nuestras. Intentar comprender la biografía de Claudio Rodríguez, porqué Claudio Rodríguez vivió del modo en que lo hizo y actuó de la forma en que lo hizo a lo largo de su vida, es algo que nos impulsará por un lado a entender mejor el alma del ser humano, y por el otro, el modo en que se mueve, de forma inevitable, la historia.

Vida y Biografía de Claudio Rodríguez

(Zamora, 1934 - Madrid, 1999) Poeta español. Perteneciente a la Generación del 50, su poesía, caracterizada por su singularidad expresiva y su profundo lirismo, tiene en común con la de otros versistas de su instante la utilización de un lenguaje informal y alguna inclinación al realismo; según expresiones de su compañero de generación, José Hierro, es "la verdad misma con magia, puesto que convierte los elementos rutinarios en símbolos trascendentes". Su lírica intimista, marcada por la meditación cerca de la naturaleza y el paisaje castellanos, continuó extraña a las tendencias y a los movimientos literarios. Publicó su primer libro, Don de la ebriedad (1953), en el momento en que tenía 19 años; vinieron entonces Conjuros (1958), Alianza y condena (1965), El vuelo de la celebración (1976) y Casi una historia de historia legendaria (1991). Esta corta producción (un total de cinco libros escritos con largos intervalos entre uno y otro) resulta de una importante trascendencia, puesto que fueron todo el tiempo reeditados y le valieron a su creador un sillón en la Real Academia Española, y varios premios, entre ellos el Príncipe de Asturias de las Letras.

Claudio Rodríguez efectuó sus estudios primarios en la escuela de Los Bolos y el bachillerato en el centro Claudio Moyano de su localidad natal. Vivió una vocación poética temprana y sólida, pero fue poquísimo propicio a enseñar sus primeros ensayos y tentativas. En 1947 murió su padre y debió encargarse relativamente de los negocios familiares. En 1951 se trasladó a Madrid para cursar la carrera de Filosofía y Letras en la Universidad Central. Cinco años después logró la licenciatura de Filología Románica. Tras terminar sus estudios, fue detenido por su participación en distintas ocupaciones estudiantiles contra el régimen de Francisco Franco. En la ciudad más importante agradó de frecuentar mercados, bares, tascas y sitios populares mucho más que cenáculos literarios o asambleas intelectuales.

En 1953, año en que conoció a Clara Miranda, su futura mujer, apareció su primer libro poético, Don de la ebriedad, premiado con el Premio Adonais. Fue Vicente Aleixandre entre los versistas consagrados que con mucho más empeño llamó la atención sobre la fuerza creativa del muy, muy joven Claudio Rodríguez, quien, desde ese instante, inició amistad con otros versistas de su generación, como Ángel González, Carlos Bousoño, Francisco Brines, Jaime Gil de Biedma, Carlos Barral y José Ángel Valente, todos ellos pertenecientes de un conjunto que, años después, iba a ser popular como Generación del 50. En 1958 publicó Conjuros, segundo libro de poemas, que sostuvo la excelencia creativa del primero. Gracias a la intercesión de Aleixandre (transformado por entonces prácticamente en una figura paterna) y Dámaso Alonso, entre 1958 y 1960 consiguió una plaza de lector de español en la Universidad de Nottingham (Reino Unido). Inmediatamente después, y hasta 1964, desempeñó exactamente la misma labor en la Universidad de Cambridge (Reino Unido).

A lo largo de su vivienda extranjera profundizó en el saber de la poesía inglesa y de america moderna, con particular interés por la obra de William Wordsworth, Samuel Taylor Coleridge, John Keats, T. S. Eliot, Ted Hughes y Dylan Thomas. Fundamental fue, además de esto, la profunda amistad establecida con Francisco Brines, entonces lector en Oxford (Reino Unido). Instalado nuevamente en Madrid, su tercera obra poética, Alianza y condena, redactada a lo largo de los años ingleses, vio la luz en 1965. Ya parecía claro que su ritmo de escritura era retardado, meditativo y muy siendo consciente de su nivel de maduración y de su sentido de exigencia poética. En 1971 se publicó Poesía (1953-1966), primera antología de su obra, y cinco años después El vuelo de la celebración, el cuarto título de su producción original. Poco antes, el 31 de julio 1974, el episodio mucho más trágico de su experiencia enturbió su historia finalmente: el homicidio de María del Carmen, su hermana mucho más querida.

En 1981 se editó una exclusiva recopilación general de sus poesías, Antología poética, y, un par de años después, Desde mis poemas, libro premiado con el Premio Nacional de Poesía, que acogía toda la obra publicada previamente y que, además de esto, incorporaba una pequeña introducción del propio poeta. La incursión crítica sobre nuestra obra apareció en 1986 con Reflexiones sobre mi poesía, artículo que, indudablemente, abundó de manera muy provechosa en el campo crítico que sobre su creación habían conformado desde la década 1960 autores como José Luis Cano, Carlos Bousoño, Andrew Debicki, Pere Gimferrer, Jaime Siles, Dionisio Cañas, José Olivio Jiménez o Arturo del Villar.

En 1987 fue escogido integrante de número de la Real Academia Española, donde ingresó con el alegato Poesía como participación: hacia Miguel Hernández y ocupó el sillón que dejó vacante Gerardo Diego. Dos años después, la localidad de Zamora lo nombró hijo predilecto. Su última obra, Casi una historia de historia legendaria, saludada por sus colegas y una gran parte de la crítica literaria enfocada con el entusiasmo que merecieron sus precedentes títulos, apareció en 1991. En 1993 recibió los premios Reina Sofía de Poesía Iberoamericana y Príncipe de Asturias de las Letras. En 1999, el Instituto de Estudios Zamoranos Florián de Ocampo instituyó el Premio Claudio Rodríguez de poesía.

La obra de Claudio Rodríguez supuso para la poesía de españa una segregación completa de la poesía aproximadamente popular efectuada en la época del siglo XX. Su primera obra, Don de la ebriedad (entendida como un solo poema dividido en tres libros), inauguró una poética cuya capacidad residía en un perpetuo impulso deducible de conmuevas en el que paisaje, sentimientos, conceptos y experiencias se fundían como un todo simbólico, si bien no desligado de “lo real”, llamado más tarde por Carlos Bousoño “realismo metafórico”.

La intensidad de su contenido se sostiene en los endecasílabos asonantados en que están escritos prácticamente todos los poemas que conforman esta obra, recurso técnico que, según el creador, fue prácticamente fundado por el alegato del lenguaje oral del que deseó partir para conseguir una mayor privacidad escencial con la palabra. No fueron extraños a la composición del ritmo su gusto y conocimiento de la poesía francesa moderna y, en especial, la obra de Rimbaud, creador a quien dedicó ciertos estudios. La honda experiencia del paisaje de su tierra y su transfiguración por el “don” de la poesía y el entusiasmo de la “ebriedad” del joven que sale en busca de todo el mundo emparentan su escritura con la mística de San Juan de la Cruz, Santa Teresa de Jesús y Fray Luis de León, pero asimismo, en un campo mucho más próximo, con el mal unamuniano.

En Conjuros (título que comunica las fórmulas conjuratorias imperativas, exclamativas y también interrogativas del libro) hay un regreso del poeta a su rincón de origen (se dan mucho más referencias geográficas y humanas), que queda transfigurado por un intento de novedosa contemplación transmutado en alegorías que confunden premeditadamente los planos expresivos y significativos, el símbolo y la realidad. Esta característica, que atraviesa el resto de su obra, se encuentra dentro de las causas de la contrariedad de entendimiento y también interpretación de sus versos, calificados a veces de “órficos”.

Es esencial indicar que a lo largo de la escritura de Conjuros adquirió una conciencia crítica estimulada en la enorme localidad, que le logró entrar a un “sentido ética del arte”, evocado en sus escritos sobre creación poética. Con el tercer título, Alianza y condena, apareció una sensibilidad mucho más pausada y se atenuaron las fórmulas metafóricas y los dualismos temáticos en el sendero del conocimiento de una situación íntima. Estas características, sin embargo, no pretendían cambiar, según sus expresiones, “el timbre de ensaltación de mi poesía previo”, pero sí reflejar una desolación, la “condena” mencionada en el título, la caída precisa, como dictan sus versos, para entender la esa a través de la realidad.

Desde El vuelo de la celebración, el poeta remite a sus raíces mucho más que jamás, al unísono que específica y avanza el aquietamiento de precedentes extensiones físicas y espirituales y también introduce la melancolia reflexiva de un erotismo en ocasiones irrealizable. Su ritmo expresivo se quiebra en la combinación de versos de cinco, siete, once y catorce silabas, como ahora ocurría en Alianza y condena y como iba a suceder, del mismo modo, en su quinto y último libro, Casi una historia de historia legendaria, donde cerró, sin dejar la interrogación persistente que recorre prácticamente toda su poética, la unidad total de su planeta literario a partir de concretes rememorativos en los que hace aparición mucho más claro que jamás el tema de la desaparición, siempre y en todo momento con una tan sutil como escencial cristalización metafórica, que, en el final, busca saber para admitir la experiencia y el destino último.

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Está claro que conocer profundamente a Claudio Rodríguez es algo que está reservado a escasas personas, y que tratar de reconstruir quién y cómo fue la vida de Claudio Rodríguez es una especie de puzzleque a lo mejor consigamos reconstruir si cooperamos todos a la vez.

Por esta razón, si eres de aquellos que creen en que de forma colaborativa se puede elaborar algo mejor, y detentas información sobre la biografía de Claudio Rodríguez, o con respecto a algún particularidad de su personalidad u creación que no se contemple en esta biografía, te pedimos que nos lo hagas llegar.

Los matices y las sutilezas que ocupan nuestras vidas son decididamente importantes, ya que marcan la diferencia, y en la ocasión de la vida de alguien como Claudio Rodríguez, que tuvo su relevancia en una época concreta, es esencia tratar de brindar un aspecto de su persona, vida y personalidad lo más exacta posible.

Sin dudarlo, contacta con nosotros para narrarnos qué sabes tú sobre Claudio Rodríguez. Estaremos muy contentos de ultimar esta biografía con más información.