Claude Monet

Ya sea inspirando a otros seres humanos o siendo una pieza esencial de la acción. Claude Monet es uno de esos sujetos cuya vida, realmente, merece nuestra atención debido al grado de influencia que tuvo en la historia.Comprender la vida de Claude Monet es conocer más sobre una época concreta de la historia de la humanidad.

Si has llegado hasta aquí es porque eres consciente de la relevancia que atesoró Claude Monet en la historia. Cómo vivió y aquello que hizo mientras estuvo en el mundo fue decisivo no sólo para las personas que frecuentaron a Claude Monet, sino que quizá dejó una huella mucho más profunda de lo que podamossospechar en la vida de personas que tal vez nunca conocieron ni conocerán ya jamás a Claude Monet de forma personal.Claude Monet fue un ser humano que, por algún motivo, merece no ser olvidado, y que para bien o para mal, su nombre jamás debe borrarse de la historia.

Vida y Biografía de Claude Monet

(Claude Oscar Monet; París, 1840 - Giverny, 1926) Pintor francés, figura clave del movimiento impresionista. Sus inclinaciones artísticas nacieron del contacto con Eugène Boudin en Le Havre, y las excursiones al campo y la playa a lo largo de su adolescencia orientaron el posterior avance de su pintura.

Después del servicio militar en Argelia, regresó a París, donde en el estudio de Gleyre conoció a jóvenes artistas como Renoir, Sisley y Bazille, y en el habitual café Guerbois contactó con un conjunto de intelectuales, escritores y pintores como Émile Zola, Nadar, Cézanne y Degas, que adjuntado con Manet empezaban a ponerse en contra al arte predeterminado.

La pintura rápida como las pochades o études era, en aquella temporada, del gusto de la sociedad siempre y cuando esta se circunscribiera al tema del paisaje en pequeño formato. La temprana obra de Monet, La costa de Sainte-Adresse (1864, Institute of Arts, Minneapolis), recuerda a su iniciador, Boudin, pero consigue mayor alcance al utilizar la pintura directa a temas y formatos de mayor dificultad y tamaño.

Afín innovación puede apreciarse en Mujeres en el jardín (1866, Museo de Orsay, París), obra rechazada en el Salón de 1867, donde tres mujeres se entretienen en el campo bajo un sol tan profundo que sus vestidos alcanzan el blanco en estado de enorme pureza, con pocas modulaciones medias y marcadas escisiones entre las ubicaciones de luz y sombra. La instantaneidad de la escena se expone tanto por la precisión radiante actualmente como por el dinamismo de las figuras, corriendo y virando caprichosamente cerca de un árbol. Con esta ambiciosa obra, Monet se distancia del régimen clásico que hasta el momento se dio al retrato -el retrato de su primera mujer, Camile, había sido ensalzado por Zola en el Salón de 1866- y se inclina por la integración de las figuras en la naturaleza.

Los graves problemas económicos y el nacimiento de su hijo ilícito, Jean, en 1867, condujeron a Monet a vivir una temporada de apetito y pobreza extremas, tal como a un intento fallido de suicidio. Durante la contienda franco-prusiana, el artista se refugió en Inglaterra, donde conoció a Pissarro y consiguió el acompañamiento económico y la amistad de Paul Durand-Ruel. Allí se interesó bastante por la obra de Turner, que influiría en su percepción de la luz y el color. Según Monet, el pintor que se pone frente la verdad no debe realizar distinciones entre sentido y también intelecto.

Desde 1872, Monet se interesó por el estanque de Argenteuil como rincón perfecto para amoldar su técnica a la representación rápida del agua y la luz. La obra llamada Monet haciendo un trabajo en su barco en Argenteuil (1874, Neue Pinakothek, Munich) representa esa clase de laboratorio náutico desde el que el artista podía andar sobre el agua del estanque apreciando los alterables efectos lumínicos de su área, que reproducía a través de distintas variantes sobre un mismo tema. El barco-taller de Monet se oponía radicalmente a la iniciativa de estudio que veinte años antes exaltaba Courbet en su obra El estudio del pintor, y suponía un pintoresco testimonio de las primordiales pretensiones impresionistas.

La principiante luz del amanecer y sus al azar reflejos sobre el agua tienen la posibilidad de apreciarse asimismo en la mítica obra Impresión, sol incipiente (1872, Museo Marmottan, París), pintada en Le Havre. En poco mucho más de medio metro cuadrado varias pinceladas se sobreponen en un solo color general neutro, captando el momento lumínico del amanecer y los destellantes reflejos del sol rojizo sobre el agua; la velocidad que la fugacidad del tema demandaba condicionó el formato, la técnica e inclusive el título, condensado manifiesto de pretenciones que dio nombre al conjunto en el momento en que, en 1874, al verse la obra en la primera exposición impresionista, el crítico Louis Leroy empleó el término para referirse con desprecio, en Le Charivari, a quienes hasta ese instante eran populares como el conjunto de Manet.

El primero de los ismos modernos tenía ahora denominación y Monet se consideraba jefe del conjunto. De 1878 a 1881 el artista continuó en Vétheuil, haciendo un trabajo en la línea iniciada en Argenteuil, sin formar parte en la quinta y sexta exposiciones impresionistas de los años 1880 y 1881. Después de una estancia en Poissy, que se alargó hasta 1883, Monet, en compañía de su segunda mujer, Alice Hoschedé, se trasladó a Giverny, donde vivió hasta su muerte.

Desde 1890 la pintura de Monet se regresa mucho más complicada y la inmediatez y la euforia iniciales se convierten en insatisfacción y melancolía, en un bien difícil intento por conciliar la técnica fría y expresiva de sus primeros años con buscas mucho más profundas y ambiciosas que podían alargarse a lo largo de múltiples días, meses e inclusive años, con la intención de hacer proyectos que encerraran una mayor dificultad: variantes que en su reiteración temática dejaran enfatizar la investigación de las resoluciones formales. Efecto de nieve (1891, National Gallery of Scotland, Edimburgo), Almiares (1891, Museo de Orsay, París) y Almiares, puesta de sol (1890-1891, The Art Institute, Chicago) son proyectos que pertenecen a ciertas de sus primeras series.

Sin embargo, la mucho más famosa es la que dedicó en 1892-1893 a la catedral de Ruán, donde se prueba, de una manera poético y didáctico, de qué forma las variantes de la luz alteran la percepción del medio que modula esa energía, de qué manera la luz y color forman fenómenos indisociables de la percepción humana. Monet pintó cincuenta cuadros de la catedral, dieciocho de ellos del pórtico, y aseveró: "Podría haber efectuado cincuenta, cien, mil, muchos como segundos hubiese en su historia..."

Durante los últimos treinta años de su vida, el artista trabajó cerca de su jardín de agua de Giverny. En un prado vacío por el que pasaba un pequeño arroyo edificó un exuberante jardín en el que un enorme estanque, colmado de nenúfares de todos y cada uno de los colores y cubierto por sauces y árboles exóticos, se cruzaba por un pequeño puente, de manera ovalada, que aparecería en varias pinturas de la temporada, como en El estanque de las ninfeas (1900, Museo de Orsay, París) o la lírica composición llamada El puente japonés (1918-1924, Museo de Orsay, París).

En todo momento y el dinero que Monet invirtió en la construcción de este jardín se vio compensado por las pinturas que de él brotaron; el agua era de nuevo un espéculo cuya fachada se alteraba con los fugaces y también indecifrables cambios del cielo que en él se reflejaban.

Allí nacieron asimismo las conocidas series de Ninfeas o nenúfares que, después, se asociaron a las aportaciones de Vasili Kandinsky, Paul Klee, Pablo Picasso y Georges Braque, como símbolos del nacimiento de la abstracción en la pintura occidental, tras largos siglos de predominio de la representación figurativa. Las Ninfeas: paisaje acuático (1903, Bridgestone Museum of Art, Tokyo), Nenúfares al atardecer (1916-1922, Kunsthaus, Zurich) o Ninfeas (1919-1920, Museo Marmottan, París) son proyectos de enorme formato que, en cierta forma, tienen la posibilidad de ser contempladas por el espectador contemporáneo como pinturas abstractas.

Cézanne mencionó a la aptitud del artista para capturar objetiva y también en el instante la verdad. Sin embargo, su desarrollo creativo iba alén de la observación directa de la naturaleza, y empleaba la memoria visual como recurso indispensable para el acabado de sus creaciones. Las imágenes que se forman en la memoria son percepciones, igual que las ciertas por la visualización de las cosas, y entre las dos puede aparecer, como ocurrió en la pintura de Monet, una exclusiva concepción de la imagen pictórica de la verdad. En sus últimas creaciones de lis de agua, la manera está prácticamente diluida en máculas de color, lo que, de alguna forma, resulta una anticipación de lo que sería después el arte abstracto.

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