La historia del mundo la escriben las mujeres y hombres quea lo largo del tiempo, gracias a sus obras, sus pensamientos, sus creaciones o su talento; han hecho quela sociedad, de un modo u otro,avance.
Ya sea inspirando a otros o tomando parte de la acción. Christopher Reeve es una de esas personas cuya vida, en efecto, merece nuestra consideración debido al grado de influencia que tuvo en la historia.Conocer la vida de Christopher Reeve es conocer más sobre una época concreta de la historia de la humanidad.
Apreciar lo bueno y lo malo de las personas relevantes como Christopher Reeve, personas que hacen rodar y cambiar al mundo, es una cosa esencial para que podamos apreciar no sólo la vida de Christopher Reeve, sino la de todos aquellos y aquellas que fueron inspiradas por Christopher Reeve, personas a quienes de de una u otra forma Christopher Reeve influenció, y por supuesto, comprender y entender cómo fue vivir en el momento de la historia y la sociedad en la que vivió Christopher Reeve.
Las biografías y las vidas de personas que, como Christopher Reeve, atraen nuestra atención, deben servirnos en todo momento como referencia y reflexión para ofrendar un marco y un contexto a otra sociedad y otra época de la historia que no son las nuestras. Hacer un esfuerzo por entender la biografía de Christopher Reeve, porqué Christopher Reeve vivió de la forma en que lo hizo y actuó del modo en que lo hizo en su vida, es algo que nos impulsará por un lado a entender mejor el alma del ser humano, y por el otro, la forma en que avanza, de forma implacable, la historia.
(Nueva York, 1952 - 2004) Actor estadounidense que adquirió popularidad mundial tras encarnar al mítico superhéroe Superman en 1978.
Tras el divorcio de sus progenitores en 1956, Christopher y su hermano pequeño Benjamin (1953) se criaron en Princeton, Nueva Jersey, al cargo de su madre, que se volvió a desposar unos años después y le dio otros 2 hermanos, Jeff y Kevin. Christopher Reeve estudió en la Princeton Day School, donde ejercitaba de ayudante del directivo de la orquesta del centro, aparte de cantar en un coro local en el que templó su buena voz de barítono, y de trabajar de forma regular desde la adolescencia como actor (comenzó con quince años en el Williamstown Theatre Festival).
Siguió su capacitación artística en la Universidad de Cornell, donde antes de graduarse en 1974 fue entre los 2 actores escogidos (el otro era su amigo Robin Williams) para estudiar arte dramático en la Juilliard School de Nueva York con el reconocido John Houseman. Mientras tanto, trabajó en una serie (Love of life, 1974-1976), intervino en una obra interpretada por Katharine Hepburn (A matter of gravity, 1976) y logró un corto papel en la película de David Greene Alerta roja: Neptuno hundido (1977).
Superman, el héroe
Deportista nato, increíble nadador, aficionado al hockey sobre hielo y la equitación y conduzco licenciado, su apostura física, (con 1,93 metros de estatura) y una fachada de chaval lozano y bonachón cuyos aspectos se parecían sorprendentemente al héroe del cómic le valieron el papel de Clark Kent en Superman (1978), de Richard Donner, una costosa superproducción que contó con un reparto tan refulgente (Marlon Brando, Susannah York, Glenn Ford, Terence Stamp, Trevor Howard) como opaca fue su calidad, hecho que no incidió en lo más mínimo en la comercialización del largometraje, a evaluar por su pasmante éxito en taquilla.
Reeve, que cobró 250.000 dólares americanos por ese primer trabajo personaje principal (nada equiparados con los 14 millones que percibió Brando por su corto papel secundario, pero una fortuna para él), los empleó en una exclusiva casa que ocupó con su flamante mujer, la agente de modelos británica Gae Exton, madre de sus 2 primeros hijos, Matthew (1979) y Alexandra (1982).
Entre las herencias de la era de Ronald Reagan que disfruta todavía de buena salud son las sagas cinematográficas. Fue a lo largo de su gobierno, en la década de los 80, en el momento en que las pantallas de todo el planeta comenzaron a poblarse de héroes por entregas (Rocky y Rambo, interpretados por Sylvester Stallone, o Mad Max, por Mel Gibson), y Superman no iba a ser una salvedad. Cuando no había tenido tiempo de proyectar su porvenir como actor, Christopher Reeve se encontraba ahora inmerso en Superman II (1980), cuya influencia multiplicó la de la previo, y esto produjo Superman III (1983), las dos de Richard Lester. Y el actor, que había aparecido en otras películas asumiendo permisos muy diferentes -En algún rincón del tiempo (1980), de Jeannot Szwarc; La trampa de la desaparición (1982), de Sidney Lumet; Monseñor (1983), de Frank Perry-, veía de qué forma, más allá de ello, todo el planeta lo identificaba con el héroe del cómic.
La estela de Clark Kent
Se comentaba ahora entonces que Christopher Reeve jamás podría quitarse de encima el personaje. Que aquel éxito lo sepultó en vida, igual que les había ocurrido a Johnny Weismuller con Tarzán o a Bela Lugosi con Drácula. Que se afanaba en probar constantemente su talento sin lograrlo. De hecho, se llegó a asegurar que se «consoló» de ese supuesto disgusto en la televisión, medio en el que, de hecho, desarrolló una ingente actividad hasta el desenlace de su historia.
A poco de sondear en su trayectoria, no obstante, no todo semeja tan claro. Es cierto que persistió esa identificación, pero asimismo lo es que el actor rechazó interpretar muchas películas de éxito como American Gigolo (1980), Fuego en el cuerpo (1981), Motín dentro (1984), Perseguido (1987) o Desafío total (1990), que quizás le habrían deparado una trayectoria diferente, y en cambio no solo no rechazó, sino aun escribió el guion y también intervino en la producción Superman IV (1987), de Sidney Furie, la cuarta secuela de la saga.
De todos métodos, más allá de que esa renovada decisión (amén de llevarlo a cabo muy, muy rico en escaso tiempo) ha podido influir en su trayectoria, no por este motivo afectó a su valía como actor, de la que dejó perseverancia en títulos como El notero de la calle 42 (1987), de Jerry Schatzberg; Interferencias (1988), de Ted Kotcheff; ¡Qué ruina de función! (1992), de Peter Bogdanovich; Las bostonianas (1984) y Lo que queda del día (1993), de James Ivory; Sin expresiones (1994), de Ron Underwood; El pueblo de los malditos (1995), de John Carpenter, o Libre de sospecha (1995), de Steven Schachter. Y, en los niveles, en montajes como Fifth of July (1980-1982) o Las bodas de Fígaro (1985). Entretanto, Reeve se divorció de su primera mujer en 1987. Cinco años después, en 1992, se volvió a desposar con la actriz Dana Morosini, madre de su hijo Will (1992) y su leal compañera hasta el desenlace.
Marcado por la catástrofe
El 27 de mayo de 1995 marcó la vida futura de Christopher Reeve. Participaba en un certamen hípico en Charlottesville, Virginia, en el momento en que una caída de su caballo le provocó la fractura de 2 vértebras cervicales y le seccionó la medula espinal. Desde entonces continuó en una silla de ruedas, con respiración asistida. Fue quizás el fuerte contraste entre el personaje de ficción que lo lanzó al estrellato y las secuelas físicas del incidente sufrido lo que agregaba mucho más consternación a la catástrofe.
Pero el actor, lejos de ocultarse en lo que habría sido un comprensible alejamiento de los medios, transformó con una inusual fuerza de intención su imagen de superhombre mermado en referente de la pelea de los que sufren una lesión afín, y el héroe de celuloide perdió excelencia en oposición al aliento escencial y la actitud ejemplar del hombre inmenso que había en Christopher Reeve.
En marzo de 1996 fue ovacionado por la multitud del cine en la liturgia de distribución de los Oscars, donde solicitó a la industria cinematográfica que dedicase sus sacrificios a prestar mucho más atención a los inconvenientes sociales. Para sorpresa de varios, unos meses después comenzó como directivo en un largometraje designado a la televisión, In the gloaming (1997), que abordaba con valentía el tema del vih. Más tarde repitió experiencia con The Brooke Ellison story (2004).
Asimismo escribió la biografía Still me, cuya transcripción a disco le valió el Grammy al mejor álbum hablado de 1999, y el libro Nothing is impossible. Reflections of a new life (2002), anunciado en España en 2003 con el título Todo es viable, en el que expuso también sus vivencias. Aunque lo mucho más asombroso fue su reaparición como actor en La ventana de enfrente (1998), de Jeff Bleckner, una exclusiva versión del thriller de Alfred Hitchcock La ventana indiscreta.
Todo ello reflejaba su increíble afán de superación, plasmado en su cotidianeidad en un reportaje efectuado por su hijo Matthew, Volveré a caminar. El diez de octubre de 2004 moría como consecuencia de un ataque cardiaco en un hospital de Nueva York, a los cincuenta y un par de años de edad. Tres días tras su muerte, la Warner Bros. anunciaba la decisión de Brandon Routh como el nuevo Superman.
¿Qué te ha parecido la existencia de Christopher Reeve? ¿Has podido leer todo aquello que pensabas que ibas a hallar?
Sin duda alguna llegar a comprender a Christopher Reeve es algo que se reserva a pocas personas, y que pretender recomponer quién fue y cómo fue la vida de Christopher Reeve es una suerte de enigmaque con bastante probabilidad lleguemos a rehacer si cooperamos todos en conjunto.
Debido a esto, si eres de esas personas que creen en que de modo colaborativo se puede elaborar algo mejor, y conservas información con respecto a la vida de Christopher Reeve, o en relación con algún detalle de su figura u creación que no se observe en esta biografía, te solicitamos que nos lo hagas llegar.
Los matices y las sutilezas que llenan nuestras vidas son en todos los casos esenciales, ya que perfilan la diversidad, y en el caso de la vida de una persona como Christopher Reeve, que tuvo su significación en un momento concreto de la historia, es indispensable tratar de mostrar un aspecto de su persona, vida y personalidad lo más exacta posible.
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