La historia del mundo la escriben aquellas personas queen el transcurrir de los siglos, gracias a sus obras, sus pensamientos, sus creaciones o su talento; han hecho quela sociedad, de una forma u otra,prospere.
Si has llegado hasta aquí es porque eres sabedor de la relevancia que detentó Catalina II la Grande en la historia. La manera en que vivió y lo que hizo durante el tiempo que estuvo en este mundo fue determinante no sólo para las personas que trataron a Catalina II la Grande, sino que a lo mejor legó una huella mucho más honda de lo que podamosconcebir en la vida de personas que tal vez jamás conocieron ni conocerán ya nunca a Catalina II la Grande de modo personal.Catalina II la Grande fue uno de esos seres humanos que, por alguna razón, merece no ser olvidado, y que para bien o para mal, su nombre nunca debe borrarse de la historia.
Comprender las luces y las sombras de las personas significativas como Catalina II la Grande, personas que hacen girar y evolucionar al mundo, es algo fundamental para que podamos valorar no sólo la vida de Catalina II la Grande, sino la de toda aquellas gentes que fueron inspiradas por Catalina II la Grande, personas a quienes de un modo u otro Catalina II la Grande influyó, y desde luego, comprender y entender cómo fue vivir en el momento de la historia y la sociedad en la que vivió Catalina II la Grande.
(Catalina II de Rusia, llamada la Grande; Stettin, el día de hoy Szazecin, de hoy Polonia, 1729 - San Petersburgo, 1796) Emperatriz de Rusia (1762-1796). Princesa alemana de la dinastía Anhalt-Zerbst, fue mandada por su familia a Rusia para casarse con el enorme duque Pedro, nieto del zar Pedro I de Rusia, asimismo llamado Pedro el Grande. Una vez establecida en San Petersburgo cambió su nombre original, Sofía Augusta, por el de Catalina Alexeievna, y entró en la Iglesia Ortodoxa rusa, ademán que se descubrió definitivo para su porvenir político. Catalina se casó en 1745 con el enorme duque, quien accedió al trono ruso en el primer mes del año de 1762 con el nombre de Pedro III.
La desdeñosa actitud del zar Pedro III frente a las tradiciones rusas y, más que nada, su política iconoclasta y de secularización de recursos le granjearon la enemistad de varios campos, encabezados por la Iglesia y la guarda imperial. Dadas estas situaciones y el poco comprensión de la pareja real, Catalina protagonizó a fines de junio siguiente un golpe de Estado «para la defensa de la ortodoxia y la gloria de Rusia». Los hermanos Orlov rebelaron los regimientos de la guarda imperial y el zar fue detenido, obligado a abdicar y, poco después, ejecutado. El hecho de que este delito se sostuviera en misterio fue aprovechado por Pugachev, entre 1773 y 1774, para soliviantar a las masas populares representando a Pedro III.
Hasta entonces, Catalina II de Rusia tomó la dirección del imperio, preparada para editar intensamente sus construcciones administrativas y productivas según las tendencias que debían determinar el despotismo ilustrado. Impregnada del espíritu iluminista de la temporada, Catalina II sostuvo relaciones poco disimuladas con varios amantes, pero supo ganarse el respeto de la mayor parte de los mandatarios de europa y de los intelectuales ilustrados de la temporada, como Voltaire y el enciclopedista Diderot, que fue uno de sus mucho más próximos consejeros.
Merced a su predominación, en 1764 la zarina impuso como rey de Polonia a Estanislao Poniatowski, viejo apasionado de el, y algo después logró que las leyes polacas estuvieran bajo su observancia. Dueña de un poder de incierta legitimidad, Catalina la Grande tuvo que respaldarse en la aristocracia terrateniente rusa para desarrollar su programa de reformas liberalizadoras y racionalistas. Para ganarse este respaldo no solo sostuvo los viejos permisos de la nobleza, sino la dispensó del servicio militar y fortaleció su poder sobre los siervos, al entregar a los nobles el derecho a deportarlos a Siberia (1765) y también instituir la servidumbre en Ucrania (1783).
Estas concesiones le dejaron, por otra parte, instaurar una secuencia de medidas liberalizadoras, como la de secularizar los recursos de la Iglesia (1764). Tras vencer en la guerra contra Turquía en el año 1774, emprendió una reforma politicoadministrativa del territorio que afianzó el centralismo autocrático y eliminó la autonomía ucraniana. En política exterior sostuvo una política expansionista, apoderándose de Lituania, la Rusia Blanca -después de los repartos de Polonia de 1772, 1793 y 1795-, Crimea y, anterior victoria nuevamente sobre Turquía, el territorio ubicado entre el Dniéster y el Bug.
A lo largo de su reinado la economía rusa medró sensiblemente merced a la gratuidad de una gran parte de la mano de obra, a las medidas liberalizadoras del comercio y de la industria y a una política inmigratoria que favoreció la colonización agrícola, en especial entre Crimea y Kuban, y la fundación de ciudades como Sebastopol y Jerson.
La emperatriz desarrolló al propio tiempo su programa iluminista en el campo de la enseñanza (creó varias academias) y trató de europeizar el país, para lo que favoreció la penetración de las ideas ilustradas, invitó a la corte a varios intelectuales de europa y también impulsó la utilización de la lengua francesa en los círculos nobiliarios y cortesanos; hacia el desenlace de su reinado, no obstante, el estallido de la Revolución Francesa acentuó sus reacciones autocráticas. En materia religiosa adoptó una política de tolerancia que acabó con la persecución de los disidentes de la Iglesia Ortodoxa.
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