Ya sea inspirando a otros o siendo una pieza esencial de la acción. Casa de Valois es uno de esos seres humanos cuya vida, realmente, merece nuestra consideración por el nivel de influencia que tuvo en la historia.Conocer la biografía de Casa de Valois es conocer más acerca de un periodo concreto de la historia del ser humano.
Si has llegado hasta aquí es porque tienes conocimiento de la trascendencia que detentó Casa de Valois en la historia. El modo en que vivió y lo que hizo mientras permaneció en el mundo fue determinante no sólo para quienes trataron a Casa de Valois, sino que a caso dejó una señal mucho más insondable de lo que logremosconcebir en la vida de gente que tal vez nunca conocieron ni conocerán ya jamás a Casa de Valois en persona.Casa de Valois fue uno de esos seres humanos que, por algún motivo, merece ser recordado, y que para bien o para mal, su nombre nunca debe borrarse de la historia.
Dinastía reinante en Francia entre 1328 y 1589. Era una rama secundaria de los Capeto; el nombre procede del Condado de Valois, que Felipe III dio en 1284 a su hijo menor, Carlos, mientras que la Corona pasaba al primogénito, Felipe IV, el Bello. Al fallecer sin descendientes hombres los tres hijos de este (Luis X, Felipe V y Carlos IV), el Trono de Francia recayó en 1328 en el hijo de Carlos de Valois, Felipe VI, el Afortunado (1293-1350), para eludir que fuera a parar al rey de Inglaterra (Eduardo III Plantagenet), a quien habría correspondido la sucesión como nieto de Felipe IV y doble bisnieto de Felipe III por vía materna. Felipe de Valois, que había sido nombrado regente al fallecer Carlos IV en espera de que naciese su hijo póstumo (que resultó ser una pequeña, excluida, por consiguiente, del Trono), fue reconocido como rey por los nobles franceses.
Pero la disputa por los derechos dinásticos logró reventar la Guerra de los Cien Años (1337-1453) entre las monarquías inglesa y francesa. Felipe VI amplió los dominios de la Corona incorporando Valois, Chartres, Anjou, Maine, Champaña, Brie, Montpellier y el Delfinado. Al fallecer le sucedió su hijo Juan II, el Bueno (1319-64). Derrotado por los ingleses en la guerra de Poitiers (1356), fue llevado a Inglaterra como rehén, forzando a su hijo a firmar un tratado de paz desfavorable para liberarle (Paz de Bretigny, 1360). Dejó a 2 de sus hijos en poder de los ingleses como garantía del cumplimiento del tratado. Pero al huír el primogénito, él mismo se sintió obligado por su honor a entregarse como rehén (1363). Murió cautivo en Londres y le sucedió en el Trono francés el hijo que se había fugado el año previo, Carlos V, el Sabio (1338-1380), quien ahora había ejercido la regencia a lo largo del cautiverio de su padre.
Como regente se había solicitado de reprimir la revuelta encabezada en París por Étienne Marcel. Y ahora como rey, recobró ciertos territorios perdidos en frente de los ingleses, al paso que restablecía la autoridad real en el interior. Contribuyó a abrir el Cisma de Occidente al admitir como papa a Clemente VII en vez de Urbano VI (1378). Al fallecer, accedió al Trono su hijo de 12 años, Carlos VI, el Loco o el Bienamado (1368-1422). Su reinado se caracterizó por un debilitamiento del poder real, facilitado por la demencia del monarca: rebeliones sociales en las ciudades, luchas por el poder entre facciones nobiliarias y, frente esa debilidad, la ofensiva victoriosa de los ingleses. Con la connivencia de nuestra reina, Isabel de Baviera, y del partido borgoñón, Enrique V de Inglaterra se realizó admitir heredero del Trono francés por el Tratado de Troyes (1420).
Sin embargo, al fallecer Carlos VI un par de años después, el delfín Carlos VII, el Victorioso (1403-61), le disputó la Corona al rey inglés. En 1429 fue reconocido y coronado por Juana de Arco; en 1434 firmó una coalición con el emperador; y en 1435 alcanzó un acuerdo con los borgoñones. Todo ello le dejó recobrar la idea militar y ingresar en París en 1437. El resto de su reinado lo dedicó a remarcar la autoridad de la Corona en frente de los nobles y la Iglesia.
Le sucedió su hijo Luis XI (1423-83), que había participado antes en múltiples revueltas nobiliarias contra Carlos. Se esmeró por remarcar la autoridad monárquica en frente de los señores feudales y, en especial, contra los duques de Borgoña. Sostuvo una guerra continua contra Carlos, el Temerario de Borgoña, que pretendía cercar a Francia creando un bloque territorial continuo con sus territorios de Borgoña, Lorena y los Países Bajos. Luis XI llegó a caer preso de Carlos el Temerario (1468). Pero la desaparición del duque a lo largo del asedio de Nancy (1477) terminó con el riesgo borgoñón, anexionándose Francia una gran parte de sus territorios (1482). Luis incorporó asimismo Provenza, Maine y Anjou, al paso que se esmeraba por la integración del reino a través de la construcción de caminos, la extensión de tribunales de justicia (los parlamentos) y un sistema de correos.
Su hijo Carlos VIII (1470-98) incorporó Bretaña al dominio real por su matrimonio con Ana de Bretaña. Para realizar servir los derechos dinásticos sobre el reino de Nápoles legados a los Valois por los Anjou, organizó una expedición a Italia y conquistó Nápoles en 1495. Pero tuvo que abandonarlo enseguida frente a la resistencia combinada de los Reyes Católicos, el papa, Venecia y Milán. Murió joven, al golpearse la cabeza con una puerta de su palacio de Amboise; como no dejó descendientes, le sucedió su primo Luis XII (1462-1515), de la rama de los Valois-Orléans, llamado el Padre del Pueblo.
Era hijo del poeta Carlos de Orléans y había participado en rebeliones nobiliarias contra la Corona. Al transformarse en rey, tomó por mujer a la viuda de Carlos VIII, Ana de Bretaña. Enseguida relanzó las campañas militares en Italia, que le llevaron a conseguir el poder de Milán (1500) y Nápoles (1501). En 1503 fue expulsado por Fernando el Católico de Aragón; pero continuó las guerras de Italia a lo largo de diez años mucho más, dando permiso que nuestra Francia fuera invadida por los ingleses y los suizos, utilizando su debilidad. Para establecer nuevamente la paz con Inglaterra, Luis -que había enviudado- se casó con una hermana de Enrique VIII. Pero murió sin descendientes hombres, con lo que el Trono pasó a la rama de los Valois-Angulema, en la persona de su primo y yerno, Francisco I (1494-1547).
Con él se inició la centralización déspota característica de la monarquía absolutista, tal como la persecución de los protestantes y la confrontación con los Habsburgo. Su hijo Enrique II (1519-59) continuó esos combates contra Carlos I de España (y después contra Felipe II), apoyando el protestantismo en Alemania mientras que lo refrenaba dentro de Francia. Con él abandonó Francia sus metas sobre Italia.
Tuvo diez hijos con Catalina de Médicis, tres de los que se sucedieron en el Trono y fueron los últimos monarcas de la Casa de Valois, cuyos reinados estuvieron marcados por la guerra civil entre católicos y protestantes: Francisco II (1544-60), casado con María Estuardo, reina de Escocia (1558), dejó el poder a cargo de los Guisa, tíos de su mujer. Murió sin descendientes y le sucedió su hermano menor, Carlos IX (1550-74), gobernado por su madre, Catalina de Médicis (quien, en cambio, solamente había tenido predominación política a lo largo de los reinados de su marido, Enrique II, y de su primogénito, Francisco II). Intentó la reconciliación con los protestantes, casando a su jefe de filas, el rey de Navarra (futuro Enrique IV) con su hermana Margarita (1572). Sin embargo, dejó que los exagerados católicos diesen al garete con la reconciliación en aquel mismo año, ocasionando una matanza de protestantes en la «Noche de San Bartolomé».
Murió sin dejar herederos lícitos y le sucedió su hermano Enrique III (1551-89), rey electo de Polonia desde 1573. Partidario de la línea de reconciliación auspiciada por los políticos para terminar a las guerras de religión, se vio atrapado entre los 2 bandos en la Guerra de los Tres Enriques (1586-87), una vez que la desaparición de su hermano transformara al protestante Enrique de Navarra en heredero de la Corona francesa. El partido católico, encabezado por Enrique de Guisa, le forzó a dejar París, lo que decidió al rey a hacerle matar en los Estados Generales de Blois (1588). Quedó de esta forma abierto el sendero a fin de que el monarca navarro accediese al Trono francés (como Enrique IV) al fallecer Enrique III sin descendencia. Con él se extinguió la dinastía real de los Valois.
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