La historia de la civilización la narran aquellos hombres y mujeres quea lo largo de los siglos, gracias a su proceder, sus ideas, sus innovaciones o su ingenio; han ocasionado queel mundo, de un modo u otro,progrese.
Ya sea inspirando a más personas o siendo parte de la actuación. Carlos III el Noble es una de esas personas cuya vida, indudablemente, merece nuestra atención debido al grado de influencia que tuvo en la historia.Conocer la existencia de Carlos III el Noble es comprender más acerca de un periodo concreto de la historia del género humano.
(Nantes, 1361 - Olite, 1425) Rey de Navarra (1387-1425), hijo y sustituto de Carlos II. Su matrimonio con Leonor, hija del rey Enrique II de Castilla, puso fin a los enfrentamientos entre los dos reinos. Por el Tratado de París (1404) se solucionaron las diferencias con Carlos IV de Francia sobre los dominios franceses de los reyes de Navarra. Instituyó el título de Príncipe de Viana (1423) para los herederos del reino navarro, siendo el primero su hijo Carlos.
Primogénito de Carlos II el Malo de Navarra y de Juana de Francia, su reinado, en contraste a lo sucedido con el de su padre, se caracterizó por las pacíficas relaciones con el resto reinos. Este hecho se debió al propio talante conciliador del monarca, pero asimismo a las buenas relaciones mantenidas con su cuñado, Juan I de Castilla, de quien consiguió la devolución de las plazas perdidas en la Paz de Briones (La Rioja, 1379), y al cambio en la situación en todo el mundo.
Con el objetivo de consolidar las relaciones entre Navarra y Castilla contrajo matrimonio en 1375 con Leonor de Trastámara, hija de Enrique II de Castilla, quien debió retirarse a Castilla en 1388 gracias a sus desequilibrios alterados. Entre 1377 y 1383 fue preso de los franceses. Tras la desaparición de su padre (1387) abandonó la Corte castellana y se desplazó a Navarra.
Carlos III de Navarra firmó tratados de colaboración con los monarcas castellanos Juan I de Castilla y Enrique III el Doliente (Valladolid, 1394), y con los aragoneses Juan I de Aragón y Martín I el Humano (1388, 1399 y 1402). Colaboró con el nuevo rey de Aragón, Fernando I de Antequera, en la sumisión de la revuelta estructurada por Jaime de Urgell, y sostuvo buenas relaciones con Juan I de Foix, marido de su hija Juana. A la desaparición de Enrique III el Doliente (1406) prosiguió prestando su acompañamiento al nuevo rey, Fernando I de Antequera, en cuyas campañas contra los musulmanes intervinieron ciertos nobles navarros.
Eficiente instrumento en la política pacificadora de Carlos III de Navarra fueron los links maritales de su hija Blanca con Martín el Joven, rey de Sicilia y también hijo del rey aragonés Martín el Humano, y en segundas nupcias con el infante Juan (futuro Juan II de Aragón), hijo del nuevo rey aragonés de la dinastía castellana de los Trastámara, Fernando I de Antequera. Fruto de sus acuerdos de amistad con Inglaterra y Francia (Tratado de París, 1404) recibió el condado de Nemours (1404) y el título de duque y par de Francia, pero tuvo que abandonar los condados normandos de Champaña, Brie y Évreux, y a la localidad de Cherburgo.
En 1390, y según la actitud franco-castellana, rechazó la obediencia al papa Urbano VI y reconoció al antipapa Clemente VII de Aviñón (Francia) y al sustituto de este, el aragonés Benedicto XIII, el papa Luna, a quien prestó obediencia hasta 1417, año de celebración del Concilio de Constanza. A partir de esa fecha, y asimismo en armonía con la política francesa y del resto reinos españoles, reconoció al nuevo pontífice Martín V, escogido tras el Cisma de Occidente.
Los hechos mucho más importantes de su política interior fueron la firma del Privilegio de la Unión (1423), a través de el que se unieron en un enorme concejo los tres núcleos urbanos de Pamplona, la consolidación del poder de los enormes estirpes aristocráticos y la concesión de los primeros enormes títulos nobiliarios. Así, Luis de Beaumont, al que casó con su hija natural, Juana, recibió el condado de Lerín; Leonel, hijo natural de Carlos II, fue nombrado vizconde de Muruzábal (1407); y otro hijo natural, Godofre, consiguió el condado de Cortes (1413) y distintos señoríos.
A lo largo de su reinado no ha podido eludir el recrudecimiento de las luchas entre agramonteses y beamonteses. De su actividad cultural resaltan la construcción de la catedral gótica de Pamplona y de los palacios reales de Tafalla y Olite (Navarra). Dejó como heredera a Blanca I de Navarra, para cuyo hijo (Carlos) instauró el título de príncipe de Viana. Se halla sepultado en la catedral de Pamplona, en un sepulcro efectuado por Janin Lomas de Tournay (siglo XV).
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