La historia universal la escriben las mujeres y hombres quea lo largo del tiempo, gracias a sus obras, sus pensamientos, sus creaciones o su talento; han ocasionado queel género humano, de una forma u otra,avance.
Ya sea inspirando a otros seres humanos o siendo una pieza esencial de la acción. Carlos Ibáñez del Campo es uno de esos sujetos cuya vida, en efecto, merece nuestra consideración debido al nivel de influencia que tuvo en la historia.Comprender la vida de Carlos Ibáñez del Campo es comprender más sobre época determinada de la historia del ser humano.
Si has llegado hasta aquí es porque eres consciente de la importancia que tuvo Carlos Ibáñez del Campo en la historia. La manera en que vivió y lo que hizo en el tiempo en que estuvo en la tierra fue decisivo no sólo para aquellas personas que conocieron a Carlos Ibáñez del Campo, sino que posiblemente produjo una señal mucho más insondable de lo que podamossospechar en la vida de personas que tal vez nunca conocieron ni conocerán ya jamás a Carlos Ibáñez del Campo en persona.Carlos Ibáñez del Campo fue un ser humano que, por algún motivo, merece no ser olvidado, y que para bien o para mal, su nombre nunca debe borrarse de la historia.
(Linares, 1877 - Santiago de Chile, 1960) Militar y político chileno que fue en un par de ocasiones presidente de la República: desde 1927 hasta 1931 y desde 1952 hasta 1958. Carlos Ibáñez del Campo efectuó sus estudios en la escuela pública y en el Liceo de Hombres de Linares. En 1896 ingresó en la Escuela Militar, de la que egresó con el nivel de alférez de caballería en 1898, empezando una carrera militar que lo llevaría a ocupar altos cargos en el ejército y en el gobierno del país.
En 1903 ingresó como alumno en la Academia de Guerra. Ese mismo año fue designado en la misión militar chilena en El Salvador. Posteriormente desempeñó en Chile los cargos de directivo de la Escuela de Carabineros en 1918, prefecto de policía de Iquique (1919-1920) y directivo de la Escuela de Caballería (1921). Siendo mayor del ejército formó una parte del comité militar desarrollado para enseñar las intranquilidades militares frente al gobierno, y en esa condición participó en los pronunciamientos del 5 de septiembre de 1924 y del 23 de enero de 1925. Ascendió a teniente coronel y a coronel de manera rápida a causa de este último pronunciamiento, en el que se llamó nuevamente a Arturo Alessandri a fin de que completara su periodo presidencial y se emprendiese la reforma de la Constitución de 1833. Alessandri designó a Ibáñez en la cartera de Guerra.
No tardó en generarse la separación entre el presidente y su ministro de Guerra que, adjuntado con otros hechos, condujo a la renuncia de Alessandri y a su remplazo por el vicepresidente Luis Barros Borgoño, del que Ibáñez continuó siendo ministro de Guerra. La administración de Barros Borgoño solo duró un par de meses, y en el mes de diciembre de 1925 fue escogido presidente de la República Emiliano Figueroa; Ibáñez continuó con su cartera del ministerio.
De este cargo pasó a ministro de Interior, lo que le llevó a la vicepresidencia de la República en el momento en que Figueroa decidió renunciar. Aceptada la renuncia por el Congreso, Ibáñez convocó a selecciones de presidentes. Desbaratados los partidos, desorganizadas las fuerzas obreras y fatigada la opinión pública de gobiernos enclenques, el coronel Ibáñez fue el único candidato. Triunfó sin contrincante con el 98% de los votantes y tomó posesión del mando el 21 de julio de 1927, a la edad de 50 años.
Primer orden (1927-1931)
Tras 4 años de trastornos políticos y sociales, la primordial preocupación de Carlos Ibáñez del Campo en el gobierno fue el "restablecimiento del orden", por lo que refrenó con energía cualquier intento opositor. Designó en el Ejército y la Armada a hombres de su seguridad, con lo que se aseguró el respaldo de las Fuerzas Armadas, y deportó a políticos y líderes de tendencias distintas. Si bien su ideología era mucho más bien conservadora, no tenía compromisos con los partidos. Como una parte de su preocupación por el orden público decretó la capacitación de Carabineros de Chile y organizó los servicios de indagaciones, dando particular relevancia a la sección de policía política.
Se estableció una división territorial de la República en solo dieciséis provincias, suprimiéndose ya que siete de las que ya están. Se creó la Contraloría General de la República y la Dirección General de Aprovisionamiento del Estado. El Congreso se dejó avasallar y dejó que el ministro de Hacienda ejercitara su única acción en temas de costos, reorganización de la administración pública y fijación de salarios. Permitió, además de esto, que para el próximo periodo parlamentario se designase un Congreso dócil al Ejecutivo, el "Congreso Termal", que resultó todavía mucho más enclenque que el previo: concedió autorización a fin de que la presidencia dictase todas y cada una de las disposiciones legales de carácter administrativo y económico que demandara la buena marcha del Estado.
Disponiendo de extensas atribuciones, el gobierno ha podido efectuar un extendido plan de inversiones en proyectos públicas, como trenes, proyectos de regadío y de puertos, alcantarillado, agua bebible, prisiones, academias, la vivienda presidencial de Viña del Mar, el Ministerio de Hacienda, etcétera. Además aumentó los salarios de las Fuerzas Armadas y adquirió nuevo armamento.
En el chato educacional se creó la Dirección General de Educación Secundaria, que tomó a su cargo los liceos, hasta ese instante dependientes de la Universidad de Chile. En el orden en todo el mundo, entre los puntos mucho más importantes fue la firma del tratado de Lima (1929), por el que se ponía fin al inconveniente que existe desde los días de la guerra del Pacífico (1879-1883) cerca de la soberanía de las provincias de Tacna y Arica. En virtud de tal tratado, Tacna quedó bajo la soberanía de Perú, y Arica, de Chile.
El mayor reto del gobierno fue atenuar los efectos de la crisis económica mundial del 1929, en especial en lo relativo a la baja en las ventas de salitre, del que Chile era el primordial productor mundial. Para ello se formó la Corporación del Salitre de Chile (COSACH), en la que figuraban como asociados el fisco y las compañías salitreras. Con estas medidas, el gobierno aguardaba poder abonar los créditos que había contratado para financiar el software de proyectos públicas. La crisis determinó la caída del régimen. Un movimiento de opinión unió a los expertos, usados, alumnos y obreros que solicitaban el restablecimiento de las libertades públicas, lo que fue contestado con una fuerte opresión.
Por último, presionado por el lamento habitual, el 26 de julio de 1931 lbáñez renunció y se refugió en Argentina. El presidente del senado, Pedro Opazo Letelier, aceptó como vicepresidente por ciertas horas, en las que designó un gabinete encabezado por el catedrático extremista Juan Esteban Montero, quien, por su parte, en su calidad de ministro del Interior pasó a ocupar la vicepresidencia de la República.
Segundo orden (1952-1958)
La segunda administración de Ibáñez se extendió desde 1952 hasta 1958. Aunque tenía 75 años, su candidatura despertó enorme entusiasmo en la población: fue llamado "El General de la Promesa", puesto que prometía sacar al país de la falsa democracia a la que se había visto abocado por el gobierno de Gabriel González Videla. Ibáñez tenía en contra suya múltiples componentes: su pasado involucionista y dictatorial, su ideología conservadora con matices fascistas y su admiración por el dictador argentino Juan Domingo Perón. A pesar de todo consiguió, en las selecciones de 1952, los votos precisos para entrar nuevamente a la primera magistratura de Chile.
El gobernante tuvo que enfrentar varias adversidades derivadas de la mala coyuntura económica del país (socia a la crisis en el valor del cobre, por el término de la guerra de Corea). Su gobierno creó ciertos organismos premeditados a encender la economía: el Ministerio de Minería, el Banco del Estado, la Corporación de la Vivienda (CORVI) y el Instituto de Seguros del Estado, la Superintendencia de Educación, la Empresa Nacional de Fundiciones y el Departamento del Cobre.
A favor de los trabajadores se estableció la asignación familiar obrera y el salario mínimo campesino. Se rehabilitó la ley electoral y se estableció la cédula única oficial de votación. Se derogó la ley de defensa de la democracia difundida por el gobierno de González Videla, con lo que en 1958 el Partido Comunista volvió a la legalidad.
La cadena de levantas de costes decretadas por el gobierno a principios de abril de 1957 levantaron una ola de manifestaciones y asonadas en Santiago, Valparaíso y Concepción, con un saldo notable de fallecidos y heridos. Ello contribuyó al desprestigio y posterior derrota electoral de un gobierno que se había iniciado bajo un tiempo de promesa y popularidad, y que acabó en el mucho más absoluto aislamiento.
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