Carlos I de Portugal

La historia universal la narran aquellas mujeres y hombres queen el paso de los años, gracias a sus obras, sus pensamientos, sus creaciones o su talento; han hecho quela sociedad, de una forma u otra,prospere.

Ya sea inspirando a otros seres humanos o tomando parte de la acción. Carlos I de Portugal es uno de esos sujetos cuya vida, en efecto, merece nuestra consideración debido al nivel de influencia que tuvo en la historia.Comprender la vida de Carlos I de Portugal es comprender más sobre un periodo concreto de la historia del ser humano.

Conocer las luces y las sombras de las personas relevantes como Carlos I de Portugal, personas que hacen girar y evolucionar al mundo, es algo esencial para que podamos apreciar no sólo la existencia de Carlos I de Portugal, sino la de todos aquellos y aquellas que fueron inspiradas por Carlos I de Portugal, aquellas personas a quienes de un modo u otro Carlos I de Portugal influyó, y ciertamente, entender y comprender cómo fue el hecho de vivir en el momento de la historia y la sociedad en la que vivió Carlos I de Portugal.

Las biografías y las vidas de personas que, como Carlos I de Portugal, atraen nuestro interés, deben servirnos siempre como referencia y reflexión para ofrendar un marco y un contexto a otra sociedad y otra etapa de la historia que no son las nuestras. Intentar comprender la biografía de Carlos I de Portugal, el motivo por qué Carlos I de Portugal vivió como lo hizo y actuó de la forma en que lo hizo durante su vida, es algo que nos ayudará por un lado a comprender mejor el alma del ser humano, y por el otro, el modo en que se mueve, de forma inexorable, la historia.

Vida y Biografía de Carlos I de Portugal

(Lisboa, 1863-1908) Rey de Portugal (1889-1908). Hijo del previo rey, Luis I, y de María Pía de Saboya, casó con la princesa María Amelia de Saboya, hija de los condes de París. Distinguido pintor y enorme con pasión a la oceanografía y a la investigación científica, debió dejar estas ocupaciones al subir al trono, el 1 de octubre de 1889, lo que, según expresiones del propio monarca, significó para él una genuina condena.

Solamente ocurrir a su padre en el trono portugués, debió confrontar con la grave crisis de ultramar. Portugal, que tenía extensos territorios en África, tanto en el oeste (Angola), como en el este (Mozambique), pretendía juntar los dos entornos a través de un corredor de adentro; este emprendimiento chocó frontalmente con los intereses coloniales de la todopoderosa capacidad colonial actualmente, Inglaterra, a la que pertenecía la presente África del Sur, y cuyas pretenciones se dirigían a la anexión de los territorios del norte (la presente Rhodesia), para juntar con otro corredor colonial los entornos de El Cabo y El Cairo.

El 2 de enero de 1890 el gobierno inglés lanzó un ultimátum a Portugal a raíz del contencioso producido entre los dos países (que se conoció como el del Mapa Rosa), en el que demandaba al gobierno portugués la instantánea retirada de las fuerzas de ocupación y la distribución de sus pertenencias en la región en enfrentamiento. Portugal, gracias a su manifiesta debilidad frente Inglaterra, no tuvo mucho más antídoto que retirarse de la región y dejar el paso franco a la expansión británica en la región.

Similar medida precautoria provocó un espectacular estallido de cólera en el pueblo y la clase política contra el rey Carlos I y contra los británicos. La agitación habitual y la crisis política fueron aprovechadas por los republicanos y por un conjunto esencial de monárquicos contrarios a las medidas del gobierno de Carlos I. Al año siguiente, el 31 de enero de 1891, los republicanos procuraron hacer un movimiento innovador que, más allá de que ha podido ser contenido, instaló el germen del descontento en toda la clase política, germen que se agudizó con la penosa situación financiera que Portugal arrastraba desde hacía tiempo.

En el año 1892, el rey Carlos I, al notar que los 2 partidos rotativos (alternos en el poder, exactamente la misma sucedía en España) no conseguían solucionar eficazmente la crisis del gobierno, encargó al general Crisóstomo de Abreu la organización de un gobierno de coalición que, al no poder arreglar el inconveniente, fue sustituido prontísimo por un nuevo gabinete, al cargo de Días Ferreira.

La crisis política y económica prosiguió atenazando al país, conque Carlos I decidió transladar el poder al dictador João Franco, quien formó un nuevo gabinete el 17 de mayo de 1906, que emprendió rápidamente una línea política dura y represiva que no logró mucho más que caldear los ánimos antimonárquicos, ahora por sí exaltados, no solo por la parte de los propios republicanos, sino más bien asimismo por la amplia y extensa mayoría de los monárquicos y de los reformistas.

João Franco suspendió en el año 1907 la constitución lusa y empezó a gobernar tal y como si se tratara de una genuina dictadura. Las reacciones contra el gobierno no se hicieron aguardar; el 21 de enero de 1908 fracasó una exclusiva tentativa republicana para deponer al rey y también instaurar una República. Multitud de maquinadores republicanos y contrarios de el panorama político fueron deportados. Esta novedosa opresión provocó lo que se venía preludiando: el combate de todas y cada una de las fuerzas políticas y sociales del país contra del rey y su gobierno represor. Finalmente, 12 días tras el fallido intento de golpe para derrocar al gobierno, el rey era ejecutado por integrantes de su policía en el momento en que retornaba a la ciudad más importante en un vehículo descubierto. En el atentado asimismo murió su hijo y heredero a la corona, el infante don Luis.

En lo relacionado a la política exterior de Carlos I, tras el ultimátum británico se normalizaron las relaciones anglo-lusas y se reiniciaron los nudos políticos y comerciales con la vieja colonia de Brasil, rotos desde hacía un tiempo por accidentes diplomáticos. Mantuvo relaciones cordiales con Alfonso XIII de España, Eduardo VII de Inglaterra y Guillermo II de Alemania, a quienes recibió en sus visitas a Lisboa. Sin embargo, Carlos I debió llevar a cabo en frente de múltiples revueltas coloniales, desde Guinea hasta Timor, que de a poco fueron dezmando el otrora poderoso imperio colonial portugués.

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