Si has llegado hasta aquí es porque tienes consciencia de la trascendencia que atesoró Carlos Eduardo Zavaleta en la historia. El modo en que vivió y aquello que hizo durante el tiempo que permaneció en este mundo fue decisivo no sólo para las personas que trataron a Carlos Eduardo Zavaleta, sino que a lo mejor dejó una huella mucho más honda de lo que logremosimaginar en la vida de gente que tal vez jamás conocieron ni conocerán ya jamás a Carlos Eduardo Zavaleta en persona.Carlos Eduardo Zavaleta ha sido una persona que, por alguna causa, merece ser recordado, y que para bien o para mal, su nombre nunca debe borrarse de la historia.
(Caraz, Ancash, 1928 - Lima, 2011) Escritor peruano. Autor de una magnífica producción narrativa que se destaca por su lenguaje terso y pulimentado, su habilidad en el avance de la anécdota, su increíble construcción de los individuos y su especial acabado formal, es uno de los más importantes pertenecientes de la llamada Generación del 50, donde se reúnen escritores peruanos de la talla de Julio Ramón Ribeyro, Enrique Congrains, Luis Loayza y Eleodoro Vargas Vicuña, entre otros muchos; todos ellos fueron predecesores del enorme Boom de la narrativa peruana, encabezada en la década siguiente por Mario Vargas Llosa.
Los aspectos recurrentes que caracterizan a los integrantes de esta Generación del 50 son la búsqueda incesante de la renovación de la narrativa peruana por medio de novedosas técnicas literarias y el ahínco por dejar perseverancia de los recientes cambios y transformaciones expertos en la sociedad tras el desarrollo de modernización.
Carlos Eduardo Zavaleta pasó su niñez y adolescencia en el medio rural en el que había venido al planeta, del que entonces tomaría rebosantes materiales literarios para crear buena parte de su obra de ficción. En su juventud, el futuro escritor se trasladó a Lima para cursar estudios superiores de Letras en la Universidad de San Marcos, donde se doctoró con una proposición centrada en la producción narrativa del estadounidense William Faulkner (1897-1962).
En su faceta de estudioso del hecho literario y animador cultural, Zavaleta fue el primordial difusor en el Perú de las novelas de tal creador, a las que próximamente sumó su pasión por la obra del irlandés James Joyce (1882-1941). A los dos autores y a sus respectivas narraciones dedicó Zavaleta ciertos de sus mucho más lúcidos y penetrantes ensayos críticos, una gran parte de los que han quedado recogidos en su libro que se titula Estudios y ensayos sobre Joyce y Faulkner (1993).
A lo largo de toda su historia laboral, Carlos Eduardo Zavaleta compaginó su dedicación a la docencia universitaria con el desempeño de metas diplomáticas y la redacción de una atrayente producción narrativa que le ubica entre las considerables figuras de las letras peruanas de la segunda mitad del siglo XX.
Se dio a saber como escritor a fines de los años 40 con un volumen de cuentos que se titula El cínico (Lima, 1948), al que entonces prosiguieron otras recopilaciones de cuentos que le mostraron como un consumado profesor en el complejo género de la narrativa corto. Entre estas compilaciones de cuentos, se puede destacar -aparte de la citada- las tituladas La guerra y otros cuentos (1954), El Cristo Villenas (1956), Unas manos violentas (1958), Vestido de luto (1961) -obra premiada con el Premio de Fomento a la Cultura "Ricardo Palma"-, Muchas caras del amor (1966), Niebla clausurada (1970) y Un día en muchas unas partes del planeta (1979).
En su faceta de novelista, el escritor de Caraz comenzó en la época de los años cincuenta con la narración larga llamada Los Ingar (1955), obra que mereció los encomios de la crítica y los que leen y le logró merecedor, de nuevo, del Premio de Fomento a la Cultura "Ricardo Palma" (en esta ocasión, en su modalidad de novela). Tras largos años de dedicación a la docencia, la diplomacia y el cultivo de la narrativa corto, Carlos Eduardo Zavaleta volvió al género novelesco con Los practicantes (1974), a la que entonces se sumaron otras narraciones amplias como Retratos turbios (1982) y Un joven, una sombra (1992), esta última premiada con el Premio de Novela de la Municipalidad de Lima.
En líneas en general, tanto los cuentos breves como las narraciones amplias del escritor de Caraz reflejan con singular acierto los inconvenientes, las inquietudes, las maneras de vida y las prácticas de los pueblos andinos, con lo que su obra de ficción puede encuadrarse en la literatura regionalista. Dentro de esta corriente estética y también ideológica, Zavaleta se singulariza por su sencillez para desenvolverse con imaginación y verosimilitud tanto en el campo rural como en los niveles urbanos.
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