Ya sea inspirando a más seres humanos o siendo una pieza esencial de la acción. Carlos Arturo Torres es una de las personas cuya vida, en verdad, merece nuestra consideración debido al grado de influencia que tuvo en la historia.Comprender la vida de Carlos Arturo Torres es comprender más sobre periodo preciso de la historia de la humanidad.
Si has llegado hasta aquí es porque tienes conocimiento de la importancia que atesoró Carlos Arturo Torres en la historia. El modo en que vivió y lo que hizo mientras estuvo en la tierra fue determinante no sólo para las personas que trataron a Carlos Arturo Torres, sino que a caso dejó una huella mucho más insondable de lo que podamosimaginar en la vida de personas que tal vez jamás conocieron ni conocerán ya jamás a Carlos Arturo Torres en persona.Carlos Arturo Torres ha sido un ser humano que, por alguna razón, merece ser recordado, y que para bien o para mal, su nombre nunca debe borrarse de la historia.
(Santa Rosa de Viterbo, 1867 - Caracas, 1911) Ensayista colombiano. Durante su juventud cursó estudios en el Reino Unido y, tras viajar por múltiples países de europa, regresó a Colombia, donde fue catedrático de derecho en todo el mundo. Fundador de diarios como La Crónica (1898) y El Nuevo Tiempo (1901), en los que publicó varios productos, en 1903 recibió el ascenso de ministro del tesoro y más tarde se encargó del Ministerio de Hacienda y el consulado de Colombia en Liverpool, Reino Unido. Desde sus primeros escritos, el poema dramático en tres actos Lope de Aguirre (1891) y una secuencia de poemarios compendiados después en Obras poéticas (1906), Torres mostró un estilo clasicista puesto al servicio de su talento racionalista y didáctico. Similares especificaciones presentaron los ensayos que escribió a lo largo de la última etapa de su historia y que cimentaron su reputación posterior, como Literatura de ideas (1911) y el discutido Idola fori o Los ídolos del foro de discusión, anunciado póstumamente en 1916, que despertó enormes polémicas por su penetrante análisis crítico de la demagogia y las instituciones políticas.
Figura de america paralela a la de José Enrique Rodó, si bien menos maleable y con inferiores facultades de creación artística, Carlos Arturo Torres logró sus estudios en Tunja y en el Externado de Bogotá, del que llegó a ser vicerrector. Dedicó la mayoría de su historia a la cátedra y al periodismo: La Crónica (1898-99), El Nuevo Tiempo (1901) y La Civilización (1910) fueron fundados por él.
Explicó derecho en todo el mundo en la Universidad republicana de Bogotá y desempeñó distintas funcionalidades políticas y diplomáticas: fue enviado a Francia en 1898 a negociar la prórroga del contrato para abrir un canal en Panamá; ocupó las carteras de ministro del Tesoro (1903) y de Hacienda Pública (1904); y fue designado cónsul en Liverpool (1905-1910) y ministro plenipotenciario en Caracas (1911) para representar a su país en las fiestas venezolanas de la Independencia.
Su obra primordial es Idola Fori, donde se vuelca el profesor de ideas extensas, enemigo de extremismos y de tópicos. Otros ensayos suyos son Estudios ingleses y estudios múltiples (1907), Literatura de ideas: estudios y charlas (1911) y Estudios de crítica actualizada, aparecidos tras su muerte y conteniendo, entre otros muchos trabajos, los Estudios Americanos.
Procuró sin éxito el teatro con Lope de Aguirre (1891) y fue asimismo poeta de ideas, de orientación didáctica y con visible desdén para las corrientes modernistas en rema; sus mucho más ambiciosos poemas, Némesis y La abadía de Westminster, no agregan enorme cosa a su personalidad literaria. Publicó su Obra poética en 1906. Tuvo la solidez del verdadero profesor; charló siempre y en todo momento ex--cátedra, pero fue fundamentalmente un divulgador y un debelador de las cosas falsas que se afirman por convencionalismos.
El mucho más popular libro de Carlos Arturo Torres es indudablemente Idola Fori, un largo y erudito ensayo crítico sobre los fanatismos y supercherías políticos, económicos y sociales. "Los ídolos del foro de discusión", afirma Torres,"no son solo las ideas cuya falsedad fué probada, sino más bien aquellas cuya prueba está por probar y aun no va a poder probarse nunca". El ensayo de Torres, aparecido en 1900 (prologado por José Enrique Rodó), mantiene, tras prácticamente medio siglo, una viva actualidad: semeja escrito no ayer, sino más bien el día de hoy mismo. La causa de esa permanencia de las proposición, críticas y también ideas del creador es realmente simple: los ídolos del foro de discusión no fueron desmoronados. Ahí están en sus altares favoreciendo periódicas y estúpidas matanzas colectivas. De forma que todo, completamente todo lo que se ha dicho en este libro, en 1910, se puede regresar a decir, y probablemente con mayor razón cien años después.
Torres hace en su obra la relación y el enjuiciamiento de las ideas que perdieron su substancia o que jamás la tuvieron y, no obstante, trabajan devastadoramente sobre las conciencias particulares y colectivas; revela de qué forma los pueblos, sometidos a una presión demagógica en la que los fanatismos y las supercherías políticos se forman en ideas-ídolos de las masas, concluyen en las tiranías; apunta la necesidad de la evolución pacífica y razonable, en el respectivo marco histórico de cada pueblo, sobre la base de los pactos o síntesis temporales entre los contrarios. "Todo triunfo perdurable", afirma, "es el resultado de una transacción". La obra es un magnífico alegato a favor de esa "localidad del futuro" donde los hombres estarían regidos por el ideal kantiano de justicia y de fraternidad. El mérito perdurable del ensayo de Torres reside en la agudeza del enfoque crítico de las ocasiones históricas y en el penetrante análisis de las ideas.
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Los matices y las sutilezas que llenan nuestras vidas son en todos los casos determinantes, ya que marcan la diferencia, y en el tema de la vida de una persona como Carlos Arturo Torres, que tuvo su relevancia en un momento histórico concreto, es vital procurar ofrecer un aspecto de su persona, vida y personalidad lo más exacta posible.
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