Las biografías y las vidas de personas que, como Carl Joseph Eberth, cautivan nuestro interés, tienen que valernos en todo momento como referencia y reflexión para conferir un marco y un contexto a otra sociedad y otra época de la historia que no son las nuestras. Hacer un esfuerzo por comprender la biografía de Carl Joseph Eberth, el motivo por el cual Carl Joseph Eberth vivió de la forma en que lo hizo y actuó de la forma en que lo hizo durante su vida, es algo que nos ayudará por un lado a comprender mejor el alma del ser humano, y por el otro, la manera en que se mueve, de forma inevitable, la historia.
(Wurzburgo, 1835 - Berlín, 1926) Patólogo y bacteriólogo alemán. Se le debe el hallazgo en 1880 del agente causal de la fiebre tifoidea (bacilo de Eberth o Eberthella), tal como distintos trabajos sobre histología y organografía.
Eberth era hijo de un artista que murió en el momento en que él era aún joven, con lo que desde joven debió contribuir a su madre en el sustento familiar a través de el desempeño de tareas manuales como cortar cromos silueteados. Pese a las dificultades económicas por las que atravesaron, ha podido entrar en la Universidad de Wurzburg, donde estudió medicina y biología con varios de los mucho más reputados profesores alemanes de la temporada: Heinrich Müller, Albert von Kölliker, Franz Leydig y Rudolf Virchow.
Desde 1856 hasta 1859 trabajó como ayudante en el Instituto de Patología de Wurzburg, y en el último año de ese periodo de tiempo logró una matrícula de honor por su proposición sobre la tricocefalosis, una patología infecciosa ocasionada por unos vermes del intestino. Terminados los estudios se transformó en experto en disecciones bajo las órdenes de Heinrich Müller en el Instituto de Anatomía Comparada de su localidad natal. Allí se concentró en la histología, rama de la biología que estudia la composición de los tejidos de los seres vivos.
En el año 1865 se trasladó a Zurich, donde ejercitó a lo largo de 4 años como instructor no numerario de nosología; en 1869 pasó a ser catedrático de la materia. Un año después, en 1870, se casó con Elisabeth Hohensteiner, con la que tuvo tres hijas. Desde 1874 hasta 1881 enseñó asimismo histología y embriología en la escuela de medicina veterinaria de la Universidad de Zurich.
Fue a lo largo de su estancia en la localidad suiza en el momento en que hizo sus mucho más esenciales indagaciones y descubrimientos en el campo de las patologías infecciosas. Eberth adquirió importancia en el planeta científico al conocer el bacilo de la fiebre tifoidea (Salmonella typhosa, que próximamente fue llamada Eberthella typhosa en su honor). En 1879 estudió veintitrés casos de fiebre tifoidea y halló los propios microorganismos con apariencia de barra en 12 de los veintitrés casos. Muchos de sus primeros escritos científicos fueron compendiados en el Archivo Virchow para la anatomía patológica, y en ellos se explicaba la composición de los tejidos que forman distintos órganos del cuerpo humano y de determinados animales.
Fueron fundamentales sus especificaciones del epitelio y de la anatomía del hígado y de su desempeño en condiciones normales y patológicas, tal como los estudios sobre la fiebre tifoidea. A pesar de que se considera como el explorador del bacilo de esta clase de fiebre, el microorganismo no fue de todos modos apartado y cultivado hasta 1884, en el momento en que un alumno de Robert Koch logró cultivarlo. Sin embargo, esta sería solo una de sus múltiples contribuciones a la medicina, a la que se dedicó a lo largo de mucho más de cincuenta años.
Eberth se interesó más tarde por los procesos inflamatorios; sus progresos le llevaron a estudiar las inflamaciones ocasionadas por microorganismos entonces extraños. Contribuyó decisivamente al avance de los estudios sobre las bacterias y sus ocupaciones, y decidió la cabeza de entre las mucho más refulgentes generaciones de bacteriólogos alemanes. Cuatro años antes que Robert Koch aislara y cultivara el bacilo del ántrax, Eberth ahora publicó una pequeña monografía donde mostraba los desenlaces de las meticulosas técnicas de observación y experiencia sobre este bacilo. En exactamente la misma, describía el sudor gelatinoso, abundante en bacterias, que llenaba los alveolos de los pulmones. Aunque no logró detectar precisamente los microorganismos que halló, sí logró en cambio enseñar su presencia en el corazón y el bazo, aparte de en los pulmones.
En 1881 fue llamado por los rectores de la Universidad de Halle, donde ejercitó de catedrático de anatomía equiparada y de histología. Dejó de lado las anomalías de la salud infecciosas y se concentró en la trombosis. A mediados de 1880, Eberth, ayudado por su alumno Curt Schimmelbusch, hizo un extenso estudio sobre el papel de las plaquetas en el avance de la trombosis. Ambos llegaron a la conclusión de que una reducción en la agilidad de la sangre o una herida dentro de los vasos sanguíneos era la causa del adherimiento de las plaquetas en las paredes de los vasos, lo que generaba un tapón en la circulación. Por un desarrollo de metamorfosis viscosa, advirtieron que las plaquetas se adherían unas sobre otras, atraían a los glóbulos colorados y blancos y producían la capacitación de un trombo, con lo que llamaron a este desarrollo "conglutinación" y lo distinguieron de la coagulación, que consideraron que era una etapa posterior en el avance del trombo.
Las técnicas de observación microscópica y de experimentación con casos clínicos que empleó para sus indagaciones hicieron de él entre los primeros bacteriólogos de laboratorio y entre los primeros patologistas que sacó beneficio de las indagaciones bacteriológicas para su trabajo. Por ello se comprometió en 1889 a hacer una edición nueva de un manual de técnicas para los estudios de nosología, escrito por Carl Friedländer y extensamente usado en la temporada por los alumnos. En 1895, ahora con sesenta años, dejó la cátedra de anatomía equiparada y también histología y aceptó la dirección del Instituto de Patología, cargo que sostuvo hasta el momento en que se retiró, en 1911, a la edad de setenta y cinco años. Entonces trasladó su vivienda cerca de Berlín, donde vivió con una de sus hijas hasta su muerte, en el momento en que contaba noventa y un años.
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