La historia de la civilización la escriben aquellas mujeres y hombres queen el paso de los años, gracias a su proceder, sus ideas, sus innovaciones o su ingenio; han originado queel género humano, de una forma u otra,avance.
Ya sea inspirando a otras personas o formando parte de la acción. Bruno Walter es una de esas personas cuya vida, sin duda alguna, merece nuestra consideración por el nivel de influencia que tuvo en la historia.Conocer la existencia de Bruno Walter es comprender más sobre época determinada de la historia de la humanidad.
(Berlín, 1876 - Beverly Hills, 1962) Director de orquesta y compositor alemán nacionalizado estadounidense. Bruno Walter efectuó sus estudios musicales en el Conservatorio Stern de su localidad natal con la intención de arrancar la carrera de pianista, instrumento con el que comenzó como solista a los trece años tocando el Concierto para piano en Mi bemol de Moscheles con la Orquesta Filarmónica de Berlín. Pero fue al percibir regentar a Hans von Bulow en el momento en que decidió centrarse en la dirección orquestal. En 1894, a los dieciocho años, comenzó con la ópera Der Waffenschmied de Gustav Lortzing adelante de la orquesta de la Ópera de Colonia.
Hasta 1896 continuó en tal orquesta como directivo en prácticas, y ese año se trasladó a Hamburgo, donde recibió enseñanzas de Gustav Mahler. Su relación con Mahler fue definitiva para su carrera, por las enseñanzas que recibió de aquel y pues fue el compositor austriaco quien le dio un empleo como directivo en Breslau. Al ocupar dicho puesto, Walter adoptó el que sería su nombre artístico desde ese instante.
En 1887 dirigió en Pressburg y por año siguiente en Riga. En la ciudad más importante letona conoció a la que sería su futura mujer, la soprano Elsa Kornek. La llegada del nuevo siglo le llevó a regentar en Berlín y después, en 1901, a Viena. Allí fue asistente de su profesor Mahler y directivo de la Ópera de Viena (Hofoper), donde continuó hasta 1912. Walter simultaneó su puesto en Viena con varios recitales en Checoslovaquia, Italia, Alemania y Gran Bretaña. En este último país consiguió un enorme éxito dirigiendo Tristán y también Isolda en el Covent Garden londinense.
Tras el fallecimiento de Mahler, Walter fue el responsable de estrenar 2 de sus proyectos: La Canción de la Tierra en 1911 y la Novena Sinfonía por año siguiente. En 1913 se instaló en Múnich, donde continuó a lo largo de una década siendo nombrado Director General de Música de Baviera en substitución de Félix Mottl. Su etapa berlinesa sirvió para entregarle prestigio en todo el mundo, singularmente por sus interpretaciones de óperas de Mozart y Wagner. Compaginó dicho puesto con el de directivo invitado de la Orquesta Filarmónica de Berlín, adelante de la que estrenó proyectos de músicos contemporáneos como la británica Ethel Smyth.
En 1923 volvió a Viena, ahora con la nacionalidad austriaca que le había sido proporcionada en 1911. Ese mismo año viajó a Nueva York por vez primera, y allí comenzó con la New York Symphony Orchestra. A partir de ese instante y a lo largo de múltiples años estuvo viajando a los Estados Unidos para efectuar giras de recitales en Minneapolis, Cleveland, Los Angeles y Nueva York.
En 1925 se instaló nuevamente en Berlín tras ser nombrado directivo general de música en la Ópera Estatal de esa localidad, y en verano de ese año asistió por vez primera al Festival de Salzburgo, donde consiguió un enorme éxito con sus interpretaciones de Mozart. Simultaneó estas ocupaciones con la dirección del repertorio de ópera alemana en el Covent Garden londinense entre 1924 y 1931, y con ciertos recitales adelante de la London Symphony Orchestra.
En 1926, a lo largo de una visita a Leningrado, conoció al entonces joven Dmitri Shostakovich y mostró enorme interés por su Sinfonía nº 1, hasta el punto de estrenarla después en Berlín. Ese mismo año, Walter empezó a trabajar para el recién abierto Teatro de Ópera de Charlottenburg (Berlín), y merced a su presencia y a la de otros esenciales directivos como Wilhelm Furtwängler y Otto Klemperer, el teatro adquirió renombre en todo el mundo.
En 1929, tras algunos roces con la dirección del teatro, Walter decidió renunciar y irse a Leipzig, donde se puso adelante de la orquesta del teatro Gewandhaus. Debido al apogeo y ascensión al poder del nazismo, próximamente debió dejar este puesto, que ocupó entonces Richard Strauss. Walter continuó su trayectoria en Londres y Viena. Obtuvo en 1935 el puesto de directivo titular de la Orquesta Filarmónica de la ciudad más importante austriaca, pero la ocupación alemana le forzó a escapar de ese país hacia Francia.
A pesar de que el gobierno francés le dio la nacionalidad francesa en 1940, el destino final de Walter fue Estados Unidos, donde continuó hasta hoy de su fallecimiento. En 1946 se transformó en ciudadano estadounidense y en tal país reemplazó a Klemperer adelante de la Orquesta Filarmónica de Los Ángeles, aparte de subir al podio de otras agrupaciones como la New York Philharmonic, la Columbia Symphony Orchestra o la orquesta sinfónica de Minneapolis. Su debut en el Metropolitan neoyorquino se causó en 1941 con Fidelio, de Beethoven, ópera que asimismo dirigió en la Staatsoper de Viena al terminar la Segunda Guerra Mundial. En 1947 participó en la primera edición del Festival de Edimburgo dirigiendo en La Canción de la Tierra de Mahler a la enorme estrella de la lírica Kathleen Ferrier. La década de los años cincuenta le llevó a Salzburgo y Viena. En esta última localidad dirigió en 1960 la Sinfonía nº 4 de Mahler con ocasión del centenario del compositor. Los 2 últimos años de su historia los pasó en su vivienda de Los Ángeles, donde murió en 1962.
Como compositor estrenó 2 sinfonías y ciertas proyectos camerísticas, pero próximamente abandonó la creación musical para ocuparse de lleno a la dirección de orquestas. Sus interpretaciones se caracterizaban por su lirismo y calidez. La técnica ocupaba un background en tanto que, en expresiones del propio Walter, "concentrándose en la técnica uno no llega a la precisión". Su repertorio preferido era el de los profesores de la música centroeuropea, cuya música abordaba con enorme respeto.
Como sucedía con otros muchos músicos de su época, sus interpretaciones de la música del clasicismo no tenían bastante presente los criterios historicistas, en tanto que Walter empleaba enormes orquestas para el repertorio del siglo XVIII. Su forma de regentar era muy diferente a la de otros profesores de la batuta como Arturo Toscanini o Wilhelm Furtwängler, puesto que no tenía la fogosidad del primero ni la sencillez para la improvisación del segundo. Bruno Walter siempre y en todo momento trató de conseguir una comunicación dinámica con sus músicos, eludiendo en todo instante los ademanes dictatoriales que caracterizaban a otros directivos.
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