Bruno Ganz

La historia universal la escriben las mujeres y hombres queen el paso de los años, gracias a su proceder, sus ideas, sus innovaciones o su ingenio; han ocasionado queel género humano, de un modo u otro,avance.

Si has llegado hasta aquí es porque eres consciente de la importancia que detentó Bruno Ganz en la historia. La forma en que vivió y las cosas que hizo durante el tiempo que permaneció en este mundo fue determinante no sólo para quienes conocieron a Bruno Ganz, sino que posiblemente produjo una señal mucho más insondable de lo que podamosconcebir en la vida de gente que tal vez nunca conocieron ni conocerán ya jamás a Bruno Ganz en persona.Bruno Ganz ha sido una de esas personas que, por alguna razón, merece ser recordado, y que para bien o para mal, su nombre nunca debe borrarse de la historia.

Las biografías y las vidas de personas que, como Bruno Ganz, cautivan nuestro interés, deben valernos siempre como punto de referencia y reflexión para ofrecer un marco y un contexto a otra sociedad y otra época que no son las nuestras. Hacer un esfuerzo por entender la biografía de Bruno Ganz, el motivo por qué Bruno Ganz vivió como lo hizo y actuó del modo en que lo hizo en su vida, es algo que nos ayudará por un lado a conocer mejor el alma del ser humano, y por el otro, la forma en que avanza, de forma inexorable, la historia.

Vida y Biografía de Bruno Ganz

(Zurich, 1941) Actor suizo de dilatada trayectoria y reputada experiencia en todo el mundo. Considerado entre los actores centroeuropeos mucho más simbólicos, trabajó asiduamente con los realizadores mucho más representativos del llamado “cine de creador”, como Wim Wenders, Theodoros Angelopulos o Alain Tanner.

Bruno Ganz nació en Zurich, Suiza, el 21 de marzo de 1941. Después de pasar de forma exitosa su matura (la prueba de ingreso universitario), efectuó el servicio militar en Suiza y también inició sus estudios de teatro en el Bühnestudio de su localidad natal. En 1962 se trasladó a Alemania para agrandar sus entendimientos en arte dramático. Gracias a la increíble tarea de sus instructores Peter Zadek y Kurt Hübner, no tardó en poner énfasis por sus destrezas interpretativas y empezó su trayectoria como actor sobre los niveles teatrales.

A lo largo de la década de 1960 trabajó en distintas producciones para las televisiones suiza y alemana (en general, ediciones de montajes teatrales). En 1967 conoció al directivo Peter Stein, con quien cinco años después cofundó en Berlín la compañía Schaubuehne, el día de hoy transformada en ejemplo de audacia y de independencia de método. En Schaubuehne coincidió con otros enormes de la escena centroeuropea, como los actores Jutta Lampe, Edith Clever y Otto Sander (su “angelical compañero” en El cielo sobre Berlín, de Wim Wenders) o los escenógrafos Klaus Michael Grüber y Luc Bondy.

En 1972 integró el elenco del estreno mundial de la obra de Thomas Bernhard Der Ignorant und der Wahnsinnige (El desinformado y el demente), bajo la dirección de Claus Peymann y en el marco del Festival de Salzburgo. El resultado fue un aluvión de encomios, tanto de crítica y público como del propio escritor: el frecuentemente irascible Bernhard llegó al radical de socorrer explícitamente “al enorme Bruno Ganz” en la diatriba contenida en la novela El sobrino de Wittgenstein, donde arremetía contra los actores que habían interpretado sus proyectos en Austria y Alemania. En 1973, la gaceta enfocada Theater Heute le concedió la distinción al Actor mucho más Destacado del Año.

Si bien raramente a los diecinueve años apareció en 2 grabes de Karl Suter (Der Herr mit der schwarzen Melone y Chikita), no fue hasta 1975 en el momento en que empezó realmente su trayectoria como actor de cine. Ello sucedió en el momento en que el enorme realizador francés Éric Rohmer le ha propuesto trabajar en La marquesa de O. Para elaborar apropiadamente el rodaje, Ganz decidió dejar el Bühnestudio, actitud que Rohmer premió concediéndole entre las mucho más recordables entradas en escena del cine europeo de la década. Esta película histórica recibiría el Premio del Jurado en el Festival Internacional de Cine de Cannes y lanzó a Ganz como entre los actores de europa mucho más pedidos de la próxima década.

Leal al cine de creador

El escritor Peter Handke llevó al cine su artículo La mujer zurda, y contó con la participación de Ganz. El actor sería considerado, desde ese momento, un estable conocedor del cosmos handkiano, como realmente bien probaría en otras oportunidades a posteriori. En 1977 Wim Wenders lo llamó para interpretar, al lado de Dennis Hopper, su muy especial adaptación de El amigo americano: El juego de Ripley, la novela de Patricia Highsmith. Bien recibida en Cannes, agradó tanto al directivo Franklin S. Schaffner que invitó a Ganz a rodar Los pequeños del Brasil, primera producción de america del actor. No en balde entre las características mucho más interesantes de Bruno Ganz fué siempre y en todo momento su sencillez para trabajar en múltiples lenguajes.

El realizador austriaco Werner Herzog demandó asimismo su presencia en Nosferatu (1979), decadente remake del largometraje homónimo de Friedrich Wilhelm Murnau, en el que el histriónico Klaus Kinski ejercitaba el papel de protagonista vampiro. Herzog supo intuir que Ganz, en contraposición al “demoníaco” Kinski, tenía todas y cada una de las talentos para encarnar el candor, la inocencia y la integridad ética. Ciertamente, varios de sus permisos en el cine y en el teatro han contribuido a sostener esta imagen.

La década de 1980 se abrió con 2 proyectos cinematográficos interesantes. De un lado, Círculo de engaños, de Volker Schlöndorff, al lado de Hanna Schygulla, y de otro En la localidad blanca, del suizo Alain Tanner. Para ciertos, este es el más destacable trabajo de Ganz; en él da vida a un marinero que escoge dejar su historia previo para detenerse en Lisboa a contemplar de qué forma el tiempo, y su vida, pasan por enfrente de sus ojos sin que él quiera realizar ningún ademán para intervenir. No obstante su actividad en la enorme pantalla, Ganz jamás abandonó su tarea sobre los niveles ni en los platós de televisión.

Pese a esta activa de trabajo, no fue hasta 1987 en el momento en que varios espectadores conocieron la tarea de Bruno Ganz. Y es que el éxito y la polémica cosechados por el largometraje El cielo sobre Berlín llegaron aun a producir un edulcorado remake hollywoodiano con Meg Ryan y Nicolas Cage como personajes principales. El largometraje, nuevamente bajo la realización de Wim Wenders, era un emprendimiento grupo con otro viejo popular de Ganz, Peter Handke, quien escribió un poético y vigoroso guion. Ganz supo dotar de una gran humanidad y trascendencia la historia del ángel Damiel, que renuncia a la inmortalidad para comprender la experiencia humana y mortal al enamorarse de una trapecista.

En la década de 1990 Ganz continuó alternando su actividad sobre los niveles con rodajes para los nombres mucho más prominentes del cine europeo. En este contexto se ubican sus interpretaciones en grabes como Tan lejos, tan cerca (1992), segunda una parte de El cielo sobre Berlín; La sepa (1993), nuevamente con Handke, y, más que nada, La eternidad y un día (1998), de Theodoros Angelopulos (Palma de Oro en Cannes), trabajo que supuso el acercamiento de 2 de las figuras mucho más respetadas del cine de creador.

En 1996 Ganz recibió un premio cuanto menos asombroso, el Iffland-Ring, que le fue concedido en calidad de “mayor personalidad viviente del teatro en charla germana”, galardón al que un año después se unía el concedido por el Festival Internacional de Televisión de Barcelona por su trabajo en el telefilme Anwalt Abel - Ein Richter in Angst, de Josef Rödl, en el que encarnaba a un juez, el Dr. Crusius, detestado por sus colegas.

En 2000, Ganz se rencontró con Peter Stein, quien tras diez años logró la representación de la integral de Fausto. El papel del mítico héroe de Goethe recayó en el actor suizo, tarea extenuante si se tiene presente que la duración del montaje alcanzaba las trece horas. En ese año, su participación en Pain, tulipes et comédie, de Silvio Soldini, le reportó la obtención de un David di Donatello en Italia, tal como el premio al mejor actor en Suiza.

No obstante, el nombre de Bruno Ganz trascendió el campo del cine de creador para ingresar en el de la mucho más viva polémica en el momento en que en 2004 (tras rodar bajo el mando de Jonathan Demme El mensajero del temor) admitía interpretar el papel de Adolf Hitler en la película de Oliver Hirschbiegel El hundimiento (Der Untergang). El peculiar enfoque del largometraje, apoyado medianamente en las memorias de quien fuera asesora del dictador, Traudl Junge, ofrecía una visión nueva de Hitler, fortaleciendo el hipotético “aspecto humano” de quien fuera responsable del aniquilamiento de miles de individuos a lo largo de la II Guerra Mundial. Objeto de viva discusión en todos y cada uno de los países en los que se estrenó, la película produjo, y prosigue provocando, encendidas discusiones.

El propio Wim Wenders, amigo personal de Bruno Ganz, se erigió en entre los mucho más relevantes portavoces del campo crítico con la parcialidad de la película. Al respecto de la amoralidad de su posición, Ganz declaró: “En el momento en que escuché ese género de comentarios por vez primera me sentí insultado, por el hecho de que lo que hice fue una suerte de reportaje por lo que a mí respecta”. Desconocedor de otras ediciones cinematográficas de la narración de Hitler (si bien “decidido admirador del retrato efectuado por Charlie Chaplin en El enorme dictador”), Ganz fundamentó su caracterización en películas del archivo en las que aparecía el Führer en persona.

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Sin duda alguna llegar a comprender a Bruno Ganz es algo que se reserva a un grupo limitado de personas, y que pretender reconstruir quién fue y cómo fue la vida de Bruno Ganz es una especie de puzzleque posiblemente alcancemos a reconstruir si colaboramos juntos.

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Las sutilezas y las peculiaridades que ocupan nuestras vidas son siempre imprescindibles, ya que destacan la singularidad, y en el tema de la vida de un ser como Bruno Ganz, que tuvo su importancia en un momento histórico concreto, es esencia intentar brindar un aspecto de su persona, vida y personalidad lo más precisa posible.

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