Bernardo Bertolucci

La historia del mundo la narran las mujeres y hombres quea lo largo de los siglos, gracias a su forma de actuar, sus ideales, sus hallazgos o su arte; han ocasionado quela humanidad, de una forma u otra,avance.

Ya sea inspirando a más seres humanos o siendo una pieza esencial de la acción. Bernardo Bertolucci es una de esas personas cuya vida, indudablemente, merece nuestra atención por el grado de influencia que tuvo en la historia.Comprender la vida de Bernardo Bertolucci es comprender más sobre una época concreta de la historia de la humanidad.

Si has llegado hasta aquí es porque sabes de la trascendencia que tuvo Bernardo Bertolucci en la historia. La manera en que vivió y las cosas que hizo mientras estuvo en este mundo fue determinante no sólo para aquellas personas que frecuentaron a Bernardo Bertolucci, sino que quizá produjo una huella mucho más profunda de lo que podamosimaginar en la vida de gente que tal vez nunca conocieron ni conocerán ya jamás a Bernardo Bertolucci en persona.Bernardo Bertolucci ha sido un ser humano que, por alguna razón, merece no ser olvidado, y que para bien o para mal, su nombre nunca debe borrarse de la historia.

Las biografías y las vidas de personas que, como Bernardo Bertolucci, seducen nuestro interés, tienen que valernos siempre como punto de referencia y reflexión para conferir un marco y un contexto a otra sociedad y otra etapa de la historia que no son las nuestras. Intentar entender la biografía de Bernardo Bertolucci, el motivo por qué Bernardo Bertolucci vivió del modo en que lo hizo y actuó de la forma en que lo hizo durante su vida, es algo que nos impulsará por un lado a entender mejor el alma del ser humano, y por el otro, la manera en que se mueve, de forma implacable, la historia.

Vida y Biografía de Bernardo Bertolucci

(Parma, 1941 - Roma, 2018) Director de cine italiano. Su ámbito familiar estuvo marcado por la existencia de su padre, Attilio Bertolucci, entre los versistas y críticos que pretendió desarrollar una estética desde concepciones marxistas. Ya desde pequeño, Bertolucci agradaba de llevar a cabo creaciones literarias y de jugar con una pequeña cámara con la que reflejar "el ambiente que la vida le enseñaba".

Hacia los veinte años, un amigo del padre iba a ocasionar una profunda huella en el alma del joven estudiante de cine; tenía que ver con Pier Paolo Pasolini, mucho más popular en un primer instante por su aptitud literaria que por la cinematográfica, que debía concederle notoriedad universal. No es de extrañar que el joven Bertolucci se sintiera desde prontísimo influido por el marxismo, hecho que se reflejaría en parte importante de su obra posterior. Con el correr del tiempo nuestro Bertolucci llegó a estimar sus grabes como «agobiados», en relación que denunciaban una situación crispada y también injusta. Sin embargo, una visión de su filmografía semeja señalar que los comentarios del propio directivo eran fruto de las ansias juveniles de mudar el planeta a través del cine, corriente muy popularizada entre una gran parte de la juventud europea occidental de los años sesenta.

Su primer y deslumbrante contacto con el cine lo tuvo a través de Pasolini, en Accatone (1961), donde participó como ayudante. Poco después vino su primera película, La commare seca (1962), donde, con su carga marxista, describía la vida en los suburbios de Roma. El largometraje pasó sin pena ni gloria; raramente, habiendo anunciado por entonces su primer libro de poemas, Bertolucci fue mejor acogido como escritor que como cineasta.

Un par de años después se lanzó al rodaje de Prima de ella Revoluzione (1964), película donde cuenta la crónica de un personaje desengañado de su historia burguesa. El éxito, esta vez, fue fulgurante. La crítica italiana batió palmas y se mencionó que había aparecido un directivo de genuina categoría. Lanzado a la barahúnda de un cine componente que transformase las construcciones sociales, Bernardo Bertolucci empezó a presenciar con las técnicas que en Francia había puesto de tendencia la "Novedosa Ola", con Jean-Luc Godard a la cabeza. Es tal como llegó Partner (1968), película fundamentada en una obra de Dostoievski, un trabajo bastante literario y efectista.

El reconocimiento fue mucho más efectivo con La estrategia de la araña (1970) y, más que nada, con El conformista (1970), de cuya fotografía se hizo cargo el español Néstor Almendros. Inspirada en un cuento de Jorge Luis Borges, La estrategia de la araña, con su increíble escenificación y la capaz utilización de la música, señalaba que el realizador había sobrepasado ahora la etapa de estudio y empezaba a desarrollar su propia personalidad. Para varios El conformista es una genuina pieza maestra, apoyada en las geniales interpretaciones de Jean Louis Trintignant y Stefania Sandrelli. Ambientada en el régimen fascista de Mussolini, y con algún pequeño fallo en el guion en lo que se refiere a las justificaciones del personaje principal (recibe la orden de matar a un viejo instructor de el, izquierdista), la escenificación es un genuino lujo; la ambientación de Néstor Almendros es clave para entender los distintos estados de ánimo del personaje principal y las ocasiones por las que atraviesa.

En 1972 Bernardo Bertolucci estrenó uno de sus trabajos mucho más en compromiso y a la par mucho más populares, El último tango en París. Se trata de un largometraje desgarrador, triste, donde los humanos están en el final de unos recorridos morales, ya que no supieron o no fueron capaces de conseguir la genuina felicidad, o mejor, el sentido de la vida. En un París obscuro, apagado y sombrío, un hombre busca el suicidio por su reciente viudedad y solo halla una chavala que no comprende su situación. Una sodomización de la actriz primordial, María Schneider, por la parte de Marlon Brando, usando como lubricante la mantequilla, se transformó en la escena simbólica del largometraje, sobre sus otros valores. Se hicieron colas para poder ver aquella secuencia en varios cines, sin tener en cuenta un razonamiento que tenía una enorme hermosura, si bien desoladora. Algunos consideraban que estaban frente a la primera película pornográfica artística, si bien Bertolucci estimó que era mucho más una película sobre el erotismo que erótica en sí.

No obstante, el prestigio y el reconocimiento recogidos le dejaron enfrentar su siguiente título, Novecento (1976). Este largo largometraje en 2 partes pretendía marcar un fresco grandioso a la forma de alguna proyectos rusas de la temporada de la Revolución. Sin embargo, la desconfianza de los productores americanos al notar el cariz que tomaba el razonamiento dañó su trayectoria. La distribución fue boicoteada, lo que impidió que el enorme público llegara a ella con la sencillez que se había pensado. El magnífico elenco de actores, que iba desde Gerard Depardieu y Robert De Niro a Burt Lancaster y Dominique Sanda, pasando por un patético Donald Sutherland en el papel del fascista, tampoco logró que ámbas partes en que se concibió el largometraje remontasen el vuelo; la fuerza épica y la hermosura pictórica del mismo son indiscutibles, pero el resultado no fue el aguardado.

Algo escarmentado, Bernardo Bertolucci se encaró a un trabajo mucho más intimista, La luna (1979), sobre los avatares de una estrella de ópera, papel que encarnó la de norteamérica Jill Clayburgh. Sin embargo, lo intimista fue derivando hacia lo grandioso y increíble, en un tono operístico muy del gusto del directivo, donde la relación madre-hijo queda algo subsumida en la peculiar escenografía que circunda el largometraje. Es cierto que hay brillantez en varias secuencias, pero hasta el atisbo de incesto queda un tanto desvaído, distanciado de la dureza que significó ese género de situaciones en El último tango en París.

En el momento en que ahora se preveía el comienzo de una época decadente con La catástrofe de un hombre absurdo (1981), interpretada por Ugo Tognazzi, llegó la llamada de Hollywood. El marxista que había peleado por un cine de demanda que sirviera de revulsivo de una sociedad sintió que las opciones prácticamente infinitas de los enormes magnates abrían paso a su trayectoria. Los norteamericanos reconocían sus enormes talentos y estaban prestos a apoyarle; acompañado de su leal compañera Claire People, Bertolucci decidió llevar a cabo las Américas. En 1987 viajó a Pekín para efectuar un enorme emprendimiento, El último emperador (1987), increíble fresco que cuenta la vida de Pu-yi, el último emperador de China; la cinta mereció nueve Óscar, entre ellos el de mejor película y el de mejor directivo.

Pero sus siguientes trabajos, como El cielo asegurador (The Sheltering Sky, 1990, con Debra Winger y John Malkovich) o El pequeño Buda (Little Buddha, 1993, con Keanu Reeves, Bridget Fonda y Chris Isaak), distan bastante de la maestría mostrada por Bertolucci de antemano. El cineasta pareció regresar a los orígenes, al menos a los estéticos, con Belleza robada (1996); es una película prácticamente intimista de un chica que busca a su padre. Rodada en Italia en rincones familiares, se distancia en buena medida del colosalismo de sus precedentes trabajos para regresar a saber sobre tradicionales espectros: la familia, el cariño, el incesto, el arte.

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