Benito de Nursia

Ya sea inspirando a más personas o tomando parte de la acción. Benito de Nursia es uno de esos sujetos cuya vida, sin duda alguna, merece nuestra consideración debido al nivel de influencia que tuvo en la historia.Comprender la biografía de Benito de Nursia es conocer más acerca de periodo preciso de la historia del ser humano.

Apreciar lo bueno y lo malo de las personas destacadas como Benito de Nursia, personas que hacen girar y evolucionar al mundo, es una cosa sustancial para que podamos valorar no sólo la vida de Benito de Nursia, sino la de todas aquellas personas que fueron inspiradas por Benito de Nursia, aquellas personas a quienes de de una forma u otra Benito de Nursia influenció, y por supuesto, conocer y descifrar cómo fue vivir en la época y la sociedad en la que vivió Benito de Nursia.

Las biografías y las vidas de personas que, como Benito de Nursia, seducen nuestra atención, tienen que ayudarnos en todo momento como referencia y reflexión para ofrendar un marco y un contexto a otra sociedad y otra época que no son las nuestras. Tratar de comprender la biografía de Benito de Nursia, el motivo por el cual Benito de Nursia vivió del modo en que lo hizo y actuó del modo en que lo hizo en su vida, es algo que nos ayudará por un lado a conocer mejor el alma del ser humano, y por el otro, la forma en que se mueve, de forma inexorable, la historia.

Vida y Biografía de Benito de Nursia

(Nursia, Italia, h. 480 - Montecassino, id., 547) Patriarca de los frailes de Occidente y principal creador de la orden de los benedictinos. Nacido en el seno de una familia patricia, estudió oratoria, filosofía y derecho en Roma. Los datos libres sobre su historia, contada por San Gregorio Magno en el segundo libro de sus Diálogos, son de escasa confiabilidad. Se cuenta que a los veinte años escapó al desierto de Subiaco, donde el monje Román le impuso el hábito monástico. En poco tiempo creó 12 monasterios. La popularidad de su santidad le valió la enemistad de otros curas vecinos, con lo que abandonó Subiaco y se instaló en Montecassino, donde logró crear un monasterio sobre las ruinas de un viejo templo pagano. Allí redactó, hacia el año 540, su célebre Regla, que establece la humildad, la abnegación y la obediencia como ejes escenciales de la vida del monje. El convento es definido como una red social apartada de todo el mundo por la clausura y enlazada a él por la hospitalidad. Adoptados por San Benito de Aniano, los preceptos de San Benito de Nursia fueron extensamente difundidos a lo largo de la época carolingia y prosiguen rigiendo hoy en dia la orden benedictina.

Conocemos la vida de San Benito de Nursia merced a los Diálogos de San Gregorio Magno, fuente digna de atención desde el criterio histórico, aun en el momento en que la figura del patriarca del monacato occidental hubiese entrado ahora, en la época de su redacción, en la historia de historia legendaria. Todavía muy joven, Benito fue enviado a Roma, de donde procedía su familia, para estudiar allí las letras y las artes, cosa que logró con un beneficio mayor de lo que por norma general frecuenta creerse. No obstante, hacia los veinte años, desganado por la corrupción y la vida muelle que le era dado contemplar, resolvió dejar el planeta para ocuparse mejor a su capacitación interna y a la oración.

Salió de la región ocultamente, y tras una corto permanencia en Enfida se retiró a la soledad de una gruta próxima a Subiaco; allí vivió por espacio de tres años, en el misterio mucho más absoluto y en la mitad de varias privaciones, hasta la Pascua de 503. Descubierto por la indiscreción de un sacerdote, se dejó seleccionar abad por un conjunto de frailes que radicaban cerca de Vicovaro, los que, más tarde, al no poder amoldarse a la especialidad por él establecida, trataron de envenenarle.

Superada la asechanza, Benito de Nursia reunió a cuantos habían acudido a él de todas y cada una partes en pos de sus consejos y creó en la zona 12 monasterios que prontísimo se poblaron de frailes, a los que dio como regla de vida la regla de San Basilio; de Roma llegaron asimismo los patricios Tertulo y Equicio para confiar al patriarca sus jóvenes hijos Plácido y Mauro, que entonces habrían de transformarse en 2 de sus mucho más candentes acólitos y ayudantes.

No obstante, la paz y la calma no duraron bastante. El envidioso sacerdote Florencio pretendió eliminarle; fracasado otro intento de intoxicación realizado a través de un pan, trató de perjudicarle de la forma mucho más infame, y no de forma directa en su persona, sino más bien en sus jóvenes novicios, a los que sometió a la mucho más dura de las tentaciones. El castigo no tardó en llegar, y el presbítero murió en el súbito derrumbamiento de su casa.

Benito, con varios compañeros, se distanció de aquel sitio y se dirigió a Campania, hacia el punto que habría de llevar a cabo para toda la vida popular: Cassino, la vieja y hermosa colonia romana, entonces arruinada por las catastrofes de los salvajes y la desolación de la guerra. En la Pascua del año 529 Benito destrozó el altar de Apolo que los moradores, vueltos al paganismo, habían levantado en la colina que controlaba el país, lleno de bosques sagrados, y lo reemplazó por los oratorios de San Juan y San Martín; con esto inició, a través de un acto de solidez cristiana y romana, el futuro monasterio de Montecassino, el "Archicoenobium Casinense", donde el beato vivió a lo largo del resto de su historia.

Fruto de este periodo de tiempo fue la Regla de los monasterios, obra que hizo de Benito de Nursia una de las considerables figuras del cristianismo. En ella amoldó genialmente a las tendencias, a la naturaleza, a las pretensiones y a las condiciones de los pueblos de Occidente las reglas de vida monástica que entre los orientales habían producido enormes frutos de santidad en el seno de la Iglesia católica. San Gregorio Magno alabó más que nada la "discreción", esto es la estabilidad, de esta regla; a tal característica hay que, sin lugar a dudas, la enorme fortuna que conocería en el lapso de los siglos dicho monumento de la sabiduría cristiana, al que se encuentra enlazada una sección tan esencial de la vida religiosa medieval.

La Regla de los monasterios (Regula monasteriorum), mucho más famosa como Regla de San Benito, es una obra de relevancia capital y definitiva para el avance del monacato en Occidente; ejercitó una vasta predominación sobre la producción literaria medieval y provocó un vivo interés por la tradición de su artículo y por la particularidad de su lengua. La elaboración de este libro tomó largos años a San Benito de Nursia. Recogiendo extensamente la materia de escritos referentes a los preceptos de la vida monástica, la obra viene a constituir, por decirlo de esta manera, la redacción y codificación oficial, la coordinación eficacísima, por la parte de la Iglesia, de la actividad sin dependencia cenobítica, para salvaguardia del patrimonio de la fe en una época de turbulencia y transición.

La Regla comienza con un prólogo en el que precisamente se muestra el altísimo programa ascético del santurrón, y entiende, con una acabada concisión, setenta y tres episodios, escritos en un tono evangélicamente solemne, autoritario, reformador y, al unísono, benévolo, despacio y humano; varios de los episodios, mucho más deliciosamente espirituales, alcanzan en ocasiones la sublimidad de la mística. La despacio gravedad romana de la Regla de San Benito se encontraba destinada a controlar sobre todas las otras instituciones monásticas de todo el mundo latino, tal como sobre la recia especialidad irlandesa; a transformarse, en definitiva, según el explícito deseo del beato y el título que le puso el papa Pelagio I, en "Regla de los monasterios", en la regla universal de todo cenobio. La armonía de la discreción, peculiar en San Benito, y su adaptación vigilante a las pretensiones de aquel tiempo consiguieron amoldar el severo y contemplativo monacato oriental al espíritu activo y conquistador del Occidente de roma.

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Los matices y las sutilezas que ocupan nuestras vidas son decididamente importantes, ya que perfilan la diversidad, y en el caso de la vida de alguien como Benito de Nursia, que detentó su importancia en un momento histórico concreto, es imprescindible procurar brindar un aspecto de su persona, vida y personalidad lo más rigurosa posible.

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