Barbara Stanwyck

Ya sea inspirando a más personas o siendo una pieza esencial de la acción. Barbara Stanwyck es uno de esos sujetos cuya vida, indudablemente, merece nuestro interés por el grado de influencia que tuvo en la historia.Comprender la biografía de Barbara Stanwyck es conocer más sobre etapa determinada de la historia del ser humano.

Si has llegado hasta aquí es porque eres sabedor de la relevancia que tuvo Barbara Stanwyck en la historia. El modo en que vivió y lo que hizo mientras permaneció en este mundo fue determinante no sólo para las personas que conocieron a Barbara Stanwyck, sino que a caso produjo una huella mucho más insondable de lo que podamossospechar en la vida de personas que tal vez nunca conocieron ni conocerán ya nunca a Barbara Stanwyck personalmente.Barbara Stanwyck ha sido una de esas personas que, por alguna causa, merece no ser olvidado, y que para bien o para mal, su nombre nunca debe borrarse de la historia.

Conocer lo bueno y lo malo de las personas relevantes como Barbara Stanwyck, personas que hacen girar y evolucionar al mundo, es algo básica para que seamos capaces de apreciar no sólo la existencia de Barbara Stanwyck, sino la de todos aquellos y aquellas que fueron inspiradas por Barbara Stanwyck, aquellas personas a quienes de de una forma u otra Barbara Stanwyck influenció, y indudablemente, comprender y entender cómo fue el hecho de vivir en la época y la sociedad en la que vivió Barbara Stanwyck.

Las biografías y las vidas de personas que, como Barbara Stanwyck, atraen nuestra atención, deben servirnos en todo momento como punto de referencia y reflexión para ofrecer un marco y un contexto a otra sociedad y otra época que no son las nuestras. Intentar comprender la biografía de Barbara Stanwyck, porqué Barbara Stanwyck vivió del modo en que lo hizo y actuó de la forma en que lo hizo durante su vida, es algo que nos impulsará por un lado a vislumbrar mejor el alma del ser humano, y por el otro, el modo en que avanza, de forma implacable, la historia.

Vida y Biografía de Barbara Stanwyck

(Ruby Stevens; Brooklyn, 1907 - Santa Mónica, 1990) Actriz de cine estadounidense. Hija de una modesta familia, tuvo una adolescencia nada simple; empezó a trabajar como telefonista para contribuir a la misérrima renta familiar. No se lo pensó bastante en el momento en que le ofrecieron hacerse bailarina de cabaret, conque próximamente sería contratada como corista en la gaceta del popular Florenz Ziegfeld. Marchó a Hollywood para formar parte en alguna película musical, si bien su primer largometraje sería mudo: Broadway Nights (1927), de Joseph C. Boyle.

Su debut sonoro llegaría con La Puerta clausurada (1929), de George Fitzmaurice. Mexicali Rose (1929), de Erle C. Kenton, calificada por ella misma como "un aborto" y donde hacía de señorita sorpresa en tarta enorme, estuvo a puntito de representar su adiós al cine. Por suerte, por año siguiente el profesor Frank Capra le logró repensar, y de esta manera logró Mujeres Ligeras (1930), largometraje que lanzó a la Stanwyck de forma directa al estrellato.

Capra y las cinco películas que emprendieron juntos fueron determinantes en la carrera de la actriz: en 1931 fue una predicadora que usa sus sermones para efectuar algún que otro negocio en The Miracle Woman; por año siguiente rueda Amor contraindicado (1932) y se apunta el éxito seguramente significaba interpretar a una sacrificada madre que daba todo por su marido; después llegó la fantástica La amargura del general Yen (1933), donde Stanwyck se enamoraba locamente del caballero chino que la había secuestrado; en 1941, Capra la une con Gary Cooper para interpretar juntos la pieza maestra Juan absolutamente nadie, la mucho más fatalista de las películas de Capra, donde interpreta memorablemente a la periodista que redacta la carta firmada por ese Juan Nadie imaginario, que después va a ser el revelador de una gran parte de nuestras taras sociales.

Stanwyck trabajó durante su trayectoria con casi todos los más destacados directivos. William A. Wellman fue otro personaje esencial, puesto que continuó la tarea iniciada por Capra en los primeros años de la actriz. Fue una enfermera sin bastantes escrúpulos en esa extraordinaria mezcla de thriller y drama llamada Enfermeras a la noche (1931), y estuvo fina y sarcástica en La reina de variedades (1943), tratando conocer a un asesino de chicas de striptease.

La calidad de su filmografía se engrandeció mucho más si cabe en la segunda mitad de los años treinta. George Stevens la escogió para recrear la vida de Annie Oakley (1935) y para plantar cara al mismísimo Buffalo Bill en el Wild West Show. Un año después, John Ford se fijó en ella para el papel de mujer miedosa por la vida de su marido, un innovador irlandés encarnado por un muy, muy joven Preston Foster, en La Osa Mayor y las estrellas (1936).

Estuvo a puntito de ganar el Oscar, de la mano del enorme King Vidor, por su enternecedora papel en Stella Dallas (1937), como la mujer que lo deja todo por su hija, Anne Shirley (que asimismo estuvo nominada como mejor actriz secundaria). Y estuvo a la altura que demandaba el riguroso Cecil B. DeMille como hija de entre los ingenieros jefes que están creando el primer ferrocarril transcontinental, en una de sus épicas aventuras, Unión Pacífico (1939). Ese mismo año de 1939, Barbara Stanwyck contrajo nupcias con entre los galanes más especial del cine estadounidense, Robert Taylor, con el que continuó unida 12 años, hasta su divorcio en 1951.

Pero la cima de su trayectoria llegó en los años 40, en las que se alistó en un óptimo puñado de piezas maestras de esta inigualada década. Empezó con Recuerdo de una noche (1940), el fantástico guion de Preston Sturges que dirigió, con su ñoñería frecuente, Mitchell Leisen. El propio Preston Sturges la escogió como una seductora maliciosa, erótica y romántica al tiempo, que embauca con su padre (Hables Coburn), a un herpetólogo (Henry Fonda) tan estudioso y también ingenuo como rico, que viaja en exactamente el mismo transatlántico que esta pareja de entretenidos malandrines. El largometraje, claro está, es Las tres noches de Eva (1941), un tradicional absoluto de la comedia delicada, con ingeniosos y rapidísimos diálogos.

En otro enorme tradicional se transformaría Bola de Fuego (1941), de Howard Hawks, fantástica revisión del cuento de Blancanieves y los siete enanitos (ingeniada por Wilder y Brackett, sus argumentistas) donde da vida a la apasionado de un gángster (Dana Andrews) que se oculta en el caserón de ocho enciclopedistas, encabezados por el mucho más joven, Gary Cooper, a los que revoluciona con el audaz vestido de cabaretera con el que se muestra y con la tiernicidad que exuda con exactamente los mismos.

1944 sería un año clave para Barbara Stanwyck. Billy Wilder considera que puede parar de ser la heroína de dramas y comedias que había sido hasta el momento y transformarse en una malvada y manipuladora femme fatale; encarnó de esta manera a una mujer vengativa y sin escrúpulos en una película de cine negro que es entre las piezas maestras de la historia del cine: Perdición. Muchos directivos reflexionaron lo mismo, y la Stanwyck apareció en El extraño amor de Martha Ivers (1946), de Lewis Milestone, una trágica historia amorosa a tres bandas (Stanwyck, Kirk Douglas y Van Heflin) con una cuarta en discordia, la fantástica dama del cine negro Lizabeth Scott, y una tía tan maligna como su sobrina, Judith Anderson.

No obstante, asimismo ha podido ser la supuestamente enclenque mujer que en una noche alguno donde llama a su marido (Burt Lancaster) a la oficina, escucha por al azar a 2 hombres arreglando el homicidio de una mujer, y se da cuenta de a poco de que la futura víctima es ella. Anatole Litvak se ocupó de regentar esta joya que se tituló Voces de muerte (1948), sobre un guion de Lucille Fletcher, amoldando su obra de radio. Volvió a integrar, el año siguiente, a una femme fatale en toda la regla en Thelma Jordan (1949), de Robert Siodmak, donde era una fría y creíble acusada de asesinato, con la capacidad de conquistar perdidamente al ayudante del fiscal del distrito a fin de que éste pierda la situacion en su favor.

En los cincuenta encarnó a una insolente extraordinaria a la que le sale el tiro por la culata en Mentira Latente (1950), de Mitchell Leisen; fue una mujer que aguardaba mucho más de lo que la vida podía ofrecerle en una obra superior del cine negro, Encuentro en la noche (1952), de Fritz Lang; representó a la convincente baronesa territorial de Tombstone en un aceptable western de Sam Fuller, Cuarenta pistolas (1957); estuvo soberbia en una película de aventuras exóticas con un montón de animales, Escape to Burma (1955), de Allan Dwan; y el rey del drama, Douglas Sirk, la salvó para este género en Su enorme deseo (1953) y Siempre hay un mañana (1956), películas las dos en las que estuvo a la altura que de ella se suponía.

Prácticamente alejada del medio cinematográfico en los sesenta, decidió adentrarse en la televisión, donde llegó a ser tan habitual como en la enorme pantalla. Ganó 2 premios Emmy por su The Barbara Stanwyck Show y por Big Valley, y abandonó su aparente retiro para formar parte en 2 mega-hits televisivos de la década de los ochenta, El pájaro espino y Los Colby.

Actriz de enorme dinamismo, con un instinto particular para situarse enfrente de la cámara, fue nominada 4 ocasiones al Oscar: en 1937 por Stella Dallas; en 1941 por Bola de Fuego; en 1944 por Perdición y en 1948 por Voces de muerte. Le fue concedido uno honorario en 1981 por, según los académicos, "su enorme imaginación y también inestimable contribución al arte de la interpretación cinematográfica". En 1983 recibió el Globo de Oro por su trabajo televisivo en El pájaro espino.

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Sin duda alguna conocer en profundidad a Barbara Stanwyck es algo que está reservado a muy pocas personas, y que pretender recomponer la persona que fue y el modo en que vivió la vida de Barbara Stanwyck es una suerte de enigmaque a lo mejor alcancemos a reconstruir si contribuimos conjuntamente.

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Los matices y las sutilezas que llenan nuestras vidas son en todos los casos fundamentales, ya que marcan la diferencia, y en el tema de la vida de un ser como Barbara Stanwyck, que detentó su relevancia en una época concreta, es fundamental tratar de ofrecer una perspectiva de su persona, vida y personalidad lo más rigurosa posible.

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