Baltasar de Zúñiga y Guzmán

Si has llegado hasta aquí es porque eres sabedor de la importancia que atesoró Baltasar de Zúñiga y Guzmán en la historia. Cómo vivió y lo que hizo durante el tiempo que permaneció en este mundo fue determinante no sólo para aquellas personas que conocieron a Baltasar de Zúñiga y Guzmán, sino que a lo mejor legó una señal mucho más vasta de lo que podamosfigurar en la vida de personas que tal vez nunca conocieron ni conocerán ya nunca a Baltasar de Zúñiga y Guzmán de modo personal.Baltasar de Zúñiga y Guzmán ha sido uno de esos seres humanos que, por algún motivo, merece no ser olvidado, y que para bien o para mal, su nombre jamás debe borrarse de la historia.

Vida y Biografía de Baltasar de Zúñiga y Guzmán

(Madrid, 1658 -1727) Militar y gestor colonial español. Fue el trigésimo sexto virrey de Nueva España (1716-22), duque de Arión, marqués de Valero y de Almonte y Grande de España. Hijo segundo del duque de Béjar, título que heredó su hermano mayor, en 1700 el rey Carlos II le nombró asesor de Indias y Felipe V le encargó el virreinato de Navarra y después el de Cerdeña. Se sostuvo soltero y en esta condición fue escogido por el monarca en 1715 para ocurrir a Fernando de Lancaster Noroña y Silva, duque de Linares, en el virreinato de Nueva España. Al año siguente logró su entrada solemne en la localidad de México y tomó posesión de su cargo en el palacio virreinal.

Baltasar de Zúñiga y Guzmán rigió el virreinato durante seis años, en un intérvalo de tiempo de relativa tranquilidad pero de pésima situación interior, modificada por los combates de todo el mundo y los intentos franceses de traspasar y asentarse en el espacio colonial español. Recién llegado a Nueva España debió confrontar con la situación de Texas, devastada por un prolongado intérvalo de tiempo de sequías y apetito, lo que había obligado a retirarse de esos territorios a los pocos colonos allí instalados. En 1717, reunidos los caciques indios en Panzacola, concluyeron viajar a la localidad de México para entrevistarse con el virrey, a eso que este accedió, facilitándoles el medio de transporte. Recibidos y agasajados por el virrey, diríase que el cacique Tixjanaque, bautizado prontísimo, acordó la paz con los españoles, prometió persistente amistad y decidió ponerse el nombre del marqués.

Entre tanto, seguía el ahínco de repoblación solicitado por el previo virrey al capitán Domingo Ramón que, que viene de Río Grande, en 1717 había logrado fundar seis metas en Texas. Pero en 1719, declarada la guerra con Francia sin que se tuviese novedad en Nueva España, los soldados galos sitiaron Panzacola y se apoderaron de esta plaza, forzando a retirarse a los misioneros y las tropas españolas, que retornaron a Coahuila. Como contestación a estas acciones, en 1721 el virrey encargó la misión de recobrar las plazas perdidas al marqués de San Miguel de Aguayo, gobernador de Texas y la Florida, quien se había brindado voluntario para ordenar una expedición con 500 soldados pertrechados y abastecidos por él mismo.

Los desenlaces de esta acción consistieron en la restauración de las metas descuidadas y la construcción de otras 4 mucho más, tal como la organización de un sistema defensivo apoyado en los presidios de San Antonio de Béjar, Nuestra Señora de los Dolores, Nuestra Señora del Pilar y la Bahía del Espíritu Santo.

Con el paso de los años no cedió la presión francesa, con lo que se mandaron elementos al gobernador de la Florida para arreglar las fortificaciones de Santa María de Galve, al lado de la bahía del Santo Espíritu y la de San Martín, en la provincia de Apalache. Como la penetración francesa, desde Mobile en la Florida, se extendía en dirección del reino de Nuevo León, el virrey nombró gobernador a Martín de Alarcón, a quien encargó el fortalecimiento de los viejos presidios y la construcción de otros nuevos.

Esta situación incidía en los altercados permanentes que se generaban en los reinos de Nuevo León y en las intendencias de Querétaro y San Luis Potosí, como resultado del combate entre los indios y los hacendados, con títulos de propiedad bien difíciles de revisar. Los indios, reducidos en congregas de carácter ilegal, vieron ocupados sus territorios. El licenciado Francisco Barbadillo, enviado por el virrey en 1718, hombre activo, enérgico y justiciero, logró terminar con los combates, repobló y creó novedosas metas, disolvió a los congregados y dejó satisfechos y pacificados a los conjuntos indígenas. Sin embargo, debió regresar un año después, pues se habían vuelto a reproducir los enfrentamientos y se realizó preciso establecer nuevamente el orden, dedicando las fuerzas militares a la defensa de las fronteras.

En el sureste seguían los asaltos ingleses, que se sostenían en la laguna de Términos comerciando con el palo de tinte, pero en 1718 una expedición naval a cargo de don Alonso Felipe de Andrade llegó a la isla de Tris, derrotó a los ingleses y se apoderó de sus pertenencias, mudando su nombre por el de isla del Carmen. Los ingleses, asilados en Belice y Jamaica, volvieron sobre isla del Carmen, de la que se apoderaron por un tiempo si bien Andrade, tras reorganizar sus tropas, logró vencerlos finalmente.

En el mar Caribe, los franceses habían logrado disponer ciertas colonias en La Española (isla de Santo Domingo) con lo que el virrey Valero envió fuerzas suficientes que consiguieron desalojarlos en 1720, firmándose una paz determinante. A partir de este instante, la preocupación de españa se dirigió a repeler los asaltos de las tropas danesas, instaladas en San Juan y Santo Tomás, asimismo expulsadas.

El padre Juan Ugarte, continuador de la obra exploradora de Salvatierra, ha podido revisar en su paseo por las costas del mar de Cortés hacia el norte que California era una península, aparte de localizar en el mes de julio de 1721 la desembocadura del río Rojo; había sido entre las expediciones mucho más fructuosas. Por encargo del virrey se ordenó la búsqueda de un puerto donde se pudiese recibir la nao de Filipinas en sus viajes de regreso a Nueva España, con lo que la colonización de California parecía estar bien encaminada.

Años después, en el nordoeste del país, el territorio de Nayarit, en la Nueva Galicia (de hoy estado de Jalisco), se había transformado en cobijo de cuantos escapaban de la justicia para sumarse a las tribus indias sublevadas y ocasionar varios altercados. Organizados los vecinos del reino, se confrontaron a los indios nayaritas obligándoles a retirarse a las montañas. Al elegir las tribus proponer la paz, se ofreció al cacique Tonatiuh, en compañía de otros caciques, que viajaran a la localidad de México, adonde llegaron en el mes de febrero de 1721. A pesar de los ofrecimientos mutuos de buena intención, de las atenciones y regalos del virrey, en el momento en que el cacique Tonatiuh supo que era condición indispensable su conversión a la religión católica, regresó a Nayarit y rechazó la imposición de los religiosos apoyados por el virrey.

Organizada una expedición de castigo, al cargo del conde de La Laguna y tras una extendida campaña, que se extendió desde junio de 1721 hasta finales de enero de 1722, los españoles consiguieron asaltar La Mesa del Cangrejo, cobijo y centro espiritual de los coras a los que vencieron tras eliminar y abrasar sus santuarios. Se establecieron novedosas ciudades, se nombraron autoridades distintas y al llegar el mes de junio se dio por terminada la rebelión. En lo prominente de La Mesa se edificó una iglesia y se creó el pueblo de la Santísima Trinidad. También se instaló un presidio con el nombre de San Francisco Javier de Valero, en honor del virrey.

Pero ahora en carta de diciembre de 1721 el marqués de Valero había informado a la corona de que sus males no le dejaban proseguir sirviendo al rey y que sospechaba padecer asaltos de hidropesía, con lo que pedía el envío de un sustituto. Con la contestación fechada en Madrid el 24 de mayo de 1722, llegó la novedad de que el nuevo virrey, el marqués de Casafuerte, se encontraba listo para embarcar. El marqués regresó próximamente a España y como premio por el acierto de su administración, Felipe V lo designó presidente del Consejo de Indias, cargo en el que continuó hasta su muerte.

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