Ya sea inspirando a otros o siendo parte de la actuación. Augusto Comte es una de esas personas cuya vida, realmente, merece nuestra consideración debido al nivel de influencia que tuvo en la historia.Comprender la existencia de Augusto Comte es conocer más acerca de época determinada de la historia del ser humano.
Si has llegado hasta aquí es porque eres sabedor de la relevancia que atesoró Augusto Comte en la historia. Cómo vivió y lo que hizo durante el tiempo que estuvo en la tierra fue decisivo no sólo para las personas que frecuentaron a Augusto Comte, sino que posiblemente legó una huella mucho más insondable de lo que podamossospechar en la vida de gente que tal vez jamás conocieron ni conocerán ya jamás a Augusto Comte en persona.Augusto Comte fue un ser humano que, por alguna razón, merece no ser olvidado, y que para bien o para mal, su nombre nunca debe borrarse de la historia.
Las biografías y las vidas de personas que, como Augusto Comte, seducen nuestra curiosidad, tienen que ayudarnos en todo momento como punto de referencia y reflexión para proponer un marco y un contexto a otra sociedad y otra época de la historia que no son las nuestras. Hacer un esfuerzo por entender la biografía de Augusto Comte, el motivo por qué Augusto Comte vivió del modo en que lo hizo y actuó del modo en que lo hizo durante su vida, es algo que nos impulsará por un lado a comprender mejor el alma del ser humano, y por el otro, el modo en que se mueve, de forma inexorable, la historia.
(Auguste Comte; Montpellier, 1798 - París, 1857) Pensador francés, principal creador del positivismo y de la sociología. Con la publicación de su Curso de filosofía efectiva (1830-1842), Augusto Comte apadrinó un nuevo movimiento cultural del que sería considerado iniciador y máximo gerente: el positivismo. Tal corriente dominaría parte importante del siglo XIX, en polémica y en ocasiones en deber con la inclinación filosófica antagonista, el idealismo.
Como todos y cada uno de los enormes movimientos espirituales, el positivismo no se deja de manera fácil encasillar en las etiquetas de una definición rigurosa y precisa. En sentido muy lato, puede decirse que es una revalorización del espíritu naturalista y científico contra las tendencias declarada y abiertamente metafísicas y religiosas del idealismo.
Biografía
Rompiendo con la tradición católica y monárquica de su familia, Augusto Comte se orientó a lo largo de la temporada de la Restauración hacia el agnosticismo y las ideas revolucionarias. Después de una primera juventud clausurada y rebelde, ingresó en 1814 en la Escuela Politécnica de París, donde, en contacto con las ciencias precisas y la ingeniería, se sintió atraído poderosamente, adjuntado con varios compañeros de escuela, hacia aquella clase de "revolución de los profesionales" que iba predicando el Conde de Saint-Simon.
Diluida la Escuela Politécnica por el gobierno reaccionario de 1816, Comte, contra la opinión de sus progenitores, continuó en París para llenar sus estudios de manera autodidacta, ganándose el sustento con clases particulares de matemáticas, que a lo largo de prácticamente todo el resto de su historia fueron su fuente primordial de capital. Desde 1817 se vinculó a Saint-Simon, para el que trabajó de secretario hasta su separación en 1824. Ese año un trabajo de Comte (Plan de los trabajos científicos precisos para reorganizar la sociedad) fue reprobado por su profesor.
El fundamento de la discordia era considerablemente más profundo: Saint-Simon y Comte habían compartido a lo largo de largo tiempo el término de una reorganización de la sociedad humana por medio de la dirección de las ciencias positivas, y formaron en conjunto el plan de actualizar completamente la civilización para elevarla al nivel de semejantes ciencias; pero Saint-Simon deseaba pasar de los proyectos científicos a la organización práctica de aquel "sacerdocio" que habría de regentar la novedosa sociedad, en la medida en que Comte no consideraba todavía terminados los desarrollos teóricos.
La publicación por su cuenta de aquella obra le granjeó la amistad y aprecio de varios historiadores, políticos y científicos (François Guizot, Alexander von Humboldt, el duque Albert de Broglie), sintiéndose Comte estimulado para arrancar su enorme obra, aquella enciclopedia de las ciencias positivas que sería entonces el Curso de filosofía efectiva (1830-1842). Mientras tanto, sin la aprobación de sus progenitores, se había unido en matrimonio civil con una muchacha y cultísima dama de París, mujer de prominentes características intelectuales, enérgica y devota de su marido, pero quizá no tan tierna y sumisa como él hubiese esperado. Precisamente por aquel tiempo (1826-1827) padeció Comte su primer ingreso de disparidad; los progenitores hubieran amado recluirlo, pero su mujer supo retenerlo al lado de sí con enorme energía y sanarlo.
Ahora recambio, Comte concentró sus energías en el Curso de filosofía efectiva (1830-1842). Habiendo apreciado, bajo la predominación de Saint-Simon, la urgencia del inconveniente popular, Comte consagró su esfuerzo a concebir un método de resolverlo, cerrando la crisis abierta por la Revolución Francesa y sus secuelas. Halló la contestación en la ciencia, hacia la que estableció un auténtico culto: el saber propósito que da la ciencia debía aplicarse a la ordenación de los temas políticos, económicos y sociales, superando las ideologías apoyadas en la imaginación, los intereses o los sentimientos.
Contra la independencia de pensamiento, origen de la anarquía ética que atribuía a la Revolución, no oponía el dogma espiritual o los principios de la tradición, sino más bien la «ciencia efectiva» que, al atenerse a los hechos como son, daba según Comte el único punto de acompañamiento sobre el que se podría edificar un futuro de «orden y avance». Contrario al individualismo y a la democracia, confiaba en un planeta regido por el comprender, en el que productores y banqueros ejercerían una suerte de dictadura. Tales ideas, fundamento del pensamiento positivista, tendrían un enorme éxito en los países occidentales desde mediados del siglo XIX, ofreciendo un credo laico para el planeta del capitalismo liberal y de la industria triunfante.
No obstante, Comte vivió una vida desgraciada: el exceso de trabajo agudizó sus trastornos sicológicos, y terminaría ocasionando un intento de suicidio y el abandono de su mujer. Su rebeldía y su intransigencia, por otro lado, le impidieron introducirse en el planeta académico. Al tiempo que redactaba el Curso de filosofía efectiva, Augusto Comte creó con viejos compañeros de la Escuela Politécnica la Asociación Politécnica, destinada a la difusión de las ideas positivistas, y, pese a la gran popularidad conseguida, no logró jamás una sólida situación oficial; llegó a educar en la Escuela Politécnica desde 1832, pero no ha podido conseguir cátedra en ella, y fue expulsado en 1844.
Esta vida agitada, la incesante concentración mental, el empeoramiento de las relaciones con su mujer, que acabaron con la separación (1842), y al final un nuevo amor senil y compartido solo a medias por Clotilde Devaux, produjeron hacia 1845 una exclusiva crisis mental, cuyos efectos se avisan en sus últimas proyectos, el Sistema de política efectiva (1851-1854) y el Catecismo Positivista (1852). Esta última, donde expuso el evangelio de la novedosa religión positivista de la raza humana, da matices desconcertantes en varios puntos y en su lenguaje.
Para promover el nuevo espíritu positivista había fundado asimismo, en 1845, una suerte de cenáculo en el que se reunían amigos y acólitos, pero este heraldo de la filosofía científica moderna había perdido por entonces todo contacto con la ciencia viva de su tiempo, concentrado solo en sus meditaciones subjetivas. Sólo la asistencia económica de ciertos seguidores (como Émile Littré o John Stuart Mill) lo salvó de la pobreza. Con todo, lo destacado de su pensamiento, reflejado en el célebre Curso de filosofía efectiva (1830-1842), se encontraba designado a ejercer una enorme predominación sobre las mucho más distintas ramas del conocimiento (filosofía, medicina, historia, sociología) y sobre corrientes políticas distintas (introduciendo el pensamiento reaccionario de Charles Maurras).
El positivismo
Augusto Comte tomó el término positivismo del que había sido su profesor, Saint-Simon, responsable de su acuñación desde la expresión “ciencia efectiva”, aparecida en el siglo XVIII. En la crónica de la filosofía, se destina con esta palabra la corriente de pensamiento iniciada por Comte; que aparece en Francia en la primera mitad del siglo XIX, próximamente se desarrollaría en todos y cada uno de los países occidentales a lo largo del resto de la centuria.
Más allá de que se comprende el positivismo como filosofía contrapuesta al idealismo y, particularmente, a la figura de Hegel (1770-1831), positivismo y también idealismo hegeliano tienen puntos en común. Ambas corrientes parten de Kant (1724-1804), si bien desarrollan puntos diferentes: el idealismo, la iniciativa kantiana de la actividad autora de la conciencia; el positivismo, la necesidad de partir de datos y la negación de que el saber metafísico logre sobrepasar al científico. Como Kant, Comte cree inalcanzable el objeto de la metafísica pues el entender humano no puede ir alén de la experiencia, y, de la misma Hegel, aborda la concepción de la historia universal como un desarrollo unitario, evolutivo y enriquecedor.
A pesar de la constatación de semejantes puntos en concordancia, en la configuración de la filosofía del positivismo influyeron asimismo otras corrientes múltiples, distanciadas del idealismo: el empirismo inglés representado por John Locke (1632-1704) y David Hume (1711-1776), el materialismo (como negación de las substancias espirituales y reconocimiento únicamente de la presencia de substancias corpóreas) y el escepticismo del siglo XVIII francés.
La filosofía positivista
Inducido por el propósito de enseñar que la inclinación que prosigue la filosofía es la de terminar siendo absorbida por la ciencia, Augusto Comte enfocó su estudio hacia el saber de los hechos y de la sociedad, prescindiendo de cualquier clase de anteposición de doctrina filosófica alguna. Así ya que, convencido de que el objeto de la ciencia eran sin lugar a dudas el avance y la paz, la metafísica clásico (a la que tildó de especulativa por recrearse en polémicas insolubles) fue el blanco de sus críticas, más allá de que no como defensa de una posición filosófica o proposición desarrollada, sino más bien como una conclusión ineludible: el desenlace de la metafísica era el resultado natural de la madurez que iba alcanzando la raza humana en su desarrollo evolutivo.
El positivismo de Comte es un alegato complejo que entiende cuando menos una teoría sobre el saber, una interpretación sobre el sentido de la historia y una situación política frente a la sociedad. En cuanto a lo primero, el positivismo asegura que, en sentido riguroso, el saber lo es solo de datos verificables o “hechos” (o sea, de fenómenos cuya regularidad puede ser contrastada al modo de, por poner un ejemplo, una ley física o química) y que todo conocimiento, aparte de cierto (indudable, exacto) y sistemático, debe ser útil, esto es, debe de traducirse no en teorías, sino más bien en un incremento de la aptitud de control y también intervención tecnológica sobre los fenómenos.
Lo que caracteriza el advenimiento de una ciencia es el paso de una explicación teológica (las causas de los fenómenos son atribuidas a divinidades), o metafísica (las causas de los fenómenos son abstracciones personificadas), a una explicación efectiva. Un entender positivo es un comprender que instaura unas relaciones entre los hechos y renuncia a la explicación absoluta; no busca las esencias ni las causas de las cosas sino más bien las leyes que las rigen. La ciencia efectiva intenta comprender únicamente aquello que es viable comprender; es una actitud de pensamiento que reemplaza el interrogante "¿por qué razón?" por el interrogante "¿de qué forma?".
En cuanto a la historia, Augusto Comte cree que la raza humana avanza hacia el confort y la alegría en general, poniendo el avance científico y tecnológico como motor y misión de ese desarrollo. Es la llamada ley de los tres estados, según la que la raza humana había ahora pasado por 2 etapas, llamadas por nuestro Comte “teológica” y “metafísica”.
En la etapa teológica, los fenómenos naturales se explicaban por causas extrínsecas a la naturaleza y también intervenciones sobrenaturales (por poner un ejemplo, dioses o seres mitológicos); en la etapa metafísica, las fuerzas sobrenaturales fueron reemplazadas en la explicación por esencias, causas o fuerzas inmanentes a la naturaleza pero escondes, que solo podían ser confiadas al pensamiento abstracto (por poner un ejemplo, el término de gravedad en física). La temporada moderna corresponde, a su comprender, a una tercera etapa: la “científica” o “efectiva”. En el estado “positivo” terminarán por borrarse los vestigios de las etapas precedentes, y el pensamiento abstracto y deductivista va a ser sustituido por la comprobación en fase de prueba.
Por esa razón, la filosofía se transformará en “efectiva”, y su característica va a ser que va a reconocer que el auténtico comprender humano se encuentra en las ciencias (una matemática, física, química o biología desarrolladas ahora de forma autónoma); tal filosofía, extraña a cualquier intento de determinar esencias, se dirigirá, en cambio, al lugar de los hechos y de las leyes que los regulan. En sus últimos años, no obstante, Comte estableció una síntesis subjetiva de sus planteamientos precedentes resumida en el término de “religión de la raza humana”, fuertemente criticada por su acólito Émile Littré por considerarla una vuelta al espíritu teológico.
Finalmente, el positivismo de Comte comprende los inconvenientes sociales como desórdenes orgánicos del sistema y ofrece como solución reformas (ejecutadas por el poder y por fuerza, si es requisito) que incluyan funcionalmente a todos y cada uno de los integrantes de la sociedad, a la raza humana entera. Comte cree que el avance popular es paralelo al avance de las ciencias positivas, advirtiendo en las ciencias una relación inversamente proporcional entre el nivel de dificultad y el campo de app. Así, la primera ciencia serían las matemáticas, ajustables a todos y cada uno de los campos, pero de dificultad achicada. Después vendrían la física, la química, etcétera., hasta llegar a la ciencia mucho más complicada de todas y cada una y cuyo único campo de app sería la sociedad humana: la sociología. El propósito último de la sociología sería supervisar el sistema popular estableciendo de forma efectiva y útil relaciones entre sus distintos fenómenos.
La sociología
Por las ideas contenidas en el parágrafo previo se considera a Augusto Comte el principal creador de la sociología. Para Comte, la creación de una sociología sin dependencia está apuntada por la ley de la evolución del espíritu humano. Al arrancar la conocida clasificación de las ciencias, Comte cuenta seis de ellas, que clasifica por orden creciente de dificultad, de las mucho más en general a las mucho más particulares: las matemáticas, la astronomía, la física, la química, la biología y la sociología.
Pero esta última todavía debe ser construída. De ahí el tema incesante del pensamiento de Augusto Comte: el avance científico no es nada si no acaba en una ciencia popular, y la ciencia popular no puede establecerse si las ciencias que la anteceden en la clasificación no fueron suficientemente desarrolladas. Comte imaginaba esta sociología aún no constituida (por la gran contrariedad que supone argumentar la dificultad del accionar popular) como una "física de las prácticas" o "física popular" que descubriría las leyes de las asociaciones humanas y dejaría elaborar una reforma práctica de la sociedad, regulando su destino ético y político.
Comte comprende la sociología como ciencia de los hechos humanos, y, a juzgar por lo ahora expuesto, resulta obvio que los hechos humanos se anotan en la historia. Estudiarlos desde la perspectiva de su evolución es estudiar la activa popular. Esta rama de la sociología encierra la ley del avance de la raza humana, esto es, la ley de los tres estados que forma la filosofía de la crónica de Comte, en la que el estado político está condicionado por el estado intelectual y por las opiniones de una temporada.
Debe resaltarse no obstante que, para Comte, la evolución de la raza humana no es intermitente: el paso de un estado a otro es comunicado por signos predecesores, y siempre y en todo momento sobreviven, en todos y cada estado, vestigios del estado antecedente. Así, el caos de las psiques que acabó en la Revolución Francesa se había venido mejorando desde el instante en que, en el siglo XIV, se inició la caída del poder espiritual. Una temporada orgánica se extingue mientras que otra se prepara.
Pero el avance desemboca en el orden: toda evolución acaba en un estado de equilibrio cuyo estudio es objeto de la estática popular (a la que está dedicado el Sistema de política efectiva, al tiempo que el Curso de filosofía efectiva tiene por objeto la activa popular). ¿Cuál es el fundamento del equilibrio de una sociedad efectiva? No la providencia (iniciativa teológica), sino más bien el hallazgo positivo de que todo sujeto solo es lo que es por referencia a una vasta integridad, la raza humana. A partir de este tema, Augusto Comte edificó una teoría del Estado establecida en la religión de la raza humana, una religión donde los sumos curas deberían ser los sabios y los pensadores; tal religión, en la formulación de Comte, contenía además de esto una secuencia de elementos cuanto menos pintorescos, y fue rechazada por varios positivistas.
Su predominación
El positivismo se extendió por toda Europa en vida de Comte y tras su fallecimiento. Hay que resaltar el avance profuso del positivismo en Inglaterra, donde su máximo gerente fue John Stuart Mill (1806-1873). Al cultivar la “filosofía efectiva”, Mill adoptó una orientación sicológica, tanto en la investigación emprendida como en el procedimiento usado, en directa conexión con el empirismo inglés tradicional. Autor de proyectos de ética, en las que unió el positivismo con el utilitarismo inglés, consagró una gran parte de su trabajo a la epistemología científica y otra parte importante a la lógica.
Mucho más especulativo, pero entusiasta del avance como Comte, fue el positivismo de Herbert Spencer (1820-1903), convencido defensor de la app del evolucionismo de Charles Darwin a la vida popular. Frente al positivismo comtiano, el positivismo inglés se transformó con Spencer en la expresión ideológica paradigmática de una clase popular, la burguesía, y, como tal, en una doctrina individualista, liberal y contrincante extremista del socialismo.
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