La historia de las civilizaciones está escrita por los hombres y mujeres quea lo largo del tiempo, gracias a su proceder, sus ideas, sus innovaciones o su ingenio; han originado quela sociedad, de un modo u otro,progrese.
Ya sea inspirando a otras personas o siendo una pieza esencial de la acción. Anton Dvorak es una de esas personas cuya vida, en efecto, merece nuestro interés debido al nivel de influencia que tuvo en la historia.Conocer la vida de Anton Dvorak es conocer más sobre un periodo concreto de la historia del género humano.
Si has llegado hasta aquí es porque tienes consciencia de la relevancia que tuvo Anton Dvorak en la historia. La forma en que vivió y lo que hizo en el tiempo en que permaneció en este mundo fue determinante no sólo para quienes frecuentaron a Anton Dvorak, sino que a lo mejor produjo una huella mucho más insondable de lo que logremosimaginar en la vida de gente que tal vez jamás conocieron ni conocerán ya jamás a Anton Dvorak personalmente.Anton Dvorak fue un ser humano que, por algún motivo, merece ser recordado, y que para bien o para mal, su nombre jamás debe borrarse de la historia.
Apreciar lo bueno y lo malo de las personas significativas como Anton Dvorak, personas que hacen rodar y cambiar al mundo, es algo básica para que podamos apreciar no sólo la existencia de Anton Dvorak, sino la de todos aquellos y aquellas que fueron inspiradas por Anton Dvorak, gentes a quienes de de una forma u otra Anton Dvorak influyó, y desde luego, conocer y descifrar cómo fue vivir en la época y la sociedad en la que vivió Anton Dvorak.
(Antonin o Anton Dvorak; Nelahozeves, 1841 - Praga, 1904) Compositor checo. Hijo de un mesonero, ahora desde niño probó predisposición para la música. Inició sus estudios en Zlonice en 1853 y los siguió en Praga a lo largo del periodo 1857-59. Luego tocó la viola en una orquesta hasta 1871. Al mismo tiempo emprendió su actividad de compositor. El primer éxito alcanzado en este campo fue un Himno con artículo de Viteslav Hálek (1873); merced a tal obra consiguió el cargo de organista de la iglesia de San Etelberto, que preservó hasta 1877.
A estos años forman parte el Stabat Mater y otras creaciones sinfónicas y vocales, pero más que nada para conjuntos de cámara. En 1875 recibió un estipendio del Estado. Mientras tanto, sus proyectos provocaban el interés de Johannes Brahms y Eduard Hanslick, tal como el del editor Simrock. La música de Dvorak conoció entonces mayor apogeo, publicando las Danzas eslavas (1878), el Cuarteto op. 51 (1879) y las primeras Sinfonías. El músico visitó reiteradamente Inglaterra, donde fue nombrado doctor "honoris causa" de la Universidad de Cambridge (1891). Las de Viena y Praga asimismo le concedieron esta distinción.
En 1892 aceptó la convidación de marchar a Nueva York como directivo del Conservatorio Municipal; en América escribiría ciertas de sus proyectos mucho más reconocidas: la Sinfonía del Nuevo Mundo (1893), el Cuarteto en fa mayor (1893), los Cantos bíblicos (1894) y el Concierto para violoncelo y orquesta (1895). La melancolia de la patria le indujo a regresar a Praga, donde volvió a ocupar el cargo de instructor de composición del Conservatorio, alcanzado en 1891.
A lo largo de los últimos años de su historia procuró, sin mayor éxito, redactar para el teatro nacional, según el ejemplo de Bedrich Smetana; en este aspecto cabe rememorar más que nada Russalka (1900). Antonin Dvorak murió 4 años tras la composición de semejante obra, apreciado y honrado como uno de los más importantes músicos de su temporada y singularmente de su país, aun en el momento en que en su música se hubiese dado, en determinada medida, una polución entre los elementos nacionales y la tradición sinfónica alemana.
La música de Dvorak
La obra de Dvorak es muy diferente: desde la ópera a la música de cámara pasando por la música sinfónica, lote al que dedicó mucho más atención. Su obra musical no es tan fácil y pastoril como la de su compatriota Smetana, puesto que Antonin Dvorak tiene un lenguaje mucho más moderno, utiliza mayor sofisticación técnica y una orquesta de plantilla mucho más abundante. En su orquestación busca la espectacularidad, conseguida por medio de contrastes activos y de la experimentación de novedosas composiciones tímbricas. Algunos de los elementos que utiliza son propios de los músicos eslavos, como la utilización recurrente del registro grave del violín y la utilización de los instrumentos de metal en pianissimo. Su fluidez y enorme espontaneidad melódica proceden en determinada medida de Schubert.
En sus proyectos de juventud, Dvorak imitaba los modelos románticos, singularmente los de Felix Mendelssohn. En la década de los años sesenta se puede ver en su música alguna ambigüedad tonal y usuales modulaciones hacia campos tonales lejanos. Surgieron de este modo proyectos camerísticas como sus cuartetos de cuerda en fa menor Op. 9 (1873) y la menor Op. 16 (1874); y proyectos orquestales como la Segunda Sinfonía en Si bemol mayor (1865).
Pero desde 1874, Dvorak se distanció del influjo de músicos como Liszt y Wagner y desarrolló un estilo algo mucho más usual y tradicional. Fue en esa temporada en el momento en que empezó a estudiar el folclore de su país, cuyos primordiales elementos usó más tarde en sus creaciones. Así, incluyó en su obra ritmos sincopados de danzas populares como la mazurka, la dumka o la sparcirka y abandonó la práctica de la anacrusa, en tanto que esta no existe en el folclore checo.
En esta línea de carácter nacionalista brotaron multitud de títulos, como las Tres rapsodias eslavas (1878), el Cuarteto de cuerda en mi mayor (1879), la ópera Dimitri (1881-1882) y la Sexta Sinfonía en re mayor (1880), cuyo tercer movimiento es una danza habitual checa llamada furiant. También corresponden a estos años sus piezas maestras Leyendas (1881) para orquesta, la cantata La novia del fantasma (1884) y el oratorio Santa Ludmila (1885-1886), que adjuntado con el Requiem (1890) logró de Dvorak el constructor del oratorio checo.
Un espacio considerable de su producción lo ocupa su Stabat mater de 1877. Es su obra sagrada más esencial y fue concebida para ser interpretada en versión de concierto, y no en la liturgia religiosa. Es una obra de carácter meditativo y orquestación transparente, con abundancia de cromatismos. Otras proyectos religiosas que cabe apuntar son la Misa en Re mayor Op. 86, para solistas, coro y órgano, y el Te Deum (1892) para soprano, bajos solistas, coro y orquesta.
Al ser un increíble intérprete de viola, se sintió poderosamente inclinado asimismo hacia la música de cámara. Entre sus partituras de este género resaltan los cuartetos de cuerda y los tríos con piano, entre aquéllos que se destaca el Op. 90, mucho más popular como Dumky. En él no usa la tradicional composición de 4 movimientos, sino utiliza seis movimientos basados en la dumka y los divide en 2 conjuntos.
En el campo de la música orquestal desarrolló una gran parte de su talento, puesto que aparte de sus nueve sinfonías, escribió poemas sinfónicos, aperturas de concierto, rapsodias y recitales para instrumento solista, por ejemplo. El músico checo fué considerado como un sinfonista brahmsiano en la manera, pero de sonido wagneriano. Su Sexta sinfonía en Re mayor (1880), compuesta para la Orquesta Filarmónica de Viena, fue la primera en darle notoriedad en todo el mundo en el campo de la música sinfónica.
Pero, sin duda, su sinfonía mucho más célebre es la Novena o del Nuevo Mundo (1892). Esta última obra tiene reminiscencias de los cantos espirituales negros y de las armonías de las plantaciones del sur de los Estados Unidos que Dvorak oyó cantar en Nueva York a Harry T. Burleigh, un alumno de el. El compositor efectuó indagaciones sobre cuáles serían los puntos definitorios de un estilo de música propiamente americano y llegó a la conclusión de que la utilización de la escala pentatónica en la línea melódica, las cadencias plagales y los ritmos sincopados eran las especificaciones mucho más propias de esta música.
Estos puntos se dejan ver en otras proyectos de Dvorak compuestas en Estados Unidos, como son el Cuarteto de Cuerda nº 12 en Fa mayor, el Quinteto de Cuerda en Mi bemol mayor y las Biblické pisne (Canciones bíblicas). En cambio, el Concierto para violonchelo en Si menor, compuesto en América en 1895, no tiene dentro los convocados elementos de la música de norteamérica y fue escrito para el chelista checo Hanus Wihan.
En el último periodo de tiempo de su obra, Dvorak volvió a las maneras de su juventud y prestó particular interés a las óperas y al poema sinfónico. De todas y cada una la óperas de esta temporada, en vida del creador solo conoció el éxito La Ondina (1900). Respecto a sus poemas sinfónicos, resaltan títulos como El hada del mediodía, La rueda de oro, La paloma (todos de 1896) y el Canto heroico (1897).
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