Ya sea inspirando a otros o siendo parte de la actuación. Ana Bolena es una de esas personas cuya vida, indudablemente, merece nuestra consideración debido al grado de influencia que tuvo en la historia.Conocer la vida de Ana Bolena es comprender más acerca de época determinada de la historia de la humanidad.
Conocer las luces y las sombras de las personas destacadas como Ana Bolena , personas que hacen girar y evolucionar al mundo, es algo básica para que seamos capaces de valorar no sólo la existencia de Ana Bolena , sino la de todos aquellos y aquellas que fueron inspiradas por Ana Bolena , gentes a quienes de un modo u otro Ana Bolena influenció, y sin duda, comprender y entender cómo fue el hecho de vivir en el momento de la historia y la sociedad en la que vivió Ana Bolena .
Las biografías y las vidas de personas que, como Ana Bolena , seducen nuestra curiosidad, deben valernos siempre como referencia y reflexión para proponer un marco y un contexto a otra sociedad y otra época que no son las nuestras. Tratar de comprender la biografía de Ana Bolena , el motivo por el cual Ana Bolena vivió de la forma en que lo hizo y actuó del modo en que lo hizo durante su vida, es algo que nos ayudará por un lado a conocer mejor el alma del ser humano, y por el otro, la manera en que avanza, de forma inexorable, la historia.
(Rochford Hall, 1507 - Londres, 1536). Noble inglesa, reina de Inglaterra tras casarse con Enrique VIII. El matrimonio, que solamente duró tres años, terminó con la trágica muerte de Ana gracias a los intereses dinásticos de su marido: su boda con Enrique no logró agradar la imperiosa necesidad de proveer al rey un heredero varón que perpetuara la dinastía en el trono. El matrimonio provocaría, en cambio, la separación de la monarquía inglesa con el catolicismo de roma y la fundación de la Iglesia anglicana.
Ana Bolena (o Boleyn) nació hacia 1507, con toda posibilidad en Rochford Hall, condado de Essex. Era hija de sir Thomas Boleyn, más tarde vizconde de Rochford y conde de Wiltshire y Ormonde, y de Isabel Howard, hija del conde de Norfolk. Pertenecía, ya que, a entre las familias mucho más predominantes de la nobleza inglesa. Buena una parte de su niñez transcurrió en Francia, en la refinada corte del rey Francisco I, donde recibió una esmerada educación áulica.
A su regreso a Inglaterra en 1522, ocupó el sitio que por su rango le correspondía en la corte como dama de la reina Catalina de Aragón, primera mujer de Enrique VIII y también hija menor de los Reyes Católicos. Su atrayente impresionó a la corte y próximamente Ana se vio cercada de un cerco de seguidores. Entre ellos se contaban lord Henry Percy, heredero del condado de Northumberland, y nuestro rey, que cubrió de títulos y pertenencias al padre de Ana para intentar obstaculizar el matrimonio de la joven con Percy. Finalmente, Enrique ordenó la intervención del cardenal Wolsey para evitar su boda.
Ana había aparecido en la corte inglesa en el momento en que en ella se discutía el serio problema de la sucesión al trono. Catalina de Aragón había tenido 2 hijos hombres, que nacieron fallecidos, y una pequeña, María (la futura María I de Inglaterra). La edad de la reina hacía predecir la imposibilidad de nuevos alumbramientos exitosamente. Pero Enrique VIII precisaba a toda costa un hijo varón para ofrecer continuidad a su dinastía, todavía no firmemente asentada en el trono inglés. El heredero se transformó en una genuina obsesión para el monarca, que llegaría a saber, mucho más que algún otro aspecto, tanto su historia privada como su política.
En 1527, en el momento en que Catalina contaba 44 años, Enrique solicitó formalmente al papado la anulación de su matrimonio, explicando para esto dado que la reina era la viuda de su hermano Arturo, fallecido en el momento en que todavía era príncipe de Gales. Ya ahora mismo el monarca había empezado una apasionada relación con Ana Bolena. Dos años después, tras un duro tira y afloja diplomático, el papa Clemente VII se negó a entregar el divorcio, en buena medida a causa a las presiones del rey de España y emperador de Alemania, Carlos V, sobrino de Catalina de Aragón.
La negativa papal hacía irrealizable un matrimonio ulterior de Enrique y, por ende, descartaba la oportunidad de tener herederos hombres con derechos lícitos al trono, según el derecho canónico. Ello precipitó la crisis política entre Inglaterra y Roma, que acabó con la separación oficial de la Iglesia nacional inglesa de la jurisdicción papal y con la constitución de un nuevo culto, el anglicano, influido por la Reforma luterana. A pesar de que pocos años antes Enrique VIII había proclamado su adhesión inexpugnable al catolicismo, su deseo de hallar un heredero le arrastró a romper los vínculos religiosos de su monarquía con el papado, ocasionando una profunda convulsión en la Cristiandad, y a asumir las doctrinas mucho más moderadas del luteranismo que él mismo había combatido hace un tiempo.
El 25 de enero de 1533, Enrique se casó secretamente con Ana Bolena, quien probablemente se encontraba encinta. En abril, con la sanción de la novedosa iglesia, de la que nuestro rey se había erigido a la cabeza, el recién nombrado arzobispo de Canterbury, Thomas Cranmer, declaró la nulidad de pleno derecho del matrimonio con Catalina de Aragón. El día de Pentecostés de ese año, Ana Bolena fue ceremoniosamente coronada en la abadía de Westminster. En septiembre, la reina dio a luz a una pequeña, a la que se llamó Isabel (la futura Isabel I de Inglaterra).
En los años siguientes, el rey aguardó con creciente impaciencia el nacimiento de un varón, mientras que perdía interés por su mujer. Esta se había ganado la hostilidad de los integrantes mucho más predominantes de la corte gracias a su carácter antojadizo y insolente, lo que la dejó sin apoyos políticos en el momento en que su matrimonio entró en crisis. La reina procuró separar del aprecio del rey a María, hija de Catalina de Aragón, a la que prohibió tener relaciones con sus familiares (incluida su madre, a la que jamás volvió a conocer), despojó del título de princesa y vejó al nombrarla dama de compañía de su hija Isabel. En 1534, Ana tuvo un aborto y, en el mes de enero de 1536, dio al fin a luz a un niño que, no obstante, murió a las escasas horas, lo que significó su determinante caída en desgracia.
En mayo de ese año, Enrique logró explícito su rechazo a la reina abandonándola en el lapso de un torneo en Greenwich. La crónica galante asegura (con pocos carices de situación) que el monarca cedió a un ataque de celos en el momento en que la reina entregó su premio a entre los caballeros participantes. Al día después, Ana fue detenida por orden del rey y encerrada en la Torre de Londres. Los cargos contra ella consistieron en una lista de acusaciones de adulterio con cinco hombres de la corte, incluido su hermano, lord Rochford.
Ana fue juzgada por una corte de pares de la que formaba parte su padre (sir Thomas Boleyn, hecho duque de Norfolk por Enrique VIII) y por unanimidad sentenciada. Tras mantenerse diecisiete días presa, murió degollada en la Torre de Londres el 19 de mayo de 1536. Según los testimonios contemporáneos, su accionar fue digno y calmo aun en el patíbulo, a fin de proteger de la cólera regia a su hija Isabel.
Jamás se probó documentalmente la responsabilidad de Ana Bolena en los cargos que la llevaron a la desaparición. Casi con toda posibilidad, la reina fue víctima de un complot tramado para hacerla desaparecer del trono en el momento en que han quedado en prueba sus pocas opciones de tener hijos hombres. El asesor del rey, Thomas Cromwell, y el deseo del rey de casarse con su novedosa apasionado, lady Jane Seymour, intervinieron asimismo en la caída de Ana. El 30 de mayo de 1536, Enrique VIII contrajo matrimonio con Jane Seymour, que moriría un par de años después al ofrecer a luz al príncipe Eduardo.
El divorcio de Catalina de Aragón y la consiguiente separación con Roma, la decapitación de Ana Bolena y los consecutivos matrimonios de Enrique VIII hasta llenar el número de seis (incluyendo el que contrajo con la entonces asimismo degollada Catalina Howard) no sirvieron para asegurar la continuidad de la dinastía Tudor. El hijo de Jane Seymour, que reinó con el nombre de Eduardo VI, murió siendo todavía muy joven y sin dejar herederos. Ascendió entonces al trono la hija de Catalina de Aragón, la católica María I de Inglaterra. Su muerte sin hijos en 1558 deparó la subida al trono de Isabel I de Inglaterra, hija de Ana Bolena.
La novedosa reina condenó a la dinastía Tudor a la desaparición, al negarse tercamente a casarse. Sin duda, la horrible muerte de su madre y la personalidad tiránica de su padre influyeron en la soltería de la reina, que sus contemporáneos contemplaron con estupor y todavía el día de hoy prosigue ocasionando desconcierto en los historiadores, que de manera frecuente la atribuyen falazmente a teóricos defectos físicos que habrían impedido a Isabel tener relaciones sexualmente con hombres.
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