La historia del mundo la escriben las personas queen el transcurrir de los siglos, gracias a sus obras, sus pensamientos, sus creaciones o su talento; han ocasionado quela civilización, de un modo u otro,avance.
Conocer lo bueno y lo malo de las personas relevantes como Álvaro Flórez Estrada, personas que hacen rodar y cambiar al mundo, es una cosa sustancial para que podamos valorar no sólo la vida de Álvaro Flórez Estrada, sino la de todos aquellos y aquellas que fueron inspiradas por Álvaro Flórez Estrada, personas a quienes de de una forma u otra Álvaro Flórez Estrada influenció, y por supuesto, entender y comprender cómo fue vivir en el momento de la historia y la sociedad en la que vivió Álvaro Flórez Estrada.
Las biografías y las vidas de personas que, como Álvaro Flórez Estrada, seducen nuestra atención, tienen que valernos en todo momento como referencia y reflexión para ofrecer un marco y un contexto a otra sociedad y otra etapa de la historia que no son las nuestras. Tratar de comprender la biografía de Álvaro Flórez Estrada, el motivo por qué Álvaro Flórez Estrada vivió del modo en que lo hizo y actuó del modo en que lo hizo a lo largo de su vida, es algo que nos impulsará por un lado a conocer mejor el alma del ser humano, y por el otro, el modo en que avanza, de forma inexorable, la historia.
(Pola de Somiedo, 1766-Noreña, 1853) Economista y político español. Defensor fanático del librecambismo comercial y de la independencia de asamblea y de imprenta, fue crítico con la desamortización de Mendizábal. Publicó Curso de economía política (1828), tratado que refleja las críticas de los economistas tradicionales ingleses y que se considera como la obra más esencial de teoría económica del siglo XIX en España.
Estudió derecho en la Universidad de Oviedo y pasó 2 periodos en La capital española; en el primero de ellos, en 1795, Manuel Godoy le desterró a Asturias a consecuencia de sus simpatías hacia la Revolución Francesa, y en el segundo se encargó de la Tesorería de Rentas de la Corte, cargo que abandonó para regresar nuevamente a Asturias. Al iniciarse la Guerra de la Independencia (1808-1814), la Junta General de Asturias le nombró procurador general del Principado, puesto desde el que, aparte de reclamar la insurrección contra el ejército napoleónico, Álvaro Flórez Estrada reclamó la necesidad de convocar Cortes Generales y de promulgar una Constitución.
Más tarde se trasladó a Sevilla, donde se había reunido la Junta Central, donde presentó un emprendimiento de Constitución y unas Reflexiones sobre la independencia de imprenta. En 1810 viajó desde Sevilla a Gran Bretaña, donde publicó tres esenciales contenidos escritos: Constitución para la nación de españa presentada a la Junta Suprema de España y también Indias (1810), Introducción para la crónica de la revolución de españa (1810) y Examen ecuánime de las disensiones de la América con la España, de los medios de su recíproco interés, y de la herramienta de los socios con España (1811).
A su vuelta a España en 1812, se instaló en Cádiz, donde creó y dirigió la publicación El tribuno del pueblo español, periódico que se transformó en el representante de los ámbitos liberales exaltados. Las Cortes de Cádiz lo nombraron gobernador del ejército de la provincia de Sevilla. La restauración del absolutismo llevada a cabo por Fernando VII le forzó a exilarse a Gran Bretaña en 1814, etapa donde creó el jornal El Español Constitucional y publicó el folleto Representación a S.M. Fernando VII en defensa de las cortes (1818), en el que acusaba al monarca de abuso de poder y planteaba como elecciones la conclusión de la política represiva, la convocatoria de Cortes según las reglas fijadas por las Cortes poco comúnes y la declaración de independencia de imprenta.
El triunfo del alzamiento del general Rafael del Riego en Cabezas de San Juan, con el que se inició el Trienio Constitucional (1820-1823), le dejó regresar a España. En el intérvalo de tiempo constitucional salió escogido diputado por Asturias y recobró la intendencia de Sevilla. En las Cortes, Álvaro Flórez Estrada fue uno de los más importantes representantes del conjunto de los liberales exaltados, al lado de José María Calatrava, Francisco Javier de Istúriz y Alcalá-Galiano. Entre febrero y abril de 1823 encabezó el Gobierno del que formaron parte los ministros Antonio Díaz del Moral (Gobernación), Lorenzo Cabro de Rosas (Hacienda), José María de Torrijos (Guerra), Ramón Rozay (Marina) y Sebastián Fernández Vallesa (Felicidad y Justicia).
La amenaza de una intervención armada estructurada por la Santa Alianza con la meta de terminar con el régimen constitucional determinó el traslado del Gobierno y del rey a Sevilla en el mes de marzo de 1823. Poco después, el 7 de abril, los Cien Mil Hijos de San Luis, ejército francés enviado por la Santa Alianza y comandado por el duque de Angulema, comenzaba la ocupación del territorio español. La estancia del Gobierno en Sevilla fue aprovechada por el presidente de las Cortes, Flores Calderón, para convocar una asamblea a la que fueron un conjunto de miembros del congreso de los diputados, entre aquéllos que se encontraban Evaristo San Miguel y Agustín de Argüelles, donde se decidió desautorizar a Álvaro Flórez Estrada y a sus ministros al estimar que carecían del prestigio y representación suficientes para asegurar la gobernabilidad del país.
Los miembros del congreso de los diputados escogieron presidente del Gobierno a Calatrava, cuya misión prioritaria era conseguir conciliar las distintas tendencias del Parlamento (exaltados, doceañistas y absolutistas), labor que la invasión francesa impidió efectuar. El restablecimiento del absolutismo forzó a Álvaro Flórez Estrada a emigrar nuevamente a Gran Bretaña, país en el que publicaría la que se considera su obra primordial, Curso de economía política (1828). En 1830 marchó a París, atraído por las esperanzas construídas por la revolución de julio. Regresó a España en 1834, tras la desaparición de Fernando VII, y ese año recobró su condición de diputado.
Álvaro Flórez Estrada se opuso al sistema de subasta pública usado para vender las tierras desamortizadas a la Iglesia por Juan Álvarez Mendizábal (la llamada desamortización de Mendizábal, 1836), explicando que favorecía precisamente a las clases adineradas, cuya aptitud adquisitiva les dejaba obtener las tierras subastadas y acrecentar sus ahora por sí amplias características. Ello hacía inviable un reparto de tierras equilibrado entre un extenso campo de colonos y pequeños dueños, situación que hubiese tolerado aumentar la producción agraria y asentar la población en extensas zonas de Castilla, Andalucía y Extremadura. Como opción alternativa, propuso que el Estado conservara la propiedad de las tierras desamortizadas y las cediese en arriendo a los colonos que las trabajasen. Flórez Estrada fue nombrado senador vitalicio en 1845.
El pensamiento económico de Álvaro Flórez Estrada, expuesto en su Curso de economía política (1828), se encuadra, según José Luis Abellán, en la tradición colectivista agraria de españa (a la que pertenecieron, entre otros muchos, Juan Luis Vives, Juan de Mariana, Lope de Deza o el conde de Floridablanca), con visibles influencias de la economía política tradicional (Adam Smith, David Ricardo, John Stuart Mill y Jean-Baptiste Say) y del pensamiento ilustrado francés.
El principio primordial de los colectivistas agrarios era la renovación de los sistemas de propiedad de la tierra (liberalizarla y redistribuirla) como base para terminar con las construcciones del Antiguo Régimen y para arrancar la modernización de una economía fundamentalmente agraria, ideas que Flórez expuso en su producto “Propiedad”, anunciado en 1820 en la Enciclopedia Británica, y en el folleto La cuestión popular, esto es origen, latitud y efectos del derecho de propiedad (1839).
Flórez distinguió 2 géneros de características territoriales: una de derecho natural, que asociaba al trabajo del sujeto (el origen de toda riqueza), y otra de derecho positivo, obtenida en las leyes civiles y que, en consecuencia, podía ser derogada por otras leyes. Consideraba que la primera de ellas era inviolable (ya que si se alteraba podía dejar al sujeto sin medios de subsistencia, razón por la que su protección legal era prioritaria), al paso que la segunda sí que se podía cambiar.
Partiendo de estos planteamientos, su composición de propiedad ideal se fundamentaba en la capacitación de una gran clase de pequeños cultivadores que tuvieran sus tierras y en la supresión del latifundismo (formulación que sería obtenida setenta años después por los regeneracionistas, con Joaquín Costa a la cabeza). Para ello era indispensable la nacionalización del suelo agrícola (socialismo agrario), cuyo control debía depender de forma directa del Estado, más allá de que el usufructo pertenecía a quien lo trabajaba.
Su término de propiedad no lo aplicaba solo a las maneras de posesión tierra, sino afectaba asimismo a otras ocupaciones económicas. En su opinión, el derecho de propiedad quedaba limitado en el momento en que no se respetaba la independencia de trabajo, con lo que comprendía que todo monopolio industrial y comercial repercutía de manera negativa en el derecho de propiedad del resto. De este modo, defendía la proclamación de la independencia de comercio y también industria en el interior y del librecambismo con el exterior. Se oponía, al fin y al cabo, a la intervención del Estado sobre el patrimonio individual (predominación de la economía política inglesa), salvo en casos inusuales, y limitaba su actuación a asegurar el respeto a la propiedad de derecho natural. Con este término un poco difuso y poco exacto de la propiedad, Flórez trataba de diseñar unas bases sociales, económicas y jurídicas equilibrados que hiciesen viable la consolidación del liberalismo.
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