Si has llegado hasta aquí es porque eres sabedor de la importancia que tuvo Alfred de Musset en la historia. La forma en que vivió y lo que hizo mientras permaneció en este mundo fue determinante no sólo para quienes conocieron a Alfred de Musset, sino que a caso legó una huella mucho más profunda de lo que logremosimaginar en la vida de gente que tal vez jamás conocieron ni conocerán ya jamás a Alfred de Musset de modo personal.Alfred de Musset fue un ser humano que, por algún motivo, merece ser recordado, y que para bien o para mal, su nombre nunca debe borrarse de la historia.
Apreciar lo bueno y lo malo de las personas destacadas como Alfred de Musset, personas que hacen rodar y cambiar al mundo, es una cosa esencial para que seamos capaces de apreciar no sólo la vida de Alfred de Musset, sino la de todas aquellas personas que fueron inspiradas por Alfred de Musset, aquellas personas a quienes de un modo u otro Alfred de Musset influenció, y por supuesto, conocer y descifrar cómo fue vivir en la época y la sociedad en la que vivió Alfred de Musset.
(París, 1810-id., 1857) Escritor francés. Renunció a sus estudios de derecho y medicina al imponerse su afición por la literatura. Publicó en 1829 Cuentos de España y de Italia, que consiguieron cierto éxito. En 1833 vio la luz el volumen poético Rolla, donde Musset dio expresión al llamado mal del siglo, del que se transformó en uno de sus mucho más insignes representantes. De igual modo puede apreciarse ese infortunio artístico próximo al hastío existencial en su novela autobiográfica Confesiones de un hijo del siglo (1836), donde además de esto cuenta su aventura sentimental con George Sand en el transcurso de un viaje a Venecia. Su obra poética, de la que resaltan sus distintas Noches (1835-1837), le ubica como uno de los más importantes escritores franceses del romanticismo, situación reafirmada por su teatro, más allá de que no logró en este exactamente las mismas cotas de intensidad expresiva que en su obra lírica.
Profesor del teatro romántico, el poeta y dramaturgo francés Alfred de Musset nació en una familia liberal y cultivada. Su abuelo materno había sido amigo de varios escritores del siglo XVIII y poeta y editor él mismo; su padre había sido responsable de una monumental edición de las proyectos de Rousseau. Después de refulgentes estudios tradicionales, logró su entrada en la literatura en 1827, frecuentando el salón de C. Nodier y la vivienda de Victor Hugo. Su primer volumen de versos fue Cuentos de España y de Italia (1829). La muerte de su padre en 1832, víctima de una epidemia de cólera, dejó profundas huellas en su obra posterior. Contratado en la Revue des Deux Mondes, la mayoría de su obra, incluyendo el teatro, fue publicada allí. En 1833 se dieron a conocer las piezas teatrales en prosa Andrea del Sarto y Los antojos de Mariana, de marco italiano, construcción libre y enorme intensidad, y el largo poema Rolla.
Aureolado de la gloria de este último, en el que evocaba la pérdida de la fe en los hombres de su generación, inició una relación que primero fue de amistad y después de inflamada pasión con George Sand. En los primeros tiempos del amor escribió Lorenzaccio (1834), pieza maestra del teatro romántico que fue estrenada por Sarah Bernhardt. A su regreso de un tormentoso viaje a Italia publicó Con el cariño no se juega (1834). De todas y cada una de las proyectos de esta temporada, la que tiene relación mucho más de forma directa a la agitada aventura veneciana con George Sand es Confesiones de un hijo del siglo (1836): una suerte de autobiografía, en parte real y en parte imaginaria, donde el creador define el mal del siglo como aquella desorientación de la juventud postnapoleónica, que tras haberse ebrio del espíritu volteriano, se arroja a la disipación y al desenfreno para completar el vacío de su alma. El personaje principal de las Confesiones es un libertino que ha buscado salvación en un enorme amor y que, desilusionado, regresa a caer en el vicio y se resigna a la infelicidad.
En ese campo autobiográfico brotó su lirismo mucho más personal: entre 1835 y 1837 compuso las Noches, extendido poema en 4 partes en el que el poeta, bajo la manera de coloquio con la Musa (Noche de mayo, Noche de agosto, Noche de octubre) o con un personaje "que se le semeja como un hermano" (Noche de diciembre), despliega los enormes temas de su poesía: la aspiración poética y el mal, la soledad, la falaz embriaguez del exitación, el salve del mal en el sentido de la inmortalidad encontrado nuevamente. No es únicamente una ficción poética: vivificado por el padecimiento, sus mejores piezas se vinculan a la profunda crisis que atravesó.
El periodo de fecundidad autora duró 4 o cinco años. De esta temporada datan las proyectos en verso La espera en Dios (1838), las comedias en prosa Barberina y El candelero (1835) y los proverbios de Nunca hay que prometer nada (1836) y Un capricho (1837). A partir de 1839 su producción se realizó mucho más escasa. Poco antes de cumplir treinta años había bosquejado la novela El poeta caído, de la que han quedado ocho extractos. En 1840 cayó dificultosamente enfermo y el alcohol y el desenfreno no asistieron a su curación. Las recaídas en la patología lo acompañaron a lo largo de los diecisiete años siguientes, en los que prosiguió escribiendo para la Revue des Deux Mondes, pero bajo el signo observable de la necesidad. Algunos instantes de inspiración han quedado plasmados en Une soirée perdue (1840), donde rendía homenaje a Molière, y Le Rhin allemand (1841).
El consuelo de esa temporada fue el teatro. Sus comedias fueron representadas en la Comédie Française, e inclusive escribió ciertas novedosas: Louison y On ne saurait penser à tout (las dos de 1849) y Bettine (1851). Elegido integrante de la Academia Francesa en 1852, publicó el grupo de su obra poética en 2 volúmenes, Primeras poesías y Poesías novedosas (1852), y la versión revisada y corregida de sus Comedias y Proverbios (1853). Si Musset concibió primero el romanticismo como un arte mesiánico que debía contestar a las pretensiones de avance político y popular, más tarde se separó del humanitarismo idealista para volcarse en un romanticismo interior, con limite a los dramas de la conciencia individual y de la pasión cariñosa.
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