Ya sea inspirando a más seres humanos o formando parte de la acción. Alejo Carpentier es uno de esos sujetos cuya vida, sin duda alguna, merece nuestra consideración por el grado de influencia que tuvo en la historia.Conocer la vida de Alejo Carpentier es conocer más sobre una época concreta de la historia del ser humano.
Las biografías y las vidas de personas que, como Alejo Carpentier, atraen nuestra curiosidad, deben servirnos en todo momento como referencia y reflexión para proponer un marco y un contexto a otra sociedad y otra época que no son las nuestras. Intentar comprender la biografía de Alejo Carpentier, el motivo por el cual Alejo Carpentier vivió de la forma en que lo hizo y actuó de la forma en que lo hizo a lo largo de su vida, es algo que nos impulsará por un lado a conocer mejor el alma del ser humano, y por el otro, el modo en que se mueve, de forma inevitable, la historia.
(Lausana, Suiza, 1904 - París, 1980) Novelista, narrador y ensayista cubano con el que acaba la madurez de la narrativa insular del siglo XX, aparte de ser entre las figuras mucho más resaltadas de las letras sudamericanas por sus proyectos barrocas como El siglo de las luces.
Sobre su biografía hay múltiples lagunas y contradicciones dada la dispar información de la que se dispone. Según nuestro creador, nació en La Habana, fruto del matrimonio de un arquitecto francés y una pianista rusa, y se formó en academias de Francia, Austria, Bélgica y Rusia. Tras su muerte, no obstante, se comenzó a documentar una muy diferente biografía que situó el nacimiento del creador en Suiza, que viene de una familia humilde que emigró a Cuba instalándose en el pueblo de Alquízar, donde el futuro escritor trabajó como distribuidor de leche.
Lo que sí está fuera de inquietudes es que Carpentier inició su actividad literaria en simultáneo con la musicología, su otra vocación de siempre en la dirección de la gaceta Carteles, entre 1924 y 1928. Además, cooperó en la fundación de la Revista de Avance, en 1927. En 1928 fue encarcelado bajo la dictadura de Gerardo Machado y al salir escapó de la isla; regresó a ella tras un exilio en París de prácticamente una década. De este periodo fue su primera obra, Ecué-Yamba-O (publicada en 1933, si bien parece ser la escribió ahora en 1927), una novela de temática negra con la que Carpentier inauguró su trayectoria como escritor.
En 1944 se trasladó a Caracas, donde vivió múltiples años, dedicándose al periodismo radiofónico y ejercitando asimismo de instructor universitario y columnista en diarios y gacetas, mientras que hacía una atrayente difusión de la música moderna. Luego de una temporada en Haití, regresó a Cuba tras la Revolución dirigida por Fidel Castro y el Che Guevara (1959) y ocupó múltiples cargos oficiales hasta el momento en que en 1966 fue nombrado embajador en París, donde continuó hasta sus últimos días.
La obra de Alejo Carpentier
Su actividad literaria, si bien iniciada en 1933, no tuvo continuidad hasta 1944, año en que vio la luz una colección de cuentos llamada Viaje a la semilla. Escribió asimismo antes de su siguiente novela un ensayo que se titula La música en Cuba (1946). Finalmente, en 1949, apareció uno de sus trabajos literarios mucho más simbólicos: El reino de este planeta, un ejercicio de increíble rigor histórico, como van a ser de ahora en adelante la mayoría de sus proyectos, en el que Carpentier relató un episodio del surgimiento de la república negra de Haití.
Precisamente en el prólogo de esta novela el creador expuso la proposición que definía «lo real fantástico», expresión sinónima de «realismo mágico», que tendría mayor fortuna. Para Carpentier, el realismo puro (que había caracterizado las primeras décadas de la narrativa sudamericana) es inútil de reflejar la muy rica dificultad del conjunto de naciones; de ahí la necesidad de integrar lo real con lo fabuloso, lo mítico o lo alegórico. Además de su primer teorizador, Carpentier fue, adjuntado con el guatemalteco Miguel Ángel Asturias y el venezolano Arturo Uslar Pietri, entre los predecesores del realismo mágico, inclinación que marcaría la producción de una parte de los autores del «Boom» de los años 60 (Julio Cortázar, Gabriel García Márquez), con Cien años de soledad (1967) como obra culminante.
Su determinante consagración como escritor llegó no obstante con Los pasos perdidos (1953), novela donde un musicólogo antillano que radica en Nueva York, casado con una actriz, es enviado a un país sudamericano con el encargo de salvar y hallar extraños instrumentos. En el viaje lo acompaña una apasionado francesa, que semeja representar la caída europea y a la que el musicólogo deja por una mujer nativa mediante la que entra en contacto con la vida de una red social indígena, de donde es salvado y llevado nuevamente a una civilizada localidad a la que no llega nunca a amoldarse, hasta el momento en que vuelve a la selva. Un relato abstracto y también irreal donde se funden los entendimientos y el intelecto del creador con las imágenes mucho más profundas de su expresión literaria.
Después llegó El acoso (1956), tras su experiencia en Venezuela, una novela corta de temática entre política y sicológica, donde se refleja fielmente el círculo de opresión y crueldad de la Cuba previo a la Revolución, en la década de 1950, si bien no fue una novela reportaje: en esta obra los capítulos se suceden en coincidencia con los 40 y seis minutos que dura la interpretación de la Sinfonía Heroica de Beethoven.
Le prosiguió el volumen Guerra del tiempo (1958), donde el creador reunió tres cuentos que suponían otras tantas variantes sobre el tiempo en una ambientación pretérita: Camino de Santiago, una reedición de Viaje a la semilla y Semejante de noche. Fueron tres breves incursiones de Carpentier en el planeta de lo fabuloso y de la ficción, protagonizadas por la irreversibilidad de lo ocurrido. Posteriormente regresó a la novela histórica con El siglo de las luces (1962), ambientada en Francia y las Antillas en el periodo de la Revolución Francesa. En esta obra contó la peripecia de un personaje llamado Víctor Hugues que llevó a la isla de Guadalupe la ideología de los revolucionarios franceses y asimismo la guillotina. Una novela cautivante que confirmó el poder de convocatoria visual de su creador, donde muestra individuos y entornos lejanos en la historia y los acerca al lector atrapándolo en un asombroso tejido verbal.
A esta célebre novela prosiguió Concierto barroco (1974), una obra corto donde reconstruyó, con meticuloso aspecto y riguroso rigor histórico y musicológico, el viaje de un criollo por la Europa dieciochesca, acentuando la utilidad de la música en su narrativa, en tanto que el libro está ordenado y estructurado sobre argumentos musicales. El mismo año publicó El recurso del procedimiento, donde recrea la imagen del tirano ilustrado, en versión sudamericana.
Cronológicamente se ubica entonces La consagración de la primavera (1978), novela donde recreó una historia ambientada en tiempos de la Revolución Cubana y que había adelantado con apariencia de relato corto en Los invitados de plata (1973). La consagración de la primavera exhibe su desarrollo autorreflexivo sobre las revoluciones, durante un periodo que comprende desde la soviética hasta la castrista, introduciendo los hechos de Playa Girón, y donde además de esto se muestran la Guerra Civil de españa y los ecos de la Segunda Guerra Mundial. Finalmente, El harpa y la sombra (1979), supuso una visión desmitificadora de Cristóbal Colón y el hallazgo de América a través del relato de una íntima confesión donde el Almirante, a las puertas de la desaparición, escoge realizar una suerte de inventario de sus hazañas y debilidades.
En su integridad, la narrativa de Carpentier no se caracterizó por los análisis sicológicos, dada la vastedad de una iniciativa que proponía mucho más bien la variedad de lo real. No mostró por consiguiente con elevado aspecto los puntos de la vida individual, alén de arquetipos como el Libertador, el Opresor o la Víctima. Su propósito central fue quizás mudar la visión del lector, trasladarlo hasta un cosmos mucho más extenso, un cosmos donde la catástrofe personal queda aletargada en un grupo que, aun siendo simple, es considerablemente más extendido y profundo.
Cabe rememorar asimismo sus títulos teóricos, así como Tientos y diferencias (1964), Literatura y conciencia política en América Latina (1969) y Razón de ser (1976), ensayos recogidos en un volumen anunciado póstumamente en La Habana, exactamente bajo el título genérico de Ensayos (1984). En 1977 se le concedió el Premio Cervantes.
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Las sutilezas y las peculiaridades que ocupan nuestras vidas son en todos los casos importantes, ya que marcan la diferencia, y en el tema de la vida de alguien como Alejo Carpentier, que detentó su relevancia en un momento concreto de la historia, es fundamental tratar de ofrecer un panorama de su persona, vida y personalidad lo más precisa posible.
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