Alberto I de Bélgica

La historia del mundo la narran los hombres y mujeres quea lo largo de los siglos, gracias a sus obras, sus pensamientos, sus creaciones o su talento; han hecho quela civilización, de una forma u otra,prospere.

Ya sea inspirando a otras personas o siendo una pieza esencial de la acción. Alberto I de Bélgica es uno de esos sujetos cuya vida, indudablemente, merece nuestra atención por el nivel de influencia que tuvo en la historia.Comprender la biografía de Alberto I de Bélgica es comprender más sobre periodo preciso de la historia del ser humano.

Las biografías y las vidas de personas que, como Alberto I de Bélgica, cautivan nuestra curiosidad, deben valernos siempre como punto de referencia y reflexión para proponer un marco y un contexto a otra sociedad y otra época que no son las nuestras. Hacer un esfuerzo por comprender la biografía de Alberto I de Bélgica, porqué Alberto I de Bélgica vivió de la forma en que lo hizo y actuó de la forma en que lo hizo a lo largo de su vida, es algo que nos impulsará por un lado a conocer mejor el alma del ser humano, y por el otro, la forma en que avanza, de forma inevitable, la historia.

Vida y Biografía de Alberto I de Bélgica

(Bruselas, 1875 - Marche-les-Dames, 1934) Rey de Bélgica (1909-34), sobrino y sustituto del rey Leopoldo II de Bélgica. Hijo de Felipe, conde de Flandes, y de la princesa María de Hohenzollern, desde niño recibió una educación esmerada y también ingresó en la reconocida École Militaire de Bruselas. En el año 1900 contrajo matrimonio con la princesa Isabel de Baviera, con la que tuvo 2 hijos: Leopoldo Felipe Carlos, futuro rey Leopoldo III, y Carlos Teodoro Enrique.

Ese año logró un largo viaje por el Congo Belga en el que examinó las dificultades y pretensiones que demandaba el territorio, con lo que, a su regreso, aconsejó al gobierno la necesidad de crear una red de ferrocarril en la colonia, aparte de reclamar un cambio extremista en el trato hacia sus pobladores indígenas, tratados como esclavos.

En el año 1913, ahora como rey de Bélgica, Alberto I efectuó una visita diplomática a Berlín, donde fue informado por nuestro emperador alemán, Guillermo II, de las pretenciones de ingresar en guerra con Francia y del plan de invasión de ese país, que incluía el paso por Bélgica de los ejércitos alemanes. De regreso a su país, Alberto I se dedicó a remarcar su ejército en previsión de la inminente guerra: incrementó substancialmente el efectivo de tropas y también instituyó el servicio militar obligación. A su vez, Alberto I notificó al gobierno francés de los proyectos de Alemania.

Por último, tras el estallido de la I Guerra Mundial, el 31 de julio de 1914, Alberto I envió una carta al emperador alemán informándole de la neutralidad de Bélgica en el enfrentamiento. El 2 de agosto del mismo año, Guillermo II lanzó un ultimátum a Bélgica en el que solicitaba a Alberto I el paso libre a las tropas alemanas en territorio belga, todo ello para hacer el plan concebido por el mariscal Alfred von Schlieffen y comandado por el general Helmuth von Moltke, que consistía en efectuar una ocupación relámpago de Bélgica y traspasar en Francia desde el norte, lo que habría de aceptar, una vez ocupada París, mover el abultado de las tropas alemanas adelante oriental.

Tras la decidida negativa de Alberto I a las necesidades germanas, la invasión de Bélgica se inició un par de días después. Alberto I se puso al frente del ejército belga, en el que se distinguió bajo las órdenes del general francés Ferdinand Foch, jefe operativo de las tropas belgas. Tras la dura guerra de Autweup, en el mes de octubre del año 1914, el ejército alemán ocupó casi todo el país y forzó a las tropas de Alberto I a replegarse al sudoeste de Flandes, la única región belga que aún no había caído en la órbita alemana. Mientras el gobierno belga era movido a la Francia libre, el rey Alberto I se sostuvo en el frente de guerra, donde resistió con energía los continuos asaltos de las fuerzas alemanas y cerró al invasor el sendero de Dunkerque y Calais, precisos para sostener las comunicaciones con las islas británicas.

Tras la finalización de la I Guerra Mundial, Alberto I apeló a las potencias aliadas a fin de que se aboliera el Tratado de Londres (firmado en el año 1839), por el que Bélgica se consideraba país neutral y por este motivo propicio a ser vulnerado y también invadido en el caso de confrontación bélica, como de esta manera había sucedido. La solicitud de Alberto I fue admitida, incorporándose la medida entre los puntos fijados en el Tratado de Versalles (1919), por el que Alemania debió abonar a Bélgica abundantes reparaciones urgentes de guerra, tanto económicas como territoriales.

Alberto I lideró en lo personal, hasta su muerte, la reconstrucción de su país, despedazado y asolado por la ocupación de las tropas alemanas. Realizó una eficiente tarea de acompañamiento en la reindustrialización de Bélgica, donde resalta en extremo el ahínco efectuado en la construcción de una fuerte flota mercante. Tras haber alentado con su participación directa en la guerra el orgullo nacional de sus súbditos, Alberto I instituyó los servicios de trabajos voluntarios en labras de la reconstrucción de Bélgica, medida que apoyaron unánimemente todas y cada una de las fuerzas políticas del país, las que admitieron siempre y en todo momento el arbitraje del rey en todos y cada uno de los temas graves o frágiles del gobierno.

En el año 1926, Alberto I de Bélgica asistió a ingresar una reformar monetaria, que se requiere para el país, cuya consecuencia fue flexibilizar la economía interna y externa de Bélgica. Gran aficionado a los deportes de peligro, halló la desaparición mientras que practicaba el alpinismo, el 17 de febrero del año 1934. Le sucedió en el trono su hijo Leopoldo III de Bélgica.

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