Abdullah de Arabia Saudí

La historia de la civilización está contada por los hombres y mujeres queen el paso de los años, gracias a su forma de actuar, sus ideales, sus hallazgos o su arte; han hecho queel mundo, de un modo u otro,avance.

Ya sea inspirando a más personas o siendo una pieza esencial de la acción. Abdullah de Arabia Saudí es una de esas personas cuya vida, sin duda alguna, merece nuestra atención por el grado de influencia que tuvo en la historia.Conocer la biografía de Abdullah de Arabia Saudí es conocer más sobre un periodo concreto de la historia del género humano.

Si has llegado hasta aquí es porque tienes consciencia de la trascendencia que tuvo Abdullah de Arabia Saudí en la historia. Cómo vivió y aquello que hizo en el tiempo en que permaneció en el mundo fue determinante no sólo para quienes frecuentaron a Abdullah de Arabia Saudí, sino que a lo mejor dejó una huella mucho más honda de lo que logremosfigurar en la vida de gente que tal vez nunca conocieron ni conocerán ya nunca a Abdullah de Arabia Saudí personalmente.Abdullah de Arabia Saudí ha sido una de esas personas que, por alguna causa, merece no ser olvidado, y que para bien o para mal, su nombre jamás debe borrarse de la historia.

Las biografías y las vidas de personas que, como Abdullah de Arabia Saudí, atraen nuestra atención, deben valernos en todo momento como referencia y reflexión para ofrecer un marco y un contexto a otra sociedad y otra época que no son las nuestras. Intentar entender la biografía de Abdullah de Arabia Saudí, el motivo por qué Abdullah de Arabia Saudí vivió de la forma en que lo hizo y actuó de la forma en que lo hizo a lo largo de su vida, es algo que nos impulsará por un lado a comprender mejor el alma del ser humano, y por el otro, la manera en que se mueve, de forma inevitable, la historia.

Vida y Biografía de Abdullah de Arabia Saudí

(Riyad, 1924 - 2015) Rey de Arabia Saudí desde 2005 hasta su fallecimiento en 2015. Inmediatamente tras el aviso de la desaparición del rey Fahd, el 1 de agosto 2005, su hermanastro y príncipe heredero, Abdullah ibn Abd al-Aziz, que ejercitaba la regencia de hecho y una gran parte del poder político desde 1996, se transformó en el sexto soberano de Arabia Saudí desde la creación del reino en 1932. Su coronación y el acto de obediencia por la parte de los altos dignatarios del país se festejaron el 3 de agosto.

Hijo de la octava mujer del rey Saud ibn Abd al-Aziz, la princesa Fahda, Abdullah nació en la ciudad más importante del reino en 1924, si bien ciertas fuentes fijan su nacimiento en 1923. Esta imprecisión hay que a la disparidad de los calendarios musulmán y católico y al hecho de que en aquella temporada no existían registros fehacientes en un territorio desértico y increíblemente pobre, habitado por tribus nómadas (beduinos). Por una parte de madre forma parte a la tribu de los shammar, entre aquéllos que recibió una capacitación guerrera después de ser educado por los amos religiosos.

El nuevo soberano era el descendiente número 13 del principal creador del reino de Arabia Saudí, en 1932, el legendario rey Saud ibn Abd al-Aziz (1932-1953), increíblemente prolífico y pródigo, que desposó a un total de 22 mujeres y tuvo al menos 43 hijos, pero que (en coalición jamás quebrantada con las compañías petroleras) convirtió sus dominios yermos, de límites imprecisos fijados por el Imperio británico, en un Estado parcialmente próspero, el primer exportador mundial de petróleo, con un régimen teocrático y de dictadura familiar.

Abdullah no se encontraba incluido en el poderoso clan de los sudeiri, llamado de esta manera por referencia a la tribu de los al-Sudeiri, a la que pertenecía la princesa Hassa al-Sudeiri, la mujer preferida del principal creador de la dinastía, con la que tuvo seis hijos hombres, entre ellos los príncipes Sultan, Nayef, Salman y el fallecido rey Fahd, a los que se asigna una rivalidad con los hijos de las otras esposas que forman las ramas de la familia real.

Su primer cargo público fue el de alcalde de La Meca, la localidad que, adjuntado con Medina, aloja los sitios santurrones del Islam, y desde 1962, era jefe de la Guardia Nacional, encargada de la supervisión de los sitios estratégicos y en especial de los pozos petrolíferos, un cargo que todavía ostentaba siendo proclamado rey.

En 1982, en el momento en que su hermanastro Fahd subió al trono, fue designado por este primer viceprimer ministro y príncipe heredero, según una regla no redactada por la que, a falta de ley sucesoria, el soberano nombra a su sustituto tras abrir su reinado, sabiendo los complicados equilibrios familiares, por mucho que la decisión ha de ser aprobada por el consejo consultivo familiar y los ulemas.

Abdullah efectuó múltiples viajes a Estados Unidos, el primero en el mes de octubre de 1976, para entrevistarse con el entonces presidente Gerald Ford. En septiembre de 1998, en su primera visita oficial como príncipe heredero, se reunió con el presidente Bill Clinton en la Casa Blanca, en el momento en que los aeroplanos estadounidenses proseguían bombardeando el Iraq de Sadam Hussein. En septiembre de 2000 asistió a Nueva York para intervenir frente a la Asamblea General de la ONU. La prensa estadounidense aseguró, en el instante de la subida al trono, que el rey Abdullah era un enorme amigo de Estados Unidos y de la familia Bush.

En cuanto a la política interna, sus reformas fueron muy cautelosas. En 1992 apoyó sin reservas la ley primordial que, por vez primera, prevé que la sucesión en el trono no está limitada de forma exclusiva a los hijos del principal creador, sino más bien abierta al “mucho más capaz” de sus nietos. La app de la sharia o ley coránica se sostuvo inmutable, los partidos y los sindicatos prosiguieron condenadas, las mujeres carecían derecho de voto ni podían conducir un automóvil y la escolaridad mezclada prosiguió prohibida.

La regencia

El 1 de enero de 1996 fue solicitado de administrar los temas del Estado una vez que el rey padeciera una embolia cerebral de la que no logró restituirse completamente. Oficialmente, el soberano recobró sus funcionalidades en el mes de febrero de ese año, pero en la práctica Abdullah prosiguió actuando como regente y compartió el poder efectivo con su hermanastro Sultan, ministro de Defensa. Ambos pusieron sordina a sus divergencias y su rivalidad en interés de la perennidad de la familia real, si bien el primero, como se debe a su reputación de devoto islamista, persistió en sus censuras de las rarezas financieras y presupuestarias de varios de los príncipes.

Reticente frente a la política ostensiblemente proestadounidense del rey Fahd, Abdullah propugnó un nacionalismo temperado y la optimización de relaciones con todos y cada uno de los países árabe-musulmanes, al tiempo que elaboraba ciertos reproches retrospectivos por no haber conocido proteger la neutralidad en la guerra Van a ir-Iraq (1980-1988)

Según la mayor parte de los análisis de la temporada, emitió cautelosas reservas sobre la velocidad con la que el monarca llamó a las tropas estadounidenses a fin de que se instalasen en el territorio saudita tras la invasión de Kuwayt por Iraq en el mes de agosto de 1990, aseverando que era exacto haber informado antes a las autoridades religiosas o que la existencia de los soldados podía ser blasfematoria en los beatos sitios del Islam. No obstante, afianzó sus relaciones con Washington en lo que se refiere a la estrategia global en Oriente Medio y la seguridad del mercado del petróleo.

En marzo de 2002, con ocasión de una charla cima en Beirut, presentó la llamada Iniciativa Árabe de Paz, un plan que abogó por la retirada total de Israel de los territorios ocupados y el reconocimiento de un Estado palestino en Cisjordania y Gaza, con capital en Jerusalén oriental. Como contrapartida, ofreció un tratado de paz con Israel y su reconocimiento por todos y cada uno de los países árabes. Aunque el plan fue rechazado tanto por ciertos países árabes como por Israel, la ofensiva diplomática siguió con sus visitas a Egipto, Siria y Jordania, en lo que el Gobierno saudita describió como “un intento de reanudar el estancado desarrollo de paz en Oriente Medio y fomentar la unidad y la cooperación interárabes”.

Rey de Arabia Saudí

Mientras que sus hermanastros, Sultan -ministro de Defensa y príncipe heredero- y Nayef, ministro del Interior, se presentaban como ultraconservadores y no en especial religiosos, el piadoso Abdullah expresaba ciertas veleidades reformistas. Contó con el acompañamiento de los ulemas, más allá de sus buenas relaciones con los “infieles” de Estados Unidos. Por sus limitados intentos de reforma y por su combate contra la línea dura de los sectarios wahhabitas (la secta religiosa mucho más extremista) y sus acólitos aproximadamente vinculados a Al-Qaeda, recibió el acompañamiento de los campos de el intelecto y de la clase media, en tanto que estos odian al conjunto reaccionario de los sudairis.

Los fantásticos intereses de la familia predominaron sobre las demandas de cualquier clase, pero sabiendo la edad avanzada tanto del rey como de sus hermanastros, no quedó duda de que el reino vivía en un periodo de transición y agitado por 2 fuertes contradicciones: la de la prosperidad en ocaso con su secuela de tensiones sociales y la de su estatuto en todo el mundo como aliado de Occidente, pero, al tiempo, asegurador por fundamentos religiosos de las fuerzas que quieren destruirlo a través de el terrorismo.

Abdullah, que padecía un defecto de locución, se mostró generalmente retraído y no apareció bastante públicamente. Los cronistas lo retrataban como apasionado de una vida piadosa, parca y clásico, y la población creía que se encontraba libre de la corrupción que aqueja a una parte de la familia. Seguidor de la interpretación salafista del Islam, caracterizada por el rigor, la prensa notificó en ocasiones de que todas y cada una de las semanas sostenía una asamblea con los amos religiosos para conseguir su consejo. Según fuentes periodísticas estadounidenses, tenía 4 esposas, siete hijos y quince hijas.

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Los matices y las sutilezas que ocupan nuestras vidas son en todos los casos importantes, ya que marcan la diferencia, y en el caso de la vida de un ser como Abdullah de Arabia Saudí, que detentó su trascendencia en una época determinada, es vital intentar ofrecer un panorama de su persona, vida y personalidad lo más precisa posible.

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